¿Fuera del neoliberalismo hay salvación?

12/11/1997
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El avance tecnológico actual, como expresión de la riqueza, pone en evidencia la distancia entre la minoría privilegiada y la mayoría de la población que, en Brasil, no dispone de red de aguas servidas, instalaciones sanitarias, asistencia de salud o educación calificada. He aquí la paradoja: aumenta la producción, y se reduce el empleo y, por lo tanto, se incrementa la pobreza. La Volkswagen de San Bernardo del Campo empleaba, en 1980, cerca de 40 mil trabajadores y producía menos de 1.000 vehículos cada día. Hoy emplea poco más de 20 mil y fabrica, por día, cerca de 1.200 vehículos. En Milán, la Benetton inauguró un sistema computarizado de confección de tejidos que significó el despido de 3.000 empleados. El miedo al desempleo es el principal factor de inestabilidad emocional de numerosos ejecutivos. Algunos se deslizan hacia el alcoholismo y las drogas. Los sistemas productivo y financiero son globalizados, el distributivo se va estrechando. Hay cada vez más mercados para menos consumidores. La habilidad está en reducir el precio de las mercancías, volviéndolas más competitivas, como hacen los chinos. En el precio barato de un producto, están comprimidos salarios irrisorios, horas extras sin pago, derechos laborales violados. Los EE.UU aprendieron la lección e instalaron sus fábricas en México y América Central. Hoy, es un lujo refinado hablar de vocación, es un sueño escoger una profesión, es difícil aprender un oficio y es una bendición obtener un empleo. Aún cuando ese empleo no corresponde al trabajo que uno quisiera hacer, a la profesión para la cual se siente habilitado, a la vocación que cumpliría el trabajador como ser humano. Cuántos Mozart y Einstein son boias-frias (jornaleros) o, en la punta del pirámide social, ejecutivos entregados al peligroso deporte de acumular riquezas. Los pobres no tienen cómo potencializar sus talentos. Y entre aquellos que disponen de capital, hay los que se sumerjan de tal modo en el juego financiero, ávidos para expandir sus negocios, que en ello consumen la salud, la vida familiar, la alegría de vivir y el don de crear. Henry Ford consideraba al hombre "un animal perezoso". Exceptuando el mismo, claro. Así, creó el verticalismo en el proceso productivo. Ahora, la terciarización introduce el post-fordismo. El hombre es un animal fragmentado. La pulverización de los servicios vuelve al trabajador extraño, no solo a lo que produce, sino al propio proceso productivo. Esto mina la conciencia de categoría profesional y la estructura sindical. El neoliberalismo lanza al asalariado a una red anodina y anónima que le niega el mínimo de dignidad como profesional y reduce sus derechos. Marx quedaría sorprendido: las clases sociales son eliminadas, no porque se acabaron las desigualdades, sino por la atomización de la conciencia que no alcanza las macro-estructuras. La fragmentación solo divisa las partes, nunca el todo. Economía viene del griego oikos, habitat, casa - el modo de dirigir bienes y servicios imprescindibles a la vida humana. Hoy, ella ignora lo humano y se centra en la acumulación del capital. El mercado es exaltado como único mecanismo capaz de hacer funcionar la economía. El Estado del bienestar social es tan repudiado como el Estado absoluto de las monarquías, y el Estado síndico del socialismo. El mercado desempeña, incluso, una función epistémica. Se yergue como nuevo sujeto absoluto que se legitima por su lógica perversa de expansión de las mercancías, concentración de la riqueza y exclusión de los defavorecidos. El Estado, antiguamente encarado como agente social, se convierte en el Gran Leviatán*. Los políticos, aún cuando de boca para fuera proclaman que el Estado no puede abstraerse de sus funciones sociales, tratan de desmantelarlo. Los daños de los autos y las privatizaciones tienen algo en común. La crisis de modernidad trae en su vientre la crisis del proyecto libertario forjado por la propia modernidad. La idea de liberación, hija querida del Iluminismo, hoy es execrada como diabólica. Las revoluciones inglesa, americana y francesa son confinadas a los libros de Historia. Y si aún merecen atención, es porque tienen asegurados la emancipación de la burguesía y el quiebre de la monarquía absoluta. Ahora que el socialismo real se desmoronó, la utopía de una sociedad igualitaria es abominada. Marx exclamaba: "Proletarios de todo el mundo, uníos!". Pero fueron los burgueses quienes lograron responder al llamado. Ya no hay capital sin conexión internacional. La propuesta ética de que esta riqueza debe servir a la felicidad de todos los pobres de la Tierra es asombrosamente anatemizada. La riqueza es para exaltar a sus poseedores, aunque la miseria se expanda como un cáncer que corroe el tejido de la familia humana. ?Vean la mansión de US$ 60 millones de Bill Gates! Es el "horror económico", según la expresión de Viviane Forreste7r. De cara a este panorama, no basta denunciar y soñar. Es necesario que las fuerzas progresistas presenten alternativas viables, factibles, innovadoras, pues, dentro del neoliberalismo, el cielo está al alcance de una minoría, en tanto que la clase media, condenada al purgatorio, aún cree que escapará al infierno que consume la mayoría. *Leviatán: monstruo marino del caos.
https://www.alainet.org/es/articulo/104322
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