Lo que señala el 23-F: siete tesis para el debate de AP y las izquierdas

27/04/2014
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Este documento se hace eco de la necesidad de abrir el debate sobre los alcances y límites de las formas de acción política de la fuerza gobernante en el contexto de las últimas elecciones locales. Naturalmente, ensayar una lectura de las razones y procesos que explicarían los ambivalentes resultados del pronunciamiento popular del 23 de febrero no puede limitarse a una cuestión de aritmética electoral sino que demanda un serio cuestionamiento del modo en que AP y las izquierdas encaran sus relaciones con la militancia, la ciudadanía y el conjunto de fuerzas sociales y organizaciones civiles del país.
 
Bajo el imperativo de abrir la discusión pública sobre las dinámicas políticas en curso en el Ecuador, este documento presenta siete grandes tesis sobre: a) la interpretación de los resultados electorales; b) el análisis de los problemas de la democracia interna en AP; y, c) un conjunto de propuestas encaminadas a reconducir las lógicas de gestión política en el movimiento hegemónico de la política nacional. Se trata de un texto abierto, en construcción, y que apenas pretende jugar como disparador para la amplificación del debate político en diversos sectores, espacios y organizaciones sociales y políticas que están involucrados en la disputa por el cambio político y la transformación social en el Ecuador del siglo XXI.
 
  1. AP: ¿Ganar perdiendo?
 
Los resultados del 23-F son paradójicos y no pueden ser leídos de modo lineal. AP sigue siendo la primera fuerza a nivel nacional –tanto en el total de votos como en el número de alcaldías y prefecturas ganadas- pero sus derrotas en territorios claves no pueden ser subestimadas.
 
Votos y alcaldías de las 5 primeras fuerzas políticas del país
 
Partido/movimiento
Total de votos
Votos válidos (porcentajes)
Número de alcaldías
AP
2’253.557
26%
68 alcaldías
Mov. Provinciales*
2’134.869
24.9%
53 alcaldías
AVANZA
916.729
10,7%
37 alcaldías
SUMA
847.667
9,9%
17 alcaldías
PSC
670.459
7,8%
11 alcaldías
* Se trata de varios movimientos que solo tienen presencia provincial
 
Así, aunque no existe ningún movimiento/partido nacional que haya obtenido al menos la mitad de los votos que obtuvo AP a nivel nacional, perder 21 de 24 municipios de las capitales provinciales y perder 17 de los 20 cantones más poblados del país no puede ser leído sino como una contracción de la fuerza política del movimiento.
 
Al mismo tiempo, y a pesar de este entrampamiento, no se puede decir que alguna otra fuerza política gane de modo nítido lo que AP ha perdido. En las 20 capitales que no ganó AP, las fuerzas triunfadoras están muy repartidas (PSC: 3; SUMA: 3; CREO: 4; PSP: 1; AVANZA: 4; Movimientos Locales: 5) y nadie capitaliza de modo concentrado los relativos retrocesos del oficialismo.
 
Todo aquello permitiría concluir que AP no pierde porque ningún otro ganó.
 
  1. Los límites del centralismo político y el peso de las demandas específicas
 
 El entrampamiento electoral de AP remitiría a diversas causas.
 
2.1 La campaña subestimó el peso de las partes (lo local) sobre el conjunto de la comunidad política (la nación). No es casual, en ese sentido, que se haya vuelto a promocionar la idea del “TODO-TODITO 35…” (la nación / la generalidad) por sobre la especificidad de lo local. La dirección de la campaña NO colocó mensajes diferenciados para/desde los territorios. Tal sesgo sería tributario de un enfoque global de la Revolución Ciudadana: la defensa de la legitimidad de los intereses generales por sobre aquella de las demandas específicas. Se trata de una lógica política presente en diversos procesos revolucionarios (de matriz jacobina) pero que en sociedades de alta heterogeneidad NO puede sostenerse en el tiempo sin desgastar al portador (aparente) de aquellos intereses generales y sin generar incremento de la conflictividad sociopolítica.
 
2.2  No dar cabida a “las partes” en sociedades de baja homogeneidad y sin partidos políticos capaces de intermediar demandas diferenciadas termina, tarde o temprano, por debilitar los nexos del Estado con la sociedad y por dejar a múltiples reivindicaciones populares por fuera del debate público. Luego de 7 años de gobierno de la RC en Ecuador aquello puede estar pasando factura a AP.
 
2.3 La campaña se personalizó en torno a Rafael Correa, sobrestimando la capacidad de endosar el voto del Presidente hacia el conjunto de AP en los territorios. Ello eclipsó a las candidaturas locales.
 
2.4  Existe un fuerte castigo popular a la gestión local sea cual sea la organización política de los candidatos: el 70% de los alcaldes que se presentaron a la re-elección fueron derrotados. Ello castiga en mayor proporción a AP.
 
2.5 Se observan enormes debilidades de los gobiernos locales a nivel de gestión pública -debilidades que se compararían con la eficacia relativa de la gestión del gobierno nacional- y no parece existir una adecuada lógica de gestión política del gobierno central en los territorios (descentralización, desconcentración, procesamiento de demandas locales, etc.). ¿Cuál es el programa político de la Revolución Ciudadana para los gobiernos autónomos descentralizados y la democratización del poder local?
 
  1. Más política y participación, menos publicidad
 
 Todo lo anterior evidenciaría un déficit de gestión política de la RC. No se trata simplemente de recoger e incorporar demandas populares -algo que la RC ha hecho largamente- sino de hacerlo en el marco de relaciones más fluidas y horizontales con la sociedad. El gobierno no solo ha perdido interlocución política con diversas organizaciones sociales sino que ha bloqueado la posibilidad de una gestión efectivamente democrática y participativa de los conflictos con otro tipo de actores.
 
Se trata, por el contrario, de colocar al diálogo como herramienta de construcción política en lugar de abrir escenarios de confrontación estéril. La RC debe dar señales de interlocución y entendimiento sin claudicación con las fuerzas democráticas y populares del país.
 
Ello requiere de mayor músculo político y, más aún, de una estructura partidaria más densa. No hace falta apenas mejor marketing y más publicidad sino más partido, más organización política y más participación popular a la interna y a la externa del movimiento político: coordinar y confrontar los fantasmas propios para enfrentar los de afuera
 
  1. ¿Los militantes de AP castigaron a sus dirigencias?
 
 Lo anterior indicaría que hasta ahora AP no ha sido gestionado de modo radicalmente democrático y deliberante con la sociedad y las bases. Se observa, por el contrario, una cierta “oligarquización” de la dirigencia a nivel nacional y local. A la luz de los resultados del 23-F, el resentimiento de la base para con la jerarquía parece grande. Las energías militantes tienden a ser bloqueadas “desde arriba”, las mayorías se quedan fuera y sin posibilidad de incidencia sobre las principales decisiones del movimiento. En Quito, Cuenca, Manta y en otras ciudades se habla, de hecho, de un exceso de verticalismo y discrecionalidad en la conducción cotidiana del movimiento y, más aún, en la elección de las candidaturas locales. Se impusieron candidaturas y no se respetó el proceso de “nominaciones”.
 
Cabe, entonces, preguntar si en tales elecciones no solo se penalizó a los candidatos, a los gobiernos locales o al propio Presidente sino si –además- los militantes de AP penalizaron a sus dirigencias. No en vano en las tres ciudades más grandes del país –y donde la militancia de AP es más fuerte- se perdieron las elecciones. Así, las tres tendencias de AP -la conservadora en Guayaquil, la centrista en Cuenca, y la progresista en Quito- fueron derrotadas electoralmente (aún si la votación al concejo municipal en Cuenca y Quito fueron importantes…).
 
  1. Hacia la renovación de las dirigencias y los modos de hacer política de AP
 
 El escenario antes descrito exige producir nuevas prácticas y discursos políticos que reconstituyan la importancia del partido/movimiento y de la necesidad de su refundación de un modo tal que: a) la política se acerque más a la sociedad; b) se otorgue espacio político a las diversas corrientes del movimiento; y, c) la militancia se reapropie del partido y de su construcción organizativa…
 
Cabe postular la renovación del movimiento en sus modos de operación y en sus cuadros dirigentes. El juego político del movimiento debe dar cabida a nuevos cuadros SIEMPRE y CUANDO aquello implique también nuevas formas de hacer política y de construir organización.
 
Es crucial en ese sentido repensar AP desde una perspectiva generacional: ¿Qué rol juegan las juventudes de AP en su desenvolvimiento? AP (aún) debe dar a luz y dar cabida a las nuevas generaciones a fin de asegurar la continuidad y el empoderamiento popular de la agenda de reformas y cambios políticos en curso. El re-cambio generacional, no obstante, puede ser improductivo sino se acompaña de la transformación inteligente de las lógicas de acción política.
 
 
  1. Diez propuestas para la renovación democrática de AP
 
 La renovación política de AP supone procurar la reapropiación del movimiento por las bases, la democratización de las relaciones internas, el incremento de la participación de la militancia y la apertura de amplios espacios de deliberación pública con la sociedad. Para forjar tal escenario se plantean las siguientes ideas:
 
Abrir un momento refundacional de AP: formar una directiva constituyente que conduzca un breve proceso de re-constitución del movimiento
 
  1. Repensar la relación entre el buró político del movimiento y el Comité Ejecutivo Nacional.
  2. Encontrar formas organizativas que permitan el reconocimiento de las tendencias del movimiento tanto a nivel nacional como en los territorios.
  3. Repensar las relaciones entre las Comisiones de AP y los territorios.
  4. Desarrollar mayor interrelación entre las autoridades (locales y nacionales) y los debates del movimiento,
  5. Repotenciar el estatuto del movimiento: ubicar posibles reformas democratizadoras y, sobre todo, respetar las reglas de juego ahí establecidas.
  6. En tanto que organización política nacional y de izquierdas, AP debe abrirse hacia el conjunto de actores sociales y movimientos populares que –aún si están distanciados de la RC- han contribuido en las luchas sociales que han permitido avances sustantivos en estos años.
  7. Profundizar los procesos formativos, la construcción programática, la discusión ideológica de los principios fundantes de AP de cara a la construcción del socialismo del buen vivir.
  8. Forjar una participación política crítica, reflexiva y deliberante que sea capaz de discrepar a la interna con aquellas decisiones gubernativas que se aparten del proyecto político.
  9. Reconstruir la imagen de un movimiento político de revolucionarios modestos y soñadores. Se trata de generar más cercanía con la gente, más interlocución en la relación entre el proceso político y la ciudadanía: más poder popular!
  10. Reconstruir la imagen de un movimiento político de revolucionarios comprometidos con la izquierda y las demandas sociales.
 
 
  1. Un movimiento deliberante y participativo para profundizar los cambios
 
 En suma, es fundamental construir dinámicas organizativas que permitan:
 
Reconfigurar la dinámica organizativa de AP a fin de democratizarlo y convertirlo en un instrumento de poder popular para procurar la profundización de los cambios estructurales a los que aún aspiran amplios sectores sociales en el Ecuador;
 
  • Encaminar la configuración de AP como una organización política con mayor autonomía del propio Gobierno a fin de que represente de modo más amplio a la sociedad y sus diversos intereses;
 
  • Convertir AP en un interlocutor democrático de la sociedad reconstruyendo sus capacidades de intermediación y de representación de los intereses populares para incidir de modo dinámico y crítico en el gobierno central, los gobiernos locales y el conjunto de fuerzas políticas del país.
 
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