La revolución agotada

14/03/2010
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A los tres años la “revolución ciudadana” parece agotada. En primer lugar habría que señalar que el término revolución lo usamos en un sentido laxo, porque en rigor no ha habido revolución alguna, sino un proceso de reformas que se ha dado enteramente en el campo del capitalismo y el de la democracia representativa.

En esta fase, de indudable éxito, “la revolución ciudadana” cumplió sus metas rápidamente y  agotó así mismo velozmente su curso progresivo, para comenzar una etapa de institucionalización de un régimen estatalista de control del mercado y de un proyecto neo desarrollista modernizador en lo socio económico, con un sistema político fuertemente presidencialista, que se asienta en la cultura política de  personalismos caudillescos de los cuales está plagada la historia política del Ecuador.

Un proyecto de este tipo en realidad no necesita de una organización popular independiente que lo respalde. Necesita simplemente un apoyo electoral centrado en el líder, y en efecto esto es lo que ha estado ocurriendo.

Haciendo un recuento del origen y desarrollo de este fenómeno político llamado “revolución ciudadana” encontraremos que  el punto de partida fue sin lugar a dudas  “la rebelión de los forajidos” que tenía como antecedentes una grave crisis política institucional en donde se vivía una suerte de empate catastrófico expresándose en que los de arriba no podían gobernar y los de abajo tampoco. El movimiento de los trabajadores de la década de los 80 había sido derrotado, en gran medida por sus propios errores y vacilaciones,  el movimiento indígena junto a los movimientos sociales que constituyeron la continuidad de la resistencia fueron de igual manera vencidos, a pesar de haber protagonizado una gran lucha de resistencia al neoliberalismo, pero con la incapacidad manifiesta de articular un proyecto liberador independiente del conjunto de los oprimidos, con su correspondiente política de alianzas para constituir un bloque popular. En ese impase y con esos antecedentes apareció entonces la clase media que buscó resolver la crisis a su manera. Encontró un líder carismático, Rafael Correa, y más que un programa se armó del imaginario del país decente y otras ambigüedades como la lucha contra la partidocracia y el “antipeluconismo” que daban cuenta de un discurso anti oligárquico que fue ganando la simpatía de la mayoría de la población.  El proceso fue rápido lleno de improvisaciones y se fue armando por el camino con ciertas dosis de nacionalismo antiimperialista y el ideal de recuperación del Estado como representante de los intereses generales de la sociedad.

La verdad es que el proceso político que abrió esta coalición heterogénea llamada Alianza País que aglutinando a tecnócratas, ex izquierdistas y otros elementos de las capas medias logró revertir la crisis política y pudo imponer rápidamente todas sus propuestas iniciales, que no fueron menores, pero ninguna de ellas significaba cambios de tipo estructural, se desmanteló la base norteamericana en Manta, se desplazó la antigua hegemonía oligárquica que usufructuaba del petróleo y está afincada en la agricultura de exportación y el mercado interno. Se instauró un proceso constituyente que dio como resultado un nuevo entramado constitucional, más democrático. La nueva constitución recientemente aprobada es un reflejo del imaginario de  las clases medias y su consabido eclecticismo, sin duda, es un avance si las comparamos con las constituciones anteriores, se eliminó por ejemplo casi todas las formas de precarización laboral, en este sentido eliminó los excesos neoliberales lo cual no deja de ser importante. La nueva Constitución que es una mezcla un poco barroca andina de varias vertientes: el pensamiento liberal clásico, el pensamiento ancestral andino, un fuerte componente ecologista y de género, tendencias humanistas modernas, nacionalismo y un cierto antiimperialismo articulados por el discurso de la participación ciudadana, esta Constitución representó el logro máximo de esta “revolución”

El gobierno ha realizado una fuerte inversión social en salud, educación e infraestructura vial, ha aumentado al doble el subsidio a los más pobres, en fin la “revolución ciudadana” cumplió en gran medida con lo prometido. Ganó todas las elecciones con lo cual se fue de alguna manera fortaleciendo. Pero en definitiva “la revolución ciudadana” al cumplir con sus promesas y propuestas se agotó, de ahora en adelante lo que viene es el largo y espeso camino de su institucionalización. Se afirma el poder personal del líder, no logra articular organización popular independiente, se bate a dos frentes contra la derecha tradicional y contra la organización popular e indígena, intentando dividirlos, contra los maestros y asentándose en una capa profesionalizante y tecnocrática junto a los nuevos sectores empresariales emergentes. Todo lo que venga en el futuro será avanzar en esa vía desarrollista extractivista de petróleo y minerales salvo que la resistencia a esto último cobre fuerza y se lo impidan, cuestión que puede ocurrir, eso va a depender de la correlación de fuerzas que se vaya configurando. En definitiva tenemos un gobierno que podrá hacer una que otra política que favorezca a los sectores populares, pero nunca un gobierno que haga una política con los sectores populares. La diferencia es cualitativa.

En el inicio de la revolución ciudadana hubo un intento de impulsar un proyecto de capitalismo popular, pero los  tímidos intentos fueron dejados de lado y se encaminaron por la vía de reconstituir una nueva hegemonía sobre la base de una economía de mercado controlada por el Estado en donde  no ha habido nacionalizaciones, ni nada indica que las habrá.

Además se proyecta un eje de desarrollo hacia el exterior articulado por el eje Manta-Manaos hacia el Brasil y hacia la consolidación de la inversión China que más bien indica una especie de diversificación de la dependencia

El  aspecto  que parecía más  novedoso, el de la participación ciudadana, ha devenido en un proceso de institucionalización burocrática en donde se va borrando todo rasgo de representatividad social.

Llama la atención también el agudo enfrentamiento del Presidente Correa, todos estos años, con los grandes medios de comunicación, que a falta de una oposición política de derecha seria, se han constituido en actores políticos. El presidente Correa ha logrado en alguna medida deslegitimar a los medios lo cual es un hecho sorprendente y  ha ganado por lo menos tres elecciones con la abierta oposición de estos, el recurso comunicativo que le ha resultado más eficaz es la cuenta pública que realiza todos los sábados que se presenta como una rendición de cuentas ante la ciudadanía, que de esta manera pasiva se siente involucrada en un proceso en el que en realidad es mera espectadora. La cuestión es que comunicativamente hablando el Presidente y su aparato propagandístico ha respondido al funcionalismo mediático de derecha con un funcionalismo mediático de centroizquierda en cuanto a los contenidos, es decir, se buscan efectos, no reflexión, discusión, ni menos diálogo entre los actores sociales.

Finalmente si el discurso también sirve de medida de las tendencias, constatamos que a los tres años del gobierno de “la revolución ciudadana” las alusiones al socialismo del siglo XXI se han vuelto cada vez más infrecuentes hasta casi desaparecer.

Aquellos que esperaban que el proceso se fuera radicalizando progresivamente hacia la izquierda, sin duda deben estar decepcionados, la revolución ciudadana se ha ido definiendo como un proceso más de reforma capitalista.

- Leonardo Ogaz A es catedrático univesitario

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