El plan de choque económico: necesario para la coyuntura, pero no cambiará nada
26/04/2013
- Opinión
No es poca cosa lo que el Gobierno Nacional ha anunciado con el plan de choque para reactivar o mejor animar el crecimiento económico (Plan de Impulso a la Productividad y al Empleo). Desde este espacio, se ha insistido en la obligatoriedad que tienen las políticas gubernamentales por abandonar la ortodoxia del libre mercado, del neoliberalismo, y convertir a la política pública (industrial, monetaria, agropecuaria, entre otras) en garante de un comportamiento económico que posibilite empleos decentes, mayores ingresos, acceso a mercados y, en especial, calidad de vida para las poblaciones.
A la par con estos anuncios se llevaron a cabo los funerales de la señora Margaret Thatcher, entre aplausos y abucheos. Y traigo esto a colación porque resulta simbólico que en medio de los eventos de su despedida, cuando el mundo industrializado se sumerge cada día más en la crisis producto de las políticas de desregulación y libre mercado que ella promulgó, precisamente son los países que no han optado por estas líneas quienes hoy muestran unos resultados esperanzadores, tanto económica como socialmente. Pero especialmente, Colombia ha optado, después de mucho años de resistencia, de fidelidad a los organismos multilaterales como el FMI, por hacer de la política económica un instrumento procíclico. No es que crea, ilusamente, que el neoliberalismo ya hizo aguas, pero las acciones propuestas intentan frenar el ultraje de la ortodoxia.
La propuesta del Gobierno es destinar 5 billones de pesos para apalancar procesos que en mayor medida impactarán a los sectores agropecuario e industrial: incentivos a la capitalización rural, subsidios de coberturas cambiarias, reconversión productiva del sector lechero, medidas de favorecimiento arancelario, devolución de IVA, incentivos a la competitividad, medidas cambiarias y de beneficio tributario, así como un agresivo plan de impulso al sector de la construcción. Todo esto pretende llevar el crecimiento económico al 5% con un dólar alrededor de los $1.900 pesos y que se generen unos 350.000 empleos.
Sin duda se trata de un paquete “agresivo” de medidas que impactarán la producción pero también la vida de las poblaciones. El tema de los subsidios para 32.000 viviendas, entendible a 50.000, para adquirir vivienda entre 80 y 200 millones de pesos será un tema muy importante que el Gobierno deberá pensar y diseñar mejor. Hoy, aunque existe una amplia discusión sobre el tema, se tiene un escenario de burbuja de precios, por lo menos en Ciudades como Bogotá, Medellín, Cali, Cartagena y Barranquilla. Se ha tenido una permisividad grande por parte del sistema financiero para que la gente acceda a vivienda (incluso a oficinas y locales comerciales) pero ante una escasa oferta obviamente han sido los precios los que se han terminado por elevar.
Ahora, si bien el subsidio aliviará las cargas financieras de las familias, se tendrá una presión mayor sobre la oferta actual, así que por lo menos en el corto plazo, mientras no se realicen programas de choque a la oferta, es decir, mientras no se diseñen y ejecuten proyectos de vivienda (hasta ahora concentrada en vivienda prioritaria) que sirvan para movilizar gran parte de la industria (técnicamente se dice que la construcción genera encadenamientos con otros sectores de la economía), los precios seguirán subiendo.
Pero se trata de una decisión de los alcaldes, de concertar con los constructores nuevos proyectos, asunto que no se ha hecho, y, por el contrario como es el caso de Bogotá, la incertidumbre frente el POT y la válida lucha que libra el alcalde Petro contra la especulación y las mafias, lastimosamente está ejerciendo el efecto contrario a lo que se quiere, y la especulación por el espacio así como la falta de nuevos proyectos está haciendo que el incremento exagerado de los precios de la vivienda nueva y usada se constituya en una bomba de tiempo que puede conducir a las economías locales, a las familias, al colapso.
Por ahora la medida le permitirá a los bancos colocar excesos de liquidez a una tasa de interés aceptable (los créditos hipotecarios de leasing, o aquellos asignados a través de un portafolio se asemejan mucho a las tasas ofrecidas con este Plan), presionando la demanda ante una escasa oferta. Se requerirán de nuevos proyectos, de un impulso a licencias y promover la construcción como un jalonador de empleo y otros sectores productivos.
El plan de choque se constituye en un soporte muy importante para que tanto las industrias como el agro, logren paliar, en parte, los impactos que ha venido representando la disminución del crecimiento, y ante todo, la revaluación o mejor, la exportación que los Estados Unidos han hecho de su crisis. Nada más con observar las cifras de aprovechamiento del TLC, mientras las exportaciones nuestras a los EEUU han disminuido en 0.84% en el último año, las importaciones desde los EEUU han aumentado el 18.77%.[1]
Sin embargo, está latente un riesgo sobre la capacidad de la economía para endogenizar estas ayudas gubernamentales y lograr robustecer el aparato productivo. Es decir, el riesgo de los subsidios es que pase el momento de ellos y no hayan generado condiciones distintas para las empresas o para las familias. A veces se olvida que el esfuerzo de los 5 billones lo está realizando el país, toda su gente, son 5 billones que en vez de atender necesidades de las poblaciones o incluso de la infraestructura, están destinándose al fortalecimiento empresarial. El Gobierno, que ya ha tenido la valentía no solo de enfrentar algunas reformas al modelo de desarrollo sino que ya ha hecho explícita su decisión de intervenir sobre el ciclo económico y lograr incentivos a la industria y al campo, deberá ahondar en el tema de medidas y políticas que realmente impacten de manera permanente la estructura económica, solo así se evitará que los 5 billones de pesos (un gran esfuerzo que se hace como país) terminen haciendo exactamente lo contrario a lo que se pretende.
Lo paradójico de todo esto es la poca disposición de los gremios e incluso de los sindicatos para presionar por políticas, por cambios estructurales (¡la herencia de la señora Thatcher no es en vano!) Y ni hablar de la academia o de Colciencias. Los subsidios son importantes para contrarrestar los efectos del ciclo económico pero no pueden ser nunca la única estrategia de intervención del Estado en la economía.
Hoy más que nunca Colombia requiere de consensos sobre la gestión industrial, buena parte del problema que hoy vive la industria manufacturera es su dependencia a las importaciones de materias primas y tecnología. El país demanda con urgencia estrategias concretas de recomposición del tejido industrial, que lo lleve no sólo a crear y fortalecer empresas en los sectores existentes sino que procure una expansión y diversificación de la producción. Y en el sector rural… nunca es suficiente lo que se diga, pero resulta inadmisible que en el país, donde nos ufanamos de la biodiversidad, de los recursos naturales disponibles, el tema de la seguridad y la soberanía alimentaria escasamente se aborda, pero eso sí, cada día importamos más bienes alimenticios.
- Alberto Rendón Acevedo, Centro de Estudios en Desarrollo y Territorio – Universidad de La Salle
Semanario Virtual Caja de Herramientas,Edición N° 00348, Corporación Viva la Ciudadanía, Semana del 26 de Abril al 02 de Mayo de 2013, Bogotá D. C.. www.viva.org.co
https://www.alainet.org/es/active/63640
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