Programa, tecnopolítica y pacificación para construir nueva civilización social

16/12/2006
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Construir socialismo en este siglo XXI es tarea de gigantes y equipos maduros curtidos en luchas sociales tanto a nivel nacional como internacional. Pero primero se necesita un programa donde todos los pobladores se sientan incluidos en sus reivindicaciones y sueños por un mundo mejor. El Gobierno Nacional de don Evo Morales debería declarar a su gobierno de pobres y excluidos pero inteligentes que aspiran a modelar una nueva civilización social y moderna en Bolivia.

En Bolivia 90% población es pobre y es el nicho que dará coherencia al programa de liberación nacional y social, antes que otros planteamientos basados únicamente en términos de raza, culturas originarias o lenguas nativas. Ellos también están incluidos en pobres pero no vencidos.

Evo hizo bien en unirse a la corriente bolivariana latinoamericana que es socializante, pero dirigentes del MAS no hablan el mismo idioma. Desconocen el fundamento filosófico, económico, cultural y social de política bolivariana que apunta a construir socialismo del siglo XXI, por esta razón no han podido ganarse a vastos sectores de población pobre tanto en oriente como en occidente de Bolivia. Existe el justificativo que también en Venezuela Bolivariana y en todo el mundo las vanguardias cada día disciernen sobre cómo construirlo realmente. No es fácil.

A trabajadores obreros, mineros, fabriles y clases medias no se puede ni debe hablar de etnias, sino de construcción posible de una nueva civilización social y socialista, basada en solidaridad por objetivos comunes. Por ejemplo, puesta en marcha de minas, fábricas, agro-industrias, talleres, artesanados, comunidades, en modalidad de auto-gestión con apoyo estatal

Auto-gestión de empresas es la forma pacífica de construir economías sostenibles con responsabilidad de trabajadores, pero - a diferencia de antes donde el Estado era dueño y responsable - ellos necesitan hacer cuentas de inversión necesaria, ingresos, egresos y utilidades. Y más importante es que se ven conducidos a pensar que no se trata de inversión inicial como regalo estatal sino que se la debe devolver en plazo prudencial de 10 años más menos.

Esta responsabilidad inicial partiría de reglas nuevas creadas por el Gobierno Nacional y la Asamblea Constituyente, ya que crearía una iniciativa estatal de impulso - que poco probable se daría con FMI, BM, BID o burguesía nacional - y un entusiasmo proletario y de dueños de PyMES por producir más y mejor, con competitividad y productividad, y sentido de patria y socialismo.

Evidente que la nacionalización de hidrocarburos y su consiguiente industrialización ha acreditado reserva nacional de capitales necesarios para apoyar al resto de la economía y de agentes económicos productivos, pero no se ha visto hasta ahora un gran pacto nacional por la producción, donde Gobierno pone capital, asistencia técnica, capacitación gerencial y mercados, y productores ofrecen elevar producción y calidad de manufacturas, alimentos y servicios.

Existen más de cinco mil comunidades campesinas productoras tradicionales de alimentos, pero el Gobierno Nacional - que se automenciona de indígenas y campesinos - no les ha propuesto producir al menos cien toneladas de quinua por comunidad año. Esta producción, que tiene mercado abierto y sin competencia internacional por contener 30% proteínas, haría ingresar mil millones de dólares hacia la población comunitaria campesina pobre en zona andina de Bolivia.

El problema radica en que los líderes del actual proceso ven a la población pobre de áreas rurales como indígenas en rebelión únicamente pero no como campesinos productores responsables que deben cumplir un ciclo en las metas de producción nacional si aspiran a construir una nueva civilización social y justa en Bolivia. Nadie debería librarse del plan nacional de producción en Bolivia, porque sin producción alta, competitiva y con valor agregado no se puede construir el socialismo.

De esta manera el Gobierno Nacional debería apoyar esfuerzos de mineros, fabriles, pequeña minería privada, pequeña agro-industria, pequeña industria fabril, ofreciéndoles pacto por objetivos de producción nacional. Y como colaboradores directos deberían ser empleados en esta tarea - y esta es la diferencia con el modelo neo-liberal - a militares, soldados, clases, ingenieros militares, batallones de ingenieros especializados en construcción de represas, canales de regadío, caminos, infraestructura, micro-hidroeléctricas, capacitación gerencial y técnica.

También el personal técnico y de trabajadores de YPFB debería realizar pactos y acuerdos de todo tipo con estos agentes productivos locales en cada cantón y provincia y con municipios productivos regionales también, para extender uso adecuado y popular de gas natural en transporte, domicilios, granjas, industrias, minas, termo-generadores de energía eléctrica, talleres, ladrillos, cerámicas, materiales de construcción y cocción de alimentos en panaderías populares.

Se trata del programa para producir alimentos, viviendas, transporte barato, generación de electricidad, manufacturas y maquinarias. Tanto para consumo interno como exportación, pero siempre con apoyo estatal e inversiones iniciales sostenibles y recuperables hechas por el Estado Nacional. Con este programa y su práctica el MAS podría ganar a toda la población pobre del oriente boliviano y del occidente, evitando que sea absorbida por comités cívicos oportunistas.

Este plan de industrialización acelerada desde abajo no excluye grandes obras petroquímicas y construcción de gasoductos que YPFB y ENDE realiza en colaboración con PDVSA, ENARSA y probablemente con PETROBRAS, dado que Lula en Cochabamba ha indicado que contribuirá a industrialización de países atrasados de América Latina y no únicamente del mismo Brasil.

El Gobierno necesita demostrar pueblo y oligarquías locales asociadas al imperio que la izquierda puede desarrollar Bolivia, y que los recursos para ello existen y provienen de hidrocarburos y solidaridad creciente de Venezuela Bolivariana y MERCOSUR, una vez que gobiernos apliquen solidaridad y política de integración pregonada en encuentro sudamericano de Cochabamba.

Cuando voceros de la iglesia manifestaron que se eximen de opinar sobre las autonomías locales porque no es propiamente su problema, significa que ha llegado la hora de incorporar a curas y monjas, militares y profesionales, sindicatos y campesinos, intelectuales y clases medias, universitarios y amas de casa, en tareas pendientes del desarrollo integral en Bolivia.

Este programa de industrialización acelerada está basado en soluciones tecno-políticas, es decir de aplicación creciente de tecnologías apropiadas y de alta productividad, pero también en movilización permanente de población y sindicatos para analizar y discutir públicamente en foros, seminarios y encuentros, planteamientos necesarios para construir una nueva civilización social, económica y cultural en Bolivia y la región. Integración creciente entre economías y pueblos de Latinoamérica es posible y ya se da en los hechos y el Gobierno y aliados no deberían perder ni un segundo en validar esta concepción en forma pública, solidaria y pacífica. Este proceder es más efectivo que cabildos donde la gente escucha pero no participa desde las bases.
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