La oposición padece un profundo complejo de inferioridad

23/04/2007
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Ningún gobierno democrático es tal sin la presencia activa de una oposición políticamente organizada. En un régimen democrático la función que cumple la oposición es la de fiscalizar y mostrar las impertinencias del gobierno de turno y plantear a la ciudadanía una propuesta alternativa.

En Bolivia, luego que los movimientos sociales e indígenas convirtieran su mayoría demográfica en una hegemonía política, las organizaciones políticas tradicionales viven en un desesperante insomnio. A parte de ser incapaces para explicar a sus correligionarios de la insurgencia democrática que los humilló, se resisten a asumir los nuevos paradigmas políticos y sociológicos emergentes en la realidad boliviana.

Todavía resuena en nuestros tímpanos la estridente soberbia del entonces candidato neoliberal Jorge Quiroga durante su campaña: “Nosotros podemos, sabemos y queremos. Ellos (los indios) no sabe, no quieren, ni pueden”. Ahora, ante las evidencias de la capacidad política y administrativa de los “ignorantes”, el “líder” de la oposición se encuentra solitario, fundido en su sillón de cuero, padeciendo un agudo trastorno bipolar (cambios intempestivos de carácter que va desde una descomunal euforia hasta una depresión aterradora).

Ahora que el país vive procesos de cambios profundos, necesitamos propuestas políticas alternativas que enriquezcan y profundicen los cambios emprendidos. Pero, propuestas alternativas lúcidas es lo que menos se oye en el país. La partidocracia tradicional rearticulada en el Senado Nacional padece de una oscuridad mental. Tanto espectáculo mediático (incluido dinero y tiempo perdido) en el caso de los 44 contratos petroleros. ¿Para qué? Para ratificar íntegramente la propuesta del gobierno. Eso mismo ocurrió con la resistida Ley de Reconducción Comunitaria de la Reforma Agraria, con los convenios de ayuda internacional, con la Asamblea Constituyente , con el programa “Existo Yo, Existe Bolivia”. Se oponen sin propuestas alternativas y terminan aceptando su incapacidad intelectual. Está sucediendo con la propuesta del sufragio para los bolivianos/as en el extranjero, con la Ley Anticorrupción de Marcelo Quiroga. Ningún país se merece esta calidad de oposición política.

Ante la ausencia de un liderazgo con una visión de país desde la oposición, los comités cívicos de la menguante media luna han intentado llenar dicho vacío. Pero estas corporaciones cívicas politizadas por la derecha, ante la incapacidad de sus máximos intelectuales fascistas como Antelo, Barbery, Valverde y otros, en lugar de construir hegemonías alternativas, terminan auto aniquilándose en sus aspiraciones. Tuvieron la oportunidad de aglutinar a un buen sector del país con la propuesta autonómica madi in camba, pero al haber apaleado a los constituyentes en la ciudad de Santa Cruz, la Constituyente consensuará el tema en base a otras propuestas.

Cuantos se oponen a los procesos de cambio que vive el país, padecen de una paranoia terminal que no les permite construir y proponer una visión de país más allá de lo impuesto por su “gurú” político, Gonzalo Sánchez de Lozada, hoy prófugo. Le tienen un pavor único al Indio Presidente. De re elección, ¡ni hablar! El indio nos va a comer vivos dicen. Con todos los medios de desinformación masivo que tienen en su propiedad podrían hacer papilla al indio en cuestión de segundos, pero no es posible. La alfabetización mediática ya ha comenzado en el país. La verdad sobre los medios de “comunicación” masivo ya es de dominio público.

Mientras los partidos políticos tradicionales, aglutinados en la oposición y en los comités cívicos, padecen su adverso laberinto, la fecha para las próximas elecciones se aproxima sin clemencia. ¿Qué nos propondrán? ¿La recuperación de los recursos naturales? ¿Batalla frontal contra sus latifundios, el analfabetismo, la corrupción, la pobreza, la discriminación, el desempleo, el éxodo boliviano? ¿La recuperación de las empresas estatales quizás? No. Eso sería un filicidio. Estas desgracias nacionales, en buena medida, llevan los genes y la impronta de ellos.

Pero quizás no todo esté terminado para la oposición. Necesitamos que nos digan cómo han urdido el saqueo del país para profundizar, ahora, los procesos de cambio. Necesitamos que nos digan cómo luchar contra la riqueza mal habida e injusta de unos cuantos para vencer el empobrecimiento de las mayorías. Necesitamos saber cómo han hilvanado la ilusión del Estado y su respectivo Estado de Derecho, para que todos construyamos un Estado serio que responda a la realidad policromática boliviana. Quizás sólo así se pueda superar la sentencia de Ángel Rodríguez Kauth: “La derecha padece un profundo complejo de inferioridad política”. O el presagio de Jean Paul Sastre: “Es imposible una buena literatura de derecha”.
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