La larga marcha hacia la autonomía
Nuevos rumbos del movimiento piquetero
05/08/2004
- Opinión
En los últimos meses los piqueteros ocupan el centro del
escenario político, pero ahora no son celebrados como autores de
la caída de un presidente impopular, como sucedió hace más de dos
años, sino juzgados como desestabilizadores de un gobierno
"progresista". La derecha mediática, que apoyó con fervor el
genocidio perpetrado por la dictadura, ensaya una feroz ofensiva
para criminalizar la protesta social y judicializar la pobreza.
Instalar el debate sobre el orden público (colocando en un plano
de igualdad los cortes de ruta, los secuestros extorsivos y la
pequeña delincuencia), ha sido la forma que encontró la derecha
argentina –sin rumbo ni discurso luego de la rebelión del 19 y 20
de diciembre de 2001- para recuperar el espacio perdido.
El gobierno de Néstor Kirchner se siente aprisionado por la
tenaza de la derecha y la renovada protesta social, en ocasiones
exacerbada por la persistencia de la pobreza extrema y la
indigencia, que consumen la moral y la vida de la mitad de los
argentinos. La tibia recuperación económica no consigue reducir
la desocupación, y la inmensa mayoría de los empleos que se crean
son precarios y mal remunerados. Las diferencias sociales siguen
estirándose: en mayo, los salarios del sector formal de la
economía crecieron un 0,4 por ciento, pero los del sector
informal, donde se encuentran la mayoría de los pobres, cayeron
1,5 por ciento. La canasta familiar básica de alimentos, que
define el límite de la indigencia, era en junio de 330 pesos (110
dólares, menos de un dólar diario por cada miembro de la
familia), pero los desocupados siguen recibiendo un subsidio de
apenas 150 pesos (50 dólares).
Ni planes ni palos
Cuando en el mes de mayo un grupo de desocupados ingresó a las
oficinas de la petrolera Repsol, y las ocupó con una lista de
exigencias, las cámaras empresariales reaccionaron clamando "mano
dura". Para las elites, fue el punto de partida de una ofensiva
largamente soñada para sacar a los pobres de las calles. Después
fueron ocupados varios Mc Donalds, se volvió a ocupar Repsol y se
realizaron unos cuantos cortes de ruta. El 26 de junio, luego de
varias puebladas con incendio de comisarías incluído,
colaboradores de la policía asesinaron a un dirigente piquetero
del único grupo progubernamental, la Federación de Tierra y
Vivienda (FTV), integrante de la central sindical CTA. En
respuesta al crimen, unos 70 mil piqueteros llenaron las calles
de Buenos Aires, mostrando a los que adelantaron la desaparición
del movimiento, que habían errado los cálculos.
En esa difícil coyuntura, el jefe del Gabinete, Alberto
Fernández, compareció ante el parlamento acosado por la oposición
que vociferaba contra la "inseguridad": "Entre el garrote y el
tiempo, elegimos el tiempo", dijo. Ciertamente, este gobierno es
el primero que ha sido capaz de hacer una lectura correcta de lo
sucesos de diciembre de 2001, y apuesta a debilitar al movimiento
"sin palos ni planes", ya que lentamente aspira a reducir los
subsidios o planes de trabajo. "No hay gobierno que dure si hay
represión en las calles", sentenció Mario Wainfeld, editorialista
de Página 12, al día siguiente de la muerte del dirigente
piquetero.
No quedaron ahí las cosas. El 9 de julio, fecha patria, Kirchner
debió suspender los actos oficiales en Tucumán ante una refriega
entre piqueteros. Y el viernes 16 de julio llegó el ataque a la
Legislatura de Buenos Aires, por grupos de mujeres, gays,
lesbianas, vendedores ambulantes, travestis y militantes de
izquierda. Los medios acusaron a los piqueteros, aunque eran
apenas uno más de los convocantes, pero el escándalo consiguió
velar el verdadero problema. El parlamenteo de la capital se
aprestaba a aprobar, con los votos de la derecha de Mauricio
Macri, presidente de Boca Juniors y fiel de Carlos Menem, un
código de Convivencia Urbana que prohibe la venta ambulante, los
cortes de ruta y la prostitución, y baja la edad de imputabilidad
penal de 18 a 16 años, previendo multas y cárcel para los
infractores.
Decenas de intelectuales defendieron a los piqueteros ante la
ferocidad de la derecha. El filósofo León Rozitchner, acusó que
los "cómplices impunes de los crímenes del pasado" quieren
"matarlos a todos", en tanto el sociólogo Atilio Borón denunció
que está en marcha "un pogrom contra los pobres, un genocidio
planificado en el que primero deshumanizan al enemigo piquetero,
como si fuera una bestia que carece de humanidad, tal como
hicieron con los desaparecidos"(1) .
Tres corrientes piqueteras
"Que no corten calles y rutas por nada", pedían desde el gobierno
a comienzos de julio para no dar más pasto a las fieras. El
mensaje estaba dirigido a los llamados "piqueteros duros" que, en
realidad, forman parte de varios conglomerados enfrentados entre
sí. El más intransigente de los llamados "duros", es un grupo de
jubilados y desocupados (MIJD) liderado por Raúl Castells,
responsable de múltiples ocupaciones y cortes, y acusado desde
diversas esferas, incluso por otros grupos de piqueteros, de
trabajar en conexión con la derecha peronista para desestabilizar
al gobierno.
El universo piquetero es complejo, contradictorio y, sobre todo,
es un magma en permanente reconfiguración. El Estado otorga
2.200.000 subsidios mensuales de 150 pesos. Algo más del 10 por
ciento son gestionados por cientos de grupos de desocupados,
gracias a la presión que ejercen desde 1997 para sustraerlos al
manejo del aparato clientelar municipal. Algunos de esos grupos
están coordinados a nivel nacional o provincial, pero muchos son
grupos locales. Las coordinaciones más importantes son la FTV
(pro gubernamental), la Corriente Clasista y Combativa (CCC,
maoísta), el Polo Obrero (trotskista), el Movimiento Territorial
de Liberación (comunista), el MIJD y los MTD Aníbal Verón
(independientes), entre los más destacados. Menos la FTV, todos
los demás se oponen, con diversos niveles de enfrentamiento, al
gobierno de Kirchner. Sin embargo, entre los llamados "duros" hay
matices: la CCC procura establecer puentes de diálogo mientras el
MIJD, los trotskistas, sectores de la Verón y otros grupos
pequeños, apuestan a mantenerse en la calle y han hecho de los
cortes una seña de identidad. Por último, aparecen los grupos
autónomos (los MTD de Solano y La Matanza, entre los más
conocidos) que pretenden romper la dependencia del Estado y
procuran trabajar más allá de los subsidios.
El sector más moderado, la FTV, es acusada de emplear prácticas
clientelares en la distribución de sus planes y en sus relaciones
con el Estado, y hace años que no realiza cortes de ruta. El
principal cambio dentro del movimiento piquetero es la ruptura de
la CCC con la oficialista FTV, con la que mantuvo una estrecha
alianza hasta que Kirchner ocupó la Casa Rosada, y su creciente
alianza con los duros. La Corriente es el grupo más grande, con
mayor inserción en los barrios pobres de Buenos Aires (sobre todo
en La Matanza, donde vive un millón y medio de personas) y el más
disciplinado.
Juan Carlos Alderete, principal dirigente de la CCC, critica la
política oficial de impulsar proyectos productivos porque "nos
están convirtiendo en mano de obra barata"(2) . Pide que el
gobierno dedique ese dinero a reactivar el mercado interno,
mediante la creación de empleo "digno", el aumento de salarios y
créditos a las pequeñas empresas. La CCC dirige, en La Matanza,
60 cooperativas de desocupados que están haciendo el tendido de
agua potable para el municipio, con salarios de 500 pesos
mensuales (170 dólares), pero sus cuadrillas siguen empleando
capataces y jefes, sin apartarse del modelo tradicional. La
Corriente defiende las jerarquías y tiene un estilo de trabajo
muy cuestionado: los dirigentes llevan listas en las que anotan
quiénes acuden a las manifestaciones y asambleas, y en base a la
cantidad de asistencias reparten los subsidios. Los grupos
ligados a partidos de izquierda, por su parte, "retienen" un 10
por ciento del subsidio que corresponde a cada desocupado, para
gastos de la organización.
Los piqueteros "duros" actúan según la lógica de "una
organización sindical", como señala Alderete. Combinan la
protesta con la negociación, y el nudo de su actividad está
referenciada en el Estado. El 14 de julio, una delegación de los
"duros" fue recibida por el ministro de Trabajo. Plantearon
cuatro grandes temas: aumento de los ingresos, de 150 a 300 pesos
y el pago de medio aguinaldo; trabajo genuino, recibiendo cupos
de trabajo en los planes de obras públicas del Estado; la
universalidad de los planes o subsidios y mayores envíos de
comida. Algo muy similar a las clásicas plataformas
reivindicativas de los sindicatos. La reunión fracasó porque el
gobierno quiere incorporar a los desocupados como trabajadores
formales, porque, según el secretario de Empleo, "no queremos
seguir sosteniendo el sistema de intermediación en el
otorgamiento de planes que produce algunos manejos
clientelares"(3) .
Retazos del nuevo mundo
En efecto, el gobierno percibe con claridad que buena parte de la
fortaleza del movimiento piquetero consiste en el manejo de los
subisidios, y pretende debilitarlo al reducir paulatinamente los
planes, creando empleo y eludiendo la represión, que fortalece al
movimiento. Todo esto necesita tiempo, recurso escaso por la
ofensiva de la derecha y el agotamiento del crecimiento
económico, toda vez que Kirchner no tiene la menor pretensión de
introducir cambios estructurales.
No obstante, el principal problema lo tiene ahora el movimiento
piquetero, que debe ajustar sus estrategias ante la nueva
realidad nacional y los gestos conciliadores del gobierno. Así
como un sector se juega al oficialismo, para superar la
ineludible crisis que se le presenta a todo movimiento en los
momentos de repliegue, el sector "duro" apuesta a la cultura
sindical tradicional para encarar los mismos desafíos.
Finalmente, hay quienes pretenden crecer profundizando la
autonomía. O sea, desprendiéndose gradualmente de la dependencia
de los subisidios estatales.
"Los movimientos que construyeron sólo a partir de los planes,
están en peligro de muerte", dice Neka Jara, del MTD de Solano,
durante una Ronda de Pensamiento Autónomo realizada por varios
MTD en la sureña provincia de Río Negro, hace apenas un mes. Los
de Solano, son quizá la avanzada en el empeño por transitar de la
identidad como piqueteros y desocupados a la de trabajadores
autogestionarios: "Nuestra idea no es construir a partir de los
planes, sino gestar la base material de la autonomía con nuestros
propios proyectos"(4) .
Los autónomos crearon panaderías y huertas comunitarias, empiezan
a cuidar la salud apelando a la medicina tradicional de yuyos,
instalaron criaderos de cerdos, conejos y hasta peces, producen
ropa y zapatos y, ahora también, abren escuelas propias con
maestros afines a los objetivos del movimiento. Varios comedores
ya se autoabastecen con lo que producen en sus huertas urbanas, y
pueden prescindir de los alimentos donados por el Estado. En este
camino, ya se están trenzando relaciones entre grupos piqueteros,
fábricas recuperadas y asambleas barriales: panaderías piqueteras
abastecen a algunas fábricas, en tanto los productos de éstas se
reparten entre los desocupados; y algunas asambleas están
tejiendo una red de distribución. Como la cooperativa La
Asamblearia, que "promueve la producción, distribución,
comercialización y consumo de bienes y servicios autogestionados,
es decir de aquellos que son fruto y propiedad colectiva de los
trabajadores"(5) .
No son los únicos. La UTD de General Mosconi, un pueblo de 15 mil
habitantes que vivía de la petrolera estatal privatizada por
Menem y fue una de las cunas del movimiento piquetero, ha dado un
salto espectacular: tiene 31 huertas, una granja integral,
reciclaje de botellas, viveros, talleres metalúrgico y de
carpintería donde hacen sillas y camas, una colonia agrícola de
150 hectáreas, criadero de cerdos y otros animales; construyeron
un comedor comunitario para indígenas de la zona y salas de
primeros auxilios. Hay 2.000 personas vinculadas a los proyectos
de la UTD, asentados en relaciones comunitarias y horizontales,
sobre una población activa de 8.000.(6) .
Este tipo de actividad –que encarna la creación de un mundo nuevo
en las grietas del sistema- comienza a expandirse dentro del
movimiento piquetero, cuando se acerca la primera década de su
nacimiento. Están pasando de la dependencia a producir la propia
vida. Para este sector, el desafío ya no es el corte de ruta ni
arrancarle subsidios al Estado sino, como dicen los de Solano,
"construir una nueva subjetividad": trabajadores que buscan
"producir sin reproducir el capitalismo", sin Estado ni patrones,
pero también sin capataces ni supervisores.
Notas:
(1) Página 12, 29 y 30 de junio de 2004.
(2) Laura Vales, entrevista a Alderete en Página 12, 22 de julio de 2004.
(3) Página 12, 15 y 22 de julio de 2004.
(4) "El día después de los subsidios", en www.lavaca.org
(5) Para más información, www.asamblearia.com.ar
(6) Claudia Korol, "Tiempo de guerras y emancipaciones en las tierras del petróleo", en www.rebelion.org
https://www.alainet.org/es/active/6532
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