Foro Pastoral Cubano. Documento Final
20/05/2004
- Opinión
Introducción
Una vez mas hemos sentido el llamado de nuestro Dios a
través de su Palabra, a la luz de las profecías de
Zacarías: "...Por la entrañable misericordia de Dios con
que nos visitó desde lo alto la aurora. Para dar luz a los
que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para
encaminar nuestros pies por caminos de paz." (Lucas 1:78-
79).
Como cristianas y cristianos sentimos nuestra
responsabilidad ante el mundo, fruto de la obra creadora de
Dios, y especialmente frente al pueblo en el que nos ha
colocado para testificar de su amor y trabajar por su
Reinado. Hemos sentido su voz en Jesucristo, al llamarnos a
ser hacedores de paz, y con tales palabras resonando en
nuestras vidas, hemos constatado una realidad que dista
mucho de los propósitos de Dios en Jesucristo y se separa
cada vez más de su plan reconciliador y salvador.
Consternados por los horrores de las guerras, por el dolor
de los pueblos que la sufren, en especial de los pueblos
iraquí y palestino, donde miles de seres humanos pierden
sus vidas, quedan mutilados, son horriblemente torturados y
vejados en su integridad física y espiritual.
Sumamente preocupados por el futuro de nuestro pueblo,
víctima de una guerra económica y mediática, que ahora se
enfrenta a nuevas medidas dictadas por el gobierno de los
Estados Unidos que limitan aun más las relaciones entre la
familia cubana que sufre ya la separación y que crean más
dificultades para el desenvolvimiento de la vida en nuestro
país.
Interesados en seguir contribuyendo al desarrollo de
nuestra nación, como iglesia cubana continuaremos uniendo
nuestros esfuerzos y cooperación para superar limitaciones
y problemas, fortaleciendo nuestro diario caminar en la
conquista de una sociedad que sea cada vez más justa para
todos los cubanos y cubanas sin excepción alguna.
Así también estamos en la disposición de mantener nuestro
diálogo con la más alta dirección del gobierno cubano con
el fin de enriquecer las relaciones de las iglesias con el
estado y ampliar la acción pastoral y social de las mismas,
parte esencial de su ministerio de servicio y factor
importante de esa sociedad a la que todos –cristianos o no—
aspiramos.
Como iglesias, no somos meros observadores ni pretendemos
asumir la posición de jueces ante la realidad que vivimos.
Somos parte de las raíces de nuestra cubanía, somos parte
de este pueblo y como tal tenemos sus mismas limitaciones,
preocupaciones y expectativas. Pero al mismo tiempo,
tenemos la esperanza que nos da Dios a través de Jesucristo
que intentamos compartir con los demás.
En este espíritu y por todas estas razones, nos dirigimos a
ustedes como pastores, pastoras y laicos de 31
denominaciones evangélicas y movimientos ecuménicos que nos
reunimos en la Catedral Episcopal "Santísima Trinidad",
Vedado, en Ciudad de La Habana, el viernes 21 de mayo del
2004.
A LAS IGLESIAS Y AL PUEBLO CREYENTE DE CUBA
"Cuídate y ten calma. No temas ni se turbe tu corazón".
Isaías 7:4(a)
Con esta seguridad que Dios dio a su pueblo, a través de la
tradición profética, invitamos a nuestras iglesias a
caminar confiadas en las palabras de nuestro Dios, en
Isaías 7:7 "Por tanto, el Señor dice: no sucederá eso; no
sucederá así".
Ha llegado hasta nuestro suelo patrio en estos días, el
anuncio de nuevas medidas dictadas por el gobierno de los
Estados Unidos de Norteamérica relacionadas con nuestro
país. Nos preocupan de forma indescriptible las medidas
anunciadas, por la forma completamente inapropiada e
injusta con que afectarán a las familias cubanas radicadas
en la isla y a las que por diversas razones han emigrado a
los Estados Unidos de América.
Deseamos enfatizar que somos familias cubanas aquí o allá,
unidas por el amor a la tierra que nos vio nacer y a los
lazos que también nos unen al Dios que ha creado a la
familia. Sabemos que junto a las lumbreras, los animales,
las plantas, Dios creó la familia... ¡Y vio Dios que era
buena! (Gen. 1:31) A partir de ese origen divino
proclamamos que siempre deben unir a las familias los más
profundos lazos de amor, comprensión y solidaridad.
Sin embargo, las medidas anunciadas se inscriben en una
dirección totalmente distinta: limita la solidaridad y
sostén de las familias cubanas y los lazos que las unen.
Creemos en la familia extendida donde abuelos y abuelas,
tías y tíos, primos y primas, sobrinas y sobrinos y otros,
forman redes familiares abiertas y de mutuo apoyo. Las
medidas que tratan de imponernos definen arbitrariamente
quiénes son los familiares cercanos, olvidando así toda la
riqueza de las historias abiertas de las familias cubanas.
El documento ofrece recompensa por la delación de
familiares, amigas y amigos, que de manera sacrificial y
contra todo riesgo se empeñen en ayudar a los que aman
entrañablemente. ¿Dónde están los principios éticos de una
Nación que siempre se destacó por sus luchas democráticas a
favor de los derechos individuales y comunitarios? ¿Qué
tipo de sociedad nos invitan a construir donde el temor
sustituirá a la confianza y al amor mutuo?
Las iglesias de hoy se unen en la "Década para eliminar la
violencia en todas nuestras relaciones". Este esfuerzo nos
motiva para promover la comprensión y la reconciliación
entre los pueblos, y nos alerta a no unirnos a ninguna
pretensión ni a ningún proyecto que promueva la violencia y
la intolerancia entre hermanas y hermanos de una misma
nación o región. La Iglesia de Jesucristo está comisionada
por su Señor para realizar el ministerio de la
reconciliación (2da. De Corintios 5:14-20).
El ideal de todos nuestros libertadores ha sido la
formación de la Patria Grande frente a divisiones
involuntarias que hoy se pretenden imponer. Solamente un
proyecto de integración latinoamericanista y caribeño puede
generar las condiciones regionales mínimas para
complementar nuestras economías y reivindicar nuestros
intereses en la comunidad internacional.
Deseamos invitar a las iglesias a esforzarse cada vez más
porque las relaciones con otras iglesias en Estados Unidos,
América Latina y el Caribe se reafirmen cada vez más en
este espíritu.
La práctica ética de la "Teología de la Vida" que Jesús nos
enseñó ("...yo he venido para que tengan vida, y para que
la tengan en abundancia, Juan 10:10) y que todas las
Escrituras enfatizan ("...he puesto delante la vida y la
muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida,
para que vivas tú y tu descendencia...", Deuteronomio
30:19) demanda de nosotros hoy, el rechazo a las medidas
que conducen a la negación de la vida para nuestras
familias, nación y continente.
La fe cristiana tiene que hacer siempre una afirmación de
la vida y separarse de todo tipo de alianza o compromiso
con aquellos que se mueven según la lógica de la muerte.
No debemos permitir que los puentes de reconciliación y de
intercambios eclesiales, educacionales y familiares sean
limitados por medidas dirigidas a una hipotética transición
que va contra los ímpetus de creatividad y transformación
que caracterizan a las iglesias y al pueblo cubano.
Invitamos a las iglesias cubanas a unirse en jornadas de
oración por la paz y la reconciliación entre las dos
naciones en el espíritu del Salmo 34:14: "Apártate del mal
y haz el bien; busca la paz y síguela."
A LAS IGLESIAS DE LOS ESTADOS UNIDOS DE NORTEAMÉRICA
"La Independencia de Cuba y Puerto Rico, afirmaba José
Martí, no es solo el único medio de asegurar el bienestar
decoroso del hombre libre en el trabajo justo a los
habitantes de ambas islas, sino el suceso histórico
indispensable para salvar la independencia amenazada de la
América Libre, y la dignidad de la República Americana."
Esto urge antes de que "la sección más poderosa de América
convierta en teatro la justicia universal" y mientras "las
tierras puedan ser aún el jardín de sus moradores."
Los cubanos, que por razones históricas hemos sido guiados
a una madurez política, cuando, como cristianos,
consideramos las relaciones con la gran nación
norteamericana, vemos que, a una distancia de cien años,
las advertencias expresadas por José Martí aún permanecen
vigentes.
Declaraba también el Apóstol cubano que "nosotros amamos la
patria de Lincoln, tanto como tememos a la patria de
Cutting" (este último un personaje despreciable e indigno
de ser norteamericano). Con libre determinación, el pueblo
cubano, en el ejercicio cabal del "amor capaz" que
preconizara el Héroe Nacional, debe reconocer en forma
ostensible, por todos los medios a su alcance, el costado
noble, virtuoso, justiciero, del pueblo norteamericano, y
debe extender hacia él la mano amiga y multiforme que
mostró Martí cuando tendió "los brazos abiertos a cuantos
los quieran" a la hora de enfrentar situaciones agraviosas,
como las actuales en que nuestro pueblo se siente agredido
por las recientes medidas tomadas por el gobierno de los
Estados Unidos.
A solo 90 millas de distancia, a la orilla de un mismo mar,
los cristianos cubanos pedimos a Dios que el pueblo
norteamericano pueda alcanzar un cabal conocimiento de la
realidad cubana y latinoamericana. Para ello está bien
dotado por la sencillez de su honestidad, su juicio
bondadoso, la libertad de sus criterios, la manera
evangélica de encarar instantes peligrosos; y puede hacer
ver al mundo que está en la disposición de confiar en la
integridad de los demás pueblos, al mismo tiempo que el
pueblo cubano confía en la honestidad e integridad del
pueblo norteamericano, especialmente aquellos que confían
en la libertad y la justicia que el Señor Jesucristo vino a
traernos.
El pueblo norteamericano sigue teniendo, en el pensamiento
de José Martí y en el de su patria isleña "el deber
absoluto de ser grande" y, en consecuencia, "de salvar la
dignidad de la República Norteamericana."
El pueblo estadounidense de hoy es, en mucho, responsable
de días mejores y de vida plena para un mundo que vive en
tensión y en tumulto.
AL CONSEJO NACIONAL DE IGLESIAS DE CRISTO DE LOS ESTADOS
UNIDOS, AL CONSEJO MUNDIAL DE IGLESIAS, A LOS CONSEJOS DE
IGLESIAS REGIONALES Y NACIONALES
Convocados estamos hoy, por el amor de Jesucristo que nos
une como seres humanos imperfectos, pero confiados en el
Dios de Justicia que se nos revela a través de Efesios 2:14
cuando dice: "Porque Cristo es nuestra paz, el que de los
dos pueblos ha hecho uno solo, destruyendo en su propia
carne el muro, el odio que los separaba".
Animados también por las palabras de nuestro Apóstol cuando
expresaba "la patria no es de nadie y si es de alguien
será, y esto sólo en espíritu, de quien la sirva con mayor
desprendimiento e inteligencia".
En momento tan crucial como este, en que la tierra que nos
ha visto nacer y crecer vive tiempos difíciles como nunca
antes, sentimos con inquietud el aumento progresivo de las
tensiones entre los Gobiernos de Cuba y Estados Unidos, que
se manifiestan en medidas y restricciones que repercuten en
un deterioro significativo de las condiciones de vida de
nuestro pueblo.
Las nuevas medidas dictadas por el actual gobierno de los
Estados Unidos de América en contra de la familia cubana,
son contrarias a los fraternales lazos de hermandad que
históricamente han marcado la brújula de nuestras
relaciones como iglesias y movimientos ecuménicos, tal como
se expresa en Romanos 12:21 "No te dejes vencer por el mal,
al contrario vence con el bien el mal".
La Iglesia se constituye en puente de fraternidad y amor
entre los pueblos. El afán común de quienes lo construyen
con limpieza de corazón y pies ligeros es realizar una
labor diacónica en bien de la humanidad.
Largos han sido los años y hermosos los desafíos en que las
iglesias cubanas y otras Iglesias en el mundo han
compartido el camino hacia Emaús en la comprensión mutua,
en la ayuda solidaria, en el acompañamiento comprometido y
en la proclamación de un mismo Creador que nos iguala como
criaturas, a pesar de las diferencias étnicas, raciales y
políticas. Estas relaciones sustentadas sobre el respeto
mutuo y el amor a Dios, ahora se ven en peligro por el
clima de conflictos que domina al mundo y por gobernantes
que en su afán de protagonismo han recurrido a posiciones
y principios carentes de toda ética.
Nuestros consejos de iglesias han sido importantes canales
de encuentros y de búsquedas de la reconciliación en
ocasiones de grandes tensiones entre ambos gobiernos, hemos
aprendido a trabajar juntos por el entendimiento y el
diálogo.
Por ello en esta hora en que el Señor de la Historia nos
llama a dar testimonio de nuestra fe, rogamos a las
hermanas y hermanos agrupados en los diferentes consejos de
iglesias a unirse a nosotros en oración y en acciones
concretas que puedan poner fin a este grave momento de las
relaciones entre ambos países y nos permitan continuar la
construcción del Reino de Dios en nuestra tierra, teniendo
como principio las palabras de Benito Juárez cuando
magistralmente sintetizó: "el respeto al derecho ajeno es
la paz" y las del Altísimo a Josué cuando le exhortó: "mira
que te mando a que te esfuerces y seas valiente, no temas
ni desmayes porque el Señor tu Dios estará contigo en donde
quiera que vayas".
A NUESTRAS AUTORIDADES
La principal tarea o misión de la iglesia es evangelizar, o
sea, proclamar buenas noticias a través del servicio.
Porque es por el servicio que Jesús se define a sí mismo:
"El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para
servir" (Marcos 10:45). Y este Jesús siervo es colocado
como el modelo para la misión de las discípulas y los
discípulos; seguir a Jesús es servir: "si alguno quiere ser
el primero, sea el último de todos y el servidor de todos"
(Marcos 9:35) Entonces se es discípula o discípulo en la
medida en que se es servidora o servidor.
Pero este anuncio de la buena noticia a través del servicio
tiene que ser necesariamente profético. Y este anuncio
profético implica la denuncia de todo lo que hace que las
personas no puedan recibir buenas noticias y de todo lo que
produzca sufrimiento, angustia, dolor y muerte.
Como cristianos cubanos ser una comunidad profética
significa encontrar nuestra identidad como parte de nuestro
pueblo, experimentando y afirmando así el gozo y el poder
del servicio y de la solidaridad. Es ser una comunidad, que
en medio de las grandes dificultades y amenazas por las que
hemos atravesado, sea fermento de esperanza, contribuyendo
y uniéndose a los sueños y esfuerzos de todo nuestro pueblo
por un futuro de paz, justicia y bienestar para todas y
todos, afirmando la independencia patria y la dignidad
nacional.
Pero esos sueños de paz, justicia y bienestar a los que
aspira nuestro pueblo, se ven una vez más amenazados por
las recientes medidas dictadas por el actual gobierno de
los Estados Unidos de América, que teniendo como uno de sus
objetivos crear desaliento y desesperanza, a través de un
mayor deterioro de nuestra economía, provocarán grandes
sufrimientos –tanto materiales como espirituales– a toda la
familia cubana, dentro y fuera de la Isla.
Como comunidad cristiana cubana no podemos permanecer
callados ante la fuerza y el poder que nos amenaza. Por
eso, como los profetas hicieron en su tiempo, denunciamos,
rechazamos y lamentamos profundamente todo aquello que
pueda provocar sufrimiento, dolor y angustia a la familia
cubana.
Y en medios de los peligros reales que se ciernen sobre
nuestro país, actualmente marcado por grandes carencias,
transformaciones y no exento de desigualdades y
limitaciones, queremos reafirmarle a nuestras autoridades,
las cuales tienen la gran responsabilidad de conducir con
sabiduría y cordura los destinos de nuestro país en medio
de la difícil coyuntura actual, nuestro acompañamiento
pastoral y solidario a nuestro pueblo y como parte de él
seguir siendo instrumentos de paz, intercesión, unidad y
fraternidad.
Además, queremos de manera especial manifestarles nuestra
preocupación, confianza y esperanza de que todas aquellas
medidas que han sido y puedan ser tomadas, con el fin de
garantizar la estabilidad, la seguridad y la integridad de
nuestro país, sean acompañadas con la información y
clarificación suficientes como para que puedan ser
entendidas en todas sus implicaciones y para evitar
inquietar a nuestro pueblo más allá de lo necesario,
abriendo una brecha para prácticas al margen de la ley y la
ética impulsadas por el afán de lucro y sobrevivencia.
Especialmente, llamamos a que se revise, en las medidas de
los incrementos de precios, el gravamen a los artículos de
primera necesidad.
Sabemos que la gravedad de la coyuntura global y la
agresividad del gobierno de los Estados Unidos de América,
pueden llevarnos a situaciones inevitablemente más
dramáticas. Para esos momentos, y con el legado de las
experiencias de los últimos años, apelamos a que se recurra
a la discusión popular ante cualquier medida que incida
directamente en la calidad de vida de nuestro pueblo.
Estamos próximos a celebrar la festividad de Pentecostés,
en que como cristianas y cristianos reafirmamos la acción
del Espíritu del Dios de la Vida en medio nuestro, como
garantía de nuestra fe en la realización de todo futuro de
justicia, paz y vida abundante. Pero también en donde se
proclama la unidad en medio de la pluralidad y la
diversidad. Y en comunión con el Espíritu de Pentecostés,
nos comprometemos, en medio de nuestra diversidad y
pluralidad, a contribuir a que se haga realidad, y en su
verdadero sentido mundocéntrico, las palabras de Jesús:
"Padre, que todos sean uno…" (Juan 17:21)
A LOS CUBANOS Y LAS CUBANAS
Como pastores, pastoras y miembros laicos de nuestras
iglesias cristianas y movimientos ecuménicos, inspirados
una vez más por nuestra opción y compromiso, nos dirigimos,
a todo nuestro pueblo cubano en el país y a aquellos y
aquellas en la emigración, que han mantenido su identidad
nacional y su solidaridad con sus hermanos y hermanas en
Cuba, para hacerle llegar el siguiente mensaje:
Nuestra sensibilidad cristiana ha sido herida, una vez más,
por las recientes medidas dictadas por el actual gobierno
de los Estados Unidos de Norteamérica. Estas medidas
propuestas violentan nuestra conciencia ética, moral y
espiritual como pueblo, y tienen la intención explícita de
fomentar el desaliento y la desesperanza creando
dificultades en la calidad de vida de la población,
afectando la unidad y la reunificación de la familia
cubana, promoviendo la división por medio de la
manipulación mediática; todo con el propósito de lograr sus
intereses políticos, sin tener en cuenta el sacrificio y
sufrimiento que estas decisiones traerían a nuestro pueblo.
Estas acciones son contrarias a las enseñanzas de nuestro
Señor Jesucristo, tal como se refleja en las Sagradas
Escrituras. Jesucristo, como el Buen Pastor, nos recuerda
"Yo he venido para que tengan Vida, y Vida en abundancia"
(Juan 10:10), a la vez que nos invita, frente a "la vida y
la muerte, la bendición y la maldición", a escoger la
bendición y la vida para que vivamos nosotros y nuestra
descendencia. Frente a estas medidas orientadas a la
muerte, nosotros escogemos la vida (Deuteronomio 30:19-20).
Como Iglesias evangélicas cubanas, somos parte de nuestro
pueblo, y con nuestro pueblo hemos echado nuestra suerte.
Así ha sido y así habrá de ser, sea cual fuere el curso de
la historia futura. En esta hermosa tierra donde Dios nos
ha colocado para entender y vivir nuestra fe, hemos
contribuido, en un esfuerzo unitario, a forjar y fortalecer
nuestra identidad nacional, de la cual nos sentimos
orgullosos; hemos formado nuestras familias; hemos
desarrollado la acción pastoral y social; hemos compartido
la resistencia ciudadana en la defensa de un proyecto de
vida, de paz y seguridad de nuestra nación.
Podemos asegurarles que no estamos solos: tenemos muchas
hermanas y hermanos y sus respectivas Iglesias, en los
propios Estados Unidos, que no solo oran a nuestro Dios por
nosotros, sino que han manifestado su disgusto y su
contrariedad por las actuaciones de su gobierno contra el
pueblo de Cuba, uniéndose así al rechazo mundial a las
mismas. Estas voces solidarias cada día son mayores y más
fuerte en su expresión profética.
Por nuestra parte, hacemos llegar el reclamo de la
solidaridad al pueblo creyente de los Estados Unidos, al
Consejo Nacional de Iglesias de Cristo, al Consejo Mundial
de Iglesias y a los diferentes consejos regionales y
nacionales. Llamamos a la comunidad creyente a orar también
por el pueblo norteamericano en esta su hora de confusión,
incertidumbre y temor.
Finalmente, desde lo más profundo de nuestra fe en
Jesucristo como Señor de la Historia y de nuestras vidas,
nos comprometemos "en marcha unida y apretada" a alimentar
la fe y la esperanza para lograr, de una vez y para
siempre, la patria que soñó el Apóstol José Martí "con
todos y para el bien de todos", porque, sin duda alguna
esta fórmula está en plena identificación con los sueños y
esperanza del profeta Miqueas, que avizoró un mundo donde
los instrumentos de la guerra y de la muerte serían
transformados en equipos útiles para el bienestar integral
de su pueblo, y de esta manera, "cada uno bajo su vid e
higuera podrá vivir en paz y sin temor" (Miqueas 4:1-4).
La bendición de Dios nos acompañe ahora y siempre, AMÉN.
La Habana, 21 de mayo de 2004
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Del mismo autor
- Foro Pastoral Cubano. Documento Final 20/05/2004
