Visita de Bush: tardía y vacía

15/03/2007
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La reciente visita del presidente George W. Bush a algunos países de América Latina no trajo nada nuevo para el continente y no pretendía corregir la equivocada política de su gobierno en la región. Más bien, parece haber estado orientada a hacerle contrapeso a la creciente influencia de Chávez en el continente y a tratar de profundizar las fisuras entre otros gobernantes de América Latina y el belicoso presidente venezolano.

Ante todo, el Presidente llegó tarde a América Latina y el Caribe, cuando la región ya había asumido que a su gobierno le tiene sin cuidado esta región del mundo y no ha tomado en consideración sus encrucijadas y necesidades. Llegó cuando en toda el área ha hecho ya camino un fuerte antiamericanismo con vastas repercusiones electorales y gubernamentales. Vino con el sol a sus espaldas, cuando su gestión es fuertemente criticada en todos los rincones del mundo, empezando por su propio país, donde además su gobierno debe hacerle ahora frente a un Congreso adverso. Aunque el discurso de Bush expresaba un cierto cambio, no estaba acompañado de consecuencias prácticas. El Presidente estadounidense venía con las manos vacías. Las protestas contra su visita en todas las ciudades que visitó e incluso en muchas de las que no estaban en su itinerario, mostraron que el señor Presidente no es ya bienvenido en esta zona del continente americano.

Los escogidos

En su intento de hacerle contrapeso a Chávez, Bush quiso mostrar que dialoga con gobiernos de la izquierda “moderada”, en particular, de Brasil y Uruguay. Y, de paso, buscó privilegiar a Lula en su tácita disputa con Chávez por el liderazgo continental, y darle prelacía al pequeño Uruguay de Tabaré Vásquez sobre la vasta Argentina de Kirchner, aliado al menos aparente del Presidente venezolano. Una de sus pocas propuestas concretas y relevantes, la búsqueda de acuerdos sobre biocombustibles, no solo quería avanzar en un propósito importante de diversificación de fuentes alternativas de energía sino, sobre todo, enviar el mensaje de que podría llegar a prescindir de los suministros petroleros de la Venezuela bolivariana. Su visita a Guatemala sirvió de agradecimiento por el servicio que ese país le prestó al impedir la llegada de Venezuela al Consejo de Seguridad. Y, en Colombia y México, le reiteró el apoyo a sus dos más firmes aliados en la región, quienes enfrentan situaciones difíciles en sus países.

El contenido de sus intervenciones fue distinto al de ocasiones anteriores. Más que fustigar a Chávez, que insistir en el combate a las drogas en su lugar de origen y de tránsito, más que mostrar un terrorismo omnipresente, trató de sintonizarse, al menos en el discurso, con lo más notorio en la región: la pobreza y los problemas sociales. Ese discurso no vino acompañado, sin embargo, de alternativas concretas frente al comercio con Estados Unidos, país que no ha mostrado ninguna comprensión sobre la realidad regional y sus necesidades sino que ha defendido a ultranza la maximización de sus propios beneficios. Tampoco habló de una agenda donde no sólo quepan sus preocupaciones y prioridades, sino de la difícil situación latinoamericana y caribeña, regiones que no logran una inserción positiva en el mundo global. Menos aún habló de redefinir las relaciones hemisféricas para asumir que la región está en búsqueda de alternativas porque las recetas del Consenso de Washington se aplicaron y dejaron, en buena parte de la región, efectos perversos.

En Colombia

El respaldo de Bush al gobierno colombiano, el aliado más fiel que ha tenido hasta ahora, no fue suficientemente claro ni contundente. Entre otras cosas, porque los temas cruciales que gestiona el gobierno de Colombia en Washington --la continuidad de la ayuda estadounidense para el Plan Colombia y la aprobación del Tratado de Libre Comercio (TLC) bilateral— no dependen de la Casa Blanca sino de un Congreso demócrata, hostil a su política, crítico de la situación colombiana y de los resultados de la ayuda estadounidense, y preocupado por el desmonte de la “parapolítica”, por la eficacia de las fumigaciones, por los derechos humanos en Colombia, y por la manera como todo ello repercute en la dinámica electoral estadounidense. El gobierno colombiano tampoco parece haberse preparado para esa visita analizando el difícil contexto en que se encuentra Bush y la manera como se podría transformar las preocupaciones existentes en el congreso estadounidense en una oportunidad para hacer un ajuste al Plan Colombia. Porque el mayor control territorial que se ha alcanzado, el descenso en las tasas de los diversos indicadores del conflicto, no se podrán mantener si no se le presta una atención mucho mayor a los asuntos sociales y no se le da impulso al desarrollo en las zonas afectadas por el conflicto, en particular en las fronteras.

Colombia tendría que hacer suyo el reconocimiento que hiciera el coordinador de las tropas norteamericanas en Iraq cuando dijo que la acción militar es necesaria para mejorar la seguridad, pero no es suficiente. La acción militar sin desarrollo, sin políticas sociales, sin presencia no sólo militar y policial del Estado, no sólo es insuficiente sino que podría llegar a ser contraproducente. La economía ilegal con sus pujantes redes articula a poblaciones más rápidamente que los planes gubernamentales. Esa economía ilegal está llenando el vacío del Estado y reemplaza las reglas de juego democrático por sus métodos autoritarios. Como estamos viendo, así lo ha hecho la “parapolítica” mediante el control del poder local en diversas regiones del país. El gobierno de Uribe se preparó entonces para recibir a Bush sólo con las

mismas recetas de lo mismo que ha pedido y recibido en el pasado. Pero las circunstancias colombianas y estadounidenses han cambiado profundamente.

La relación de Colombia y Estados Unidos: efectos sobre los vecinos

El presidente Uribe ha sido muy poco sensible al malestar enorme que la “relación especial” de Colombia con Estados Unidos causa en Venezuela, Ecuador y Brasil, y hasta en sectores importantes de Perú y Panamá. Tal vez por esa falta de consideración de lo que piensan los gobernantes y amplios sectores de opinión de los países colindantes, el gobierno colombiano tampoco se preparó para aprovechar la debilidad de Bush, y tomar distancia de su proyecto de seguridad. Estados Unidos presiona a los vecinos para que actúen en su propia perspectiva, que es identificada por éstos como la misma perspectiva que ha adoptado el gobierno colombiano. Sin embargo, Colombia está en mora de mostrar que su interés nacional frente a cada país colindante y a la situación regional, es distinto del interés de Washington. Estados Unidos quiere ampliar su perímetro de defensa del Caribe a los Andes y para ello aprovecha el conflicto colombiano. Quiere rehacer el control de la región que se le escapa y para eso presiona desde Colombia porque la región se comprometa con sus prioridades antiterroristas y antidrogas.

Uribe hubiera podido mostrar que es del interés colombiano e incluso es una necesidad para la seguridad de Estados Unidos contar con una región andina estable, con instituciones fuertes, para hacerle frente a dinámicas transnacionales complejas que debe enfrentar; que para eso se necesita respeto por las opciones nacionales en la escogencia de gobernantes y modelos, opciones que no pueden ser reducidas al poderoso brazo petrolero de Chávez, y que una región estable requiere buenas relaciones de vecindad. El presidente colombiano habría podido pedirle a Bush que evite presionar en las disputas y agudizar las tensiones entre los vecinos.

La visita de Bush no es, pues, el inicio de una nueva era en las relaciones de Estados Unidos y América Latina. El reconocimiento y apoyo político al presidente Uribe no le aporta mucho a Colombia. El gobierno de Uribe no se preparó para sacarle provecho al cambio de las condiciones políticas en Estados Unidos y en Colombia no se aprovechó la visita para presionar por una revisión de la fallida estrategia antidrogas y del excesivo énfasis militar del Plan Colombia. Tampoco la aprovechó, como si lo hizo Lula, para hablar de los cambios legítimos que ocurren en la región, que está buscando alternativas a problemas que la política estadounidense ha contribuido a agravar.

- Socorro Ramírez Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI) de la Universidad Nacional de Colombia

Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas Corporación Viva la Ciudadanía. www.vivalaciudadania.org
https://www.alainet.org/es/active/16474
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