Un latifundio en la ciudad

09/05/2010
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Los ocupantes de las tierras del Ingenio San Aurelio, autodenominados “Sin Lote” fueron desalojados finalmente tras varios días de conflicto, choques con la policía y desacuerdos entre ellos. Aparentemente, terminó el conflicto con la imposición del gobierno que desde un principio aseguró respetar la propiedad privada.
 
No sólo centenares, sino miles de familias asentadas en Santa Cruz necesitan vivienda propia. Hasta hace algunos años, el déficit habitacional en Bolivia, rondaba casi medio millón, en tanto las autoridades siguen tardando en ofrecer soluciones.
 
El Fondo de Vivienda Social (Fonvis), no logra dar soluciones adecuadas y al interior de sus funcionarios existen más trancas que facilidades. Sobre todo en Santa Cruz, esa oficina alberga a funcionarios que hacen todo lo posible por entorpecer las adjudicaciones sin saberse, las intencionalidades que existan detrás de esas torpezas.
 
El caso específico del Ingenio San Aurelio es dramático. El problema, no es reciente, pues data de por lo menos veinticinco años. Entonces, todos en Santa Cruz estaban de acuerdo en la necesidad de trasladar esa obsoleta industria a otro lugar.
 
Actualmente, la mancha urbana cruceña supera lo que idealmente sería el octavo y noveno anillo de circunvalación. Hace treinta años, la ciudad prácticamente terminaba en el tercer anillo, aunque las proyecciones ya mostraban una explosión poblacional, que no fue atendida oportunamente.
 
Un ingenio en medio de la ciudad
 
El Ingenio San Aurelio, quedó prácticamente en medio de la ciudad, incluyendo sus cañaverales que totalizan casi mil hectáreas. Se trata de una industria, con tecnología de otros tiempos. Es una fábrica altamente contaminante que pisotea todas las prohibiciones de la Ley del Medio Ambiente.
 
Decenas de barrios, se levantaron en su entorno. Miles de familias viven afectadas por los fétidos desechos que en el idioma regional son conocidos como “jaruvichi”. El hediondo olor provoca permanentes dolores de cabeza y hace imposible sentir el sabor de los alimentos. Millones de moscas, mosquitos y otros animalejos hacen la vida imposible por esas unidades habitacionales.
 
¿Qué hace un ingenio azucarero, altamente contaminante, en medio de la ciudad? El problema, tiene más de un cuarto de siglo y la solución no llega. Casi mil hectáreas de cañaverales, son un verdadero criadero de víboras, que no debe continuar. Ni las autoridades, ni los medios de comunicación informan sobre el problema, porque los propietarios son poderosos e influyentes.
 
¿Los “sin lote”, tienen razón?
 
Decenas, quizá centenares de personas, desposeídas de vivienda, resolvieron ingresar a tan extensas tierras y presionar a sus propietarios a cederlas en venta para establecer allí miles de unidades habitacionales. Entre los desposeídos, se mezclaron aprovechadores que sí tienen dónde vivir. Es preciso separar la paja del trigo y a loteadores de necesitados de vivienda.
 
Estamos de acuerdo con las autoridades a la hora de hacer respetar la “propiedad privada”, pero esa industria no puede seguir allí con sus cañaverales. Verdaderas soluciones deben llegar rápidamente, para beneficiar a propietarios y solicitantes de lotes de terreno, por la vía del consenso.
 
Las actuales autoridades departamentales, no movieron un dedo para buscar soluciones, las que tuvieron que llegar desde la sede de gobierno. Si las cosas siguen así, el siguiente gobernador y los legisladores departamentales, están obligados a presentar soluciones de inmediato, porque las necesidades de vivienda, son urgentes.
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