A cien años del natalicio de Salvador Allende: Tan vital y lúcido como siempre
29/06/2008
- Opinión
El pasado jueves 26 de junio Salvador Allende cumplió cien años y el nuevo cumpleaños lo encontró tan vital y lúcido como siempre. El paso del tiempo ha proyectado en toda su dimensión el significado de la lucha que encarnó y hoy en prácticamente todos los países del mundo se realizan en su honor actos políticos, culturales, sindicales, que se mezclan con exposiciones, nuevas películas sobre su vida, más libros que recogen su trayectoria y su pensamiento. Se emiten sellos postales que llevan su efigie, importantes periódicos abren portales dedicados a su figura y se han organizado significativos seminarios laborales, tanto en Chile como en Europa, para rendirle homenaje y analizar la situación actual de los trabajadores, a la luz de lo que Allende planteara.
Las múltiples iniciativas que han surgido permitieron establecer, por ejemplo, que en el mundo hay centenares de calles, plazas y parques que llevan su nombre, como así también centros cívicos, hospitales, escuelas e innumerables monumentos con su imagen. Si pensamos que el golpe militar y la brutal represión que lo siguió estaban destinados a borrar su pensamiento, su acción y hasta su existencia, no cabe duda que estamos asistiendo a la derrota de los que provocaron tanta destrucción, muerte y dolor en Chile y América Latina, pero lo más importante es que de ahí emerge, por sobre todo, el triunfo de las ideas y la razón de Allende.
La relación Allende-pueblo
Durante los casi 17 años que duró el régimen militar, Allende fue silenciado. Si se lo nombraba era para desacreditar su obra o para atribuirle todo lo que a los golpistas les conviniera para justificar la ruptura del orden constitucional, los asesinatos y desaparición de personas y las crueles torturas. La dictadura y sus asesores estadunidenses creían que así cambiarían el sentir del pueblo y que éste lo iría relegando al olvido.
La represión logró romper en forma importante el tejido social, reunirse era peligroso, pero al mismo tiempo una necesidad y poco a poco se fueron creando nuevos nexos y formas de organización. Mientras, el régimen militar creaba su “institucionalidad” e imponía una constitución anti democrática, a la que en el pos-pinochetismo apenas se le han hecho unos pocos cambios.
La “democracia protegida” que Estados Unidos promovió en las dictaduras no logró impedir que las organizaciones populares se reactivaran y, así, al iniciarse la década de los ochenta del siglo pasado, se iniciaron las protestas contra la falta de libertades y contra el modelo económico. En Chile la imagen de Allende reapareció en las calles, dibujada en improvisados carteles de papel. La estrategia publicitaria estadounidense y dictatorial había fracasado porque no podía ser de otra manera.
La relación Allende-pueblo era muy estrecha y se había desarrollado en un marco de respeto mutuo. El movimiento popular que fue creando a través de sus cuatro campañas presidenciales era sólido políticamente y tenía un ingrediente que no suele encontrarse en política. Entre 1952 y 1970 Salvador Allende recorrió muchas veces el país, llegó a los lugares más recónditos, conocía a mucha gente y mucha gente lo conocía a él, cuando se anunciaba su llegada en muchos hogares se preparaban para recibirlo y lo consentían con el platillo que sabían que le gustaba. Conocía los problemas de cada localidad y las necesidades de sus habitantes. Y cuando fue elegido Presidente cumplió lo prometido.
Los logros obtenidos en su primer año de gobierno determinaron que desde Washington se implementara un plan económico desestabilizador que provocó desabastecimiento y muchas dificultades para obtener los productos más esenciales. Sin embargo, el apoyo popular al gobierno no disminuyó, porque además de los beneficios económicos recibidos la gente entendió que estaba recuperando su dignidad. El 4 de septiembre de 1973, una semana antes del golpe de Estado, en la celebración del tercer aniversario del triunfo electoral de 1970 participó un millón de personas.
Este conjunto de elementos estableció un nexo especial, como puede apreciarse en los mensajes radiales con que el Presidente se dirigió al pueblo el 11 de septiembre de 1973. Y el pueblo le respondió, no le ha permitido morir.
Presencia inmanente
Para millones de chilenos, Salvador Allende no sólo es el Presidente que creó empleos, que incorporó en un año a un millón de personas al consumo, que profundizó la reforma agraria, construyó decenas de miles de viviendas, promovió la participación popular y le dio medio litro de leche diario a los niños. También es ese “alguien” al que le escriben cartas contándole sus problemas o pidiéndole ayuda, le hacen poemas y los rollitos de papel en los que le dejan estos mensajes los echan a través de las rejas que dan a la cripta del mausoleo en que se encuentran sus restos en el Cementerio General.
A fines del año pasado Televisión Nacional de Chile realizó un programa para el cual un equipo de “sabios” elaboró una lista de 60 chilenos destacados, de los cuales había que elegir a “los 10 grandes chilenos”. Tenían derecho a voto estudiantes y profesores de enseñanza media y universitaria. Votaron cien mil alumnos y maestros y los elegidos fueron Pablo Neruda y Gabriela Mistral, ambos Premio Nobel de Literatura; Violeta Parra, compositora y cantante popular; el padre Alberto Hurtado, canonizado por Benedicto XVI; Manuel Rodríguez, el guerrillero de la lucha por la independencia; Arturo Prat, héroe naval de fines del siglo XIX; Lautaro, el cacique mapuche que se distinguió como estratega militar y derrotó al conquistador español; el cantante y compositor Víctor Jara, asesinado por la dictadura; José Miguel Carrera, uno de los próceres de la independencia, y Salvador Allende, a quien los estudiantes no conocieron.
Poco después el diario La Nación publicaba una encuesta en que la pregunta más importante era: “De los siguientes personajes políticos de siglo XX, ¿con cuál se siente usted más identificado?”. Los personajes eran los ex presidentes Pedro Aguirre Cerda, Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende y Augusto Pinochet, el dictador que se autoproclamó presidente. El 40.9 por ciento votó por Allende. En segundo lugar quedó Pinochet, con el 18.3 por ciento, seguido por Frei Montalva con el 17.8 por ciento y con el 5.9 por ciento Aguirre Cerda, que encabezó el Frente Popular en 1938 y sentó las bases de la industrialización del país, quien enfermó y murió siendo presidente en 1941.
Pero lo más impactante sigue siendo el sentir popular, como el de aquella anciana que caminando apoyada en sus hijas gritaba “este es un milagro”, a medida que se acercaba al mausoleo de Allende. Le pregunté por qué y me explicó que durante varios años habían juntado dinero para poder llegar hasta la capital, desde la austral Punta Arenas, a darle las gracias porque su gobierno les permitió acceder a la casa en que vivían. Y mirando hacia el lugar en que reposan sus restos, sentenció: “Yo siempre había pensado que este caballero no se murió, que de alguna manera pudo salir de ahí (La Moneda). Pero si no, está sentado al lado del Señor”.
- Frida Modak, periodista, fue Secretaria de Prensa del Presidente Salvador Allende.
Las múltiples iniciativas que han surgido permitieron establecer, por ejemplo, que en el mundo hay centenares de calles, plazas y parques que llevan su nombre, como así también centros cívicos, hospitales, escuelas e innumerables monumentos con su imagen. Si pensamos que el golpe militar y la brutal represión que lo siguió estaban destinados a borrar su pensamiento, su acción y hasta su existencia, no cabe duda que estamos asistiendo a la derrota de los que provocaron tanta destrucción, muerte y dolor en Chile y América Latina, pero lo más importante es que de ahí emerge, por sobre todo, el triunfo de las ideas y la razón de Allende.
La relación Allende-pueblo
Durante los casi 17 años que duró el régimen militar, Allende fue silenciado. Si se lo nombraba era para desacreditar su obra o para atribuirle todo lo que a los golpistas les conviniera para justificar la ruptura del orden constitucional, los asesinatos y desaparición de personas y las crueles torturas. La dictadura y sus asesores estadunidenses creían que así cambiarían el sentir del pueblo y que éste lo iría relegando al olvido.
La represión logró romper en forma importante el tejido social, reunirse era peligroso, pero al mismo tiempo una necesidad y poco a poco se fueron creando nuevos nexos y formas de organización. Mientras, el régimen militar creaba su “institucionalidad” e imponía una constitución anti democrática, a la que en el pos-pinochetismo apenas se le han hecho unos pocos cambios.
La “democracia protegida” que Estados Unidos promovió en las dictaduras no logró impedir que las organizaciones populares se reactivaran y, así, al iniciarse la década de los ochenta del siglo pasado, se iniciaron las protestas contra la falta de libertades y contra el modelo económico. En Chile la imagen de Allende reapareció en las calles, dibujada en improvisados carteles de papel. La estrategia publicitaria estadounidense y dictatorial había fracasado porque no podía ser de otra manera.
La relación Allende-pueblo era muy estrecha y se había desarrollado en un marco de respeto mutuo. El movimiento popular que fue creando a través de sus cuatro campañas presidenciales era sólido políticamente y tenía un ingrediente que no suele encontrarse en política. Entre 1952 y 1970 Salvador Allende recorrió muchas veces el país, llegó a los lugares más recónditos, conocía a mucha gente y mucha gente lo conocía a él, cuando se anunciaba su llegada en muchos hogares se preparaban para recibirlo y lo consentían con el platillo que sabían que le gustaba. Conocía los problemas de cada localidad y las necesidades de sus habitantes. Y cuando fue elegido Presidente cumplió lo prometido.
Los logros obtenidos en su primer año de gobierno determinaron que desde Washington se implementara un plan económico desestabilizador que provocó desabastecimiento y muchas dificultades para obtener los productos más esenciales. Sin embargo, el apoyo popular al gobierno no disminuyó, porque además de los beneficios económicos recibidos la gente entendió que estaba recuperando su dignidad. El 4 de septiembre de 1973, una semana antes del golpe de Estado, en la celebración del tercer aniversario del triunfo electoral de 1970 participó un millón de personas.
Este conjunto de elementos estableció un nexo especial, como puede apreciarse en los mensajes radiales con que el Presidente se dirigió al pueblo el 11 de septiembre de 1973. Y el pueblo le respondió, no le ha permitido morir.
Presencia inmanente
Para millones de chilenos, Salvador Allende no sólo es el Presidente que creó empleos, que incorporó en un año a un millón de personas al consumo, que profundizó la reforma agraria, construyó decenas de miles de viviendas, promovió la participación popular y le dio medio litro de leche diario a los niños. También es ese “alguien” al que le escriben cartas contándole sus problemas o pidiéndole ayuda, le hacen poemas y los rollitos de papel en los que le dejan estos mensajes los echan a través de las rejas que dan a la cripta del mausoleo en que se encuentran sus restos en el Cementerio General.
A fines del año pasado Televisión Nacional de Chile realizó un programa para el cual un equipo de “sabios” elaboró una lista de 60 chilenos destacados, de los cuales había que elegir a “los 10 grandes chilenos”. Tenían derecho a voto estudiantes y profesores de enseñanza media y universitaria. Votaron cien mil alumnos y maestros y los elegidos fueron Pablo Neruda y Gabriela Mistral, ambos Premio Nobel de Literatura; Violeta Parra, compositora y cantante popular; el padre Alberto Hurtado, canonizado por Benedicto XVI; Manuel Rodríguez, el guerrillero de la lucha por la independencia; Arturo Prat, héroe naval de fines del siglo XIX; Lautaro, el cacique mapuche que se distinguió como estratega militar y derrotó al conquistador español; el cantante y compositor Víctor Jara, asesinado por la dictadura; José Miguel Carrera, uno de los próceres de la independencia, y Salvador Allende, a quien los estudiantes no conocieron.
Poco después el diario La Nación publicaba una encuesta en que la pregunta más importante era: “De los siguientes personajes políticos de siglo XX, ¿con cuál se siente usted más identificado?”. Los personajes eran los ex presidentes Pedro Aguirre Cerda, Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende y Augusto Pinochet, el dictador que se autoproclamó presidente. El 40.9 por ciento votó por Allende. En segundo lugar quedó Pinochet, con el 18.3 por ciento, seguido por Frei Montalva con el 17.8 por ciento y con el 5.9 por ciento Aguirre Cerda, que encabezó el Frente Popular en 1938 y sentó las bases de la industrialización del país, quien enfermó y murió siendo presidente en 1941.
Pero lo más impactante sigue siendo el sentir popular, como el de aquella anciana que caminando apoyada en sus hijas gritaba “este es un milagro”, a medida que se acercaba al mausoleo de Allende. Le pregunté por qué y me explicó que durante varios años habían juntado dinero para poder llegar hasta la capital, desde la austral Punta Arenas, a darle las gracias porque su gobierno les permitió acceder a la casa en que vivían. Y mirando hacia el lugar en que reposan sus restos, sentenció: “Yo siempre había pensado que este caballero no se murió, que de alguna manera pudo salir de ahí (La Moneda). Pero si no, está sentado al lado del Señor”.
- Frida Modak, periodista, fue Secretaria de Prensa del Presidente Salvador Allende.
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