Re-inventando la democracia en las calles!

14/06/2007
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La revolución de Mayo de 1968 fue cultural, no política, no buscaba el poder, sino disolverlo. Y ganó las mentes, no las burocracias. Manuel Castells

La Nación (Chile) jueves 24 de mayo de 2007

Son varios los autores que han manifestado la necesidad de ampliar el significado de la democracia, el cual, en diversos países --incluido el nuestro--, se ha reducido al ejercicio electoral. Para Boaventura de Sousa, por ejemplo, reinventar la democracia implica reconocer la crisis del contrato social de la modernidad, evidenciada en el predominio de los procesos de exclusión sobre los de inclusión y en el caos cotidiano en los actos más simples de convivencia y supervivencia. La erosión de este contrato trae serias consecuencias sociales y políticas frente a las cuales, según el autor portugués.

Deben encontrarse alternativas de sociabilidad que neutralicen y prevengan esos riesgos y desbrocen el camino a nuevas posibilidades democráticas. La tarea no es fácil: la desregulación social generada por la crisis del contrato social es tan profunda que desregula incluso la resistencia a los factores de crisis o la reivindicación emancipadora que habría de conferir sentido a la resistencia. Ya no resulta sencillo saber con claridad y convicción en nombre de qué y de quién resistir, incluso suponiendo que se conozca aquello contra lo que se resiste, lo que tampoco resulta fácil. De ahí que deban definirse del modo más amplio posible los términos de una reivindicación cosmopolita capaz de romper el círculo del precontractualismo y del poscontractualismo. Esta reivindicación debe reclamar, en términos genéricos, la reconstrucción y reinvención de un espacio tiempo que permita y promueva la libertad democrática [1].

Hace apenas un par de semanas, los jóvenes y los maestros colombianos nos mostraron una de esas alternativas espacio-temporales para el ejercicio y la vivencia de la democracia, al desnudar el potencial político, estético y formativo de las calles. Como sugirió Mauricio Archila, en las protestas y marchas (que para el caso del 30 de mayo convocaron a más de 150.000 personas) había una gran intuición política y un alto sentido de la responsabilidad ciudadana y del control sobre un bien público como la educación[2]. En este contexto llama la atención el papel protagónico que jugaron los jóvenes, sin desconocer la capacidad de movilización que aún tiene el gremio docente --exceptuando al profesorado universitario que se caracteriza, en muchas instituciones, por la fragmentación, el aislamiento ilustrado y el solipsismo--. Así, a casi cuatro décadas del mítico mayo francés, los jóvenes de varias universidades y colegios oficiales hicieron de las calles de Bogotá un tablado en el que se anunció dramáticamente, en toda la extensión de esta expresión artística, el impacto que tendrá sobre la educación pública la aplicación del paquete de medidas del gobierno de Uribe Vélez. Al ritmo de tambores, flautas, liras y guitarras improvisadas, como los antiguos saltimbanquis que llevaban la vida de pueblo en pueblo, la juventud clamaba y exigía un mejor presente y mayores posibilidades de futuro, pregonando en sus cánticos la distancia creciente entre lo que pasa en la Casa de Nariño y lo que sucede en buena parte del territorio nacional. “Hay que ver las cosas que pasan / Hay que ver las vueltas que da / Con un pueblo que camina pa’ delante y un gobierno que camina para atrás”, era una de las tantas expresiones de los jóvenes para animar las jornadas de reflexión y de protesta.

Una de las enseñanzas del pasado mes de mayo fue la de vivenciar que, efectivamente, la pedagogía tiene un alto potencial político esperanzador y transformador. Por varios días los salones de clase se convirtieron en aulas itinerantes en las cuales los jóvenes cambiaron los caducos y amañados libros de texto de las editoriales nacionales, por las rutas históricas de la ciudad y por los espacios formativos que ofrecen los distintos sitios que marcaban, silentes, el paso de las marchas. Las memorias sojuzgadas del pasado hacían eco dentro la joven multitud, retornando, como en un palimpsesto, con más fuerza y vitalidad para continuar juzgando los errores de una clase política que, históricamente, ha legislado de espaldas a los intereses de los excluidos y los menos favorecidos social, política y económicamente.

¿Qué significado tiene que la juventud se movilice masivamente en expresión de resistencia civil y política ante las disposiciones del actual mandatario nacional? Para los uribistas y los criptouribistas (es decir, los que en público dicen no serlo pero en la sombra anhelan y apoyan las medidas de su guía político espiritual, y los que seguramente hacen que la popularidad del presidente esté tan alta) las movilizaciones de los jóvenes obedecían a una manipulación de ‘fuerzas extrañas’ ajenas al orden y al progreso nacionales. En el marco de las marchas del 30 de mayo, en entrevista al canal CityTV, el Subsecretario de Seguridad de Bogotá, Andrés Restrepo, invitó a algunos periodistas a cambiar el apelativo de ‘manipulación’ por el de orientación y a reconocer que las llamadas ‘fuerzas extrañas’ no son más que los espacios académicos abiertos en la escuela por la Constitución Política de 1991 y la Ley General de Educación de 1994 (Cátedras de Ciencias Económicas y Políticas, Constitución Política y Democracia, Derechos Humanos, etc.). A pesar de ello los periodistas siguieron preguntándose, y aún lo hacen, ¿quién los moviliza? La evidencia de la respuesta no ameritaría una explicación: la motivación es que los jóvenes están sintiendo severamente la exclusión y la discriminación causadas por las políticas económicas del actual gobierno y cada vez ven más nublado sus proyectos futuros. La desesperanza, señores periodistas, la desesperanza es lo que está movilizando a los jóvenes. Por fortuna para la imaginación, esta desesperanza torno en alegría en las calles y en las plazas. La puesta en escena de la protesta fue de una riqueza simbólica enorme y contundente. En una entrevista Pablo Gentili, investigador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad del Estado de Río de Janeiro, recordando una expresión del mexicano Carlos Monsiváis para quién ‘la protesta popular avanza a golpes de imaginación escénica’, anotaba lo siguiente: […] es necesario que reconozcamos que nuestras instituciones de defensa de la escuela pública tienen que cambiar. Muchas veces mecanismos o estrategias de lucha que en el pasado eran muy importantes y efectivos para defender el derecho a la educación, hoy no son necesariamente tan efectivos y tan importantes. Y esto me parece central, porque decir que debido a que ciertas estrategias de lucha hoy no sean efectivas, no significa decir que la lucha no tiene que continuar. Lo que significa, simplemente, es que nosotros debemos tener la capacidad de imaginación, de poder pensar y construir estrategias de lucha que sean suficientemente efectivas como para garantizar que nuestro compromiso con la educación esté asociado a un trabajo, dentro y fuera de la escuela, de fortalecimiento efectivo y poderoso para defender el derecho a la educación de todos. Probablemente, de esta combinación de nuevas y viejas estrategias dependa la posibilidad de que el derecho a la educación sea una realidad en nuestro continente, y la escuela pública sea algo más que el único espacio público que todos los días abre sus puertas[3].

Las protestas de mayo tuvieron ese componente adicional: la imaginación escénica; lo cual no es menor ya que nos obliga a considerar el potencial político y contracultural de espacios como la lúdica y la estética. En este sentido creemos que la experiencia de la juventud ha mostrado la importancia de darle un lugar a lo estético, entendido como fuente de creación (individual y colectiva) y como base de un proyecto ético-político.

Pensamos que ni reconocer las facetas culturales del consumo, ni complejizar la reapropiación de los significados o reemplazar al sujeto estático por una sucesión de identidades [anotan Martha Marín y Germán Muñoz] resolverá la necesidad de construir, en el ámbito de los estudios sobre las culturas juveniles, un nuevo espacio para pensar el gran proceso de creación que los jóvenes llevan a cabo. A grandes rasgos, este proceso de creación lo adelantan los jóvenes participantes de las culturas: en la creación de sí mismos y de nuevas formas de existencia, en la co-creación de sus culturas y en el desarrollo de nuevas modalidades artísticas. Ese nuevo espacio constituye, desde nuestra perspectiva, la dimensión estética[4]. Este reconocimiento de lo estético permite, además, una ampliación de las concepciones que tradicionalmente hemos construido sobre lo político y sobre lo público. Consideramos que estas concepciones deben ser incorporadas, cada vez con más fuerza, a la experiencia cotidiana de los sujetos. Hace algunos años pensábamos ‘lo político’ como algo externo a nuestra subjetividad, como un lugar público que abandonábamos después de llegar a nuestros espacios de privacidad. En este sentido, otra enseñanza de las protestas del mayo pasado es que hoy la estética, como política de la creación, hace que lo político viva con nosotros y haga parte irrenunciable de nuestra experiencia, desbordando los lugares en los que moraba tradicionalmente. En palabras de Jesús Martín- Barbero, en la contracultura política de los jóvenes, en quienes se hace más evidente este rasgo.

La política se sale de sus discursos y escenarios formales para reencontrarse en los de la cultura, desde el graffiti callejero a las estridencias del rock. Entre los jóvenes no hay territorios acotados para la lucha o el debate político, se hacen desde el cuerpo o la escuela: erosionando la hegemonía del discurso racionalistamente maniqueo que opone goce a trabajo, inteligencia a imaginación, oralidad a escritura, modernidad a tradición[5] .

Ojala las enseñanzas de las movilizaciones de mayo del 2007, resumidas en el reconocimiento del potencial político de la pedagogía y de la estética como espacio de creación, sean asimiladas por nuestros maestros para continuar llevando, de múltiples formas, la escuela a la calle y las aulas a las plazas públicas. Esta estrategia, sumada a la permanente discusión en y sobre lo público en los espacios formales de la escuela, será fundamental para la reinvención de la democracia en el país, tarea que, sin duda alguna, debe construirse como un proyecto político desde abajo, ya que, lastimosamente, el sonido de las voces, los cánticos de las marchas y las creativas formas de la estética juvenil hecha política en las calles, no tienen cabida en los monolíticos escenarios de la institucionalidad democrática tradicional.

Finalmente, al ver a nuestros niños y jóvenes ampliando la democracia ‘a golpes de imaginación escénica’ en las calles, fue inevitable recordar a José Saramago quien en una reciente entrevista dijo: "Siempre he llevado adentro al niño que fui, y ahora ese niño sigue teniendo para mí la misma importancia que tenía cuando se encontraba solo en la mitad del campo, mirando las cosas y descubriendo el mundo. He intentado no hacer nada en la vida que pudiera avergonzarlo"[6]. ¿Cuántos de nosotros podríamos sostener que nuestras acciones adultas no han avergonzado a aquel espíritu libre y rebelde de nuestra infancia?, ¿cuántos de nosotros habremos traicionado dicha vocación a la disidencia y a la creatividad por unos pocos mendrugos del precario capitalismo colombiano y del clientelismo democrático históricamente constituido? Recordando un texto de Eduardo Galeano[7] preguntémonos, por último, ¿cuántos de nosotros --incluido usted Presidente-- continuará vendiendo arena en el desierto?

Bogotá junio 14 de 2007

- Alexis V. Pinilla Díaz es Profesor Departamento de Ciencias Sociales Universidad Pedagógica Nacional



[1] Boaventura de Sousa Santos. El milenio huérfano. Ensayos para una nueva cultura política, Madrid, Editorial Trotta / ILSA, 2005, p. 358-

[2] Mauricio Archila, “Las protestas por la educación y el ejercicio de la ciudadanía”, en Semanario Virtual, Corporación Viva la Ciudadanía, Nº 65, junio de de 2007.

[3] Alexis V. Pinilla Díaz. “Luchas del magisterio y perspectivas de la educación pública en América Latina. Entrevista a Pablo Gentili”, en Pedagogía y Saberes, Nº 21, Bogotá, UPN, segundo semestre de 2004, p. 119.

[4] Marín, Martha; Muñoz, Germán. Secretos de mutantes, Bogotá, Siglo del Hombre Editores, Universidad Central -DIUC-, 2002, p. 39.

[5] Jesús Martín-Barbero, “Jóvenes: des-orden cultural y palimpsestos de identidad”, en H. Cubides, M. Laverde y C. Valderrama (editores) Viviendo a toda. Jóvenes, territorios culturales y nuevas sensibilidades Bogotá, Universidad Central, Siglo del Hombre, 1998, p. 35.

[6] Lanación.com 12 de enero de 2007

[7] Eduardo Galeano. Ser como ellos y otros artículos, Madrid, Siglo XXI, 1994.

https://www.alainet.org/es/active/18145
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