Lo ideológico en nuestra política

10/01/2014
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Puede ser arbitrario pero en nuestro país podríamos identificar distintas corrientes ideológicas (si así las podemos llamar aún), distinguidas por lo que ha sido su práctica política y que tienden a ponerse en juego en situaciones políticas diversas. Ellas las podemos denominar como el Conservadurismo, el Pragmatismo neoliberal, el Liberalismo, el Nacionalismo, la Izquierda y el dogmatismo senderista.
 
Esperaba haber nombrado solo tres o cuatro tendencias y he terminado en 6 (podrían mencionarse más). Quizás, debido a que nuestra realidad es algo compleja y ha dado lugar a brotes ideológicos que, en otras latitudes, podrían considerarse “poco relevantes”. Todo ello, en medio de una crisis de ideologías, donde lo que menos se alude en política es justamente a posturas ideológicas.
 
 De todos modos, nos parece importante aludir a dichas tendencias por intentar dar una explicación de la necesidad de concertar intereses para consolidar una democracia todavía débil y poco institucional. Debo aclarar que sólo hablaré de cinco de ellas, ya que el dogmatismo senderista no es una tendencia que reivindique la institucionalidad democrática y ese es un punto clave para el propósito.
 
El llamado “Conservadurismo” es quizás la más antigua de todas las mencionadas y nos ha acompañado de modo especial en nuestra República de Perú. Tendiente a reivindicar las instituciones y las tradiciones (mencionados a modo de valores), aunque mezclado en juegos de intereses con los sectores más pudientes; normalmente racista y evocadora del “orden”, así fuese recurriendo a la fuerza militar o afines. Nos puede parecer que ninguna opción política actual lo encarna pero, a su vez, está presente de modo muy diseminado en todas las fuerzas políticas; en realidad, somos una sociedad fuertemente “conservadora”. Lo rescatable en ella es el sentido de lo institucional y lo importante de recoger tradiciones e historia para cada camino político que se quiera hacer.
 
El “pragmatismo neoliberal” es una fuerza que se ha hecho sobre todo por inducción externa y ha marcado la política peruana en los últimos 35 años, apoderándose de la gestión económica, más allá de los liderazgos que pudieran generarse en el ámbito de la política concreta. Así, hemos pasado de un rol del Estado muy activo (y necesario) en la sociedad (con hegemonía en los años ‘70s), hacia consideraciones de un capitalismo salvaje y de absolutización del mercado (especialmente en los años ‘90s), para dar paso a un convencimiento mentiroso de que sólo el capital privado es quien puede dar soluciones a los problemas de gestión y liderazgo de la cosa pública (irónicamente). A ello se han visto arrastrados diversos pensamientos ideológicos (de derecha e izquierda en el mundo); en el caso de nuestro Perú, de modo especial, el affaire surgido con el fujimorismo y su influjo a lo “Leguía” en nuestra política local, con pretensiones familiares de permanecer entre nosotros por muchos años más. A ello también se vio arrastrado el Apra, quien en su origen fue un cuño socialdemócrata, pero ha terminado queriendo ser la mejor expresión de la derecha empresarial, sin mucho éxito que digamos, muy sujeto a los vaivenes de su determinante líder, Alan García. El pragmatismo tiene a su favor que ha ayudado a consolidar un manejo económico más estable. Su gran problema es la corrupción y el “todo vale”.
 
El “Liberalismo” (político), ha querido construirse más de una vez y, casi siempre devino en “mercantilismo” o posturas pragmáticas, reñidas entre sí pero necesitadas para evitar la hegemonía de otras fuerzas (de izquierda en general). Normalmente ha sido, junto con la izquierda, la que más pretensiones de influencia ideológica han tenido y se ha desarrollado académicamente de modo aislado. Se puede decir que en Vargas Llosa (y el Movimiento Libertad y, por extensión, en el FREDEMO de 1990) tuvo su más seria pretensión de encumbrarse como opción política pero no logró éxito y terminó dispersa; se ha anidado parcial y limitadamente en algunos partidos políticos como Acción Popular (AP), Perú Posible, el Partido Popular Cristiano (PPC) y, en menor medida, Fuerza Social; también en medios de comunicación como Cambio 16, La República y Caretas. Aporta “librepensamiento” y “emprendedurismo”, pero tiene el riesgo de excesivo individualismo.
 
El “Nacionalismo” es recurrente en nuestro país, quizás por una necesidad no resuelta de reencontrarnos con nuestra propia historia y valorar lo nuestro en un sentido profundo y tan elemental como afirmar la “conquista del Perú por los peruanos”, frase más bien de Fernando Belaunde (AP); o lo que se vivió durante el gobierno militar de Velazco; o lo que el historiador Flores Galindo nos recordó en la leyenda del Inkarri y en sus anotaciones de “Buscando un Inca”. El actual presidente Humala pudo convertir el nacionalismo en fuerza de gobierno, aunque matizando mucho su entendimiento, quitándole buena parte de su sentido étnico primigenio y manteniendo presente la deuda sobre el racismo subsistente en nuestro país. De todos modos, llama la atención sobre aspectos cruciales por superar vinculados a nuestra identidad como país, enraizada en culturas milenarias de las que nos falta aprender mejor.
 
La llamada “izquierda”, podría decirse que es una mezcla bastante variopinta, marcada por expresiones de pensamiento como la aportada por el marxismo, en convergencia con otras expresiones que reivindicaron lo nacional - popular y a los pobres, así como la solidaridad, para sugerir una propuesta de cambio social. Hoy se intenta reagrupar en el llamado Frente Amplio, aún sin claridad de liderazgos y propuestas. Lo más significativo de la izquierda es que abrió la posibilidad de un horizonte de integración social amplio, de “todas las sangres” para el país, pese a no haber sido gobierno nacional. Tiene que superar rezagos y connotaciones violentistas, para hacerse de una verdadera propuesta de justicia, con paz y equidad.
 
 Por último, todas las tendencias ideológicas, si quieren colaborar en una construcción democrática, necesitan forjar partidos políticos. Y éstos tienen que trabajarse y concebirse en la pluralidad. Deben ayudar a establecer una comunidad política inclusiva y hacer de la política un asunto de servicio y de honestidad. Puede parecer iluso pero ese tiene que ser uno de los acuerdos políticos básicos de nuestro sistema político en formación.
 
Magdalena del Mar, 8 de enero de 2014
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