Marco Enríquez-Ominami y el debate democrático
- Opinión
Nadie queda indiferente ante la irrupción de Marco Enríquez-Ominami en la contienda presidencial. Lo que llama la atención son los adjetivos -a veces irrespetuosos- con que trata a este fenómeno electoral la llamada “clase política” tradicional.
Marco Enríquez-Ominami tiene todo el derecho a expresar públicamente su propuesta de Gobierno en momentos que la contienda electoral presidencial entra de lleno en una fase de decisiones y propuestas concretas a una ciudadanía cansada de promesas incumplidas y, frente a una “clase política” que tiene una mala evaluación de cómo hace las cosas y tramita las leyes en el Congreso. Esta última aseveración está totalmente reflejada en todas las encuestas de los últimos 5 o 6 años.
Pero, bastó que las famosas encuestas de opinión lo ubicaran por sobre el 10% en la intención de voto para que este joven Diputado, heredero de una variada tradición política heroica por su padre biológico y de profunda ética política por su abuelo Gumucio, empezara a sentir lo que significa desafiar el actual status quo tan desprestigiado como inoperante. Este es precisamente el sentimiento de una amplia mayoría de jóvenes que no se inscriben en los registros electorales y tampoco tienen interés en hacerlo, por lo menos en el corto plazo.
No es el caso aquí analizar los variados comentarios que esta sui generis candidatura ha causado al interior del Partido Socialista, ni tampoco auscultar los dimes y diretes en que están enfrascados tanto el candidato Enríquez-Ominami, como el senador Camilo Escalona. Distinto es lo que pasa con algunos comentaristas políticos que en algún momento han sido nada menos que altos funcionarios de la misma coalición a la que pertenece el joven Diputado y hoy flamante candidato presidencial transversal.
Le hace muy bien al libre ejercicio democrático y a la expresión de ideas sin dobles intenciones, por ejemplo, lo expresado por Ignacio Walker en “
Bien distinto es el locuaz comentario de Jorge Correa, ex subsecretario del Interior y, hasta hace poco, miembro del Consejo de Defensa del Estado. Para este abogado, un matiz importante entre los jóvenes es clavar techos para Chile y un distintivo de peso es no usar trajes elegantes… Estas “cualidades” pondrían a un candidato joven como “solidario y comprometido” y en otro sentido como un personaje “con un aire bohemio de artista”. Este forma sutil de ver las cosas, no ayudan a un correcto discernimiento sobre el derecho que tiene un joven parlamentario a postularse como candidato ante una ciudadanía cansada de ver a los mismos de siempre en altos cargos públicos.
Ya es hora que todos entiendan que en Chile pasó el tiempo de las intrigas de cualquier tipo con tal desprestigiar a un líder político, más si este tiene el mérito de ser emergente, es decir, que sea joven y con ideas de cambio efectivo sin eufemismos. El estilo del descrédito a priori no le hace bien a la democracia y menos aun en este nuevo siglo el situar a personajes del ambiente político entre ángeles y demonios, ese “estilo” es lo que amplios sectores ciudadanos y en especial juveniles ya no quieren más.
Respecto a la unidad y a la exclusión política -producto del sistema electoral binominal- nos parece que Marco Enríquez-Ominami ha sido claro. En primer lugar, plantea que su candidatura nada tiene que ver con las propuestas que ofrece a Chile el candidato de la derecha Sebastián Piñera. Y, respecto al pacto electoral contra la exclusión entre
Así las cosas, sea en primera vuelta o segunda, está claro que esta candidatura emergente y llena de entusiasmo no solo mediático, sin duda, ayudará decisivamente a que en el país no gane la presidencial el candidato Piñera que, de ser así, en la praxis serviría para que el capital financiero haga y deshaga sin límites y, como consecuencia de ello los trabajadores tengan que seguir pagando los costos de los desaciertos del capitalismo que se debate en el mundo entre la agonía y la recomposición.
Una amplia mayoría ciudadana democrática que no aceptó la dictadura quiere ver a sus candidatos presidenciales, sean Frei, Arrate, Navarro o Enríquez-Ominami, debatiendo ideas a favor de los trabajadores, de los más pobres, desamparados y excluidos. Es el propio bien común quién lo exige, por lo tanto en este contexto y momento político que vive el país resultan oportunas las prudentes palabras de la presidenta Michelle Bachelet cuando señala que: “el problema de
- Jaime Escobar es Editor de “Crónica Digital” y “Reflexión y Liberación”.
http://www.cronicadigital.cl/modules.php?name=News&file=article&sid=14986
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