Ciudadanos de primera, segunda, tercera y cuarta clase

13/06/2009
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En el Perú hay ciudadanos de primera, segunda, y vaya usted a saber de cuántas clases más hacia abajo. Lo dijo el Presidente de la República, Alan García Pérez, en un discurso al aire libre el 6 de junio, aludiendo a los habitantes amazónicos de las provincias del Norte del Perú que protestan, indignados, por unos decretos legislativos inconstitucionales que los perjudican. “Ellos no son ciudadanos de primera clase …” fueron sus palabras. (Se vio la filmación en el programa de Canal 2 “Enemigos íntimos” de Beto Ortiz, del 6/6/2009).

El Presidente no mentía y ni siquiera exageraba.

Se podría colegir que son ciudadanos de primera clase los blancos con dinero; son de segunda clase, los mestizos con dinero o con instrucción superior; son de tercera clase, los mestizos oscuros, en su mayor parte trabajadores; y son de cuarta clase, los campesinos indígenas y nativos de la selva.

Continúa rigiéndonos la nomenclatura racial impuesta por la Corona Española durante el Virreynato. La República, apenas instalada, derogó las leyes que la sustentaban. Pero no abolió esta oprobiosa diferenciación racista que sigue imperando, impuesta desde arriba por la primera casta, como correlato de la explotación de las castas inferiores.

Las reglas formales le vedan al Presidente de la República invocar esa nomenclatura. Más aún, le prohíben defenderla, porque él está absolutamente sujeto a la Constitución, y ésta declara la igualdad de todos ante la ley y que nadie debe ser discriminado por motivo de origen, raza, sexo, idioma, religión, opinión, condición económica o de cualquier otra índole (art. 2º, 3). Calificar a un grupo de ciudadanos, cualquiera que sea su número, como extraño a la primera clase, es proclamar una discriminación palmaria.

Un antiguo proverbio judío enseña que al hombre se le conoce cuando está embriagado, colérico o le tocan el bolsillo (Becaso, becoso, bequiso). El Presidente de la República no estaba embriagado, o por lo menos no aparentaba estarlo; sí estaba alterado por la cólera o daba esa impresión; ¿los ciudadanos amazónicos le tocaban el bolsillo? Se tendría que indagar en el contenido de los decretos legislativos cuya derogación reclaman.

Poco después de instalada la Primera Junta en Buenos Aires, en 1810, el gran patriota que la integraba, Mariano Moreno, hizo desterrar a un capitán por haberse atrevido a llamar “primer rey y emperador de América” a otro miembro de la Junta. "Un habitante de Buenos Aires ni ebrio ni dormido —dijo Moreno— debe tener expresiones contra la libertad de su país."

Gestos como éste serían catalogados como estrafalarios en nuestro país. En consecuencia, la declaración presidencial no merecerá probablemente ningún reparo de la clase política oficial (una ciudadanía de segunda clase en la nomenclatura colonial) y será olvidada cuanto antes. Pero tal vez induzca a reflexionar a los demás estratos de la población, que se mueven bajo la ciudadanía de primera clase, sobre la razón última por la cual un poder minoritario, aunque anacrónica y ridículamente altanero, puede disponer el exterminio de los ciudadanos de tercera y cuarta clase. Más allá de las lamentaciones por las muertes absurdas en los departamentos amazónicos (los decretos legislativos 1064 y 1090 tuvieron que ser suspendidos indefinidamente por el Congreso de la República), la gran lección de este suceso es que las gentes del pueblo le van perdiendo el miedo a las cachiporras y las balas.

- Jorge Rendón Vásquez es Profesor Emérito de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Presidente de la Asociación Peruana de Abogados Laboralistas

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