Gobierno de León Febres Cordero (1984-1988)

Resistencias al autoritarismo de Febres Cordero

08/09/2008
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 Luchas populares LFC wp
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Introducción

 

¿Por qué y para qué un nuevo libro sobre el gobierno de León Febres Cordero (1984-1988) y las resistencias de los movimientos sociales si el socialcristianismo se bate en retirada, varios de sus connotados representantes reniegan de él y creen que sus crímenes y arbitrariedades son cosa del pasado, que no merecen someterse al escrutinio público y peor al veredicto de la justicia?

Me decidí a difundir esta investigación periodística inédita realizada en 1994 para el Centro de Estudios y Difusión Social (CEDIS) -que ha sido ampliada, profundizada y corregida- porque siendo uno de los gobiernos más autoritarios, que inauguró en el Ecuador las desapariciones forzadas de personas, los asesinatos extrajudiciales e institucionalizó la práctica de la tortura, sus actuaciones han quedado en la impunidad.

Las Madres de la Plaza de Mayo suelen decir: “Acaso lo opuesto al olvido, no sea la memoria sino la justicia”. Sin embargo, en el Ecuador no ha sido posible, hasta ahora, que se haga justicia. Algunos de los responsables de las violaciones de los derechos humanos, como el ex-Ministro de Gobierno, Luis Robles Plaza, ya han fallecido y otros que viven se pasean por las calles impunemente o incluso ocupan cargos de elección popular aprovechando la fragilidad de la memoria de los ecuatorianos y ecuatorianas.

Y no ha habido justicia, precisamente, porque Febres Codero abandonó el gobierno pero no el poder. Desde su residencia de El Cortijo en Guayaquil siguió mandando en el país por lo menos hasta el año 2006. Su partido pasó a controlar el Congreso y desde el Congreso ejerció una gran influencia sobre la función Ejecutiva y la Corte Suprema de Justicia, el Tribunal Supremo Electoral, el Tribunal Constitucional y los organismos de control del Estado.

En el gobierno socialdemócrata de Rodrigo Borja (1988-1992), cuando estuvo de fiscal de la Nación, Fidel Jaramillo (ya fallecido), hubo un intento de abrir un proceso contra el Ing. Febres Cordero por el caso Ran Gazit, pero todo quedó en eso: en un intento. Pese a que Borja contó con una cómoda mayoría en el Congreso, no tuvo la voluntad política para ventilar y fiscalizar la gestión de Febres Cordero. Desde entonces, nadie se atrevió siquiera a mencionar la posibilidad de juzgar la violación a los derechos humanos de los años ochenta, ya sea por temor a ser enjuiciado o por tener la certeza de que iniciar un proceso judicial sería un ejercicio inútil e infructuoso pues los jueces, muchos de ellos socialcristianos, jamás iban a tramitarlo.

Lo que no contaban los socialcristianos fue que en el 2006 triunfara en las elecciones presidenciales Rafael Correa Delgado, un guayaquileño que, encabezando un movimiento ciudadano, no solo cuestiona a la vieja y corrompida “partidocracia”, sino que disputa el poder en los considerados bastiones de la oligarquía -Guayaquil y la provincia del Guayas-, derrotándolos en las urnas de forma contundente no solo en las presidenciales sino en el proceso de la Asamblea Constituyente.

Con la Comisión de la Verdad, creada por Rafael Correa, recién vuelve la esperanza de que no quede sepultada con un gruesa capa de impunidad aquellos actos que perturban y distorsionan el sistema democrático y afectan a la víctimas que, en todos estos años, no han podido lograr que en el país se aplique una política de verdad, justicia y reparación como se lo ha hecho en otros países que han vivido iguales o peores situaciones que en Ecuador.

Esta publicación apunta a apoyar el trabajo de la Comisión de la Verdad, y está inspirado en la frase de Martín Luther King que dice: “Nuestras vidas empiezan a terminar el día en que silenciamos las cosas que importan”. En efecto, no podemos callar ahora, como no nos callamos antes, cuando hay una nueva generación de ecuatorianos y ecuatorianas que desconoce que el país vivió, en la década de los 80 del siglo pasado, uno de los períodos mas oscuros y difíciles desde que se produjo el retorno al régimen democrático en 1979.

¿Cuál es el rasgo fundamental del febrescorderismo? Inspirado por ideas del ultra conservador presidente estadounidense Ronald Reagan, y de la primera ministra británica Margaret Thatcher, Febres Cordero pretendió implantar el modelo neoliberal en el país por medio de una política de Estado autoritaria, que utilizó frecuentemente los recursos del miedo y el terror para paralizar y fraccionar a todos aquellos que se oponían a su proyecto.

La intelectual canadiense Noemí Klein sostiene que el modelo de libre mercado se impuso en el mundo mediante la doctrina del shock: aprovechó las profundas conmociones que provocan en las sociedades las catástrofes naturales, las guerras, las crisis políticas, los golpes de Estado, los ataques terroristas, etc., para imponer las teorías fundamentalistas del libre mercado de la Escuela de Chicago, de la cual Milton Friedman es su máximo representante. Estos propugnaban el retorno al “capitalismo puro”: reducir al mínimo el rol del Estado, privatizar todo lo imaginable (la educación, la salud, etc.), desbaratar el “estado de bienestar”, etc. Esta imposición, a menudo, incluyó formas de violencia estatal como torturas, encarcelamientos, represión policial, exilios, etc.

“A la luz de esta doctrina -la del shock-, los últimos 35 años adquieren un aspecto singular y muy distinto del que nos han contado. Algunas de las violaciones de derechos humanos mas despreciables de este siglo, que hasta ahora se consideraban actos de sadismo fruto de regímenes antidemocráticos, fueron de hecho un intento deliberado de aterrorizar al pueblo, y se articularon activamente para preparar el terreno e introducir 'reformas' radicales que habrían de traer ese ansiado libre mercado. En la Argentina, en los años setenta, la sistemática política de 'desapariciones' que la Junta llevó a cabo, eliminando a más de treinta mil personas, la mayor parte de los cuales activistas de izquierdas, fue parte esencial de la reforma de la economía que sufrió el país, con la imposición de las recetas de la Escuela de Chicago; lo mismo sucedió en Chile, donde el terror fue el cómplice del mismo tipo de metamorfosis económica”

Febres Cordero, pese a haber sido electo por el voto popular, gobernó empleando las tres “p” de los tiempos dictatoriales:

 

  • Plata para los amigos.
  • Palo para los indecisos.
  • Plomo para los enemigos.


El régimen de Febres Cordero, sobre todo, se ensañó contra los integrantes del movimiento insurgente Alfaro Vive Carajo que se gestó durante el gobierno demócrata cristiano de Osvaldo Hurtado (1981-1984). Decenas de sus miembros y especialmente sus dirigentes fueron ejecutados extrajudicialmente por las fuerzas especiales de la policía y del ejército, en un país en el que no hay pena de muerte. Otros tantos fueron torturados cuando las leyes y los acuerdos internacionales como la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanas o Degradantes de la cual el Ecuador es signatario la prohíben. Algunos fueron desaparecidos.

Ni siquiera los actos de violencia llevados a cabo por AVC, como la muerte de varios policías, secuestros y robos, pueden justificar el terrorismo de Estado con el que respondió Febres Cordero. Los militantes de AVC debían ser juzgados de acuerdo a la legislación vigente y tenían derecho a defenderse.

Luego de pasar revista de este período se puede concluir que el fenómeno insurgente fue sobredimensionado intencionalmente por el régimen con dos objetivos fundamentales: El primero, crear una estructura de inteligencia y represión al interior del Estado, que sobrevivió en los siguientes años, y el segundo, generar un clima de terror y miedo para golpear y desarticular al movimiento sindical y popular, a los partidos de oposición, a sectores de la prensa que no comulgaban con el régimen, a la Iglesia de los pobres, a las organizaciones estudiantiles, poblacionales y campesinas.

El régimen de Febres Cordero dirigió también todas sus baterías contra las trincheras del campo popular, utilizando tanto los aparatos represivos del Estado como grupos paramilitares que cometieron numerosos abusos y crímenes, siendo protegidos desde las esferas oficiales.

Las luchas de resistencias al febrescorderismo autoritario, a las cuales está consagrado este libro, dejaron un trágico y extenso saldo de muertos, heridos, torturados, encarcelados y perseguidos (según la Comisión Ecuménica de Derechos Humanos (CEDHU desde 1984 a 1988, se registraron 126 homicidios a manos de la fuerza pública; 240 personas torturadas; 200 incomunicadas; 500 privadas de su libertad arbitrariamente, 100 domicilios violados y 7 desaparecidos)

Pero estas luchas deben valorarse ahora en alto grado pues permitieron, junto a otras protagonizadas por sectores militares inconformes, hacer retroceder al proyecto oligárquico que culminó repudiado por la población y envuelto en escandalosos casos de corrupción que, lamentablemente, también han quedado en la impunidad.

Quito, septiembre de 2008

 

Índice

Introducción

Capítulo I
1984: EL ASCENSO DE LA DERECHA

Capítulo II
1985: HACIA EL CONTROL TOTAL DEL PODER

Capítulo III
1986: DECLIVE DEL REGIMEN SOCIALCRISTIANO

Capítulo IV
1987: QUIEN SIEMBRA VIENTOS...

Capítulo V
1988: LA RETIRADA

 


* Documento disponible en PDF

 

 

 

 

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