Nubarrones en el horizonte de la Concertación

26/07/2008
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Los partidos de la Concertación no sólo deben conseguir capturar el entusiasmo y la adhesión de la mayoría de los chilenos como hace 20 años atrás, sino también precisan convocar a los ciudadanos en la construcción de un proyecto de futuro para el país.

A pesar de que comparativamente la economía chilena se sitúa entre las más saludables y fuertes del continente, siempre es conveniente recordar que las fortalezas del país siguen basándose en la producción y exportación de bienes primarios, o sea, Chile aún posee una economía fundamentalmente primario-exportadora (cobre, frutas, vino, celulosa, salmón), y está, por tanto, sobre-expuesto a cualquier remezón del sistema económico internacional.

La actual crisis mundial que afecta centralmente a las economías más desarrolladas y que repercute sin discriminación en todos los países del planeta, también ha conmocionado Chile a través del aumento del precio de los combustibles y de los alimentos (especialmente granos y lácteos). La inflación es el síntoma más claro de una crisis que amenaza al conjunto de los países y la receta tradicional - y casi automática para combatirla - es reducir el gasto público y desincentivar el consumo por medio del aumento de las tasas de interés. Chile no es una excepción a la regla. El país registra una inflación de 6,7%, que supera en más del doble a la proyectada para el año 2008, algo impensable hace muy poco tiempo atrás, de acuerdo con la mayoría de los economistas oficiales. Por lo mismo, la “autoridad económica”, o sea, el Consejo del Banco Central decidió actuar de la manera más previsible: aumentar la tasa de interés de 6,75 a 7,25% anual, el nivel más alto desde enero de 1999.

Con su decisión el Banco Central busca reducir la demanda interna, la cual, de acuerdo con el comunicado, continua creciendo a elevadas tasas sobretodo en los productos importados. La medida sin lugar a dudas profundizará la desaceleración que venían mostrando los créditos de consumo, por la reducción de la oferta bancaria y por la menor demanda de las personas, en función del encarecimiento de los préstamos.

El diagnostico de la coyuntura nacional indica que el nuevo escenario de la inflación responde a un fenómeno mundial que ha provocado los aumentos de precios de los bienes energéticos (petróleo y sus derivados, gas y electricidad) y de los alimentos. De hecho, tanto en su matriz energética como en relación con la seguridad alimentaria, Chile posee vulnerabilidades difíciles de resolver en el corto plazo. En la disponibilidad de petróleo y gas natural, el país es altamente sensible a las fluctuaciones de los precios internacionales y específicamente en el caso del gas natural, es muy dependiente de los envíos que pueda realizar la vecina Argentina. Ya en lo que respecta a productos de la canasta de alimentos, Chile no posee auto-suficiencia en determinados rubros básicos, como el trigo, arroz y leite, entre otros.

En resumen, el aumento de los precios de los servicios y alimentos básicos, la inflación y el insuficiente reajuste del piso salarial (salario mínimo), han provocado una sensación de cansancio y descontento por parte de la población chilena. Por lo menos, eso es lo que parecen reflejar los estudios de opinión que se han efectuado en el último tiempo.

Según datos divulgados recientemente por el Centro de Estudios Públicos (CEP) un 52 por ciento de los consultados desaprueba el desempeño económico del gobierno, en cuanto un 48 por ciento reprueba los resultados obtenidos por la gestión del gabinete de la Presidenta Michelle Bachelet.

Reaccionando a los resultados obtenidos por la encuesta, el Ministro Secretario General de la Presidencia, José Antonio Viera-Gallo declaró que si no existiese la crisis internacional la aprobación del Ejecutivo habría sido bastante más alta. De acuerdo con la autoridad, una das razones más evidentes de ese desencanto se debe a las funestas consecuencias que representa el aumento de los intereses financieros en una población que posee un alto grado de endeudamiento, en parte debido a los estímulos y facilidades de crédito para consumo. En las palabras del Ministro: “Creo que se habría producido un repunte muy notable si no tuviéramos a crisis internacional. La mayor preocupación por la inflación y por las alzas de precio que golpea el bolsillo de las familias es el que determina la mala percepción de los electores.”

Aunque aceptemos que la crisis internacional tiene inevitables impactos sobre el desempeño de la economía nacional, una explicación de ese tipo para justificar la insatisfacción de la ciudadanía con la administración imperante es con certeza insuficiente. A nuestro entender, estos problemas son meramente coadyuvantes o agravantes de circunstancias que, al igual que la crisis mundial, tiene una causal estructural. Una observación más cuidadosa sobre la situación en que se encuentra la gran mayoría de las naciones, nos demuestra que casi todas ellas conviven con deficiencias endémicas: pobreza humillante, desigualdad, ausencia de protección social, vulnerabilidad, riesgo, inseguridad urbana, falencia del sistema de salud, explotación excesiva y abusiva de la fuerza de trabajo, actividades predatorias de las empresas, desconsideración por los derechos de las minorías, falta de perspectiva de la juventud, etc.

Atribuimos, por lo tanto la caída en la popularidad de la presente administración, a aspectos de largo plazo, relacionados con la forma como los diversos gobiernos de la Concertação han enfrentado la herencia de la dictadura y su impronta neoliberal. A esta altura, está suficientemente demostrado como los problemas de la desigualdad en Chile se explican principalmente por las condiciones estructurales de la sociedad: la concentración de la propiedad, la frágil organización social y sindical, la propagación de hábitos de consumo en las clases medias y altas propias de países industrializados, los bajos niveles de educación y capacitación técnica, y el rezago tecnológico. Se puede sostener que estamos ante aquello que Antonio Gramsci diferenciaba entre lo que es permanente y lo que es “ocasional”, entre lo que es “orgánico” y lo que es contingente. Para el pensador italiano, es fundamental establecer esta distinción a la hora de efectuar un análisis de la realidad social y tener claro lo que es esencial en la estructura y aquello que sólo está ahí por circunstancia. [1]

Agravado por este déficit “orgánico”, la actual gestión de la Presidenta Bachelet esta defraudando las enormes expectativas que existían al inicio de su mandato: gobierno ciudadano, paridad y fin a la histórica discriminación de las mujeres, combate a las desigualdades, cambio cultural y sustitución de las antiguas elites.[2] Por ejemplo, el malestar provocado con la implementación del nuevo sistema de transporte público en la capital – Transantiago – se hizo más virulento porque el diseño y la ejecución del proyecto se realizaron sin la participación de la sociedad civil. Y no resulta trivial que esto haya sucedido precisamente bajo un gobierno fundado, enfáticamente, en un discurso que valoriza su empatía y aproximación con los ciudadanos.

Por su parte, parece ser que la promesa de avance en materia de protección social como la gran tarea de este gobierno, aún está para ser cumplida. Además, la idea del cambio cultural asociada al primer gobierno presidido por una mujer en un país considerado conservador, alentó por lo mismo, muchas expectativas entre las minorías. El hecho de ser una mujer simbolizaba el ingreso de los excluidos secularmente en la administración de los asuntos políticos. Los temas relativos a los derechos de las mujeres y la superación de una moralidad retrograda, han sido crecientemente polémicos en el Chile post-dictadura (por ejemplo, la ley de divorcio y el uso dos métodos contraceptivos). Muy pocos dudaban que, durante el gobierno de la Presidenta Bachelet, se produciría una expansión de los derechos civiles y, ciertamente, serian las mujeres las principales beneficiarias.

Hoy impera el desencanto frente a esta posibilidad. Sumado a la dificultad para hacerse cargo de nuevos conflictos e impasses que emergen en la sociedad, se debe tener en cuenta la erosión de legitimidad que representa no posibilitar a discusión de temas considerados perturbadores para la estabilidad y el orden institucional.
[3]

Las elecciones y una eventual fractura concertacionista

Junto a estos problemas internos y a las restricciones impuestas por la reinante “coyuntura” económica mundial, se adiciona una situación inédita que está colocando en riesgo la continuidad de la alianza entre los partidos que conforman la base del gobierno. Sucede que para las elecciones municipales de octubre próximo, dos partidos del conglomerado (Partido por la Democracia y Partido Radical Social-demócrata) decidieron unilateralmente concurrir en lista separada para la votación de los concejales. Esto podría significar la fractura definitiva de la coalición  - que va a cumplir 20 años al final del presente período – en el caso de que estos mismos partidos decidan llevar un candidato propio para la contienda electoral del 2009.

La ruptura también puede venir por el lado de la Democracia Cristiana, que ha anunciado en diversas ocasiones que no va a renunciar a su legitimo derecho de llevar un candidato de su partido, considerando que los últimos dos presidentes representaron el ala socialista. Para ellos, no respetar la alternancia de partidos significa desconocer los acuerdos mínimos que se definieron antes de la formación del bloque.

A todas luces parece evidente que la posibilidad de un triunfo electoral con una división dentro de esta agrupación es bastante improbable, considerando que en los últimos tres sufragios la Concertación sólo consiguió vencer en segunda vuelta (balotage) gracias al apoyo de los partidos del Bloque Juntos Podemos (Comunistas y Humanistas) y aún así con un porcentaje no muy expresivo. Mientras se mantenga el fraccionamiento de la intencionalidad del voto entre una derecha con resabios pinochetistas y una opción democrática de centro-izquierda, los partidos de gobierno deberían mantener la ventaja demostrada hasta ahora. Si este último sector se divide, las posibilidades de un triunfo electoral son realmente mínimas. Pero será que en el horizonte concertacionista interesa solamente tener éxito en la votación para impedir que la derecha asuma las manijas del poder en los próximos años?

En este punto es valido hacerse la pregunta respecto de lo que puede ofrecer hoy la Concertación para continuar liderando los destinos do país? O en otras palabras, que diferenciaría este nuevo proyecto con lo ya realizado por la coalición en casi 20 años de gestión?

Me parece prioritario, en esta etapa, consolidar y renovar algunos aspectos programáticos que surgen de una autocrítica al interior del conglomerado gobiernista. Por lo tanto, seria preciso reponer una lógica política coherente con el proyecto democrático que le da sentido a este pacto. Para eso, es fundamental fortalecer un equipo en sintonía, dotado de un mandato claro y de todas las facultades necesarias para cumplir una agenda que entre sus tareas prioritarias aborde el desafío de ampliar el campo democrático y la participación efectiva de la ciudadanía, la superación de los obstáculos estructurales de la desigualdad y el fortalecimiento de la protección social (empleo y salarios dignos, educación de calidad y sin fines de lucro, seguridad alimentaria, salud pública universal, sistema previsional solidario, política habitacional integral con vivienda social digna, reforma tributaria con carga progresiva).

Por otra parte, resulta fundamental rescatar aquella mística que caracterizó este acuerdo en la época da su formación, cuando fue pensada para luchar por la recuperación de la democracia en la llamada Concertación de partidos por el No, convocatoria hecha para competir en el plebiscito que pretendía darle continuidad a la dictadura militar.

Ese espíritu y mística fue perdiendo fuerza con el transcurso de los años. Esto ha provocado que tanto los militantes como los funcionarios de los gobiernos concertacionistas abdicaron de la dimensión ética en sus prácticas cotidianas, llegando a utilizar las formas más corrosivas de la acción política. Por eso mismo, en los últimos años ha sido moneda frecuente presenciar actos de falta de probidad, corrupción, mal uso de los recursos fiscales y otras modalidades de descomposición de la función pública. En suma - tal como destaca el cientista político Antonio Cortes Terzi - es necesario redefinir y reorganizar un nuevo ethos y un nuevo proyecto histórico, fundado en la recuperación de una cultura de centro-izquierda. [4]

De aquí surge una nueva pregunta. Podrán los sectores más progresistas del Partido Socialista conciliar y negociar esta agenda de cambios sustantivos en diversos ámbitos, con los sectores defensores del stato quo sea al interior de la Democracia Cristiana, o con los otros partidos de la coalición?

Difícil es tener una respuesta precisa a esta interrogante, pero tenemos certeza que una renovación del proyecto de este conglomerado debe sustentarse principalmente en aquellos aspectos o dimensiones que representan lo que de más progresista posee esta agrupación, es decir, el compromiso en torno de un programa de gobierno que se proponga superar las restricciones “orgánicas” que impiden construir una sociedad más equitativa, solidaria y democrática.

En síntesis, los partidos de la Concertación no solamente deben conseguir capturar el entusiasmo y adhesión de la mayoría de los chilenos como hace 20 años atrás, sino también requieren convocar a los ciudadanos para la construcción de un proyecto de futuro, re-encantando especialmente a los jóvenes, que hasta ahora no encontraron su lugar en el imaginario nacional, de concebir Chile como una comunidad de destino en que todos pueden ser incluidos. Pensamos que estos son los prerrequisitos mínimos que permitirán asegurar la continuidad del gobierno, pues de lo contrario, ciertamente, el éxito de su próximo desafío electoral se verá seriamente comprometido.

- Fernando de la Cuadra es Sociólogo chileno. Miembro de la Red Universitaria de Investigadores sobre América Latina (RUPAL).
http://fmdelacuadra.blogspot.com/



[1] “(...) en el estudio de una estructura, se deben distinguir los movimientos orgánicos (relativamente permanentes) de los movimientos que pueden ser llamados de coyuntura (y que se presentan como ocasionales, inmediatos, casi accidentales). También los fenómenos de coyuntura dependen, ciertamente, de movimientos orgánicos, pero su significado no tiene un amplio alcance histórico.” Antonio Gramsci, Cadernos do cárcere: introdução ao estudo da filosofia. A filosofia de Benedetto Croce. Vol. 1. Rio de Janeiro: Civilização Brasileira, 1999, p. 36.

[2] Estos aspectos fueron colocados en un informe elaborado por el senador Carlos Ominami - ya durante el primer año de ejercicio -  y suscrito por un grupo de parlamentarios e ilustres militantes de la Concertación: “La disyuntiva: una Concertación conservadora o una Concertación al servicio de la mayoría".

[3] Fernando de la Cuadra, “Chile: conflicto, democracia e hipergovernabilidade”, en el sitio Gramsci e o Brasil, http://www.acessa.com/gramsci/?page=visualizar&id=628

 

[4] Antonio Cortes Terzi, “Concertación: mesianismos y regresiones”, en el sitio Gramsci e o Brasil, http://www.acessa.com/gramsci/?page=visualizar&id=843

 

https://www.alainet.org/es/active/25430?language=en
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