Cultivos transgénicos:

Biotecnología: ¿Al servicio de quien?

11/04/1999
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  • Análisis
Consumidores no mercado municipal de Curitiba transgenicos
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La decisión conjunta de los siete más importantes supermercados de Europa de negarse a distribuir alimentos que contengan ingredientes de organismos genéticamente modificados (más conocidos como transgénicos) pone nuevamente en el tapete este controvertido tema que ya no solo preocupa a ecologistas y movimientos sociales sino a un espectro cada más amplio de la comunidad internacional.

 

Las distribuidoras Migros (suiza), Carrefour (francesa), Effelunga (italiana), Superquinn (irlandesa), Delhaize (belga), Sainibury y Marks & Spenser (britanicas) protestaron, de esta forma, ante la negativa de Estados Unidos de etiquetar los alimentos transgénicos. Esta reacción europea, se produce luego del fracaso de la reciente cumbre de Cartagena en la que Estados Unidos, en conjunto con los países productores de alimentos transgénicos (Canadá, Argentina, Uruguay, Chile y Australia), impidieran que se aprobara el primer protocolo de seguridad sobre alimentos transgénicos, a contracorriente del consenso alcanzado por 132 países.

 

 Los intereses del comercio sin barreras se impusieron en Cartagena; las deliberaciones a nivel de Naciones Unidades para lograr una normativa internacional sobre el tema deberán esperar hasta mayo del 2000. Entre tanto, las corporaciones transnacionales seguirán expandiendo libremente los cultivos transgénicos, con riesgos para la frágil biodiversidad del planeta. La mayoría de consumidores, por su lado, ni siquiera dispondrán del elemental derecho a estar informados sobre lo que compran y se alimentan.

 

 Estados Unidos argumenta que los alimentos elaborados con transgénicos deben recibir el mismo tratamiento que cualquier otro producto agrícola, y que por lo tanto no es necesario su etiquetado.

 

La Unión Europea ha establecido regulaciones a fin de informar a los consumidores cuando exista una diferencia sustancial entre el producto natural y el transgénico, o cuando haya un equivalente convencional al producto modificado genéticamente. El etiquetado, sin embargo, se vuelve difícil debido a que los productos transgénicos importados como el maíz y la soya frecuentemente vienen mezclados con productos de origen natural.

 

La “biorevolución”

 

Hace unos 15 años, en el marco del impresionante desarrollo alcanzado por la biotecnología, investigadores de universidades de Estados Unidos y Europa consiguieron incorporar un gen, previamente aislado en el laboratorio, al génoma de una planta de tabaco. Este paso fue decisivo para romper las barreras de la especie en las plantas. Había nacido la primera planta transgénica. Con la manipulación genética se podía retrasar la maduración de algunos productos como el tomate, volver a las plantas más resistentes a las plagas y menos dependientes de los factores climáticos como las heladas y el frío, y aumentar el contenido de vitaminas, entre otros.

 

 Los cultivos transgénicos han tenido, en el transcurso de esta década un acelerado incremento, a tal punto que ahora se comercializan más de 30 plantas transgénicas y se cultivan unas 40 millones de hectáreas, principalmente de maíz, soya y algodón. Estados Unidos encabeza la lista de países que cultivan, comercializan y experimentan con transgénicos. Europa no se queda atrás: actualmente se realizan ensayos de campo con 60 especies transgénicas, y varios de estos productos como el maíz, el tabaco y la soya ya tienen autorización para comercializarse. Entre 1996 y 1997, en Argentina, México, Canadá y Australia este tipo de cultivos se multiplicó por diez.

 

Actualmente las investigaciones y los experimentos de la biotecnología, patrocinados por las grandes transnacionales como la Bayer, Dupont, Ciba-Geigy, ICI, Rhone-Poulenc, Dow Elanco y Monsato, apuntan al desarrollo de cultivos tolerantes a herbicidas o resistentes a plagas y enfermedades. Los objetivos de estas transnacionales, en apariencia, son loables pues se proponen utilizar menos herbicidas en el combate de las plagas, presentándose incluso con careta ecológica. Diversos investigadores, sin embargo, ven con desconfianza estas promesas ya que esta “biorevolución” está siendo adelantada por los mismos intereses que promovieron la agricultura basada en agroquímicos.

 

"Siempre que los cultivos transgénicos sigan estrechamente el paradigma de los pesticidas, los productos biotecnológicos reforzarán el espiral de los pesticidas en los agroecosistemas, legitimando así las preocupaciones que tantos científicos han expresado con respecto a los posibles riesgos medioambientales de organismos genéticamente modificados", señala el profesor Miguel Altieri, de la Univesidad de California, Berkeley, en su investigación "Riesgos Ambientales de los Cultivos Transgénicos: Una evaluación agroecológica".

 

Peligros

 

Según varios autores, los cultivos transgénicos, manejados desde la óptica mercantilista, pueden traer serios riesgos ecológicos. Un informe oficial del Gobierno británico, filtrado a la prensa por la organización ecologista Amigos de la Tierra, sugiere que los primeros afectados serían los agricultores tradicionales, ya que el polen de las plantas transgénicas, concebidas para resistir fuertes pesticidas, podrían invadir sus cultivos produciendo una nueva configuración genética de las plantas no transgénicas. El resultado sería plantas estériles o sumamente debilitadas. Ello obligaría a los agricultores a fumigar cada vez más sus sembríos, y a volverse más dependientes del mercado de pesticidas.

 

En Gran Bretaña, se han establecido regulaciones para evitar la migración del polen, estableciendo una barrera de 6 metros para separar a los cultivos transgénicos de los colindantes. Precisamente por violar esta norma, un juez impuso una multa de 17.000 libras a la multinacional estadounidense Monsanto que mantiene una plantación de colza transgénica en el este de Inglaterra.

 

 En segundo lugar, se afectaría a la fauna, ya que la aplicación de fuertes pesticidas acabaría con los insectos y hierbas que sirven de alimento a pájaros y otros animales.

 

 Por otro lado, el Dr. Miguel Altieri advierte que la transferencia de genes de cultivos resistentes a herbicidas a variedades silvestres o parientes semi-domesticados puede crear supermalezas , que los propios cultivos resistentes a herbicidas voluntarios se podrían transformar en malezas y que las plagas de insectos desarrollarían rápidamente resistencia a los cultivos que contienen la denominada toxina Bt. “Pero los efectos ecológicos, no están limitados a la resistencia de las plagas o creación de nuevas malezas o virus los cultivos transgénicos pueden producir toxinas medioambientales que se mueven a través de la cadena alimenticia y que también pueden terminar en el suelo y el agua afectando a invertrebrados y probablemente impactando procesos ecológicos tales como el ciclo de nutrientes", agrega.

 

 Intereses en juego

 

 En el fondo, el problema radica en las presiones que ejercen las transnacionales para que se liberen rápidamente los cultivos transgénicos a fin de ganar mercados, sin que se haya previamente comprobado que no son dañinos para la salud humana y que no afectan al medio ambiente. El problema es aún mas grave cuando en el mundo entero están en marcha más de 1500 proyectos de cultivos transgénicos (de los cuales, el 87% corresponden al sector privado) y se puede constatar que en la mayoría de países no existen regulaciones medioamentales estrictas que permitan controlar la aplicación de la nueva bio-tecnología.

 

 Uno de los proyectos que más llama la atención es el denominado Terminator, desarrollado por la transnacional Monsato, que consisten en la modificación genética de las semillas para hacerlas estériles, es decir inutilizables para la siguiente siembra. Pero al mismo tiempo, es dueña del famoso herbicida RoundUp Ready que permite el cultivo de las plantas transgénicas. Con esta nueva tecnología no solo se altera las milenarias prácticas agrícolas sino que se introduce un peligroso monopolio de semillas y herbicidas que tornaría dependientes a millones de agricultores en todo el mundo.

 

Mientras las innovaciones biotecnológicas respondan al afán desmedido de lucro y de ganancia y no a la satisfacción de las necesidades humanas, cada vez más se alejará la posibilidad de llevar al menos un plato de comida al día a los 828 millones de hambrientos/as que, según la FAO, existen en los mal llamados países en vías de desarrollo.

 

Desde Ginebra, Suiza

 

Publicado en América Latina en Movimiento, ALAI, # 290-291, 12/04/1999, Quito

 

https://www.alainet.org/es/active/675

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