Brasil, dos sociedades y un país

11/04/1999
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Desde el nivel de ingresos hasta el acceso a los servicios sanitarios, pasando por el acceso a la educación y por el color de la piel. En todos los aspectos de la sociedad brasileña conviven dos caras de la moneda en un solo país, que marcado por una línea de desigualdades sociales, con cruda evidencia geográfica, marcha hacia el siglo XXI con el gran reto de construir un país único, con mayor equidad. Lo que es comentario común, la existencia de estos dos polos diferenciados, tuvo recientemente pisada firme en el terreno de los números, cuando el estatal Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) dio a conocer un estudio sobre los indicadores sociales, no a partir de una nueva investigación, sino producto del cruce de información ya existente y su respectiva valoración. Sureste vs nordeste De entrada, los extremos que no se tocan de la sociedad brasileña se dividen claramente en regiones: sureste y nordeste. Una constituye la cara que se ve desde el exterior, que simbolizan Sao Paulo y Río de Janeiro. La otra es la contratapa, es el Brasil profundo que parece tan distante de ser parte sustancial de este país, cuyo gobierno se enorgullece de que la economía (por su dimensión, no por el servicio que presta) figure entre las diez principales del mundo. Desde el dónde se nace, revela la desigualdad. Los niños con hasta tres años de edad que nacen el nordeste tienen "tres veces mayores posibilidades de fallecer que los hijos de aquellas madres con nivel semejante de educación en el sureste". El IBGE explica que esto es producto de un largo proceso histórico, en el cual la tendencia ha sido beneficiar socioeconómicamente a las áreas del centro y sur de Brasil. Aunque el país, de forma conjunta, puede exhibir de cara al exterior niveles en descenso de la mortalidad infantil, en realidad el peso poblacional de la zona sureste y sus mejores condiciones, relativas, de vida terminan echando la balanza a un lado. En Brasil, por cada mil niños nacidos vivos mueren 37 antes de cumplir un año, sin embargo cuando hablamos del nordeste esta cifra se eleva a 60 y en algunos estados de esa región, empobrecida y azotada por las sequías, como Alagoas y Paraíba, las tasas son superiores a 70 muertes. "En el sur y en el sureste, estas tasas giran en torno a 20 muertes por cada mil, evidenciando los trazos de desigualdad existentes en el país", reza el documento oficial, divulgado justamente cuando se debatía en Brasil el plan de recortar los programas sociales, lo cual afecta principalmente al nordeste, para poder cumplir con las metas de ajuste acordadas con el Fondo Monetario Internacional (FMI). La conjugación de problemas sociales, no en vano, hace al nordeste brasileño a la zona con "el nivel más alto de expulsión" en término de flujos migratorios. Los nordestinos salen de su región en busca de mejores condiciones de vida. Salud y educación La investigación ha apuntado a una conclusión importante. Lo que estadísticamente venía definiéndose como "muerte sin causa definida", por supuesto con mayor incidencia en el nordeste, ahora se reconoce que "evidencia la precariedad de asistencia en salud para la población, la indicación de muerte sin causa definida señala la falta de acceso a los servicios de salud o al menos a un diagnóstico eficiente". El reglón "por causas no definidas" suma un 15 por ciento de los casos de muertes registradas en todo Brasil, pero en el nordeste se duplica y en el estado de Alagoas representó el 41 por ciento. La educación vista como un indicador de progreso social también sirvió para evidenciar esa existencia de dos países en la nación más grande de América Latina. La tasa de escolaridad promedio en todo el país para niños entre 7 y 14 años es de 93 por ciento, pero ya en los estratos más pobres baja al 87 por ciento y entre los más ricos se eleva al 99 por ciento. Entretanto, "las diferencias regionales son alarmantes" y así entre los estados del nordeste esta tasa oscila alrededor del 70 por ciento y en el sureste es superior al 90 por ciento. El desempleo La Población Económicamente Activa (PEA) de Brasil suma 75 millones de personas, la región del sureste concentra su mayor parte (44,2 por ciento) y el nordeste el 28,1 por ciento, mientras que el resto se reparte en el resto del país. Buena parte de los trabajadores brasileños carecen de una relación laboral estable (casi el 40 por ciento) y en el nordeste están agrupados mayormente los que entran en la categoría de "trabajadores por cuenta propia". Y si hablamos de la semi-esclavitud y en algunos casos esclavitud, llamada en las estadísticas oficiales de "trabajadores sin remuneración", un 9 por ciento de la PEA está en tal situación, pero en realidad en el nordeste la cifra se eleva al 16 por ciento llegando en el estado nordestino de Paraíba al 18 por ciento. Para los que están empleados en Brasil, la remuneración promedio nacional es de 4,3 salarios mínimos (cada salario mínimo equivale a unos 70 dólares). En el sureste, como es de esperar, este nivel se eleva a 5,2 salarios mínimos en tanto que en el nordeste se concentra la más baja, de apenas 2,5 salarios mínimos. "Esta remuneración es el resultado de las desigualdades históricas existentes en el país", reconoce el IBGE, aún en el tono ascéptico de sus documentos, que tienen carácter oficial. La renta es sin duda la principal medida de esta desigualdad que recorre geográfica y económicamente al Brasil, que "es el principal desafío a ser enfrentado por la sociedad brasileña". Los ingresos promedio de los más ricos del país es 20,6 veces más alto que la suma de la renta promedio del 40 por ciento de los más pobres. El país está dividido y es una división profunda. Vivienda y servicios básicos Las desigualdades cruzan todas las esferas de la vida brasileña. En el sureste está el mayor número de residencias (76 por ciento) ligadas al sistema de desagüe para las aguas negras, más al norte del Brasil apenas el 6,6 por ciento de las familias cuentan con este servicio. El sureste exhibe el mayor nivel de atención en la recolección domiciliaria de basura (96,8 por ciento), el nordeste el menor nivel del país (72,5 por ciento). En la primera región "apenas" el 19 por ciento de las familias con infantes de hasta 6 años viven con medio salario mínimo, como única renta mensual; este nivel asciende al 65 por ciento en algunos estados nordestinos como Maranhão o Piauí. La inequidad étnica El colofón de este cuadro de inequidad e injusticia lo pone el elemento racial. La población blanca está concentrada en el sureste y sur, la negra y parda en el norte y nordeste. La tasa de analfabetismo es del 9 por ciento para los blancos brasileños, pero se eleva al 22 por ciento entre los negros y pardos. Cuatro de cada diez familias blancas viven con hasta un salario mínimo al mes; entre negros y pardos el número alcanza a seis de cada diez familias. La población blanca ocupada tiene un rendimiento promedio de cinco salarios mínimos; la negra y parda sólo de dos. Ante este cuadro, el IBGE recalca que "estas informaciones confirman la existencia y mantenimiento de una significativa desigualdad en la sociedad brasileña". Este panorama social, que atraviesa al país en varios sentidos, debería darle un reto a la más grande de las naciones de América Latina, y cuya economía -según nos recuerdan las autoridades- figura entre las diez principales del mundo.
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