Entrevista con François Houtart: Las salidas al final del túnel

07/08/2000
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Foto: Lizely Borges (MST) diz francois houtart
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Ginebra

Uno de los argumentos que más han difundido los partidarios del fundamentalismo neoliberal es que, luego del derrumbe del socialismo real de Europa del Este, no hay alternativas posibles frente a la economía y la sociedad de mercado. Estos últimos son presentados como "el orden natural", que ha de regir las relaciones humanas por los siglos de los siglos. Sin embargo, sus efectos sociales y ecológicos son tan catastróficos que en los últimos años hay una proliferación de críticas al modelo, provenientes de distintas corrientes de pensamiento, que no siempre están acompañadas con propuestas creíbles y fundamentadas. Precisamente, para suplir esta limitación trabaja el sociólogo belga François Houtart, que, junto con el egipcio Samir Amín, el mexicano Pablo González Casanova y otros intelectuales impulsa, desde 1996, el Foro Mundial de las Alternativas. François Houtart tiene una larga trayectoria como escritor y conferencista. Últimamente ha coeditado el libro El otro Davos (1999), una crítica - acompañada con proposiciones sociales alternativas- al Foro de Davos, que concentra, a comienzos de cada año, en la exclusiva estación invernal suiza de Davos, a representantes de los poderes mundiales para analizar y definir estrategias de la economía mundial.

- Queremos que nos hable de las alternativas al neoliberalismo, pero antes ¿Podría señalarnos en qué fase se encuentra éste en el mundo?

 Hay un poco de todo, está en una etapa de fuerza, porque prácticamente esa es, sin duda, la orientación de los grandes poderes económicos del mundo actual, en este sentido tienen una fuerza real. Al mismo tiempo, tiene elementos de flojera, elementos objetivos, económicos, en la perspectiva de que ellos ven dos cosas: primero que hay un peligro real con la dominación del capital financiero, y varios de ellos empiezan a pensar que eso es peligroso para el sistema, para el capitalismo, no solamente para la humanidad sino para el capitalismo, y que si no se encuentran soluciones para evitar que la burbuja financiera continúe creciendo, hay el peligro de que las crisis financieras afecten realmente a todo el sistema.

Otro tema de preocupación es lo que el director de la Organización Internacional del Trabajo, Juan Somavía, dice: que Copenhague (Cumbre Social 1995) es un fracaso, es decir que la lucha contra la pobreza, dentro del sistema, ha fracasado. En este sentido, en el mundo neoliberal, existe cierta inquietud de ver que la pobreza, que afecta a un gran número de personas, es peligrosa, a largo plazo, para el sistema, porque podría ser el origen de movimientos y de reacciones, y que, así como el Banco Mundial lo ha hecho desde hace 15 años, se debe encontrar programas de lucha contra la pobreza.

- ¿ Esto de darle "rostro humano al neoliberalismo" propuesto por el Banco Mundial y otros organismos es una alternativa viable, creíble?

De ninguna manera, estuve en el Banco Mundial y en el Fondo Monetario Internacional en Washington, he pasado 4 horas con Michael Camdessus. Se ve, por una parte, que hay un cambio de lenguaje, no digo que no haya cierta preocupación de algunas personas, pero evidentemente se proponen programas de lucha contra la pobreza al mismo tiempo que se continúan políticas que construyen la pobreza. Es la contradicción fundamental, porque en todo lo que hacen y proponen hay un dogma que no se puede poner en peligro: es el dogma de la economía capitalista. El problema es que se dan cuenta que hay un peligro social, pero no quieren admitir que hay una vinculación entre este peligro social y el tipo de políticas que hacen. Y así construyen un doble lenguaje: por una parte un lenguaje extremadamente dogmático en el plano económico y un lenguaje más o menos humanista en el plano de cómo resolver los problemas de la pobreza.

- ¿Frente a las políticas neoliberales, cuales son las alternativas que surgen o están surgiendo en la sociedad civil mundial?

No basta con decir que debemos suprimir el sistema y destruir su lógica, porque evidentemente el argumento de los otros es siempre listo: en el socialismo del Este europeo se ha tratado de encontrar alternativas, ha sido un fracaso, en conclusión, dicen, no hay alternativas a la economía de mercado. Así, el problema para nosotros es encontrar alternativas y ver cuáles son éstas. Y no es un trabajo fácil, porque transitar del fracaso del socialismo real a otro modo de organizar la economía es un proceso largo que no se puede realizar con solo una revolución política, de un día a otro.

El capitalismo ha tomado más de 400 años para construir sus bases materiales (la división del trabajo, la industrialización, etc.) que permiten su reproducción; como lo ha dicho el autor francés Maurice Godelier, el drama del socialismo es que ha debido caminar con las piernas del capitalismo. Es un cambio tan fundamental, económico, político, cultural, que no se lo puede hacer de un día para el otro, así debemos saber que la lucha que estamos haciendo es una lucha para varias generaciones.

- Sin embargo, ¿por dónde comenzar?

El primer paso es deslegitimar el sistema. Y deslegitimarlo no solo desde el punto de vista ético por los abusos y las consecuencias sociales terribles del capitalismo mundial, porque sino bastaría convertir los corazones de los capitalistas para cambiar las cosas. Debemos deslegitimar al capitalismo por razones económicas, porque el sistema es el peor, el más ineficaz, económicamente hablando, que jamás la historia de la humanidad ha tenido.

Si la economía es ganar dinero, evidentemente el sistema capitalista es, tal vez, el mejor, el más eficaz, pero si la economía es la actividad humana destinada a asegurar la base material, la vida física y cultural de todos los seres humanos en todo el mundo, el sistema capitalista es el más ineficaz que jamás hemos conocido, con la mitad de la humanidad fuera del circuito de las finanzas, y con más de 1200 millones de personas que viven con menos de un dólar al día. En este aspecto, se constata el fracaso de la Cumbre de Copenhague de 1995, que había tratado de encontrar algunas medidas dentro del sistema, para aliviar la pobreza, con la idea de que en el año 2015 se podría reducir a la mitad la pobreza extrema, lo que significa aceptar que 700 millones de personas van a continuar viviendo en la extrema pobreza dentro 20 años. Cinco años después, el número de pobres no ha disminuido en cifras absolutas, y, según el Banco Mundial, en el año 2008 estaremos iguales.

Deslegimitar al sistema es fundamental porque la ideología dominante es compartida por mucha gente del pueblo, que a menudo piensa que si el mercado es una cosa natural no podemos luchar contra el mercado. Mostrar que las leyes del mercado no permiten resolver los problemas de la humanidad es muy importante para cambiar la opinión pública. Siempre me acuerdo de la experiencia de Vietnam, en la que las iglesias, los intelectuales y los sindicatos de Estados Unidos jugaron un papel importante -aunque no el principal, porque lo fundamental fue la lucha del pueblo vietnamita- para terminar con la guerra. Ahora debemos construir el futuro, y por eso mismo debemos pensar en tres niveles: a largo, mediano y corto plazo.

El primer nivel es el de la utopía: no en el sentido de la cosa imposible, sino ubicando qué tipo de sociedad queremos, una utopía necesaria, que puede ser el motor de la acción. La utopía no viene del cielo, debe ser colectivamente construida, no queremos una utopía hecha desde arriba, debemos traducir esta utopía en términos concretos, lo que significa una sociedad participativa, democrática, en el sentido fundamental de la palabra, donde la economía provee a todos la posibilidad de vivir como seres humanos, etc. Debemos trabajar juntos en la definición de esta utopía que ya existe, por lo menos en términos latentes, y que ya se expresa en varias formas, pero que es necesario definirla.

Un segundo nivel de alternativas a mediano plazo tiene que ver con lo que políticamente podemos tener como objetivo de una acción. Por ejemplo, el de construir una pluralidad económica. Ahora hay un polo económico dominante, frente a ello se podría desarrollar más el MERCUSUR, la Comunidad Europea, el Sur de Africa, etc. Aunque, por el momento, todos actúan en una perspectiva más o menos neoliberal, pueden desarrollarse como polos frente a la unipolaridad, y pueden evolucionar hacia otro tipo de globalización, colocando a las regiones del mundo en otro tipo de globalización, y desarrollando pensamientos nuevos para responder a las necesidades de la población de sus regiones. Esto es totalmente contrario al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Estados Unidos, México y Canadá) que es una absorción de la economía del Norte, o al ALCA, con toda la estrategia norteamericana de discutir con cada país individualmente pero no con los grupos. A mediano plazo, igualmente, podemos pensar en alternativas no solo en el tema económico sino en los campos ecológicos, culturales, etc. y elaborar objetivos que pueden conducir a alternativas.

 - ¿Cuál sería el nivel de corto plazo?

Tenemos muchas propuestas, como la tasa Tobin, que entra, fundamentalmente, en una perspectiva de regulación. No podemos pensar que vamos a cambiar el modelo de producción de un día a otro, la idea de regulaciones no solo es aceptada por los que quieren cambiar el sistema sino por los que quieren salvarlo, esto es así de ambiguo.

Estos tres niveles pueden ser pensados en dos líneas fundamentales: la primera en una línea neo-keynesiana, como se recordará el Keynesianismo fue la doctrina del economista británico John Keynes (1883-1946) que propugnaba dar al Estado más iniciativa para evitar las crisis y a la clase trabajadora mayor participación en los resultados de la economía, haciendo del Estado el garante de los pactos sociales. Eso significaba una política de regulación pero sin tocar el sistema capitalista, una humanización del sistema que ha tenido resultado positivos, seguramente, pero que también ha salvado al sistema. Y lo que vemos ahora en el plano internacional y en los planos nacionales, y aún en el Foro de Davos, son propuestas de este tipo, frente al fracaso social del neoliberalismo. Es la teoría de una gran parte de la socialdemocracia europea, especialmente la que está más a la derecha como la de Tony Blair, y de Clinton, que propone algunas medidas de regulación que pueden aliviar un poco la situación de ciertos grupos, los más vulnerables, pero que no tocan lo esencial del sistema capitalista.

Por otra parte hay una perspectiva que llamo, tal vez por razones diplomáticas, post-capitalista que dice que es la lógica misma de toda la organización económica del capitalismo la que está en cuestión, porque esta lógica necesariamente crea las desigualdades, crea la competitividad absoluta, crea las injusticias sociales, como parte del sistema, dentro de su sistema, y creo que debemos llegar a transformar toda esta lógica de la economía para que no sea un economía del provecho sino una economía de las necesidades.

Utilizo la palabra post-capitalista para mostrar que la diferencia con el neo-keynesianismo es el objetivo de transformar al sistema capitalista fundamentalmente. Ahora, en la acción inmediata, los dos pueden actuar juntos, por ejemplo, sobre alternativas a corto plazo, como la tasa Tobin, los dos pueden pensar que es una cosa buena, pero dentro de una filosofía totalmente distinta: Los unos para humanizar el sistema, y los otros, como un primer paso, para cambiarlo.

 

Publicado en América Latina en Movimiento # 318 (ALAI), 8-08-2000, Quito

 

https://www.alainet.org/es/active/951
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