Comando Sur: Cincuenta años de ampliación del espectro de dominación
29/05/2014
- Opinión
Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 495: Reordenando el continente 10/06/2014 |
La intromisión militar norteamericana tiene múltiples antecedentes en el área y ha estado históricamente ligada a la identificación de la Cuenca del Caribe como un área geoestratégica de la mayor relevancia por ser la vía de acceso a la región. A partir de ésta es que de manera paulatina Estados Unidos ha ido ampliando y modificando su manera de intervenir en todo el continente. En 2013 el Comando Sur cumplió cincuenta años de ser una pieza fundamental en este proceso.
El comienzo
En el contexto de la Segunda Guerra Mundial, comienza a operar en Panamá el cuartel del Comando de Defensa del Caribe (1941-1946), antecedente del Comando Sur, con el objeto de realizar operaciones antisubmarinas y de contraespionaje; así como misiones de entrenamiento en distintos puntos de América Latina. Es también por aquellos años que la región fue copartícipe del programa Lend Lease con el que países del área intercambiarían armas y equipo militar a cambio de permitir a Estados Unidos la colocación de instalaciones militares. Baste considerar que en el punto más álgido de la conflagración mundial, Estados Unidos contaba con alrededor de 135 mil efectivos en distintos puntos del área.
En 1947 al finalizar la guerra, será renombrado como Comando del Caribe de Estados Unidos (CARIBCOM), aun cuando su área de influencia es ampliada para abarcar los territorios continentales de Centro y Suramérica; mientras que por el Pacífico se agrega una franja geográfica que va desde las zonas fronterizas de México y Guatemala, hasta las de Perú y Ecuador. Las principales atribuciones del Comando en ese contexto giran en torno a la “defensa” del Canal de Panamá, al mismo tiempo que asume la tarea de la “ayuda en caso de desastres”, relacionada con el envío de efectivos militares en ocasión de terremotos, inundaciones, huracanes o epidemias. Es también en esta época que el CARIBCOM incorpora la lucha anticomunista en el marco de la Guerra Fría y que se comienzan a realizar los ejercicios conocidos como UNITAS (United International Antisubmarine) con el objetivo de contener la “amenaza soviética”, que se continúan realizando hasta la actualidad.
La preocupación por la disputa ideológica y política propia de la Guerra Fría se profundizaría de manera drástica a partir del proceso revolucionario cubano y aún más con eventos como el intento de invasión a Playa Girón en 1961, o la crisis de los misiles al año siguiente. La administración de John F. Kennedy (1961-1963) sería además la precursora del ahora llamado soft power con la puesta en marcha de la Alianza para el Progreso como una manera de intervenir en las condiciones que alentaban procesos de transformación estructural en la región, inaugurando con ello la intrusión militar por medio de la acción cívica y que recaerá en manos de agencias como la USAID que nace de manera paralela. De esta manera Estados Unidos delineaba las estrategias y maneras de intervenir en una región que desde mediados del siglo XX se presenta como un escenario militar no convencional: ausente de conflictos interestatales pero que es preciso dominar tanto en términos poblacionales como territoriales. Finalmente en lo que se refiere a este período, el Comando amplía su área de influencia hacia Centro y Suramérica, por lo que a partir de 1963 es conocido con el nombre que tiene hasta la actualidad: Comando Sur.
Acción cívica y contrainsurgencia
Es así que durante los años de la Guerra Fría las responsabilidades del Comando Sur serán la vigilancia del Canal de Panamá, la instrumentación del Programa de Asistencia Militar en la región y la implementación de las acciones cívicas y de ayuda en caso de desastre, que ha permitido a los militares estadounidenses una presencia territorial constante. A una reducción en su presupuesto, papel y funciones que había tenido lugar en la década de los años setenta y en la que incluso se consideró la posibilidad de eliminarlo, le seguirá su reforzamiento debido al avance de fuerzas revolucionarias que se da en Centroamérica, en particular en El Salvador y Nicaragua. De esta manera, durante la administración Ronald Reagan, el Comando Sur será revitalizado con la ampliación de atribuciones que incluirán la planeación de operaciones de contingencia, así como el incremento de los entrenamientos conjuntos con los ejércitos de distintos países de la región. Como prueba del énfasis que cobra la contrainsurgencia para la estrategia de Estados Unidos en el área, en 1986 se crea el Comando Sur de Operaciones Especiales (SOCSOUTH).
En la segunda mitad de los años ochenta se realizará una reestructuración del Departamento de Defensa promovida por el Congreso de Estados Unidos como resultado de lo que fue valorado como errores cometidos en las intervenciones en Libia (1980), Líbano (1982-1984) o Granada (1983). Estas modificaciones, contenidas en el Acta de Reforma del Departamento de Defensa Goldwatwer-Nichols (1986) y la enmienda Nunn-Cohen (1987) tienen como resultado para la región el nombramiento del Comando Sur como uno de los Comandos Combatientes Unificados (UCC), lo que lo dotó de flexibilidad operacional, así como de la habilidad de influir en la política regional. Es además durante esta época que el Comando Sur asume la tarea de la lucha antinarcóticos que en lo sucesivo será de vital importancia como una manera de legitimar su presencia y operación en América Latina y el Caribe. De nuevo será Panamá donde se pondrán a prueba estas modificaciones, tanto las que se derivan de las transformaciones en el Departamento de Defensa, como la utilización del tema del narcotráfico como una manera de justificar la violación de la soberanía de los países de la región, con la invasión norteamericana a través de la Operación Causa Justa, lanzada a fines de 1989, con el objeto de derrocar el gobierno de Manuel Antonio Noriega, para “restaurar la democracia”.
El narcotráfico y los nuevos escenarios de la intervención
Con el fin de la Guerra Fría, las tareas del Comando Sur se modificarán de manera paulatina adquiriendo un lugar preponderante el denominado “combate al narcotráfico”. Para ello será puesta en funcionamiento la Joint Interagency Task Force-South (JITF-South), con sede en Key West y con tareas de inteligencia y planificación de operaciones contra el tráfico de drogas. Será Colombia el país en que la escalada en la intervención de Estados Unidos se mostrará en toda su magnitud. La década de los años ochenta y noventa verán la aparición en ese país de poderosas estructuras de la economía ilegal dedicadas al tráfico de drogas. En 1992 el Comando Sur y el Comando de Operaciones Especiales enviarán una Fuerza de Tarea Conjunta así como personal de la DEA y otras fuerzas para acabar con Pablo Escobar, cabeza visible del Cártel de Medellín. Para ello será creado el Bloque de Búsqueda en el que participarían, además de las agencias mencionadas, la Policía Nacional de Colombia y los llamados “Pepes”, o Perseguidos por Pablo Escobar; ex integrantes del propio Cártel y quienes con posterioridad serían vinculados con el paramilitarismo representado en las Autodefensas Unidas de Colombia. La operación culminaría con el asesinato de Escobar a comienzos de diciembre de 1993 y el ulterior desmantelamiento del Cártel de Medellín.
Teniendo como antecedente esa experiencia, a fines de la década (1999), el presidente Andrés Pastrana hará público el Plan Colombia, programa bilateral con Estados Unidos de apoyo logístico, financiero y de presencia en el terreno, que originalmente estaba destinado a combatir al narcotráfico y que de manera paulatina adquirió un carácter abiertamente contrainsurgente. Uno de los resultados de dicho programa fue la reestructuración de las rutas de tráfico de drogas, que serían desviadas hacia América Central y México para su arribo final a Estados Unidos. Como es evidente desde hace algunos años, también las rutas de la violencia se han trasladado hacia estas regiones, lo que ha posibilitado que la potencia del norte establezca convenios similares con México (Iniciativa Mérida), Centroamérica (CARSI), o la Cuenca del Caribe (CBSI); lo que ha redundado en una mayor intervención militar de Estados Unidos.
En términos territoriales, en 1996 comenzará una transición contemplada en el Plan del Comando Unificado que, constando de dos etapas, significó que el Comando Sur agregara la responsabilidad y el control de las islas del Caribe y las aguas circundantes, así como de las aguas marítimas de Centro y Suramérica por fuera de las 12 millas náuticas. Ambos elementos hicieron que, por vez primera después de la Segunda Guerra Mundial, el Comando Sur tuviese responsabilidades marítimas en su área de influencia. Esto coincide con la puesta en marcha de los acuerdos de los Tratados del Canal de Panamá con lo que también inicia un proceso de relocalización del cuartel desde el país centroamericano hacia Miami, Florida, mismo que culminará en septiembre de 1997.
Dicha transformación en la lógica territorial de intervención regional coincidirá con los eventos del 11 de septiembre del 2001 y con el lanzamiento de la doctrina militar de Estados Unidos, un año antes, conocida como Dominación de Espectro Completo. El propósito de ésta es desarrollar las capacidades militares “para derrotar a cualquier adversario y controlar cualquier situación en la gama de operaciones militares” (Joint Vision 2020, Joint Chief of Staff, 2000). En relación a ello, si bien Latinoamérica no ha sido el lugar más apropiado para la introducción del discurso de la guerra contra el terrorismo, el llamado “crimen organizado” ha funcionado como un sucedáneo muy eficaz en la construcción de enemigos difusos, en un momento de proliferación de conflictos de carácter asimétrico.[1] De esta manera, para los estrategas militares de Estados Unidos, la región es concebida a comienzos del siglo XXI como un área en la que es preciso contener los tráficos ilegales, pero no sólo de estupefacientes o armas, sino también de personas y de procesos sociales que contradigan la agenda de control y despojo. Además de ello, a través de la “ayuda humanitaria” y los distintos entrenamientos conjuntos que se realizan, Estados Unidos prepara a sus soldados y su maquinaria de guerra para las aventuras bélicas que despliega en otras regiones del mundo.
La plataforma militar
Para finalizar, señalaremos que en los últimos años es perceptible una integración de las maneras de intervención regional por parte de Estados Unidos a través del Comando Sur. En la estrategia desplegada se interrelacionan la lucha contra el llamado crimen organizado, la “ayuda humanitaria”, la falacia del restablecimiento de la democracia, el asedio contra gobiernos considerados hostiles o antiestadounidenses; hasta la intención de asegurar el abastecimiento para Estados Unidos de recursos estratégicos como el agua, petróleo, minerales y biodiversidad, entre otros.
Para ello ha resultado determinante la materialización de un principio de movilidad que se instrumenta en la región. A la colocación de instalaciones militares de distinto tipo y función se debe agregar la realización de ejercicios de variada especie, entre los que destacamos aquellos de carácter marítimo que han sido potenciados con la reactivación de la IV Flota después de 58 años de inactividad, en 2008. Por las características de las embarcaciones estadounidenses que circulan por la totalidad del contorno marítimo de la región, el área de influencia de América Latina y el Caribe resulta un territorio dispuesto como plataforma, tanto para el control de la región, como para el ensayo de despliegue e interacción entre los distintos componentes del Comando. El devastador terremoto que azotó al pueblo haitiano el 12 de enero de 2010, constituyó tal vez el mejor ejemplo de ello. La Operación Respuesta Unificada movilizó 23 buques de guerra, 57 helicópteros, 264 aeronaves, y más de 22,000 militares estadounidenses de diversas dependencias de acuerdo con el recuento de John D. Gresham (Southcom. A half century of service, Department of Defense- United States Southern Command, 2013). Para llevar a cabo tales maniobras resultó vital la utilización de las Fuerzas de Tarea Conjuntas del Comando Sur alojadas en instalaciones estadounidenses ubicadas en El Salvador, Honduras y Guantánamo, en Cuba.
Más allá de ocasiones como ésta en que se visibilizan con total nitidez los alcances de la presencia militar de Estados Unidos en la región, decenas de ejercicios, entrenamientos y espacios de colaboración son llevados a cabo de manera cotidiana y simultánea en América Latina y el Caribe. Al permanente patrullaje marítimo justificado por el combate al “crimen organizado” y los ejercicios de “asistencia humanitaria”, se agregan las brigadas médicas (MEDRETEs) que llegan a las comunidades más remotas; seminarios periódicos donde los militares latinoamericanos son capacitados por sus pares estadounidenses; concursos de habilidades militares que después serán probadas contra la población; o como parece ser propio de los tiempos que corren, entrenamientos para el control de multitudes y protestas.
De esta manera en la historia del Comando Sur es posible observar la adaptación de Estados Unidos a las cambiantes condiciones de la región, en su búsqueda por controlarla y hegemonizarla. A cincuenta años de la conformación de este Comando, Estados Unidos tiene en la actualidad la capacidad de movilizarse hasta cualquier punto del continente. Esto ha sido posible gracias a la actualización y definición de los enemigos y las amenazas; así como a la incorporación de mecanismos diversos para maquillar el carácter militar de su presencia en Latinoamérica y el Caribe.
David Barrios Rodríguez, Observatorio Latinoamericano de Geopolítica.
Trabajo realizado en el marco del proyecto Territorialidad, modos de vida y bifurcación sistémica (PAPIIT IN301012).
Trabajo realizado en el marco del proyecto Territorialidad, modos de vida y bifurcación sistémica (PAPIIT IN301012).
[1] Aun así, países como Perú, Colombia o Paraguay adoptaron y adaptaron la noción de terrorismo para referirse a organizaciones político militares en conflicto con sus respectivos estados. En otros países de la región, la tipificación de terrorismo está directamente asociada con la criminalización y judicialización de la protesta social como sucede en Chile con los mapuche.
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