Brasil: "Antidemocracia"

08/06/2000
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Brasil: "Antidemocracia"

Luiz Inácio Lula da Silva
Sao Paulo

El gobierno argentino lanza un paquete para cortar los salarios de los
jubilados y funcionarios públicos y el presidente de Brasil aplaude el mismo
día. El presidente del Perú, Alberto Fujimori, obtiene su tercer mandato en
medio de fuertes sospechas de fraude electoral y, cuando el Consejo
Permanente de la Organización de los Estados Americanos (OEA) propone su
castigo, quien salva a Fujimori es nuestro gobierno.

Cuando es para elogiar medidas de sumisión del FMI, el gobierno brasileño
actúa con rapidez. Cuando es para reaccionar frente a violaciones a la
democracia, el gobierno brasileño primero calla y después pacta.

Ese tipo de comportamiento tiene todo que ver con la situación de Brasil y
con las políticas antisociales que está implementando al pie de la letra el
gobierno brasileño. Las reelecciones, con segundo y hasta tercer mandatos,
hacen parte del patrón de ese proyecto de sumisión al capital financiero en
toda América Latina. Menem intentó la reelección en Argentina, sin embargo
no la consiguió.

Aquí en el Brasil, hasta hoy no se han investigado a fondo las
circunstancias en que el presidente Fernando Henrique Cardoso consiguió
arrancar del Congreso la reelección. Las revelaciones en torno a la compra
de votos fueron sintomáticas. Y él apoyo dado a Fujimori deja claro el
camino que el desearía seguir. Probablemente sólo no está insistiendo en el
golpe parlamentario para un tercer mandato porque se convenció de que no va
a conseguir revertir su profunda impopularidad.

También hacen parte de ese patrón de sumisión al FMI las restricciones a la
democracia, ya que los movimientos populares acaban resistiendo a las
medidas anti-sociales. En Brasil, la postura antidemocrática se torna cada
día más evidente. Cuanto más crece el aislamiento del gobierno, más se
vuelve antidemocrático.

Todo mundo sabe que el presidente FHC gobierna por medio de medidas
provisionales. Contando el período del primer y de este segundo mandato,
fueron expedidas en promedio más de dos medidas provisionales por día de
gobierno. En un número superior a 3 mil, contando las nuevas y las
reeditadas. Hay medidas de ese tipo que están en vigencia desde el inicio
de su primer mandato y nunca fueron votadas por el Congreso. Esa no es una
forma democrática de gobernar.

El rechazo de la sociedad a las políticas del gobierno continúa aumentando.
La impopularidad de FHC es una de las más duraderas entre las
experimentadas por todos los presidentes del Brasil. Viene, de forma
continua y creciente, desde mayo de 1999. Es también una de las raras veces
que la sociedad juzga al presidente aún peor que a su gobierno, que ya es
considerado malo. En el más reciente sondeo divulgado por el IBOPE,
solamente el 15% aprueba al presidente, menos que el 19% que aprueba al
gobierno. No da para disfrazar más el deterioro de la imagen de ambos.

Por más que gaste en propaganda y dé repetidas entrevistas, el presidente
FHC no consigue más esconder la falta de rumbo del gobierno. La continuidad
de la crisis sin solución a la vista. El desempleo permanente. La caída
vertiginosa de los salarios y de la renta media de las familias. Eso sin
hablar de la absurda aprobación de un salario mínimo de R$151,00. O de la
violencia y el autoritarismo que aparecen como la cara más visible de este
gobierno. Un gobierno incapaz de dialogar y ofrecer alternativas viables
para los problemas sociales.

Esa situación queda clara también en las entrevistas recientes del
presidente FHC. En una de ellas dijo que el problema real de la pobreza en
el Brasil no es la concentración de la renta. Y llega a admitir que serán
necesarias décadas, tal vez siglos, para que se pueda combatirla en el país.
Dijo también, en otra parte, que el imperialismo acabó. Mas admite que los
Estados Unidos tienen hoy más poder que cualquier otra potencia en todos los
tiempos.

Quien no se propone enfrentar una de las mayores y más injustas
concentraciones de renta del planeta no puede realmente hacer nada para
acabar con la pobreza. Quien somete los intereses del país a las
imposiciones del FMI no puede mismo defender la soberanía nacional.

Cada día sectores sociales más amplios se están conscientizando, organizando
y movilizando contra esa situación. Las huelgas y grandes manifestaciones
callejeras están forzando al gobierno a definirse. O dialoga y cambia de
rumbo sus políticas o va a enfrentar cada vez más protestas.

Represión a los movimientos sociales es el camino de todo gobierno
autoritario y antidemocrático.


* Luiz Inácio Lula da Silva es presidente honorario del Partido de los
Trabajadores y consejero del Instituto Ciudadanía.
https://www.alainet.org/es/articulo/104704
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