Dilma Rousseff y el futuro de UNASUR

18/10/2010
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
Hace pocos días se publicaba un artículo en México que decía textualmente “México siente una envidia sana por Brasil y toda Suramérica en general “, es decir que se trataba de expresar en términos periodísticos de una envidia histórica frente a los resultados de una economía emergente sostenida en Suramérica y de las cifras de crecimiento acumulado de Brasil en 7% año y de Suramérica en general de 6% promedio anual también.
 
No es casual actualmente que Brasil y Suramérica crezcan al 6% anual en promedio debido a que existe UNASUR, una institución política y económica suramericana aprobada institucionalmente por todos los parlamentos y gobiernos de cada uno de los países suramericanos y desde hace apenas dos o tres años atrás.
 
Se trata de un hecho que le dice al mundo que Suramérica ha decidido unirse para desarrollarse en forma integral y sostenida. Mensaje bolivariano entendido y practicado por Lula en sus ocho años de Gobierno popular.
 
Y esto es sostenido y sostenible porque este crecimiento del PIB anual en 5-7% ya se repite por varios años, tanto en Brasil, como en Venezuela y Bolivia, por ejemplo.
 
En este avance inédito de Brasil y Suramérica ha jugado un rol fundamental, a no dudarlo, la política de integración bolivariana y soberanía de Lula y su partido PT ( Partido de los Trabajadores ), aceptando una premisa sencilla pero efectiva que consiste en que la economía brasileña para crecer aceleradamente a este ritmo frenético mencionado debía y debe combinar sus compromisos contractuales con USA y Europa y Japón – en materia de inversión extranjera y exportación de alimentos - con la integración económica y social con todos los países UNASUR y muy especialmente con los países MERCOSUR integrados a la UNASUR, como son Argentina, Paraguay, Uruguay, Venezuela Bolivariana, Bolivia y Chile.
 
El talón de Aquiles o sea la debilidad estructural de Brasil fue siempre - y sigue siendo - su fabulosa deuda externa de más de 200 mil millones de USD, cifra que el anterior presidente neoliberal Henrique Cardozo no fue capaz de bajarla a niveles más manejables, sino que se la incrementó sustancialmente.
 
Por esta razón los suramericanos hemos considerado siempre a Brasil como el país suramericano denominado “ gigante pero con pies de barro ”, donde solamente la oligarquía brasileña trataba de justificar plenamente esta enorme deuda externa como normal, con la triste frase acuñada por ellos de que “ la deuda brasileña es grande e impagable pero de todos modos Brasil es más grande todavía que la horrorosa deuda externa ”.
 
En cambio el pueblo brasileño que sufría hambre (fome) no usufructuaba de dicha riqueza en lo absoluto y más del 50% de su enorme población de 200 millones de habitantes vivían como en Etiopía, es decir con hambre y sin esperanzas.
 
No es de extrañar que la primera política de Lula haya sido “fome cero”, y con esta medida simple pero efectiva haya sacado del atraso, hambre y pobreza a más de 50 millones de brasileños en estos últimos ocho años.
 
Tenía que venir Lula hace ya ocho años atrás para cambiar toda esta relación de fuerzas impuesta por la oligarquía brasileña y por los gobiernos de USA y Europa. Los gringos de USA y Europa hacían creer a los brasileños que eran una potencia emergente y que pronto alcanzarían a Inglaterra o Alemania, por ejemplo.
 
Alabanza que nada tenía que ver con la triste realidad de los hermanos brasileños, pero que dicha frase servía para que la oligarquía brasileña tratase de controlar al avance revolucionario en endógeno incontenible y también del resto de Suramérica y Latinoamérica.
 
Lula optó - por el contrario - por aliarse con los países MERCOSUR y ALBA y CAN y Chile, todos integrantes de UNASUR, para propiciar grandes y pequeños negocios de beneficio mutuo. Los resultados integrales alcanzados en Suramérica atestiguan que se estaba en lo correcto. Incluyendo que se sacó definitivamente de la escena latinoamericana a USA y a la OEA de triste papel reaccionario. Aunque el imperio no se da por vencido en Honduras, México y algo de Colombia.
 
Lula lo hizo con Venezuela Bolivariana y Argentina y exportó todo lo que le pedían con contratos millonarios de beneficio mutuo para las partes. Venezuela Bolivariana instaló refinerías en Brasil y Ecuador (ahora falta una en el Alto) para refinar petróleo venezolano. En Recife la refinería binacional “José Abreu de Lima” ahora se apresta a refinar petróleo crudo venezolano con alto valor agregado que quedará en el Sur.
 
Con Bolivia se afianzó la compra-venta de gas natural y Lula consideró que había que proteger la política nacionalista y social del presidente Evo Morales, contra la rosca endógena.
 
Con Perú selló acuerdos energéticos y de comunicación inter-oceánica. Lo mismo con Chile, Colombia y Ecuador. Los países fundadores tradicionales de MERCOSUR ya poseen una estructura de comercio tradicional entre sí. Y con Bolivia se ha planteado Brasil la necesidad de apoyar su salida al Atlántico por Puerto Busch mediante el dragado permanente de la hidrovía internacional Paraguay-Paraná-Plata.
 
Ahora mismo es la compañera Dilma Rousseff - la sucesora histórica de Lula que se apresta a ganar la segunda vuelta con más del 60% de los votos - la que recoge el reto integracionistas del dirigente histórico Lula tanto para afianzar la UNASUR como de frente a los resultados tangibles de mantener la deuda externa congelada y hacerla decrecer permanente. También para mantener la moneda real valorizada frente al dólar debilitado. Y cada día incrementar las reservas internacionales en el Banco Central con cifras mayores a su deuda externa. Un hecho notable que se da por primera vez en la historia moderna de Brasil y que le otorga a esta nación un colchón financiero de al menos 250 mil millones de USA. Ahora sí Dilma Rousseff puede proclamar abiertamente que Brasil se ha convertido en una potencia media mundial, pero gracias al esfuerzo y lucha de su propio pueblo revolucionario. Y no gracias a USA o Europa o Japón.
 
En este sentido, cómo no va a sentir envidia sana México que ha desaparecido prácticamente del mapa civilizatorio como Estado viable. Según el escritor y político notable Muñoz Ledo en su último libro afirma que México ahora - en este siglo XXI – se ha transformado en un “Estado fallido” y sin remedio frente a la violencia generalizada y de cara al desmantelamiento industrial y agro-industrial de la nación.
 
País México que además - según el mismo autor consagrado Muñoz Ledo - se ha alejado totalmente de la economía del resto de sus hermanos latinoamericanos, con el consiguiente castigo económico que se traduce en que no se puede crecer a más de 2% anual, gracias y mediante su deteriorada y poca exitosa integración de libre comercio con USA y Canadá.
 
Pero por el contrario Brasil de Lula y Dilma van aún más lejos. Y con ellos toda Suramérica (UNASUR). Todos se han integrado progresivamente a los países BRICS (Brasil mismo, Rusia, India, China y Suráfrica ), pero especialmente con China comunista.
 
El objetivo estratégico consiste en realizar el comercio grande del siglo, que se basa en abastecer de alimentos y materias primas a China y en importar maquinarias y tecnologías baratas del coloso asiático. Mucho más baratas y mejores en calidad que si se las importara de USA o Europa o del mismo Japón.  
 
https://www.alainet.org/es/active/41687
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS