¿Llega de nuevo (astutamente) la privatización del sector eléctrico?

20/09/2007
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Es innegable que durante el gobierno de Lula la red de transmisión eléctrica creció mucho más que en cualquier otro. “Nunca en la historia de este país se invirtió tanto en dicho sector. Lo cual es positivo y garantiza el servicio de energía eléctrica a las diversas regiones del país. El consumidor hoy día sale ganando. ¿Pero ganará siempre?

El gobierno federal promueve licitaciones, vía ANEEL, para expandir el sistema de transmisión eléctrica del país. En las cinco licitaciones que hubo entre los años 2000 y 2002 (en el período de Cardoso) el desagio, bajísimo, aseguró altos rendimientos a las empresas privadas. Como media, ganaban el 20 % del valor de la inversión. Y no se les permitía a las empresas estatales, como Furnas, participar en las licitaciones. El gobierno le impidió a Furnas participar en la licitación de las líneas de transmisión Ouro Preto-Vitoria, Norte-Sur2, Itumbiara-Marimbondo, etc. Cuando Furnas obtuvo permiso para participar fue cuando no existía interés de parte del capital privado. Y la empresa estatal ganó dinero.

Ahora, en el gobierno de Lula, las comisiones de las licitaciones subieron del 30 al 50 %, enfriando la fiesta de las elevadas ganancias del sector privado. Las empresas remataron líneas que iban a ser construidas a precios mucho menores de lo que se hacía en el pasado, y muy por debajo del precio de referencia de ANEEL.

Eso es bueno para el consumidor brasileño, que cada mes paga en su recibo los gastos de generación, transmisión y distribución de la energía, más los impuestos añadidos. Y también favorece la competencia entre las empresas del sector. De momento el trozo de pastel suculento queda para las grandes empresas españolas (Abengoa, Isolux, Elecnor, Cobra y Cymi) y para la colombiana Isa.

En el sector de la transmisión los riesgos del inversor son pequeños. Como promedio, las grandes líneas de transmisión licitadas son construidas en unos 20 meses. Es rápida la recuperación del capital invertido. Las hidroeléctricas ya exigen años de estudio, cuestiones complejas de compensación ambiental y un tiempo de construcción de unos tres años en el caso de las pequeñas, cinco años para las medianas, y más en el caso de las gigantes, como la del río Madeira.

Esta recuperación financiera, calculada, está incluida en la propuesta de la licitación. El ganador, en cortísimo plazo, ya empieza a recuperar su capital, en prestaciones mensuales garantizadas durante 30 años (antes corregidas por el IGPM y ahora por el IPCA). De ahí la entrada sólida para las empresas extranjeras.

Esas empresas pueden ser financiadas directamente por el BNDES (desde el 2003  captaron más de US$ 2,000 millones); contratarse a sí mismas para la ejecución de las obras y negociar precios; refinanciar su propio capital (equity) invertido inicialmente (o BNDES financia casi el 70 %); la empresa entra con el 30 % (pudiendo obtener financiamiento fuera del Brasil); actuar en bloque (¿quién las va a controlar?) y si quisieran, no operar las líneas ganadas en licitación, negociándolas.

Sin embargo, las empresas del sector eléctrico estatal no tienen libertad para negociar con sus abastecedores de servicios y equipos, pues se rigen por la ley de las licitaciones., la Ley 8666. Todo lo que hacen debe ser público y transparente. Y Furnas, Eletronorte, Eletrosul y Chesf tienen prohibido por el Gobierno ser financiadas directamente por el BNDES. Si quisieran obtener financiamiento del BNDES deben asociarse a empresas privadas en proporción de 49 % para las estatales y 51 % para las privadas.

Es la desestatización anunciada, a cierto plazo, pero seguro, del sector de la transmisión, que es la espina dorsal del sector eléctrico brasileño. Así las líneas quedarán en manos de empresas privadas o mixtas (bajo control del capital privado).

Ya las líneas pequeñas están al alcance de las estatales, que pueden adquirirlas con capital propio. Un fenómeno curioso: una (compañía) estatal federal puede asociarse a una estatal estadual, siempre que ésta tenga el 51 %. La Cemig, mayoritaria, y Furnas, minoritaria, ganaron juntas la pequeña línea de transmisión (75 kms) entre la factoría de Furnas y la ciudad de Pimenta (MG). Es lo que les queda a las estatales. Con capital propio, Furnas controla apenas líneas de transmisión pequeñas, como la de Campos-Macaé (92 kms) y la Tijuco Preto-Itapeti-Nordeste (50 kms).

La privatización se añade a la desnacionalización


Lo que al consumidor le gustaría saber es por qué las estatales federales son minoritarias en las grandes líneas. La respuesta, sencilla, es como para sonrojar a quien esperaba del PT un gobierno mínimamente nacionalista: no se permite que sean financiadas por el BNDES. Y tampoco pueden captar dinero fuera del país, como hacen las transnacionales. De ese modo a las empresas federales apenas les queda la posibilidad de, en las licitaciones, intentar ganar con capital propio las líneas pequeñas.

Entre el año 2000 y el 2002 se invirtieron en el sector de la transmisión del orden de US$ 1000 millones, con desagios mínimos. En esa época las empresas extranjeras obtuvieron el 49 % de las líneas licitadas, las empresas privadas brasileñas el 36 %, y las mixtas estatales/privadas el 15 %. Las estatales solas apenas obtuvieron un 13.5 % de los tramos licitados.

Entre el 2003 y el 2006, cuando las inversiones totalizaron casi US$ 3000 millones, las empresas extranjeras llegaron al 65 % de los tramos licitados. Las asociaciones de empresas estatales y privadas (éstas siempre mayoritarias) alcanzaron el 25 % de las líneas; las estatales retrocedieron y las nacionales no soportaron la competencia.

Un análisis de las licitaciones del 2006, donde las inversiones fueron de US$ 500 millones, muestra que las empresas extranjeras consiguieron ganar un 84 % de los tramos de líneas de transmisión licitados.

Pero resulta que gracias a las estatales el Brasil construyó, con gran éxito, uno de los mayores sistemas de producción, transmisión y producción de energía eléctrica del mundo. La concurrencia, tal como está ahora, es desigual. Las estatales compiten con las empresas privadas sin igualdad de condiciones. Están perdiendo terreno. Todo indica que, dentro de poco, las extranjeras dominarán el sector. El reflejo de lo cual repercutirá en el bolsillo del consumidor y en la soberanía del país: energía más cara, y más riqueza producida aquí llevada al exterior por las transnacionales.  (Traducción de J.L.Burguet)



-  Frei Betto es escritor, autor de “Calendario del poder”, entre otros libros.

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