Acuerdo Humanitario Vs Seguridad Democrática
30/11/2007
- Opinión
La mediación del presidente venezolano, Hugo Chávez, y de la senadora Piedad Córdoba, que empezó como la mayor luz de esperanza para la liberación de los secuestrados por las FARC, terminó de la peor forma: sin la liberación de los plagiados, con el grave deterioro de las relaciones entre Venezuela y Colombia, y con la persecución política de Piedad, que pasó de agente humanitaria a terrorista.
Por el lado del Acuerdo Humanitario, se avanzó tanto que, a pesar del boicot del presidente Uribe al proceso, quedaron ventanas abiertas por las cuales intentar nuevos acercamientos. Por ejemplo, el acuerdo se internacionalizó con la disposición que tuvo no sólo el presidente Chávez, sino el presidente de Argentina, Néstor Kirchsner, de Ecuador, Rafael Correa, y de Brasil Lula Da Silva; de prestar sus territorios para la realización de la agenda humanitaria. América Latina, como bloque regional, por primera vez actuaba en consonancia ante el conflicto armado en Colombia, un mensaje contundente para una guerrilla, que si algo le queda de política, tendría que haber cedido poco a poco ante la arremetida diplomática de la izquierda suramericana.
También cabe destacar la sensibilización que el Acuerdo Humanitario ganó en la comunidad internacional, al punto que el presidente Francés, Nicolás Sarcozy, encabeza otra arremetida diplomática que llega desde Europa y cuyo principal símbolo es Ingrid Betancourt. Y en los Estados Unidos el acuerdo ganó tanto terreno, que ni el embajador gringo en Colombia William Brownfield, se atreve a apoyar los rescates a sangre y fuego, ante la mirada del pueblo norteamericano y la presión por una salida negociada que lleve de regreso a casa a los tres estadounidenses en poder de las FARC. Proceso que será de la mayor importancia en medio del debate electoral norteamericano por definir en el 2008 la llegada a la Casa Blanca de Republicanos o Demócratas.
Sin embargo, el proceso dejó al descubierto el conflicto latente entre los presidentes de Venezuela y Colombia, ideológicamente separados entre la izquierda y la derecha, y reconocidos por su falta de prudencia a la hora de controvertir públicamente a sus opositores. En medio de este marasmo diplomático quedan las dos naciones amenazadas en sus relaciones comerciales que llegan a la no despreciable suma de seis mil millones de dólares, donde Colombia, como socio exportador, con sus ciudades de frontera dependientes de Venezuela y subordinada a los proyectos energéticos que lidera el presidente Chávez, es la que más tiene que perder de este lamentable episodio.
Y lo más desagradable del proceso es sin duda la situación de la senadora Piedad Córdoba, quien es víctima de una acusación tan inverosímil como infame por parte del Cónsul de Colombia en Washington, Julio Cesar Aldana, quien afirma que Piedad, frente a la DEA, la CIA y otros organismos de seguridad americanos, propuso conspirar contra el gobierno de Uribe en su reunión con Simón Trinidad. A esto se suma el llamamiento a juicio por parte de la Corte Suprema de Justicia por traición a la patria y concierto para delinquir.
Ante la aparición de las pruebas de vida, que comprueban la efectividad y los avances de la mediación frustrada, lo más dramático es observar como este proceso de mediación humanitaria fracasó porque estaba funcionando. El Presidente no alcanzó a imaginar que en poco tiempo los avances de Chávez y Piedad serían de tal magnitud, y ante la inminencia de resultados positivos para la época de navidad tomó la primera excusa que encontró a la mano y puso fin a la intermediación que él mismo había autorizado.
Acto del menor tacto diplomático con su homólogo Venezolano, quien había asumido la tarea del Acuerdo Humanitario como una prioridad de Estado y como un compromiso personal con los familiares de los secuestrados. Decisión deshumanizada que golpea los sentimientos de las familias de las víctimas que vieron en el proceso el mayor logro a lo largo de todos estos años. Actitud desleal con la senadora Piedad Córdoba quien el día que recibió el beso de Judas por parte del Presidente, no alcanzó a imaginar que le estampaba el sello de terrorista en su mejilla para entregarla a sus detractores. Y posición egoísta del primer mandatario, quien pensando sólo en su capital político, construido sobre la base de la guerra contra las FARC, sacrificó la esperanza del regreso a la vida y a los brazos de sus familias de los retenidos en la selva.
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas
Corporación Viva la Ciudadanía.
www.vivalaciudadania.org
Por el lado del Acuerdo Humanitario, se avanzó tanto que, a pesar del boicot del presidente Uribe al proceso, quedaron ventanas abiertas por las cuales intentar nuevos acercamientos. Por ejemplo, el acuerdo se internacionalizó con la disposición que tuvo no sólo el presidente Chávez, sino el presidente de Argentina, Néstor Kirchsner, de Ecuador, Rafael Correa, y de Brasil Lula Da Silva; de prestar sus territorios para la realización de la agenda humanitaria. América Latina, como bloque regional, por primera vez actuaba en consonancia ante el conflicto armado en Colombia, un mensaje contundente para una guerrilla, que si algo le queda de política, tendría que haber cedido poco a poco ante la arremetida diplomática de la izquierda suramericana.
También cabe destacar la sensibilización que el Acuerdo Humanitario ganó en la comunidad internacional, al punto que el presidente Francés, Nicolás Sarcozy, encabeza otra arremetida diplomática que llega desde Europa y cuyo principal símbolo es Ingrid Betancourt. Y en los Estados Unidos el acuerdo ganó tanto terreno, que ni el embajador gringo en Colombia William Brownfield, se atreve a apoyar los rescates a sangre y fuego, ante la mirada del pueblo norteamericano y la presión por una salida negociada que lleve de regreso a casa a los tres estadounidenses en poder de las FARC. Proceso que será de la mayor importancia en medio del debate electoral norteamericano por definir en el 2008 la llegada a la Casa Blanca de Republicanos o Demócratas.
Sin embargo, el proceso dejó al descubierto el conflicto latente entre los presidentes de Venezuela y Colombia, ideológicamente separados entre la izquierda y la derecha, y reconocidos por su falta de prudencia a la hora de controvertir públicamente a sus opositores. En medio de este marasmo diplomático quedan las dos naciones amenazadas en sus relaciones comerciales que llegan a la no despreciable suma de seis mil millones de dólares, donde Colombia, como socio exportador, con sus ciudades de frontera dependientes de Venezuela y subordinada a los proyectos energéticos que lidera el presidente Chávez, es la que más tiene que perder de este lamentable episodio.
Y lo más desagradable del proceso es sin duda la situación de la senadora Piedad Córdoba, quien es víctima de una acusación tan inverosímil como infame por parte del Cónsul de Colombia en Washington, Julio Cesar Aldana, quien afirma que Piedad, frente a la DEA, la CIA y otros organismos de seguridad americanos, propuso conspirar contra el gobierno de Uribe en su reunión con Simón Trinidad. A esto se suma el llamamiento a juicio por parte de la Corte Suprema de Justicia por traición a la patria y concierto para delinquir.
Ante la aparición de las pruebas de vida, que comprueban la efectividad y los avances de la mediación frustrada, lo más dramático es observar como este proceso de mediación humanitaria fracasó porque estaba funcionando. El Presidente no alcanzó a imaginar que en poco tiempo los avances de Chávez y Piedad serían de tal magnitud, y ante la inminencia de resultados positivos para la época de navidad tomó la primera excusa que encontró a la mano y puso fin a la intermediación que él mismo había autorizado.
Acto del menor tacto diplomático con su homólogo Venezolano, quien había asumido la tarea del Acuerdo Humanitario como una prioridad de Estado y como un compromiso personal con los familiares de los secuestrados. Decisión deshumanizada que golpea los sentimientos de las familias de las víctimas que vieron en el proceso el mayor logro a lo largo de todos estos años. Actitud desleal con la senadora Piedad Córdoba quien el día que recibió el beso de Judas por parte del Presidente, no alcanzó a imaginar que le estampaba el sello de terrorista en su mejilla para entregarla a sus detractores. Y posición egoísta del primer mandatario, quien pensando sólo en su capital político, construido sobre la base de la guerra contra las FARC, sacrificó la esperanza del regreso a la vida y a los brazos de sus familias de los retenidos en la selva.
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas
Corporación Viva la Ciudadanía.
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