La reelección de Álvaro Uribe se interpretó en casi todos los medios oficiales como el resultado del excelente manejo de la economía bajo su primer gobierno, en efecto se argumenta hasta el cansancio que la política de seguridad democrática ha permitido recuperar la inversión extranjera, y la ortodoxia fiscal del gobierno ha permitido recuperar la confianza de los prestamistas internacionales.

Pero bien miradas ambas cosas son falsas: en primer lugar, la seguridad democrática es bastante relativa porque si bien fenómenos como el secuestro, las masacres y los enfrentamientos armados se han reducido (quién sabe si por un manejo non sancto de las estadísticas) no sucede lo mismo con delitos como el atraco, el robo de casas y vehículos, fenómeno que constituye el principal problema de las ciudades en Colombia. Al extranjero, claramente, le preocupa mucho más ser secuestrado que ser atracado, y los indicadores de seguridad han mejorado precisamente allí donde son más visibles para los inversionistas, pero no para los ciudadanos que fueron quienes eligieron al primer mandatario.

Y en segundo lugar, no hay ortodoxia fiscal bajo este gobierno, como lo han reconocido los mismos acreedores del país, el Banco de la Republica, la Contraloría y muchos renombrados economistas: el gobierno ha venido aprovechando la bonanza para mantener un nivel de gasto espectacular, ya hemos comentado en otras columnas, como el efecto de la reelección se vio favorecido por un significativo aumento del gasto público, destinado a fortalecer las redes clientelares del gobierno y que a la larga se convirtieron en un “chantaje” en las urnas.

Por ende es claro que el país vive una bonanza: el consumo se reactiva porque los bancos tienen alta liquidez, las tasas de interés internas y externas siguen siendo históricamente bajas, y no hay panorama de crisis internacional en el corto plazo. Por lo anterior, la gente puede vivir al debe; el gobierno gasta mucho, aun dándose el lujo de regalar impuestos a los más ricos porque la caja tiene dinero de sobra, obviamente, quitándoselos a los menos favorecidos al endurecer el IVA; hay crédito para el gobierno, en 2006 vivimos una de las olas privatizadoras más fuertes desde la década de los noventa, en fin mientras haya dinero habrán críticas aisladas sobre la bondad de las políticas económicas del gobierno, pero se contendrán muchos de los potenciales enemigos que se podrían generar si otras fueran las condiciones internacionales.

Sumado a ello, está el mini auge exportador que ha sido más por el movimiento positivo de los precios de los bienes primarios (impulsados por el auge chino e hindú) el cual ha ocultado el inusitado aumento de las importaciones que crece en promedio hasta tres veces por encima de las exportaciones, el cual se financia por dos vías: por el aumento del endeudamiento externo, y por la más importante que es el ingreso inusitado de dólares (muchos de ellos de dudosa procedencia), axial que nuestra bonanza la debemos a dos cosas: al destape de la narcoeconomía, y a condiciones internacionales favorables, es decir, le debemos muy poco al “notorio” manejo de la economía que ha hecho el gobierno.

Y ello no debería ser un anuncio tranquilizador, por el contrario, cuando en cualquier tempestad financiera el ciclo cambie, o cuando los narcos se sientan inseguros en el país y decidan sacar sus capitales las cosas de hecho cambiaran, y cambiaran para mal de la mayoría de los colombianos, en un país que se acostumbró a que las políticas públicas estén enfocadas hacia una inmensa minoría, mientras la pobreza y el desempleo solo bajan en las estadísticas.

El 2007 será sin duda un tiempo de definiciones importantes en materia económica, y será allí donde salga a relucir la realidad de lo que pasa en un país dominado por una narcoburguesia que todos los días se empeña en decirnos que todo va viento en popa (por lo menos para ellos).

- Jairo Alonso Bautista es Asesor del Congreso de la República

Este artículo es una publicación de la Corporación Viva la Ciudadanía. Semanario Virtual Caja de Herramientas N° 0045. semanariovirtual@viva.org.co

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