Economía popular

Qué es la CTEP?

09/02/2015
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Para algunos funcionarios y dirigentes políticos es difícil de entender qué hacían, el 1º de mayo, los kirchneristas Movimiento Evita, el Movimiento Nacional Campesino Indígena, el M8 o Los Pibes, las distintas expresiones de la izquierda popular como Patria Grande, la Dignidad, Seamos Libres, el Encuentro de Organizaciones o el Darío Santillán, organizaciones netamente sociales como el Movimiento de Trabajadores Excluidos, agrupaciones piqueteras como la CTD y el MTD Aníbal Verón, los Misioneros de Francisco, la Carlos Mujica, grupos autonomistas, dirigentes de ascendencia cristiana, militantes del sindicalismo peronista y hasta trotzkistas independientes marchando juntos sobre el Ministerio de Trabajo en una multitudinaria y colorida columna, bajo una misma bandera y con los mismos reclamos, centralmente el reconocimiento del sindicato de los excluidos.
 
¿Cómo se entiende que rivales electorales e ideológicos, opositores y oficialistas, compartan una misma construcción social? ¿Cómo se comprende que las maniobras del tándem Berni-Montaña, el palo y la zanahoria de los movimientos,  hayan fracasado en sus intentos de romper nuestra organización a base de recursos? ¿Cómo logramos mantener la unidad en momentos de extrema polarización, con un movimiento obrero dividido en cinco centrales, en un año electoral donde la política se lleva puesto todo? ¿Cómo se explica que, a pesar de que esta extraña unidad sea mala palabra en el Inaes y esté totalmente marginada de la política oficial de ayuda a cooperativas, casi todo el asociativismo popular, desde el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas hasta la Federación de Cooperativas de Cartoneros y Recicladores esté encuadrado allí?
 
La respuesta no está en conspiraciones políticas ni disputas de recursos, y por eso, para los que conciben que los pobres sólo se expresan cada dos años en las urnas o que se los disciplina repartiendo un pollito, un subsidio o alguna cooperativita, este armado es incomprensible (e insoportable). También escapa al entendimiento de los que utilizan a los humildes como plataforma de despliegue de un pequeño núcleo militante que opta por el espacio controlable frente al proceso impredecible. Mucho menos lo entienden las vanguardias iluminadas que conciben al sector como un lumpenproletariado indigno de las revelaciones del pseudomarxismo.
 
La Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) repudiada por los distintas afluentes del liberalismo ilustrado, es una herramienta gremial del pueblo pobre, de los trabajadores sin derechos, sin reconocimiento, sin capital y sin patrón. Es, podría decirse, la CGT de los Excluidos. La CTEP agrupa cartoneros, campesinos, artesanos, vendedores ambulantes, feriantes, costureros, limpiavidrios, cuidacoches, constructores, gasistas, cerrajeros, trabajadores de empresas recuperadas, del transporte informal, de cooperativas populares, de programas sociales, de infraestructura barrial, de organizaciones de acción comunitaria (cuidadores, cocineros, educadores) o de pequeños talleres y unidades productivas (mecánica, carpintería, alimentos). No es una coordinadora de organizaciones: los agrupamientos funcionan como tendencias internas dentro del Gremio, a veces consensuando, a veces disputando por los espacios internos y la orientación sindical.
 
Esta herramienta no surge espontáneamente ni la historia del sector comienza con su nacimiento. Atrás hay experiencias, victorias, derrotas y muchos luchadores que construyeron las condiciones para su emergencia. En la economía popular, la militancia es doblemente importante por las características del sector: nuestros compañeros están dispersos en el territorio, en pequeñas unidades económicas, sin una patronal identificable (no reunidos en fábricas o establecimientos donde la dinámica de la relación obrero-patronal contribuye a la agremiación). Sin una intervención militante que construye unidad y activa las luchas sería impensable una estructura gremial como la CTEP.
 
Así, el reagrupamiento del movimiento piquetero, cartonero, campesino o de empresas recuperadas, las construcciones territoriales, las pequeñas cooperativas, los miles de trabajadores populares sin encuadramiento pero con la experiencia de la pelea del día a día, contó con la promoción de una dirigencia que se forjó al calor de la resistencia contra el neoliberalismo y las luchas sociales de este milenio. Sin embargo, nuestra dirigencia tiene ideología y posiciones políticas, y por ende contradicciones internas. Creció observando cómo la disputa por el Estado cambiaba radicalmente las condiciones de vida de los pueblos en toda nuestra américa. La CTEP, pese a lo que algunos afirman, no es la negación de la política sino una entidad que asume su especificidad como herramienta reivindicativa. Es hermoso y esperanzador ver a un cooperativista con su uniforme en la lista de concejales o a una campesina santiagueña explicando la producción de mandioca con citas de Mariátegui. Lo promovemos e impulsamos. Pero entendemos que ni en la política ni en la ideología se agota todo: los sectores populares construyen poder en la lucha por el mango, donde la unidad debe imponerse por sobre las posiciones. Ese es el territorio de la CTEP.
 
Uno de los aciertos de la CTEP fue comprender que el factor de aglutinamiento de los excluidos no era ideológico ni político ni siquiera territorial, sino gremial. Los compañeros se inventaron su propio trabajo y desde ahí inventarán su propio destino. Las tradiciones organizativas de nuestro pueblo confirman esta intuición: que la irrupción de los descamisados se estructuró en eso que da el pan y la dignidad, eso que permite construir un proyecto personal y colectivo de vida: el trabajo. La CTEP llegó para sanar las heridas que dejó el neoliberalismo y que no cicatrizaron en esta etapa de crecimiento económico. Está para cohesionar y reforzar, desde la cultura del trabajo, el tejido social de eso que algunos llaman “el núcleo duro de la pobreza”, tan castigado por el narco, el clientelismo y otras realidades destructoras.
 
La CTEP lucha por un “salario social” estable y digno para todo aquel que trabaja. Se trata del ingreso total del trabajador de la economía popular (ya sea directo a través de su propia producción o indirecto a través de subsidios y asignaciones), que no debe ser nunca inferior al mínimo vital y móvil, ya sea para el que cartonee en La Quiaca o venda anteojos de sol en Pompeya. Lo llamamos salario social y no salario a secas, porque el Estado y la sociedad en su conjunto deben garantizar que ninguno de sus miembros sufra privaciones con independencia de las posibilidades, si es que quiere garantizar la paz social y evitar la reacción violenta de los que margina.
 
También luchamos por los derechos laborales. Nuestro objetivo es que todos los laburantes tengan cobertura de salud y de accidentes (nuestra Mutual, sin ningún subsidio, cubre a casi 20.000 trabajadores), que gocen de las licencias habituales por enfermedad o maternidad (las compañeras laburan con un bombo de 8 meses porque nadie les cubre el día), que reciban la totalidad de las asignaciones familiares (la AUH fue un inmenso avance, pero lamentablemente aún no se extendieron la asignación por matrimonio o ayuda escolar), que ningún compañero trabaje más de ocho horas, que las condiciones de higiene y seguridad sean óptimas, que los pibes tengan guarderías (cuántas veces vemos a los compañeros con hijos a cuestas porque no tienen donde dejarlos), que todos tengan acceso a la capacitación, al deporte y la vida cultural, al crédito para consumo y vivienda, y que puedan conocer la Patria al menos una vez por año gozando de sus merecidas vacaciones como Evita quería.
 
Nuestro gremio tiene un desafío adicional que lo distingue de otros: ¡también debemos luchar por los medios de producción! Esa preocupación típicamente patronal, en nuestro caso es una tarea sindical: mejorar técnica y humanamente las unidades productivas populares. ¡Trabajar en forma cooperativa debería ser un orgullo, no un castigo ni un fraude! Más producción popular, en clave comunitaria, significa más trabajo, dignidad y felicidad para nuestro pueblo.
 
Todo ello es imposible si no se reconoce a los trabajadores de la economía popular y su sindicato (sin poder popular, no hay justicia social). Por eso, en la medida que la CTEP demuestra en las calles, el territorio y los papeles una representatividad inmensa, debe ser reconocida como interlocutor para la defensa de los intereses gremiales de su sector frente al Estado y el mercado, como cualquier sindicato. Fortalecer la unidad, la organización y el poder del conjunto torrentoso de los humildes, es la tarea de cualquier movimiento, dirigente o gobierno que quiera dejar huella en la historia de los pueblos.
 
- Juan Grabois es dirigente de la Confederación de los Trabajadores de la Economía Popular (CTEP)
 
08 de Febrero de 2015
 
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