Patria o hacienda

17/11/2006
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El Ecuador enfrenta uno de los mayores desafíos de su historia: elegir entre la patria o la hacienda. La patria, heredad y destino de todos los ecuatorianos libres y concientes, o la hacienda, “banana republic” atrapada en las garras de oligarquías voraces y falsarias.

El destino de la patria lo está señalando Rafael Correa, joven y dinámico líder, que aprendió a sentir al Ecuador profundo en los páramos de Zumbahua, donde fue maestro rural en las comunidades indígenas. Académico diplomado en una de las universidades europeas de mayor prestigio, la Católica de Lovaina, economista que honra su profesión porque la entiende como labor de servicio a toda la comunidad, dejó de lado una brillante y cómoda carrera de funcionario internacional y prefirió poner sus conocimientos y energías a órdenes del país.

La opción de la hacienda, explotación feudal, está encarnada por Álvaro Noboa, heredero de la mayor fortuna del Ecuador. Desde hace una década está empeñado en “que el Estado ecuatoriano pase a ser uno de sus negocios”. Quiere suprimir el impuesto a la renta para consagrar la contumaz evasión impositiva que practican los de su clase. Burló la multa con que fue sancionado en la anterior elección presidencial por exceder los gastos de campaña, perjudicando al Fisco con bonos devaluados. Una vez más trata de conquistar al electorado repartiendo limosnas y ofreciendo imposibles.

Correa desbroza los caminos de la justicia social y el desarrollo económico, sin las enormes brechas de desigualdad que ahora separa a unos pocos ricos de los millones de desposeídos. Representa el interés nacional y el patriotismo, la soberanía y la independencia, premisas irrenunciables para recuperar a la patria, desangrada por el desempleo y la emigración, humillada por la falta de atención a la salud y la educación de la enorme mayoría de la población. La ruta que señala Correa apunta a la organización social y política de todo el pueblo, hacia objetivos claros y responsables en la superación de los arduos problemas actuales.

Por el contrario, Noboa se representa a sí mismo, a su fortuna y a sus ansias de poder supremo. El hacendado, evasor de impuestos, muestra un inveterado capricho por alcanzar la Presidencia, aunque carece de las virtudes y la preparación intelectual que un mandatario debe tener. Su visión mesiánica de los problemas nacionales demuestra que concibe a los ecuatorianos como una masa amorfa, sumisa y esperanzada en recibir sus dádivas, antes que segura de sus derechos y capacidades. Por más que hable de modernización y progreso, solo defiende la situación actual de injusticias y corruptelas rampantes. Para él, el Ecuador no es más que una plantación, una hacienda, un lugar y una oportunidad de obtener ganancias, que solo beneficiarían a él, a unos pocos oligarcas más y, eso sí, a varias transnacionales.

Correa ha planteado la reforma política, a través de una Asamblea Constituyente, para acabar con el monopolio del poder que hasta ahora han detentado las directivas enquistadas en los partidos, desde hace tanto tiempo que los han conducido al anquilosamiento y a la anulación de su razón de ser: el ejercicio de la democracia. Los planes de desarrollo económico y social que presenta son realistas y equitativos, y están encaminados a resolver los ingentes problemas de la pobreza, sin descuidar el incremento de la producción y la productividad de la economía del país en su conjunto.

Sería asunto de averiguar entre los hermanos de Álvaro Noboa cuáles fueron los procedimientos que le permitieron quedarse con la mayor parte de la herencia paterna, para deducir los arrestos que le llevan a ambicionar con tanta tozudez la Presidencia de la República. Para lograrla, no vacila en ignorar el sentido común y el respeto a la inteligencia de las personas, como cuando ofrece construir cada año 300 mil viviendas. Sus ofrecimientos destilan demagogia y un burdo populismo que pone a prueba la entereza moral y el más elemental criterio político de los electores.

A este punto hemos llegado en nuestro azaroso devenir histórico. La disyuntiva está dada: elegir entre la patria de todos, que promueve Rafael Correa, o la ampliación de la hacienda bananera que promueve un oligarca decadente. Quienes suscribimos estas reflexiones no dudamos en que hay que elegir a Rafael Correa, por lo mismo convocamos a los electores a votar por él en los comicios del próximo 26 de noviembre.

Lenín Oña - José Ron - Jorge Núñez - Abdón Ubidia - Ileana Almeida Rubén Tinajero - Alejandro Moreano - Luigi Stornaiolo – Estuardo Maldonado – Rubén Tinajero – Ilonka Vargas –Patricio Moncayo – Consuelo Albornoz – Humberto Vinueza – Pilar Bustos – José Unda – Rosy Revelo – Enrique Alvarez – Nelly Witt – Zeyla Bravo – Juan Meriguet – Edith Muñoz – Alexis Ponce – Nelson Reascos – Esperanza Martínez – Marisol Cárdenas – Alex Ron -Lucía Chiriboga – Galo Mora Witt – Raúl Pérez Torres - Pablo Guayasamín – Lucas Pacheco – René Báez – René Benalcázar – Rafael Quintero – Erika Silva - Alba Luz Mora – Ivonne Ramos – Alfredo Breilh – Cecilia Cherrez – Catalina Sosa – Natacha Salguero – Alberto Conejo – Nidya Arrobo – Raquel Rodas – Terry Pazmiño – Wilson Pico – Fernando Moncayo – Ariruma Kowi – Victoria Carrasco – Luis Corral – Fabián Potosí –Alexei Páez – Adrián de la Torre – Eduardo Puente – Jaime Muñoz – Lenin Ortiz – Santiago Argüello Mejía – Santiago Argüello Coronado – Paulo Sánchez – Oswaldo Galarza – Elmo Ávila – Hugo Noboa – Ricardo Carrilllo - (siguen más firmas)
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