Continúa la crisis en Neuquén

El otoño del gobernador Sobisch

10/04/2007
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Neuquén

El mandatario de la provincia argentina no renunciará y anunció cambios en su gabinete. Continúa el pedido de justicia por el asesinato de Carlos Fuentealba. La historia de un discípulo del “menemismo” que se niega a caer.

A pesar de su difícil lectura, “El Otoño del Patriarca” compone un exquisito retrato de un dictador en decadencia, resistido a abandonar el poder. Hoy, las palabras del colombiano Gabriel García Márquez parecen definir la actualidad del gobernador de la provincia argentina de Neuquén y candidato a presidente, Jorge Omar Sobisch, que continúa desentendiendo los pedidos de renuncia y sigue sin hacerse cargo del asesinato del docente Carlos Fuentealba, causado por una brutal represión policial, en medio de un reclamo salarial por parte de los maestros.

Mientras en la provincia de Neuquén, y en toda Argentina, se llevan a cabo distintas medidas de fuerza para reclamar justicia frente a este hecho, el gobernador permanece en la residencia oficial (lejos de la Casa de Gobierno, donde los docentes mantiene un acampe permanente) sin querer abandonar su cargo. La única respuesta ante el reclamo popular fue un cambio de gabinete en la provincia, en el que removió a la ministra de Seguridad y Trabajo, Susana Arévalo y al subsecretario de Seguridad, Raúl Pascuarelli; así como al ministro de Empresas Públicas, Alfredo Esteves, a cargo de la cartera de Educación. También removió a la cúpula de la policía provincial.

En Argentina suele denominarse a esta maniobra política como “cambio de figuritas”, algo así como una modificación que, en lo concreto, no modifica absolutamente nada.

Por otra parte, Sobisch pretende unificar las carteras de Seguridad y Educación bajo un ministerio de Gobierno (que estará a cargo de uno de sus aliados regionales, Jorge Lara), por lo que estas importantes materias, hoy en el centro de la escena, pasarán a ocupar un lugar menor en la agenda gubernamental.

Del otro lado, los docentes nucleados en la Asociación de Trabajadores de la Educación de Neuquén (ATEN) no se decidían, al cierre de esta edición, si levantaría o no los cortes de rutas, aunque sí impulsarán un acampe permanente frente a la Casa de Gobierno para exigir la renuncia del gobernador por la muerte de Fuentealba. De la misma forma, se siguen sumando apoyos: el gremio de los empleados estatales anunció un paro por 48 horas y un apoyo efectivo a las medidas tomadas por los docentes. Asimismo, la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA) continúa acompañando las jornadas de lucha a nivel nacional, e incluso la Cámara de Diputados condenará formalmente el asesinato de Fuentealba.

Desde la residencia oficial, el patriarca se resiste a abandonar su trono, y hecha mano a un recurso poco convincente para un pueblo movilizado, que busca responsables. Su tozudez le impide ver que su crédito político se terminó cuando ejecutó aquella orden de reprimir a los maestros, que decantó en la tragedia. Su afán de poder le impide ver su propio “otoño”.

Este escenario es recurrente en la política argentina, donde Sobisch es sólo un representante de la devaluada derecha vernácula, que de la mano del ex presidente Carlos Menem impuso el neoliberalismo y que convirtió a muchas provincias en verdaderos feudos. Quizás, para comprender mejor esta situación, sea útil esbozar una breve reseña de su carrera política.

El ascenso al poder de Jorge Sobisch se dio de la mano del Movimiento Popular Neuquino (MPN) un partido regional, creado en 1961, que surgió como respuesta popular a la proscripción del peronismo, aunque luego se separó de la estructura del Partido Justicialista con la vuelta de Juan Domingo Perón en 1973.

Los años fueron haciendo del MPN un movimiento que absorbió al estado provincial, a tal punto de convertirse en la expresión dominante dentro del imaginario de los neuquinos. Eso explica que esta fuerza haya gobernado sin intermitencias desde la vuelta de la democracia en 1983.

La columna vertebral de este movimiento fue el empleo público, de la mano de políticas desarrollistas, en una provincia que creció abruptamente gracias a la explotación de sus yacimientos petrolíferos y la zona agropecuaria. Esto generó en Neuquén una fuerte presencia de los gremios estatales, con un alto grado de combatividad, en la que se destacan los docentes que históricamente encabezaron procesos de lucha en la región.

Sobisch cambió ese panorama cuando ganó la gobernación en 1991 y la mantuvo, con un intervalo de cuatro años, hasta la actualidad. De la mano del “menemismo”, el gobernador de Neuquén implementó políticas neoliberales que favorecieron al sector financiero local e internacional. De esta forma, privatizó numerosas dependencias del estado y llevó a la provincia a tener una de las peores distribuciones de la riqueza del país, con un 30 por ciento de los habitantes por debajo de la línea de la pobreza, según estadísticas del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC).

Por otra parte, Sobisch convirtió a la provincia de Neuquén en una suerte de emirato petrolero privatizado. Los yacimientos están, en su mayoría, concesionados a la española Repsol hasta 2027. Mientras las empresas multinacionales se llevan miles de millones por la extracción de gas y petróleo, la provincia sólo recibe una ínfima parte en concepto de regalías. De todas formas, ese aporte sirve para engrosar el presupuesto provincial, y convertir a Neuquén en una de las jurisdicciones más ricas de la argentina. Es este superávit fiscal el que lleva a los bastardeados sectores públicos a pedir por un justo aumento de salario y mayor distribución del ingreso.

Otro punto característico del gobierno de Sobisch es su carácter feudal. Tal cual el patriarca imaginario de García Márquez, el gobernador hace negocios con los dineros públicos como si fueran suyos. El caso más sobresaliente es el de la creación de un polo vitivinícola, donde cuatro de las familias más ricas de Neuquén, cercanas a Sobisch, fueron beneficiadas por millonarios créditos de la banca provincial, presentando dudosas garantías. Así lo demuestran claramente las investigaciones realizadas por el periódico local, 8300, y el sitio lapoliticaonline.com.ar.

El gobernador también fomentó el detrimento de la educación y la salud pública; sobre todo de ésta última, otrora una de las mejores de Latinoamérica, y hoy olvidada por el estado provincial. De hecho el gobierno mantiene millonarios acuerdos con empresas de salud privadas, mientras a los hospitales gratuitos se les redujo el presupuesto para la compra de tecnología avanzada.

Sólo resta hablar de su política de seguridad, una suerte de evocación a la mano dura, donde la policía se convierte en un instrumento para amedrentar cualquier intento de oposición. De hecho, Sobisch impulsó la nueva ley de seguridad que le da al Ejecutivo la potestad de ordenar represiones sin orden judicial cuando esté “amenazado el orden público”. Esta orden se hizo efectiva la mañana en que un policía, enviado por el gobernador, asesinó a Carlos Fuentealba.

Este panorama no es original en la Argentina. Más allá de las particularidades de cada territorio, las provincias-feudos, comandadas por patriarcas enquistados en la estructura gubernamental, se repiten a lo largo del territorio. Incluso motivan la intervención federal, como en el caso de Santiago del Estero, provincia donde la dinastía de los Saadi intentaba reproducir el terrorismo de estado de la dictadura militar de 1976.

Lo cierto es que la presión por la renuncia de Sobisch sigue en pie, y cada vez se suman más fuerzas para exigir justicia por la muerte de Fuentealba. Es evidente que el conflicto no tendrá otra resolución que la dimisión del mandatario, aún a pesar de su afán de poder. Como alguna vez esbozó García Márquez: "Habrá que recordarle que los patriarcas nunca logran perpetuarse".

Fuente: Agencia Periodística del MERCOSUR (APM), Mar del Plata / Argentina
http://www.prensamercosur.com.ar
https://www.alainet.org/es/active/16827?language=es
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