Fariseísmo light

Los embustes ultraconservadores Vs. la Sociedad de Convivencia

15/11/2006
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  • Opinión
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Difícilmente se encontrará una ley más profunda y extensamente discutida en el ejercicio parlamentario de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal que la Ley de Sociedad de Convivencia. En 7 años lleva cuatro dictaminaciones en comisiones, y se consultó con múltiples instancias y especialistas en jurisprudencia, incluyendo a una comisión de 12 jueces y magistrados de lo familiar, civil, penal y administrativo adscritos al Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal.

Primer acto: El burlesque panista

Por ello es que resulta un descaro asombroso la escenificación que realizó el diputado local panista Jacobo Bonilla que durante la cuarta dictaminación pedía un receso para que se revisaran detalladamente sus "18 observaciones jurídicas" a la iniciativa. La justificación esgrimida por este diputado es que "no se le había concedido tiempo" para estudiar la iniciativa y, pese a que llegó tarde a la sesión y no se inscribió en la ronda de análisis, pretendía estorbar el procedimiento de dictaminación al pedir un receso. Un diputado de Alternativa le respondió con certera ironía que "usted ya tuvo 6 años para estudiar la iniciativa" (Jacobo Bonilla fue diputado en la II Legislatura de la ALDF, cuando se presentó originalmente la iniciativa), "y ustedes ya impusieron un receso de 3 años desde la última dictaminación".

Los diputados panistas recurrieron a una estrategia particularmente torpe e indigna. Se refugian detrás de argumentos leguleyos sin sustento para disimular sus prejuicios y su vicioso afán de mantener una ciudadanía de dos categorías en el DF. Pero lo novedoso es que ahora dicen increíblemente que toda su política se basaría, según ellos, en su presunto "gran interés de defender los derechos de la gente guei".

El gran 'argumento' que la diputada Paula Soto, y otros de sus compañeros panistas expresaron es que el hecho de que la ley propuesta no sea parte del Código Civil del DF le restaría supuestamente eficacia jurídica y por ello finalmente no nos protegería como necesitamos. Un diputado perredista les comentó sarcásticamente que los felicitaba por una posición tan vanguardista, y que esperaba con gran emoción la pronta presentación de una iniciativa panista de reforma al Código Civil en la que seguramente propondrían el acceso pleno al matrimonio para toda la gente, con independencia de su género, si es que realmente les interesa que los derechos de la gente guei se plasmen en el Código Civil.

Para empezar, no existe ninguna disposición legal que obligue a que las leyes de interés o contenido civil sean necesariamente parte del Código Civil. Y por otra parte, la actitud de diputados panistas como Salvador Abascal, que reaccionaron inicialmente lanzando anatemas y acusando a la iniciativa de "destruir al matrimonio", fue la principal razón por la que la Sociedad de Convivencia se propuso en una ley separada y no en el Código Civil, para así subrayar su diferencia del matrimonio y del concubinato. Por ello ahora resulta una mala broma que la crítica del PAN sea precisamente que la Sociedad de Convivencia no se incluye en el Código Civil. Es así inocultablemente evidente que de todas maneras se opondrían a cualquier propuesta que nos reconozca plenamente como "personas humanas" plenas.

Resulta incongruente que primero los panistas nos acusaran de querer "destruir el sagrado matrimonio", para que ahora resulte que, según la diputada Paula Soto, su fracción no estaría en contra de la realidad, sino en contra de una legislación "inoperante e ineficaz", porque la citada iniciativa no "aporta de pleno derecho ninguna modificación al estatus de la persona, ni tampoco beneficia en cuanto a la dotación de derechos de quienes los reclaman y necesitan". ¿Entonces lo que ahora no les gusta de la Sociedad de Convivencia es que no cambie el estado civil de los que la suscriban? ¡No cambia el estado civil porque no es matrimonio! Pero si el PAN quiere que cambiemos nuestro estado civil al registrar nuestras uniones ¿Se comprometerán públicamente entonces a apoyar una reforma para la plena igualdad matrimonial independientemente del género de los contrayentes? ¿Promoverán políticas públicas que nos den igualdad plena efectiva? El PAN guarda un silencio delator sobre este asunto. Mientras no propongan nada superior a la Sociedad de Convivencia, se hará evidente su obsceno intento de mantener la división antidemocrática entre ciudadanos de primera (los que establecen relaciones afectivas dignas de reconocerse legalmente) y de segunda (todos los demás). No hay vuelta de hoja. Hechos son amores, y no meras palabras engañosas.


Segundo acto: ¿A poco ya se opone la ICAR a la homofobia?

La Iglesia Católica Apostólica Romana (ICAR), a través del estado Vaticano, está regida por una monarquía teocrática vitalicia, de cuyas instancias de poder están excluidas las mujeres y los homosexuales asumidos. Ningún país civilizado debería tener relaciones diplomáticas con semejante estado despótico. La jerarquía de la ICAR señala oficialmente, con un dejo aparente de orgullo, que su iglesia "no es una democracia". La ICAR se rige por un orden obsoleto, autoritario y patriarcal en su vida interna, por lo que su funcionamiento difícilmente suele ser muy congruente que digamos en lo que a democracia y derechos humanos se refiere. Desde que terminó el Concilio Vaticano II se ha continuamente desdibujado aquel sueño de una Iglesia Peregrina construida en un espíritu de diálogo, compasión y amor, y viene siendo reemplazada en los hechos por un funcionamiento inquisitorial, intolerante y unilateral. ¿Es verosímil que la jerarquía de la ICAR defienda hacia el exterior lo contrario de lo que vive en su interior? ¿Con qué autoridad moral nos hablan de una virtud que no practican?

El vocero del cardenal Rivera, el presbítero Hugo Valdemar dijo que: "en México la familia es bastante tradicional, que estas cosas no se aceptan socialmente y, lejos de ayudar a que se admita a estas personas (los gueis), crean más homofobia y rechazo de las mismas. Esto es lo condenable". ¿Y qué medidas va a tomar la ICAR para disminuir el rechazo y la homofobia? ¿Pedirá perdón por los homosexuales y lesbianas masacrados por la inquisición? ¿Reconocerá la plena "personeidad humana" de los seminaristas, sacerdotes y religiosas gueis asumidos y ya no los reprimirá y excluirá? ¿Retomará la práctica de la bendición de las uniones de personas del mismo sexo, reinstaurando la tradición medieval ampliamente documentada por John Boswell en el archivo mismo del Vaticano? ¿Dejará acaso de amenazar a los legisladores con el infierno y la condenación eterna, así como el saboteo de sus carreras políticas por votar en conciencia? ¿De verdad creen que la gente es tan tonta para creerse que ya estarían contra la homofobia? ¡No se ve ninguna señal de que esas sean sus verdaderas intenciones! Por sus frutos los conoceréis.

Al parecer, los jerarcas locales de la ICAR deben todavía entender que la argumentación pública en un régimen democrático no puede ser una mera fórmula litúrgica. No bastaba antes dejar ir así nomás eso de que la Sociedad de Convivencia "sería el fin del Sagrado Matrimonio". No se explicaba ninguna relación racionalmente inteligible de causa-efecto. No basta ahora decir que la Sociedad de Convivencia "crearía más homofobia". Esta es más una técnica de propaganda al uso nazi que una argumentación racional. Simplemente se amalgaman dos asuntos sin ninguna relación y se adopta un tono afectadamente apocalíptico. Lanzar esta clase de pronunciamientos dice mucho sobre el poco respeto que les merece el proceso democrático, pues prefieren manipular con el miedo que tratar de convencer. A falta de fe, a estos jerarcas parece bastarles la mercadotecnia más incivil.

No es la primera vez que la ICAR se equivoca absolutamente en temas de derechos humanos. El primer reflejo de la ICAR hacia la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, de 1789, fue de categórico y total rechazo. La ICAR optó por interpretar la idea de libertad, no como una expresión de la inconmensurable dignidad humana, sino como un presunto intento de "liberarse de Dios y de sus leyes". El Papa Gregorio XVI consideró en 1832 que la libertad de opinión y la separación iglesia-estado eran un "absurdo enloquecido". También merecieron su condena inequívoca la libertad de prensa y la libertad religiosa. Su lógica era entonces la siguiente: "La ICAR es la Religión Verdadera", "Es bueno que la gente crea lo Verdadero", "El estado está obligado a promover el bien común", "Por lo tanto el estado debe promover la creencia de la ICAR y hacerla religión de estado" y el corolario de esta visión tan poco caritativa era que "El error no tiene derechos".

La posición oficial de la ICAR ya no es esa. De León XIII a Pío XII la ICAR entró en una fase de discernimiento, en la que se vieron obligados a reconocer algunos elementos positivos en los derechos humanos. León XIII entendió que la dignidad humana sería el fundamento de los derechos humanos y promovió una iglesia defensora y promotora de los derechos sociales y económicos (Rerum Novarum, 1891). En el papado de Juan XXIII y el Concilio Vaticano II se estableció una fase de diálogo entre la ICAR y la comunidad internacional de derechos humanos, la ICAR se declaró servidora de la humanidad e incorporó la mayoría de los puntos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. Desde el Sínodo de Obispos de 1971 la ICAR declaró que promover los derechos humanos no sólo es una de las tareas de la iglesia, sino una exigencia del Evangelio.

Para empezar, en un régimen democrático, solamente los individuos libres pueden decidir cuál es la religión verdadera para ellos, de acuerdo a su conciencia soberana. La religión en nuestra sociedad democrática se ve obligada en la modernidad a apelar a la conciencia libre, pues ya no nos puede dominar desde el poder del estado (al menos no directamente, pero tal vez sí a través de interpósitos partidos virtualmente confesionales). En el estado democrático el gobierno no está facultado para controlar las mentes de la gente, no tiene autoridad para imponer un concepto único del bien a la población. En el fondo, el error central de Gregorio XVI fue su incapacidad de entender que los ciudadanos modernos debemos ser sujetos de derechos y no meros súbditos de la tiranía teocrática de conceptos abstractos arbitrarios. Pero si Gregorio XVI ejerció tan alegremente su derecho al error, ¿por qué pretenden ahora estos jerarcas de la ICAR negarnos a otros nuestro derecho a arriesgarnos a cometer nuestros propios errores?

Tercer acto: Cruzada ecuménica contra los derechos humanos

Es común que muchos cristianos pongan beatíficos ojos de borrego a medio morir cuando se menciona la palabra 'ecuménico'. Para ellos parece que todo aquello que represente la unión de cristianos de diferentes denominaciones llevará automáticamente a una mayor virtud. Sin embargo, esto no parece tan evidente. De hecho, la primera empresa ecuménica común entre la ICAR y las iglesias protestantes reformadas fue la persecución y masacre de los anabaptistas (por su oposición al bautismo infantil) y de señeros pensadores pioneros de la libertad de conciencia como Miguel Servet y Sebastián Castellion.

Ahora presenciamos otra triste cruzada ecuménica semejante. La Barra Nacional de Abogados Cristianos envió el lunes a la Asamblea Legislativa, a nombre de casi 300 iglesias cristianas evangélicas ­como la metodista, la presbiteriana, nazarena, Asamblea de Dios y La puerta de salvación, entre otras­ también condenando la iniciativa, por "ir en contra de los preceptos religiosos". Estos hijos de la Reforma Protestante ahora adoptan el mismo enfoque teocrático del Papa Gregorio XVI para tratar de imponer a la sociedad civil su particular interpretación confesional del bien común. ¿Para qué sirvió entonces la Reforma Protestante?

Su presidente, Alfonso Farrera González, según nota de La Jornada, "resaltó que la Biblia prohíbe las uniones entre personas del mismo sexo. Explícitamente dijo que 'fornicar y el homosexualismo'. Sin embargo, subrayó, siempre seremos respetuosos de esos individuos, aunque no los aceptaremos." Los candidatos a tiranos teocráticos de toda laya se caracterizan, al parecer, por su incapacidad de argumentar en términos racionales sobre hechos establecidos. Se conforman con prodigarnos su dogma teológico sobre cómo leer e interpretar la Biblia. Una vez más, parecen olvidarse de que en la democracia cada cual debe encontrar por sí mismo sus propias convicciones religiosas y, si así lo decide, su manera de leer e interpretar una Sagrada Escritura.

Esta suerte de pequeño Papa de algunos evangélicos, Farrera González (pues también es dirigente del partido evangélico local del Estado de México "Unidos por México"), no parece haber siquiera leído el texto de la iniciativa. La Sociedad de Convivencia no tiene como prerrequisito o condicionante la práctica de la sexualidad (a diferencia del matrimonio y el concubinato), sino el acuerdo de prestarse mutua solidaridad y de convivir en permanencia. Por lo tanto no promueve ni condiciona las prácticas sexuales que en ejercicio de su libertad las personas decidan mantener. Y este que ya parece ser el lema favorito de los fariseos fundamentalistas ni siquiera tiene ningún fundamento bíblico, ¿de dónde se sacarían esa santurronería absurda de dizque "amar al pecador y odiar el pecado"?

Pero lo más interesante del caso es que la Biblia en ninguna parte prohibe las Sociedades de Convivencia. De la Biblia Hebrea está el ejemplo de Noemí y Rut, que protagonizan claramente una Sociedad de Convivencia prístina, la famosa frase que se lee frecuentemente en las bodas no es una declaración de esponsales, sino el compromiso de acompañarse y apoyarse mutuamente de una nuera viuda con su suegra desamparada: «No me pidas que te deje y que me separe de ti! Iré a donde tú vayas, y viviré donde tú vivas. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios. Moriré donde tú mueras, y allí quiero ser enterrada. ¡Que el Señor me castigue con toda dureza si me separo de ti, a menos que sea por la muerte!» (Rut 1.16-17). En el Nuevo Testamento, también habrían establecido otro pacto de convivencia y ayuda mutua María Madre y el Discípulo Amado, Juan, luego de la Pasión de Jesús. ¿No habrían sido acaso personas sin parentesco previo en cuarto grado que habrían establecido libremente un acuerdo de convivencia para acompañarse fraternalmente y apoyarse mutuamente?

¿Cómo se llamó la obra?
https://www.alainet.org/es/active/14540
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