Carta abierta a Ricardo Lagos, Presidente de Chile
30/05/2003
- Opinión
Estimado Presidente:
Hace tiempo que quería escribirle, pero me detenía el
pensar que antes que leyera usted esta carta, si es que la
leía, debería pasar por todos los asesores, consultores,
jefes y directores adjuntos, además del temible Segundo
Piso de Palacio que todo lo interpreta y lo convierte en
reacciones de corto alcance. Venciendo estos miedos
finalmente decidí escribir esta carta abierta, no tanto
para que la lea usted, sino como una forma de compartir con
Otros y Otras este extraño tiempo en que vivimos.
Recuerdo (como en los poemas de Benedetti) sus pasos por
las caletas de pescadores, los discursos, las promesas, las
palabras: Lagos Contigo, la verdad he de confesarle que
siempre me pareció medio idiota eso de lagos contigo, de
dónde decía yo, si no lo vimos nunca en la calle, no fue al
exilio con una mano atrás y otra adelante, no hizo cola
frente a los edificios de La Cruz Roja Internacional para
recibir el pequeño aporte para vivir el mes; siempre fue
catedrático, consultor, representante, siempre pudo ejercer
su función intelectual y hasta acribillar a algunos
lectores con uno u otro libro. No es que eso sea
reprochable estimado Ricardo, más bien me alegra tener un
presidente con tanta prestancia académica. No puedo
exigirle más allá de lo que su dedo tiene o apunta. Me
encantó en su momento ese dedo acusador, esa mirada suya a
las cámaras de la televisión, ese gesto soberbio exigiendo,
acusando, interrogando, interpelando al Dictador. En ese
momento, Ricardo, usted era la encarnación misma del nuevo
tiempo que podía ser, pero que no fue. Siento decirlo, no
es su culpa, usted a su manera también fue golpeado por la
dictadura, seguramente en la Universidad de Carolina del
Norte donde fue profesor visitante pensaba en las
atribulaciones del pueblo chileno, estoy seguro que gastó
tiempo también desde la Flacso, pensando en cómo salir del
paso de la dictadura y que desde el Ministerio de Educación
y luego desde el de Obras Públicas pensaba en que usted
tarde o temprano sería llamado por la historia para entrar
por la puerta ancha de la Moneda, como hace treinta y tres
años atrás lo hizo Salvador Allende.
Pero ahora la cosa es distinta, usted ya es Presidente,
hace tres años que es Presidente y no he vuelto a escuchar
el lagos-contigo, en cambio sí escucho su defensa sobre el
modelo privatizador, su discurso sobre las conveniencias de
los Tratados Internacionales que poco a poco irán
consumiendo los bienes nacionales con el pretexto de la
inversión y el desarrollo, sus palabras de apoyo a los
empresarios y sobre todo, escucho sus enojos cuando algún
ciudadano común tiene la mala ocurrencia de decirle que
muchas de sus promesas no se han cumplido, como ese
estudiante que gritaba en la tribuna del Congreso Nacional,
mientras usted daba su cuenta anual a la nación, que no
había crédito para estudiar y usted le respondía de manera
brillante como siempre (los acólitos se apuraron en
aplaudir) que para eso usted había trabajado, para que en
democracia \"mi amigo\" me pueda gritar siendo yo el
Presidente de Chile.
Puedo disculpar todo eso Ricardo, puedo hasta entender a
sus Asesores de Segundo Piso y a su Ministro Insulza, pero
no puedo entender que bajo su gobierno el Informe Rettig se
haya convertido en un documento sin peso alguno, que el
Consejo de Defensa del Estado, bajo su dirección directa,
desconozca el terrorismo de Estado para defender unas
cuantas monedas. El Propio Estado que Ud. encabeza
desconoce y cierra las puertas a las víctimas de violación
a los derechos humanos. Eso no sólo es inmoral sino que, en
manos de una persona que llegó al poder bajo el amparo de
su lucha contra la dictadura, eso se llama felonía.
Estimado Ricardo, usted no tuvo tiempo para escuchar a los
familiares de las víctimas, víctimas en sí mismas de la
negra noche que nos cubrió durante tantos años, no tuvo
tiempo para organizar un sistema eficaz para atender a las
justas reparaciones a que tienen derecho esas personas,
pero le sobró el tiempo para defender a los que obtienen
sobresueldos violando los más elementales procedimientos
administrativos y éticos so pretexto del desarrollo, sí
tuvo tiempo para instruir a sus ministros para que se
acercaran a la cárcel a visitar a su angel-Cruz caído, sí
tuvo tiempo para mover los secretos hilos del poder para
defender a Juan Pablo, hijo ilustre sin título, a Matías de
la Fuente y a no sé cuántos más.
Usted no se involucró afectivamente con la causa de los
derechos humanos y menos con las víctimas, sospecho que por
miedo a que lo confundieran con tendencias comunistas. Al
menos Patricio Aylwin ha sido más noble en ese punto y eso
que se supone más distante cultural y políticamente de las
víctimas.
Ahora fue la UDI, los mismos que marchaban alrededor del
Asesino Mayor, los que han tomado la iniciativa, los mismos
que firmaron del decretos de exilio, los mismos que negaron
las detenciones ilegales, los mismos que ampararon con su
silencio o con acciones concretas el terrorismo de Estado,
los que buscan soluciones para las víctimas creyendo que
puede ponerse al mejor postor la vida y la dignidad de la
gente. Al menso eso ha servido para que los Socialistas, su
Partido si mal no recuerdo, reaccione apurada y airadamente
y para que usted mismo comience a sopesar en el error que
se ha cometido, que no es error político sino moral y por
lo mismo, mucho más grave.
Me pregunto y le pregunto a usted, ¿sabe qué alega el
Consejo de Defensa del Estado en los juicios civiles sobre
reparación e indemnización? ¿Qué piensa el Presidente
cuando no da entrevistas a los familiares de las víctimas?
¿Supone el Presidente que vendrán a contarle el mismo drama
y que su salud mental y sus altas funciones deben estar a
buen recaudo?
Ricardo mi amigo, es frase es suya se lo reconozco, sólo
quedan tres años, menos todavía. Piense mi amigo, no se
haga el leso, despida a sus asesores del segundo piso, dale
vacaciones a Insulza, no hable con Ominami, no invite a
Alvaro García a su casa. Vaya por las calles y plazas, sin
ser presidente y siéndolo, escuche lo que pasa, sienta el
rumor más ronco de Chile, acerque el oído a la tierra y
sentirá las voces de los que ya no están y que partieron
creyendo que un nuevo Chile era posible, ponga en sus manos
la tierra, la misma que nos ha cubierto de polvo durante
tantos años y sienta nuestros huesos, no mire el Memorial
de los Detenidos Desaparecidos, sino sienta nuestros pasos
en busca de justicia, sin olvido y sin perdón.
Mayo de 2003
Pedro Avendaño G.
Director Ejecutivo
Foro Mundial de Pescadores y Trabajadores de la Pesca
Director Ejecutivo
Foro Mundial de Pescadores y Trabajadores de la Pesca
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