El diálogo al que nunca renunció Monseñor Romero

18/01/2015
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Incluir y tener presentes las palabras y legado del Arzobispo mártir, Monseñor Óscar Arnulfo Romero en los discursos de conmemoración del 23 aniversario de la firma de los Acuerdos de Paz, no solo es una deferencia a la iglesia y a la memoria del personaje salvadoreño más universal. Los antecedentes del diálogo, negociación y resolución pacífica de los conflictos que dieron origen a la guerra salvadoreña tienen mucho que ver con Romero.

(Foto cortesía Centro Mons. Romero)

 
En 1980, cuando la represión había agudizado contra las organizaciones y personajes que denunciaban las graves violaciones de los derechos humanos por parte del Ejército y los mecanismos de diálogo se agotaban, tras la salida de los civiles de la primera junta, se conforma una segunda junta revolucionaria de gobierno con la participación del Partido Demócrata Cristiano, ésta tampoco pudo garantizar el respeto a los derechos humanos.
 
La violencia contra las manifestaciones políticas se hizo evidente el 22 de enero de 1980, cuando una multitudinaria marcha que protestaba contra la política de Estados Unidos y la Junta Militar fue brutalmente reprimida.
 
En una entrevista para la producción de un documental sobre Monseñor Romero, el exministro de Economía, Héctor Dada Hirezi, en ese entonces miembro de la Junta Revolucionaria de Gobierno, ante la gravedad de la situación expresó sobre el Arzobispo: “Mire, ya monseñor estaba convencido de que si no se hacía algo con verdadera decisión y con la intensidad necesaria, el país se iba a ver envuelto en una guerra como lo fue después y eso lo preocupaba mucho, esa angustia de pastor de ver que la realidad nacional iba hacia un conflicto abierto que nadie parecía tener la fuerza o tener la voluntad para transformar lo suficiente al país y como para construir un tejido social y político que lo pacificara, le preocupaba mucho la justicia, le preocupaba mucho el respeto a los derechos humanos”.
 
Debido a los hechos cada vez más irracionales y sangrientos, Monseñor Romero decide escribir al Presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, para pedirle que no envíe más ayuda militar a El Salvador, porque, a su juicio, esto solo ayudaría a reprimir más al pueblo. La carta fue leída en la homilía del 17 de febrero de 1980 y en la misma hizo un llamado a la extrema derecha a que desistiera de fraguar un golpe de Estado contra la Junta.
 
Roberto Cuéllar, abogado colaborador del Arzobispo en el Socorro Jurídico que había creado, también expresó que la nueva Junta de Gobierno que llevó adelante este proceso a partir de enero de 1980, alentaba las esperanzas de iniciar un proceso que desmontaría la violencia y que una confrontación brutal en El Salvador se podía apaciguar y calmar. Pero no fue así.
 
“La historia no le dio la razón a Romero, por el contrario, fue una experiencia frustrante, decía la izquierda reformista en aquel momento, que no trajo un cambio de estructuras como se había propuesto y dio lugar a aquella frase famosa del arzobispo: De qué sirven tantas reformas si van teñidas de sangre y de represión”, recordó Cuéllar.
 
Su hermano, Gaspar Romero, confirma el anhelo del líder de la iglesia de evitar a cualquier costo una confrontación más profunda de la sociedad salvadoreña.
 
“Cuando estaba la guerra en su apogeo él decía que únicamente dialogando se le iba a poner fin a la guerra, pero no le hicieron caso, se encapricharon en que no… Monseñor insistió mucho en el diálogo como mecanismo para superar las diferencias ideológicas en el inicio del conflicto. Cuando se tomaban las iglesias, consulados, secuestraban gente, él decía solo un diálogo puede detener esto”, indicó.
 
La insistencia de Monseñor Romero en el diálogo y la denuncia de las masacres de líderes campesinos y de organizaciones sociales, de sacerdotes y religiosas por parte del ejército y grupos paramilitares, llevó a que algunos apoyos internacionales temieran por la vida del prelado y a plantearse medidas que pudieran garantizar su vida.
 
Julian Filochowski, de la Romero Fundation en Londres comentó que “cuando empezaron a amenazarlo nos dio cierto miedo y el premio Nobel de la Paz, ha sido en ciertos momentos, una protección. Entonces, empezamos a discutirlo con varios parlamentarios (ingleses) que se habían interesado en la situación de El Salvador… pensamos que Monseñor había tenido tanto coraje en sus declaraciones y en sus denuncias al enfrentar a los militares y los cuerpos de seguridad que él ya merecía el premio y además podría ser una protección. Lo discutimos con varios parlamentarios, de todos los partidos… conservadores, los laboristas y los liberales y dijeron que si, lo vamos a hacer”.
 
Lograron 116 firmas de los miembros de los parlamentos de las 2 cámaras inglesas y lo enviaron al despacho del premio Nobel en Oslo y fue aceptado y publicado. Ese año, finalmente el premio se lo entregaron a Madre Teresa de Calcuta.
 
En los actos del XXIII Aniversario de los Acuerdos de Paz, encabezados por el presidente Salvador Sánchez Cerén, el arzobispo mártir de El Salvador, Monseñor Óscar Arnulfo Romero, ha sido la figura omnipresente a lo largo de la visita que el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon, ha realizado al país, así como en los discursos para celebrar el acuerdo que silenció las armas.
 
La paz “no es el producto del terror, ni el miedo, la paz no es el silencio de los cementerios (…) la paz es la aportación generosa, tranquila, de todos para el bien de todos”, aseguró Ban Ki-moon, citando palabras del obispo mártir de El Salvador.
 
Y concluyó, “la paz es valiosa y la paz es posible, ese es el mensaje de El Salvador al mundo. Ese es su regalo a la humanidad”.
 
La visita del Secretario General a la cripta de Monseñor Romero, en la Catedral Metropolitana, San Salvador, completa esta serie de reconocimientos al arzobispo mártir, en cuyo honor la ONU ha decretado el Día Internacional del Derecho a la Verdad en relación con Violaciones Graves de los Derechos Humanos y de la Dignidad de las Víctimas, celebrado cada 24 de marzo, fecha del martirio de Monseñor Romero.
 
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