Como una pelota de fútbol

17/10/2004
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No sé si producen enojo, tristeza, ternura, o todos esos sentimientos juntos, las imágenes de miles de aficionados celebrando la clasificación de la Selección Nacional de fútbol a la hexagonal final rumbo a Alemania 2006. Es decir, celebrando – tras la victoria frente a Honduras el pasado 13 de octubre-, el derecho a sufrir, soñar y eventualmente paralizar el país durante unos meses más. Produce enojo asumir que sólo el fútbol parece despertarnos y conmovernos como nación, al menos al 50% de la nación mayoritariamente interesada, que es la nación masculina. Enojo porque carecemos dramáticamente de otros referentes colectivos de identidad y convivencia. Provoca tristeza conocer que el fútbol es utilizado como mecanismo de legitimación política: carta de Oscar Berger a los futbolistas publicado a página completa en los principales diarios escritos, presencia del Presidente en el estadio como un fanático más y, sobre todo, comparación entre el triunfo de la selección y otros logros sociales, económicos y políticos (¿cuáles y dónde están?) Pero al fin generan ternura las caras de felicidad esperanzada de muchas personas que por unas horas logran olvidar, con la mirada puesta sobre una pelota, su permanente y cada vez más complicada lucha por la supervivencia. Una nación sin equipo Dosis de alimentación, motivación, estímulos materiales, disciplina y juego colectivo pueden ser suficientes para convertir una selección mediocre en un colectivo que ilusiona a la afición, y para pasar de ser un equipo permanentemente derrotado por nuestros vecinos centroamericanos a otro que juega de tú a tú con la mayoría de ellos. Algunos de los anteriores remedios (especialmente la solidaridad y el trabajo en equipo) podrían y deberían ser aplicados a nuestra convivencia colectiva. Sin embargo, el país Guatemala no es el estadio Mateo Flores. Y el manejo de la selección de fútbol parece muy diferente al (des)gobierno de una sociedad compleja, diversa y sumamente atrasada como la guatemalteca. La selección de Guatemala, no la de fútbol sino la conformada por más de 11 millones de hombres y mujeres, es hoy una selección carente de proyecto común (estancamiento de Acuerdos de Paz); sin comunicación y enlace entre sus diferentes líneas (persistencia del racismo y la desigualdad), sin capacidad de sacrificio en muchos de sus elementos (insolidaridad: fracaso del pacto fiscal); sin cerebros en el medio campo y sin recambios en la banca que provean alternativas y permitan ensayar un tipo de juego diferente (liderazgos estancados, carentes de visión nacional; mediocridad intelectual de los mismos –especialmente los diputados y dirigentes de partidos políticos). Por fin, la selección carece de juego por la izquierda o ha reducido este a lo simbólico y la marginalidad. Los suplentes de los laterales, volantes, interiores y extremos derechos juegan también por ese lado de la cancha. La apuesta por el colectivo Además, frente a la selección de fútbol que modificó su estructura administrativa con el cambio de la comisión de selecciones, que arriesgó con la contratación de un nuevo estratega, que rejuveneció los jugadores y que apostó por el juego colectivo en detrimento del individual, el conglomerado patrio semeja apenas un conjunto de habitantes que coincide sobre un territorio sin capacidad de conformar un equipo. Guatemala no renueva sino premia a los malos dirigentes y eterniza a los mediocres en puestos de responsabilidad. En fin, el país trabaja en función de intereses individuales y no de la colectividad. En comparación con los enormes desafíos que el país presenta, el camino a Alemania 2006 se antoja extraordinariamente despejado. Superada la primera ronda, enemigos como México, Estados Unidos, Jamaica, Trinidad, Panamá, Honduras o Costa Rica, sempiternos verdugos de la escuadra guatemalteca, parecen nada en comparación con la perentoriedad de incrementar la carga tributaria, de multiplicar la inversión en educación y salud, de reformar la estructura de tenencia de la tierra y por ende de la propiedad, que hoy beneficia con el 65.4% de superficies agrícolas a sólo 3.2% de los propietarios. Así, los logros de la selección nacional de fútbol –que es legítimo celebrar- no constituyen logros y mejoras políticas, económicas y sociales para las y los guatemaltecos. El sueño de clasificar a un Mundial es muy diferente al sueño de una sociedad más justa. El aparente y elogiable cambio de actitud de los seleccionados (del desempeño individual al esfuerzo colectivo) no tiene correlato en idéntico cambio de actitud de líderes políticos y dueños de la riqueza. En fin, los éxitos - necesarios- que incrementen la autoestima, despierten el entusiasmo y nos hagan sentirnos orgullosos de ser guatemaltecos, deben provenir no sólo del fútbol sino sobre todo de la cultura, el arte, la economía, la regeneración del sistema político, la convivencia en la diversidad, la inclusión, la salud y la educación de todas y todos, para todos y todas. * Memorial de Guatemala Visión crítica de la realidad centroamericana Publicación electrónica
Director: Andrés Cabanas Segunda Etapa, Número 27, 18 de octubre de 2004
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