Comienza el tercer año con el pie izquierdo

03/12/2014
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Concluyó el segundo año de gobierno de Enrique Peña Nieto y con ello la posibilidad de la renuncia para que el país acuda a elecciones anticipadas para elegir nuevo presidente.
 
De tal suerte que, en términos constitucionales, persistir en la demanda de la renuncia, como lo hicieron “un chingo de ciudadanos indignados” (La Jornada, 1-XII-14) que marcharon del Zócalo al Ángel, implica la designación por el Congreso de un sustituto que en la actual correlación de fuerzas sería sin duda alguna del Revolucionario y el mejor posicionado es Manlio Fabio Beltrones. Y aunque es “uno de los dos políticos más completos que existen en México”, el otro según agudo y culto analista es Andrés López Obrador, no considero que el papel del aún vigoroso movimiento que arrancó hace 70 días, sea el de auspiciar a “uno que sí sabe” proveniente del PRI.
 
Vigor que difícilmente será dable durante y después del gigantesco puente no de la Mazatlán-Durango sino de Guadalupe Reyes. Y menos lo será con la desenvuelta acción vandálica de un puñado de provocadores por comisión más que por convicción y la ausencia policiaca, porque como caricaturizó El Fisgón: “Salieron libres porque nos fallaron las pruebas” (dice el agente de la PGR). “Será por falta de pruebas” (replica el manifestante). “No, estábamos probando si la protesta bajaba si reprimíamos y nos falló la prueba” (aclara el agente de Jesús Murillo).
 
El autor intelectual(AMLO)de la exigencia que tanto irritó a los poderes institucionales y fácticos, hasta el punto que Televisa y Azteca la ignoraron y al primero lo mostraron con imágenes en photoshop (al decir de varios periodistas), propone reformar la Constitución para que, en caso de que el presidente renuncie en su tercer año de gobierno, sean convocadas elecciones anticipadas y no sea designado un mandatario sustituto por el Congreso. Iniciativa de reforma al 84 constitucional que no prosperará mientras el tricolor y sus aliados tengan la sartén (legislativa) por el mango.
 
Comenzó el segundo tercio del mandato sexenal dilucidado por el Tribunal Electoral en medio de gravísimas acusaciones de compra de votos y trasiego de dinero privado que ahora documenta más la talentosa y valiente Carmen Aristegui con la casa del entonces presidente electo, sin que padezca o goce usted de las celebraciones faraónicas en Palacio Nacional, sino con un humilde acto en Cintalapa, Chiapas, organizado por Manuel Velasco Coello, el joven y gastalón gobernador para proyectar su imagen y tan lacayuno con Peña Nieto como sus antecesores de triste memoria con Felipe Calderón y Vicente Fox.
 
Con apenas 39 por ciento de aprobación ciudadana, el nivel más bajo que ha registrado un titular del Ejecutivo desde 1996, los discursos evocadores de los grandes logros gubernamentales, mismos que fueron presumidos ante la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas como prueba de la capacidad de construir acuerdos de los mexicanos bajo su liderazgo, mientras la ONU se mantiene estancada, el mexiquense expresó insatisfacción con los objetivos alcanzados “hasta que comiencen a repercutir en las condiciones socioeconómicas de las familias”. Y dio paso a un esbozo de autocrítica.
 
No es cosa menor que la celebración se ajuste a los nuevos tiempos que corren con el México que estaba allí, pero que emergió a la plaza pública el 27 de septiembre en Guerrero, y que condensa muy bien el estado de ánimo de millones de mexicanos que el día 1 volvieron a suscribir el sonoro pero gráfico grito del poeta y periodista: “¡Ya estamos hasta la madre!”
 
Utopía 1475
Twitter: @IbarraAguirreEd
 
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