Contradicciones del sistema internacional
Una gaseosa, un juez y cuatro personas presas por tener hojas de coca
16/04/2007
- Opinión
Irineo Mora está preso desde hace más de un año por decisión del juez Carlos Ferreiro Pella y del fiscal Alberto Gentili, de Lomas de Zamora. Se le acusa de infringir la ley de estupefacientes por tener en su poder unos 5 kg de hoja de coca –si bien ningún elemento como para fabricar cocaína. Habría tenido esa cantidad de hojas para venderlas, en estado natural, a consumidores finales: para “coquear” o “acullicar”.
La ley argentina vigente establece que “la tenencia o consumo de coca en estado natural no será considerada como tenencia o consumo de estupefacientes” . Pero no sólo Mora Sandi sigue preso. No contentos con las irregularidades formales y los abusos del allanamiento (“me rompieron todo”), con las protestas del gobierno boliviano y de las reparticiones nacional y provincial de derechos humanos, hace dos semanas personal de la comisaría 10 de ese distrito detuvo a Fabiola Aguirre, Lidia Flores y Adriana Soria acusadas de lo mismo, también en poder de unos 5 kg. de hojas cada una (hecho que un diario presentó como hallazgo de “14,3 kg de cocaína”)
Hace veinte años que estudio y recorro la región andina de Argentina y Bolivia, y unos diez que investigó la intrincada realidad del uso de la coca, que siempre brinda sorpresas, algunas bastante desagradables, como ésta. Este caso ilustran las contradicciones de la ley argentina y las de su marco general, la Convención de Viena de la ONU. Veamos porqué.
¿Quiénes consumen coca en Argentina? La coca está presente en la vida cotidiana del NOA, sobre todo en Salta y Jujuy, –donde más o menos la mitad de los varones adultos la consume de forma regular, ocasional o esporádica– y entre migrantes oriundos de esas provincias o de Bolivia. Coquea uno de cada cuarenta argentinos. ¿Desde cuándo? De acuerdo a mi investigación, sectores indígenas y mestizos coqueaban en el norte al menos desde el siglo XVIII. Desde los años 1920, su uso se extendió a todas las clases sociales de la región. ¿Es nociva? Hace miles de años que la gente andina acostumbra consumirla formando el acullico en la boca: una bolita de hojas. No hay que analizar la hoja per se, sino el acullico: en vez de mirar a la coca desde la cocaína, midamos a la cocaína con la vara de la coca. Veremos cómo una raya de cocaína es equivalente a una cantidad de hojas del tamaño de una pelota de fútbol: algo imposible de meterse a la boca. Las dosis habituales de cocaína son acullicos monstruosos. No hay que dar muchas vueltas para ver que el paco es nocivo: se conocen sus efectos. ¿Quién puede decir lo mismo del consumo de hojas de coca? (Qué bueno sería que al mal de chagas se le dedicara siquiera una fracción de la atención que se le dedica a la coca y a sus derivados clandestinos)
¿Es saludable? Recién en los años 1970 el análisis químico estableció que la hoja representa una fuente importante de vitaminas y minerales, por encima de casi todos los vegetales conocidos. La intuición acumulada en siglos no estaba errada. ¿Cómo se abastecen los consumidores argentinos? Por un comercio informal de frontera. La coca fue totalmente prohibida en 1977: siguió habiendo coca como antes, pero los precios se multiplicaron por ocho, y cuando en 1989 se legalizó el consumo los precios no bajaron. El sistema actual no perjudica al consumidor, y deja hacer al pequeño comerciante –en las provincias del norte. Pero impide la importación legal: legitima los precios inflados y alimenta a lo que he llamado una renta de frontera: una ganancia extraordinaria que cada mes mueve algunos millones de pesos. Prebenda de privilegiados.
¿Quiénes pueden comercializar libremente hoja de coca en el mundo? La Convención Única de Estupefacientes de la ONU coarta a los países andinos las posibilidades de elaborar naturalmente las hojas (para hacer harinas que optimicen el aprovechamiento de los nutrientes, u otros preparados que contengan la proporción natural de alcaloides). En la práctica, esta posibilidad está reservada a quienes fabrican la coca-cola. La bebida cuyo nombre viene de la hoja de coca y de la africana nuez de cola, rica en cafeína, tuvo cocaína desde que vino al mundo en 1886, hasta 1903. Sólo la cafeína anima hoy a sus bebedores, pero la coca, fuente de su nombre, es también origen de algunos de sus saborizantes.
La Convención de la ONU previó en 1961 un artículo ad hoc, el 27º, que permite “la producción de un agente saporífero que no contenga ningún alcaloide”, hecho a la medida de esta empresa. Así que cientos de toneladas de hojas viajan cada año de los Andes a Nueva Jersey, que es donde se separa a la cocaína, que ingresa así a un circuito estadounidense legal, y el “saporífero”, que va a encarnar la esencia de la gaseosa. Cada vez que alguien formula esta cuestión de la coca, los voceros de la empresa contestan, incómodos: “Nunca tuvo cocaína” –lo cual es falso. O bien “No tiene cocaína” –lo cual es cierto hoy. Es decir: se les pregunta por coca y contestan por cocaína.
¿Por qué están presos Irineo Mora, Fabiola Aguirre, Lidia Flores y Adriana Soria? Por vender sustancias que probadamente no son nocivas para la salud mental, sino que aportan nutrientes. Por vender hojas que hace miles de años se han consumido en los Andes, y que son parte de la vida cotidiana del actual noroeste argentino desde hace no menos de tres siglos. Por vender algo que es asequible en centenares de kioscos de Salta, Jujuy y otras ciudades del NOA y del oeste chaqueño –o mediante redes de viajeros y choferes que llegan desde esas provincias rumbo a Córdoba y Buenos Aires y el resto del país. Por tener en su poder una cantidad que es igual a un tercio de la venta de viernes a la noche de un kiosquero grande de Salta. Porque las únicas transacciones internacionales legales de hoja de coca sólo autorizan a una transnacional. Porque las contradicciones aberrantes de la ley internacional, aunque se discutirán en Viena el año próximo, siguen vigentes, y la ley nacional forma parte de ellas. Porque en Argentina los descendientes de quienes llegaron a la gran ciudad por barco siguen mirando de reojo a quienes llegaron y llegan por tierra
- Ricardo Gabriel Abduca es antropólogo. Docente de la UBA.
La ley argentina vigente establece que “la tenencia o consumo de coca en estado natural no será considerada como tenencia o consumo de estupefacientes” . Pero no sólo Mora Sandi sigue preso. No contentos con las irregularidades formales y los abusos del allanamiento (“me rompieron todo”), con las protestas del gobierno boliviano y de las reparticiones nacional y provincial de derechos humanos, hace dos semanas personal de la comisaría 10 de ese distrito detuvo a Fabiola Aguirre, Lidia Flores y Adriana Soria acusadas de lo mismo, también en poder de unos 5 kg. de hojas cada una (hecho que un diario presentó como hallazgo de “14,3 kg de cocaína”)
Hace veinte años que estudio y recorro la región andina de Argentina y Bolivia, y unos diez que investigó la intrincada realidad del uso de la coca, que siempre brinda sorpresas, algunas bastante desagradables, como ésta. Este caso ilustran las contradicciones de la ley argentina y las de su marco general, la Convención de Viena de la ONU. Veamos porqué.
¿Quiénes consumen coca en Argentina? La coca está presente en la vida cotidiana del NOA, sobre todo en Salta y Jujuy, –donde más o menos la mitad de los varones adultos la consume de forma regular, ocasional o esporádica– y entre migrantes oriundos de esas provincias o de Bolivia. Coquea uno de cada cuarenta argentinos. ¿Desde cuándo? De acuerdo a mi investigación, sectores indígenas y mestizos coqueaban en el norte al menos desde el siglo XVIII. Desde los años 1920, su uso se extendió a todas las clases sociales de la región. ¿Es nociva? Hace miles de años que la gente andina acostumbra consumirla formando el acullico en la boca: una bolita de hojas. No hay que analizar la hoja per se, sino el acullico: en vez de mirar a la coca desde la cocaína, midamos a la cocaína con la vara de la coca. Veremos cómo una raya de cocaína es equivalente a una cantidad de hojas del tamaño de una pelota de fútbol: algo imposible de meterse a la boca. Las dosis habituales de cocaína son acullicos monstruosos. No hay que dar muchas vueltas para ver que el paco es nocivo: se conocen sus efectos. ¿Quién puede decir lo mismo del consumo de hojas de coca? (Qué bueno sería que al mal de chagas se le dedicara siquiera una fracción de la atención que se le dedica a la coca y a sus derivados clandestinos)
¿Es saludable? Recién en los años 1970 el análisis químico estableció que la hoja representa una fuente importante de vitaminas y minerales, por encima de casi todos los vegetales conocidos. La intuición acumulada en siglos no estaba errada. ¿Cómo se abastecen los consumidores argentinos? Por un comercio informal de frontera. La coca fue totalmente prohibida en 1977: siguió habiendo coca como antes, pero los precios se multiplicaron por ocho, y cuando en 1989 se legalizó el consumo los precios no bajaron. El sistema actual no perjudica al consumidor, y deja hacer al pequeño comerciante –en las provincias del norte. Pero impide la importación legal: legitima los precios inflados y alimenta a lo que he llamado una renta de frontera: una ganancia extraordinaria que cada mes mueve algunos millones de pesos. Prebenda de privilegiados.
¿Quiénes pueden comercializar libremente hoja de coca en el mundo? La Convención Única de Estupefacientes de la ONU coarta a los países andinos las posibilidades de elaborar naturalmente las hojas (para hacer harinas que optimicen el aprovechamiento de los nutrientes, u otros preparados que contengan la proporción natural de alcaloides). En la práctica, esta posibilidad está reservada a quienes fabrican la coca-cola. La bebida cuyo nombre viene de la hoja de coca y de la africana nuez de cola, rica en cafeína, tuvo cocaína desde que vino al mundo en 1886, hasta 1903. Sólo la cafeína anima hoy a sus bebedores, pero la coca, fuente de su nombre, es también origen de algunos de sus saborizantes.
La Convención de la ONU previó en 1961 un artículo ad hoc, el 27º, que permite “la producción de un agente saporífero que no contenga ningún alcaloide”, hecho a la medida de esta empresa. Así que cientos de toneladas de hojas viajan cada año de los Andes a Nueva Jersey, que es donde se separa a la cocaína, que ingresa así a un circuito estadounidense legal, y el “saporífero”, que va a encarnar la esencia de la gaseosa. Cada vez que alguien formula esta cuestión de la coca, los voceros de la empresa contestan, incómodos: “Nunca tuvo cocaína” –lo cual es falso. O bien “No tiene cocaína” –lo cual es cierto hoy. Es decir: se les pregunta por coca y contestan por cocaína.
¿Por qué están presos Irineo Mora, Fabiola Aguirre, Lidia Flores y Adriana Soria? Por vender sustancias que probadamente no son nocivas para la salud mental, sino que aportan nutrientes. Por vender hojas que hace miles de años se han consumido en los Andes, y que son parte de la vida cotidiana del actual noroeste argentino desde hace no menos de tres siglos. Por vender algo que es asequible en centenares de kioscos de Salta, Jujuy y otras ciudades del NOA y del oeste chaqueño –o mediante redes de viajeros y choferes que llegan desde esas provincias rumbo a Córdoba y Buenos Aires y el resto del país. Por tener en su poder una cantidad que es igual a un tercio de la venta de viernes a la noche de un kiosquero grande de Salta. Porque las únicas transacciones internacionales legales de hoja de coca sólo autorizan a una transnacional. Porque las contradicciones aberrantes de la ley internacional, aunque se discutirán en Viena el año próximo, siguen vigentes, y la ley nacional forma parte de ellas. Porque en Argentina los descendientes de quienes llegaron a la gran ciudad por barco siguen mirando de reojo a quienes llegaron y llegan por tierra
- Ricardo Gabriel Abduca es antropólogo. Docente de la UBA.
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