Mandar obedeciendo en territorio zapatista

29/07/2014
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Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 497: La cuestión urbana hoy: Entre el mercado total y el buen vivir 24/11/2014
La irrupción del 1 de enero de 1994 por parte de un ejército de indígenas rebeldes de Chiapas no representó sólo el inicio de la guerra para el Ejército Zapatista de Liberación Nacional contra el gobierno mexicano, sino que fue una expresión más de la lucha contra 500 años de opresión, desprecio y olvido de los pueblos tzeltal, tzotzil, tojolabal, mam, ch´ol.  Sus demandas: vivir como seres humanos, tener derecho a la palabra y el respeto, así como a la memoria y la dignidad.
 
En una región donde el sistema se expresaba a través de un violento y dilatado proceso de despojo llevado adelante por una poderosa oligarquía, conformada por caciques y protegida por guardias blancas; ahí donde una reforma agraria inconclusa permitía la explotación del trabajo indígena a través del sistema de peonaje y donde los terratenientes ejercían su derecho de pernada sobre las mujeres; ahí donde muchos niños se morían de enfermedades curables, la lucha del EZLN se encaminaba hacia la vida con libertad, democracia y justicia.
 
Lo que ha ocurrido en la realidad zapatista a lo largo de los últimos 20 años de preparación, organización y resistencia, es abrir la posibilidad de reconstruir el camino hacia una vida digna, desde la matriz comunitaria del “mandar obedeciendo”.  La experiencia de “un mundo” que está dando sus pasos, requiere hacer visible la voluntad colectiva de un ejército rebelde, que eligió anular el camino hacia la guerra, el poder, la negociación, la corrupción y el clientelismo.
 
La autonomía zapatista
 
Ante la traición de los acuerdos de paz por parte del gobierno y su negativa a permitir a los pueblos indígenas tener voz y propuesta en México, los pueblos zapatistas aprendieron que ninguna muestra de dignidad podía venir desde arriba.  Su decisión colectiva fue entonces prepararse y organizarse para mejorar las condiciones de vida en el territorio recuperado en 1994, del que ellos mismos dijeron: “El nuestro no es un territorio liberado ni una comuna utópica.  Tampoco es el laboratorio experimental de un despropósito o el paraíso de la izquierda huérfana.  Este es un territorio rebelde, en resistencia” (La Jornada, 2/10/2004).  Se avocaron así a construir de forma autónoma escuelas, levantar centros de salud y clínicas, organizar trabajos colectivos en el área de la producción y comunicación, así como recrear sus propias normas y sistema de justicia, designando responsables de áreas y tareas a partir del servir y no servirse.  Con su ejemplo han demostrado que es posible organizar la sociedad distinta a la del Estado moderno, del sistema económico capitalista o socialista centralizado.  Sin embargo nunca han buscado imponerse como modelo sino que siempre han promovido que cada grupo, cada pueblo, busque sus respuestas a su modo, desde abajo.
 
La guerra de contrainsurgencia
 
Los malos gobiernos han mantenido contra las comunidades zapatistas una guerra regular y un ejército de ocupación de 77 campamentos militares, 53 en zona de confluencia zapatista y un aproximado de 30 mil efectivos federales.  Así mismo, se apoyan con armas, dinero y proyectos a grupos campesinos a cambio de hostigar a las familias zapatistas, lo que sigue alimentando el paramilitarismo y la guerra integral de desgaste, escondida tras un fuerte cerco mediático.  Sin embargo, los y las zapatistas siguen insistiendo en la apuesta por la vida, ocupándose de los trabajos colectivos sin recibir dinero a cambio y enfrentando incursiones militares y paramilitares con sus manos desnudas y los hijos a la espalda, mientras dejan abiertas las puertas de las clínicas autónomas a los no zapatistas, e incluso a sus propios agresores.
 
Mandar obedeciendo: el gobierno autónomo
 
Desde el inicio, los rebeldes zapatistas se negaron al ofrecimiento de puestos, privilegios y dinero en proyectos o apoyos por parte de instancias gubernamentales y no gubernamentales.  Eligieron no alimentar el culto al individuo, la lideranza, y/o el monopolio de la representación.  Establecieron un gobierno autónomo basado sobre tres niveles: el de la comunidad, el de los municipios autónomos y el de las zonas, cuya expresión son las cinco Juntas de Buen Gobierno.  Entre estos niveles existe un constante diálogo fundado sobre el caminar preguntando a los pueblos, contrariamente a lo que caracteriza la política enajenante, donde los políticos, en su afán por acceder hacia la ruta del poder, promueven impunidad y corrupción en las campañas electorales, así como el robo y la mentira desde sus poltronas.  Distanciándose también de todos los movimientos que, reproduciendo la lógica partidista, miran al poder, los zapatistas describen así el aprendizaje que en estos años ha marcado otra forma de nacer y hacer política:
 
“Del vanguardismo revolucionario al mandar obedeciendo; de la toma de poder de arriba, a la creación del poder de abajo; de la política profesional, a la política cotidiana; de los líderes a los pueblos; de la marginación de género a la participación directa de las mujeres; de la burla a lo otro a la celebración de la diferencia”.  (Entre luz y sombra, 2014)
 
En los últimos 15 años, una nueva oleada generacional llegó a los cargos de toma de decisiones.  Quienes hoy protagonizan la resistencia son jóvenes, mujeres y hombres de origen campesino indígena, muchos nacidos después de 1994.  Crecieron dentro de la lucha zapatista y se educaron en las escuelas autónomas.  Elegidos como autoridades para integrar las Juntas de Buen Gobierno, son quienes ahora destinan sus pasos hacia el mandar obedeciendo, según los siete principios de los pueblos que son: 1) Servir y no servirse; 2) Representar y no suplantar; 3) Construir y no destruir; 4) Obedecer y no mandar; 5) Proponer y no imponer; 6) Convencer y no vencer; 7) Bajar y no subir.
 
Las mujeres resuelven luchar en la construcción de “un mundo donde nadie es más, nadie es menos”.  No hay policía… y no hace falta.  A pesar de la agresión continua que experimentan, el territorio zapatista es el lugar más seguro de México.  La violencia doméstica prácticamente se ha eliminado, lo que es particularmente significativo en pueblos en los que golpear a las mujeres y a los hijos era algo cotidiano.  Como resultado de estas transformaciones desde abajo, l@s niñ@s reciben un flujo de amor continuo y gozan de increíble libertad – una realidad palpable cuando se visita una comunidad zapatista.
 
De donde estamos ahora
 
Con la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, en 2005, el EZLN lanzó “la más audaz y la más zapatista de las iniciativas”, abierta a una nueva generación de luchadores sociales que no busquen “dirigir ni ser dirigidos”.  Siendo ejemplo de este principio, el 21 de diciembre del 2012 decenas de miles de zapatistas tomaron en silencio, sin armas y organizadamente, “las calles y edificios de las ciudades[1] cunas del racismo y el desprecio”.  Abrieron así una ventana para mirar a un ejército de rebeldes que habían elegido “cultivar la vida en vez de adorar a la muerte”.  Dejaron un escueto comunicado: “¿Escucharon? Es el sonido de su mundo derrumbándose, es el del nuestro resurgiendo”.
 
Fue el prólogo de una experiencia pedagógica radical.  En agosto y diciembre de 2013 y enero de 2014 cerca de seis mil personas de muy diversas partes de México y del mundo acudieron al curso “La libertad según l@s zapatistas”, impartido en sus comunidades por las familias que están construyendo el mundo nuevo.  Aprender en la escuelita significó experimentar una práctica que es en sí misma teoría, y al mismo tiempo observar de qué manera las personas ordinarias que han estado construyendo esa práctica formulan las más sutiles y complejas elaboraciones teóricas como una más de sus tareas cotidianas.
 
Al mismo tiempo se realizaba el relevo y bienvenida al nuevo vocero del EZLN, el indígena campesino Sub Comandante Insurgente Moisés, mismo que anunciaba como prioridad de la organización retejer la relación con los pueblos articulados desde el Congreso Nacional Indígena.  Estos tendrían un encuentro a finales de mayo pasado con el EZLN, pero éste se vio interrumpido por el asesinato del maestro de la Escuelita “Galeano”.  Su muerte marcó la geografía y el calendario para celebrar un digno homenaje a nivel planetario, que coincidió con el anuncio de la desaparición del personaje Sub Comandante Insurgente Marcos.  Este acontecimiento fundante en la historia política latinoamericana es claro y contundente: “Marcos el personaje ya no era necesario” en tanto ya existe una generación que puede continuar en la construcción de vida digna según su propio caminar.
 
Mientras en América Latina hasta los gobiernos “progresistas” continúan la guerra de despojo que caracteriza el momento mundial, en un rincón del continente l@s zapatistas nos invitan a mirar que con “un poco de vergüenza, un tanto de dignidad y mucha organización” es posible escribir nuestra historia sin mirar arriba, sino a los lados, entre nosotras y nosotros.
 
- Gustavo Esteva es co-fundador de la Universidad de la Tierra de Oaxaca, México, e intelectual "desprofesionalizado" que acompaña y participa en diversos movimientos sociales.
Diana Itzu Gutiérrez Luna es socióloga y magister en Desarrollo Rural por la UAM-X; integrante de la Red contra la Represión y la solidaridad en Chiapas, México.
Irene Ragazzini, licenciada en Ciencias Políticas y magister en Economía Social, participa en la Universidad de la Tierra de Oaxaca, México, y en diferentes espacios organizativos adherentes a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona.
 


[1]    Las mismas cabeceras municipales de Chiapas que ocuparon en 1994 al levantarse.
https://www.alainet.org/es/active/79235

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