Entre la diplomacia y la realidad
- Opinión
El 5 de Marzo del presente año se dio a conocer el “Informe de
1. Es muy importante que este informe, el cual fue concertado con el gobierno, mantenga la tesis de que en Colombia existe un conflicto armado y no un ataque de terroristas contra la sociedad colombiana como lo afirma la postura oficial.
2. En materia de políticas públicas que es donde en definitiva se concreta la voluntad política de los gobiernos, salvo los pasos dados con respecto a los asesinatos de sindicalistas de concretar el acuerdo tripartito suscrito en la 95 reunión de
3. En cuanto a la situación de derechos humanos, este informe mantiene la calificación de crítica de manera global, esto es en los civiles y políticos como en los económicos, sociales y culturales. Merece destacarse, la persistencia y el agravamiento a las violaciones de los derechos civiles y políticos. Al respecto, las ejecuciones extrajudiciales adquieren un lugar relevante en dos aspectos: no sólo en cuanto se trata de una flagrante violación al derecho a la vida en un país que constitucionalmente prohíbe la pena de muerte, sino que señala que se trata de un problema más grave en cuanto a que su comportamiento no corresponde a hechos aislados sino una práctica generalizada.
“Esta gravísima violación de los derechos humanos no está circunscrita a una sola unidad militar pues afecta a distintas unidades distribuidas en gran parte del territorio nacional, lo que exige la adopción de medidas de alcance general. Por su magnitud y extensión territorial, los homicidios con carácter de ejecución extrajudicial no parecen constituir hechos aislados, sino conductas que tienden a generalizarse”.
De otro lado, se mantiene la violación al derecho a la libertad en tanto se mantienen las detenciones arbitrarias tanto individuales como masivas, así como la desaparición forzada atribuidas las primeras al Estado y las segundas principalmente a las organizaciones paramilitares. Se destaca en este informe que se mantenga un ambiente de intimidación y amenaza “…contra miembros de organizaciones sindicales, periodistas (1), maestros y defensores de derechos humanos (2). Bien es conocido que estas amenazas provienen en su totalidad del paramilitarismo y las cuales se hacen invocando el apoyo al proyecto político de la “Seguridad Democrática” sin que el Gobierno, no obstante las reiteradas peticiones de la comunidad internacional y las organizaciones de derechos humanos, haya fijado una postura al respecto. Con relación al proceso de desmovilización y reintegración de los paramilitares este informe plantea dos inquietudes de fondo: El hecho de que en este proceso “un alto porcentaje de las personas desmovilizadas no participaba directamente en las hostilidades y algunos paramilitares continúan sin desmovilizarse” y que “ resulta de especial preocupación el hecho de que numerosos integrantes de los cuadros medios del paramilitarismo no se desmovilizaron o han vuelto a armarse y dirigen nuevos grupos armados ilegales que han ido surgiendo en distintas partes del país” . Esto contrasta de manera radical con los pronunciamientos oficiales que han declarado el final del paramilitarismo en Colombia. De allí que sea totalmente pertinente la exigencia planteada de que “La aparición y actuación de estos nuevos grupos supone un incumplimiento del compromiso de desmovilización y desmonte de sus estructuras armadas. Y “Si bien la fuerza pública ha detenido a más de 900 desmovilizados por incurrir en actividades delictivas, el aumento del número de efectivos de estos nuevos grupos armados ilegales, el progresivo incremento de su poder económico y militar, y el fortalecimiento de su control sobre determinadas regiones del país, exigen una drástica aplicación de la ley contra estas nuevas manifestaciones armadas”.
De otro lado, se plantean las reservas frente a la aplicación de
4. Sobre la observancia del Derecho Internacional Humanitario este informe una vez más señala, dentro del marco del conflicto armado, cómo el conjunto de actores armados, sean ellos legales e ilegales, violan de manera sistemática este derecho y por lo tanto el alto grado de degradación que tiene dicho conflicto. Dentro del registro de dichas violaciones se inculpa a las Farc de la siembra de minas, el reclutamiento de niños y niñas y la mayoría de las masacres ocurridas; al paramilitarismo no obstante su desmovilización, continua siendo una causa de asesinatos selectivos, acciones contra la sociedad civil y desplazamiento forzado. Llama la atención que en un 79% se hubiese incrementado el asesinato de sindicalistas y de que no se sepa en muchos de ellos los causantes. Con respecto a la fuerza pública, en consonancia con la “política de seguridad democrática” que plantea que los “terroristas” se mimetizan entre la población civil, desconociendo principios como el de proporcionalidad, distinción, necesariedad y legalidad, se han llevado a cabo acciones de la fuerza pública que como lo señala el informe “…dio lugar a conductas constitutivas de graves infracciones del derecho internacional humanitario que contribuyen a crear condiciones de riesgo y de extrema vulnerabilidad para los civiles”. Por ello, es cada vez más pertinente plantear la pregunta de cual seguridad habla la “seguridad democrática”, pues en el fondo lo que se ha traducido en materia de DDHH y del DIH es una profunda inseguridad.
Sobre las recomendaciones, que en este caso fueron 18 y no 26 como en el año anterior, pudiera pensarse que esto induce a pensar que las cosas han mejorado, la realidad es que dichas recomendaciones reflejan las conclusiones que derivan del seguimiento llevado a cabo. Al respecto merecen destacarse:
1. El llamado a que el gobierno retome una alternativa de salida negociada al conflicto.
2. La necesidad de que el gobierno deje de lado su reiterada postura dilatoria con respecto al cumplimiento de las recomendaciones plasmadas en los informes anteriores, y adopte un compromiso real para su cumplimiento.
3. Con respecto al paramilitarismo la recomendación es absolutamente perentoria cuando señala: “
4. En cuanto a la ley de Justicia y Paz se solicita “que en cuanto a la aplicación de dicha ley, a que el Estado en su conjunto garantice los derechos de las víctimas en lo que atañe a la verdad, a la justicia y a la reparación”.
5. Merece destacarse la recomendación consignada en el numeral 127, cuando se hace referencia al PIB recientemente publicitado por el gobierno. Allí se ha hace el pedido de que esto se traduzca en modificar los altos índices de pobreza y desigualdad social existentes y dar una eficaz atención a las víctimas del conflicto.
En resumen, nos encontramos ante un buen informe, en el cual
Marzo 26 de 2007 5
- José Girón Sierra es presidente del Instituto Popular de Capacitación, IPC
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas
Corporación Viva la Ciudadanía.
www.vivalaciudadania.org
Notas:
1
2 Según
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