Un país dividido

08/04/2007
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En su edición del 29 de marzo último, el Semanario Universidad publica, en la página 11, información relacionada con el más reciente sondeo de opinión realizado por la Universidad de Costa Rica en relación con los niveles de apoyo y oposición al TLC con los Estados Unidos.

De conformidad con los datos suministrados por el Semanario, prácticamente hay un empate entre quienes están a favor y en contra del mencionado acuerdo "comercial". Se explica también que si bien el porcentaje de personas que coinciden en aprobar el TLC es superior a cualquiera de las otras opciones consideradas por separado, lo cierto es que la suma total de opiniones favorables a la renegociación del convenio, a continuar como hasta ahora, a realizar un referéndum y a retirarlo de la Asamblea Legislativa, significa que una mayoría del 56,2% se opone a la ratificación del indicado instrumento.

Independientemente de la lectura que se pueda hacer de los datos suministrados por la Universidad de Costa Rica en cuanto al apoyo o el rechazo específico al TLC, lo que me parece incuestionable es que refleja algo aún más peligroso que el acuerdo comercial en sí mismo: el país está dividido… ¡y la división es profunda!

No pretendo decir que esta polarización sea consecuencia del TLC, sino que a mi juicio, lo que sucede es que la lucha en torno a éste ha servido para evidenciar un conflicto latente desde hace mucho tiempo. Este convenio simboliza la culminación y consolidación de un modelo de país que se ha venido fraguando desde hace poco más de veinte años. Y esto genera pasiones, tanto de quienes anhelan cumplir su (autoproclamada) misión de "insertar" a Costa Rica en las corrientes económicas globales, como también de quienes pretenden hacer un alto en el camino y pensar en una vía costarricense.

La clase político empresarial que gobierna el país desde mediados de los ochenta ha intentado incesantemente de imponer sus puntos de vista. Y aunque poco a poco ha venido situándose en posiciones estratégicas, a la hora de dar el paso final, ha fracasado. La derrota sufrida con el "Combo del ICE" y lo difícil que se le ha puesto la ratificación del TLC, ha llevado a este sector a tomar acciones cada vez más desesperadas y autoritarias para controlar el poder institucionalizado. También ha evidenciado que en su mundo soñado sólo hay ganadores y perdedores, por lo que considera normal que imperen aquellos que sepan "aprovechar las oportunidades" que se les presenten.

Precisamente esa actitud ha servido para cohesionar una oposición tan feroz como la que se realiza en Costa Rica contra el TLC y, principalmente, lo que éste simboliza. La resistencia aglutina sectores de diversísimos signos, es plural. Su común denominador es la idea de que el país puede trazar su propia vía de desarrollo, partiendo del principio de solidaridad, lo que no significa solamente la existencia de programas sociales, sino que todas las políticas públicas se dirijan a lograr un justo reparto de la riqueza. Esto conlleva volver a considerar en su formulación a los que vivimos del colón y dejar de servir prioritariamente (como lo hacen hoy día) a quienes generan dólares. También implica volver a tener como eje el artículo 50 de la Constitución y dejar de fijarse sólo en el actual 46.

Quienes gobiernan Costa Rica deben tener claro que la fractura existe, que es honda y que su tarea, como gobernantes de todos y todas, no es realizar todos los esfuerzos posibles por inclinar la balanza hacia uno de los bandos en pugna (que es lo que ha hecho hasta ahora), pues de seguir esa ruta terminará de servir la mesa para un conflicto social de proporciones inimaginables. Su labor más bien debe ser la de construir opciones alternativas tanto al TLC como a la situación actual, para así preservar la paz social, que vale más que cualquier acuerdo comercial.
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