Camino verde

17/04/2010
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Si algo caracteriza la campaña Mockus-Fajardo es la no agresión. Ellos y su equipo están demostrando que el camino hace parte de la meta, y, estoy seguro porque los conozco bien, que tampoco la meta será el fin, sino que seguirá siendo camino para lograr fines externos a ellos como dirigentes y como personas.
 
Ambos lo han reiterado en palabras diferentes: el fin no justifica los medios. Aún sin gobernar el país, ese es el primer aporte a la democracia y a la civilidad colombiana que están haciendo los dos ex alcaldes. Se gobierna desde que se empieza a buscar el poder, porque ser candidato -en especial si se tiene acogida en las encuestas sea cual fuere la cifra- ya otorga poder, pues se influye en el comportamiento de miles de ciudadanos.
 
Y como tanto lo ha expresado Fajardo, la decencia es clave en esta inédita forma de hacer política. Decencia es respeto por los demás candidatos, y nunca usar tácticas bajas ni triquiñuelas, ni guardar cartas bajo la mesa para contendores ni ciudadanía.
 
Cualquier observador desprevenido nota la diferencia de estilos entre la comprometida dupla verde Mockus-Fajardo y los otros candidatos. Éstos, por ejemplo, tienen la costumbre de ocuparse más de sus rivales que de sus propios programas y estrategias.
 
¡Qué sano y edificante sería que desde ya todos los candidatos se concentraran en su propia ruta, en su labor, en sus propósitos! Nunca es tarde, y aún pueden cambiar ese bicentenario estilo pendenciero.
 
Hacer política también es educar, como igualmente lo es gobernar, y la lección que los dos profesores están dando quedará para las generaciones políticas nuevas y para toda la sociedad. En un país donde la violencia feroz es histórica e impera en campos y ciudades, mal hacen sus líderes en agredirse verbalmente.
 
Desde el mismo camino hacia el poder empieza la transformación de Colombia, que debe ser estructural y humana, y no coyuntural. Desde el camino debemos empezar a insertar al país en el siglo XXI, así toque saltarnos los numerosos años perdidos en el pasado, mientras cientos de países nos pasaban de largo. Colombia tiene derecho y condiciones para ser honesta, educada, cívica, desarrollada, equitativa y feliz.
 
Todos los candidatos tienen aptitudes, son preparados, respetables, y no podemos discriminarlos entre ángeles y demonios, porque no lo son. Pero por encima del pasado reciente y más lejano, los colombianos debemos escoger conscientemente y con visión de futuro al aspirante más adecuado para este crucial momento de quiebre político y, en especial, de cambio cultural, luego de varios años de polarizaciones, oscuridades, momentos grises y palabrerías y disputas necias y vanas.
 
Cada ataque de cualquier candidato engrandece al que lo recibe, esa debe ser la consigna. Tiene que haber discusión y debate, pero sobre ideas y programas. La mira es hacia adelante, desmontando pedestales pero teniendo en cuenta los aciertos anteriores. Sin ensañamientos contra Uribe ni contra nadie, pues el terreno, la realidad y el futuro son otros como corresponde a la dinámica de la alternancia democrática y al avance mundial. Ya la justicia en su autonomía actuará según le corresponda, como es su deber con cualquiera si encuentra méritos para ello.
 
Mesura con utopía, prudencia con sensata osadía, entusiasmo sin triunfalismo, sinceridad con estrategia limpia, ese debe ser el camino verde hasta el 30 de marzo. Y ese mismo día, dentro del marco de las condiciones y propuestas esenciales del equipo ganador -que hoy todo indica será el verde-, las puertas del nuevo gobierno deberán abrirse para todos, incluyendo los perdedores que quieran compartir el manejo sin condiciones burocráticas y con una seisena de inamovibles iniciales: cero corrupción, cero violencia, cero ilegalidad, cero clientelismo, cero narcotráfico y cero abuso del poder.
 
Advertencia: la mayoría y el entusiasmo verde hoy son indiscutibles, pero eso no basta, pues esa marea -como ingeniosamente la denominó Héctor Abad Faciolince- se debe solidificar en votos el 30 de marzo (y cuidarlos…). Es la formalidad aceptada y lógica de la democracia. La inteligencia colombiana que es mucha, y el corazón que es inmenso, no son sólo para pensar y vibrar sino también para actuar en el momento justo.
 
- Álvaro González Uribe es Abogado, investigador y columnista
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas Nº 202, Corporación Viva la Ciudadanía. www.vivalaciudadania.org
https://www.alainet.org/es/active/37448

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