Misión Convivencia

22/09/2013
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El reto que tiene por delante el Gobierno en la satisfacción de la enorme necesidad de viviendas va más allá de la construcción y asignación de las mismas. Se debe considerar, entre otras, la necesaria redistribución de la población en el país, fomentar fuentes de empleo estables y atractivas fuera de la capital, evaluar y escoger cuidadosamente los terrenos, que no se afecte negativamente la zona, prever que se tenga capacidad para satisfacer la demanda futura de servicios básicos, etc. Abordaré solo una dimensión: la necesidad de desarrollar mejores condiciones de vida tanto de los nuevos como de los antiguos habitantes de un mismo sector.
 
La inclusión social es un proceso complejo, es difícil complacer a todos, sin embargo, es necesario hacer política más allá del conteo de votos. La inclusión de personas provenientes de sectores diversos en determinadas zonas con poblaciones establecidas desde hace décadas es, sin duda, un interesante experimento social, pero como tal, debe llevarse con cautela, controlarse y seguirse permanentemente para que no llegue a generar problemas mayores de los que se buscan solucionar.
 
El contraste cultural entre los nuevos y los viejos vecinos, de seguro traerá consigo conflictos, problemas de adaptación, comunicación, desencuentros, propios de quienes tienen visiones, ritmos y formas de vivir distintas. Si a uno mismo le cuesta en ocasiones compartir con un familiar, qué se puede esperar entre desconocidos. De allí que sea importante considerar esta dimensión del fenómeno.
 
Al respecto, sugiero algunas propuestas:
 
1. Asegurar la mayor heterogeneidad social y cultural en la composición de los grupos a los que se les asignará vivienda en un determinado sector. No todos los que están en un refugio están en las mismas condiciones, entre ellos existen diferencias, éstas hay que aprovecharlas, es importante ubicar a los que tienen menos posibilidades con los que tienen más posibilidades, para brindar mayores oportunidades para los primeros. Lo ideal es que estos grupos se conformen con personas provenientes de diversos refugios, para evitar homogeneidad social y cultural, igualmente deben incluirse personas que no estén damnificadas pero que igual necesiten vivienda.
 
2. Dentro de este grupo, establecer responsables e identificar líderes que garanticen la construcción colectiva de reglas de convivencia interna dentro de sus miembros. Estos sujetos se constituirían a su vez como voceros para comunicarse y establecer intercambios con los viejos vecinos del sector.
 
3. Identificar grupos y líderes de la comunidad receptora, es decir, entre los viejos vecinos, para establecer intercambios y construcción de acuerdos con los nuevos vecinos. Del encuentro entre los viejos y los nuevos vecinos surgirían los pactos de convivencia que ambos deberían respetar.
 
4. Estos espacios de intercambio, de construcción de acuerdos y de seguimiento de los mismos deben ser apoyados por instituciones del Estado, que aseguren, una vez rebasados los límites vecinales y comunitarios, el cumplimiento de los mismos.
 
Keymer Ávila
 
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