Crisis financiera y crisis económica: Los laberintos del capitalismo

14/08/2002
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Paul O'Neall, Secretario del Tesoro de los Estados Unidos, se preguntaba por las causas reales de la crisis bursátil de estas últimas semanas. Su razonamiento era que los indicadores de la economía real mostraban un crecimiento del PIB trimestral de los Estados Unidos por encima del 6%, y que las iniciativas tomadas por la Reserva Federal, como la disminución de las tasas de interés, debían a la larga dar resultados. Pero los mercados financieros no pensaban de la misma manera. En apenas dos semanas, el índice bursátil Dow Jones, había caído de un promedio de 10 mil puntos a 7.700 puntos, provocando millonarias pérdidas a varios inversores institucionales, entre ellos muchos fondos de pensiones. La crisis bursátil tenía su correlato en el mercado de divisas que mostraba una profunda depreciación del dólar frente al euro y al yen, y un importante flujo de capitales que se refugiaban en Europa o en el sudeste asiático ¿Qué había pasado? ¿Qué razones se esgrimían para explicar este fenómeno? ¿Cómo entender esas paradojas de una economía que aparenta estar bien pero cuyos indicadores financieros dicen lo contrario? Las primeras explicaciones acudían al nerviosismo del mercado y a la incertidumbre de la calificación de acciones, sobre todo después de los affaires de Enron, de Arthur Andersen, y World Comp., para explicar la crisis bursátil y la depreciación del dólar. De ahí que se hayan exigido pronunciamientos firmes a las autoridades financieras y monetarias de Estados Unidos para corregir la situación y evitar esa incertidumbre. Esa misma falta de certezas habría provocado la inestabilidad del mercado de cambios y la devaluación del dólar. Pero en realidad, esos fenómenos eran señales de que algo más profundo está ocurriendo en el sistema capitalista en su conjunto. Esos procesos más fundamentales podrían ser caracterizados de la siguiente manera: en primer lugar, una separación cada vez más acentuada entre el sector financiero y el sector real de la economía. Esta separación es la que intrigaba al Secretario del Tesoro de los Estados Unidos y le hacía preguntarse por las causas de la crisis. Es tan profunda esta brecha, que los índices financieros de la acciones empresariales están construidos más bien sobre las expectativas que tienen a futuro los inversores que sobre el peso real de sus activos, de su incidencia en la economía, del volumen de empleo que generan, o la tecnología y valor agregado que tienen, etc. Así por ejemplo, en el boom de las empresas punto com, su valor de mercado no tenía ninguna relación con sus activos, el empleo, la productividada de su capital, etc. Amazon.com, una distribuidora de libros en la red, llegó a tener un valor bursátil superior al conjunto de todos los activos de las empresas editoriales de las que distribuía sus libros. Esta separación entre la economía financiera y la economía real, provoca una presión de la rentabilidad financiera sobre el promedio normal de la rentabilidad del sector real. Mientras que la rotación de capital del sector financiero puede alcanzar niveles muy altos e influir en la formación de la ganancia financiera, en el sector real esa rotación se revela como muy lenta. Las ganancias que pueden dejar una operación sobre productos derivados, o sobre stock options, son infinitamente más grandes que las ganancias que pueden dejar las acciones de empresas líderes del sector real. Así, las empresas del sector real para hacer atractivas sus acciones y poder captar volúmenes importantes de inversiones, tienen que compensar esa diferencia de rentabilidades con la disminución del volumen del empleo (que en los balances se leen como mayores ganancias al capital), con los procesos de fusiones, con procesos de centralización y concentración de capital que conducen a una mayor monopolización y utilizar ese poder para obtener una renta de monopolio, y con una práctica novedosa: el maquillaje de las cuentas de las empresas y la manipulación de la contabilidad. La apertura de las grandes corporaciones empresariales que cotizan en la bolsa a las decisiones de los inversores institucionales y de los juegos especulativos inherentes a este mercado bursátil, desarrollaron toda una tecnología que se conoció con el nombre de corporate governance. Es decir, la vinculación de los capitales financieros al gobierno de la empresa transnacional. En segundo lugar, puede apreciarse que después de la desregulación, la desreglamentación y la liberalización de los flujos de capitales financieros ocurridas en las dos últimas décadas, y que se han producido bajo la tutela del FMI , del Banco Mundial y en América Latina, el activo rol del BID, puede constatarse que existe un proceso de subordinación (en economía el término real es el de subsunción), de la economía real, que es aquella economía que crea la riqueza, a la economía financiera. Estos procesos están en la base de aquello que se denomina la globalización, y explicarían esa incertidumbre y fragilidad que caracterizan actualmente a la economía mundial, cuyas víctimas ya no son solamente los países pobres o medianamente ricos, sino incluso países tan poderosos como los Estados Unidos. Si este proceso es cierto, cabría preguntarse con Wallerstein: ¿No estamos acaso presenciando el agotamiento del sistema capitalista como opción histórica?
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