Volver a la patria lejana. 18 de diciembre:

Día internacional del migrante

15/12/2006
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1. Lo que más se anhela es volver

Tres millones de peruanos viven actualmente en el extranjero. Han emigrado, muchos de ellos indocumentados y sufren situaciones indecibles para sobrevivir.

Yo también soy inmigrante, pues mi lugar de origen es una provincia andina de cielo color añil, nubarrones blancos que flotan encima de los campos verdes y donde las casas de techos rojos se apiñan como secretas palomas, simples y entrañables.

En tiempos no muy antiguos uno de las principales penas que se les podía infligir a las personas era expulsarlas de su tierra natal. Dante Alighieri fue desterrado de Florencia y deambuló afligido por diversas ciudades viviendo algún tiempo en París. Romeo, ya casado con Julieta, fue proscrito de Verona y encontró refugió jamás complaciente en Mantua.

Muchos poetas e intelectuales peruanos sufrieron exilio y anhelaron volver a la patria añorada. Deportados en México, Gustavo Valcárcel escribió "Poemas del destierro", Manuel Scorza "Las imprecaciones" y Juan Gonzalo Rose "Cantos desde lejos".

En el breve lapso de una o dos generaciones ¡cómo habrá cambiado tanto el mundo que ahora se considera más bien una condena quedarse en nuestros lugares de origen!

Mi padre, abuelos y bisabuelos vivieron y murieron en mi comarca, Santiago de Chuco, que ahora parece pequeña pero que en su tiempo resultaba inmensa, tanto que dio lugar a una épica y hasta a historias legendarias.

Y en otros países igual, los linajes habitaban por siglos en los pueblos humildes, hermosos y apacibles, sin salir de sus murallas esquinadas de torreones y festonadas sus almenas de estandartes y pendones.

Y si alguien viajaba lo que más anhelaba era volver.

2. Una muestra de que la eternidad existe

¡Qué hondo y hermoso verbo es volver! Volver al terruño, volver al hogar, volver al país. Volver a encontrarnos, volver a mirarnos a los ojos.

Volver al patio o a la piedra de nuestra casa de infancia; a la esquina del barrio donde crecimos; a la calle a la cual sale, o en la cual entra, nuestra puerta.

Volver a entrar y salir de la tienda dónde tú y yo comprábamos confites –¿te acuerdas?– y cotillón para tu fiesta.

Volver a la escuela y a la carpeta inaugural; al colegio y a su pórtico, donde te despediste ahogando un suspiro y ocultando una lágrima furtiva.

Volver a aquel vestido que lucías aquel día en que salimos juntos. A tu trenza. Y a la cinta con que amarrabas tus cabellos.

A las flores estampadas de tu blusa. A aquel instante y a la hora hechizada en que te miré y me miraste.

Y que ha quedado en mí como una muestra de que la eternidad existe.

Por eso, volver. No recordar. Porque recordar es evocar y volver es estar, otra vez, aquí.

3. Vuelvo a aquello de lo cual me alejé

Volver es dar la vuelta y cerrar el círculo de la existencia, haciendo que la vida esté donde debió estar. Volver es recuperar lo perdido.

Y preguntas: ¿por qué el destino torció su rumbo bifurcando en dos sus caminos? Uno, lo que pudo haber sido y otro, lo que ha sido. Y ninguno por sí solo es verdad.

La vida, que es sabia y es ciega, dejó esfumarse lo que habríamos sido, tú y yo.

Por eso, volver. Volver es recomenzar, aunque tarde, aunque ya sin tiempo, ni edad.

Yo vuelvo a tu lado; a reclamar lo que pudimos ser. Vuelvo a aquello de lo cual me alejé pero de lo que nunca me despedí.

Vuelvo a la casa que hicimos de niños y a las muñecas de las que me hiciste papá.

Por eso, volver. No recordar. Porque recordar es evocar a la distancia. Volver es regresar y estar, otra vez, aquí.

4. El único testimonio que nos sobrevivirá

Se puede ir muy lejos y llenarse de mundo, viajar y recorrer caminos depurando pasos, vivir en un país remoto, modular otros verbos en una lengua exótica; beber de las aguas de otros ríos y otras fuentes; probar el aderezo de otros potajes.

Pero volver, Y, eso sí, no se puede morir sino es en la tierra que nos vio nacer.

Porque las lágrimas y los quejidos ruedan por cualquier pendiente y se juntan para volver; pero los huesos se quedan allí donde se los enterró.

Por eso, los huesos han de reposar en donde el cariño los convoca, en donde se balbucearon las primeras sílabas y se esbozaron en las retinas las primeras imágenes.

Porque los huesos es el único testimonio que nos sobrevivirá.

Se puede ir muy lejos y llenarse de mundo...; pero hay que volver para hacerse raíz y enterrarse donde se brotó.

Lo grave es irse lejos y morir cualquier día imprevisto.

La tragedia es yacer bajo tierra en un país extranjero sin poder ya regresar.

No hay problema en quienes todavía son fuertes. Ellos han de volver. Pero los otros, ¿aquellos que están en un hospital?

5. Flores que brotan en un jardín oculto

Sin volver los ojos se vuelven llagas, y ninguna realización es cierta. Sin volver, no se ha cumplido cabalmente un destino.

Aunque les cuento:

Dios concede a quienes van a morir un último consuelo cual es volver, regresar por algún camino a la casa de su infancia, hasta la habitación en donde se exhaló el primer vagido del nacimiento.

Para ello se cruzan ríos, noches inclementes, bajo la lluvia que arrecia.

Lo que sea, hechos ya espíritu.

Para ello se galopa a caballo todo lo que se quiera.

Total, ya se es espíritu.

En este caso se vuelve pero no se queda para siempre. Los que vuelven definitivamente echan flor que brota en un huerto o un jardín oculto.

Por eso, escojamos volver por el camino de nuestra infancia. El camino que hacíamos al regresar ya tarde atraídos por el humo del hogar.

Y ser simiente de nuevos árboles, frutos y caminos.

Pero volver. No recordar, porque recordar es evocar a la distancia. Volver es regresar y estar, otra vez, aquí.

- Danilo Sánchez Lihón
Instituto del Libroy la Lectura del Perú y Capulí, Vallejo y su Tierra
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