El muro de la vergüenza
La “solución final” de Bush
30/10/2006
- Opinión
El presidente estadounidense firmó la ley que permite la construcción de un muro para frenar la ola migratoria. La ineficiencia del presidente Fox, las elecciones legislativas en Estados Unidos y la segregación cultural son las principales causas.
Un muro de tres metros de altura, rodeado de profundas fosas, alambres de púas y cámaras de seguridad, se convertirá en el nuevo paisaje en la frontera entre México y Estados Unidos. La ley que autoriza la construcción de 1.100 kilómetros de concreto, fue aprobada por el presidente George W. Bush, en el marco de una campaña para controlar la inmigración ilegal.
Funcionarios y diplomáticos de varios países de América Latina, así como intelectuales de todo el mundo, se sumaron a un rotundo rechazo a la medida impulsada por la Casa Blanca. Sin embargo, los principales medios de comunicación, aún aquellos más progresistas, criticaron tibiamente al proyecto y sólo hicieron hincapié en las bondades que el muro tendrá, o no, para detener la ola inmigratoria.
Pero hay temas de los que no se habla. Uno de ellos es la derrota política del presidente mexicano, Vicente Fox, y de su sucesor, el ilegítimo presidente electo, Felipe Calderón. Las excelentes relaciones bilaterales con Estados Unidos, y los trabajos diplomáticos fueron insuficientes y no pudo evitarse la construcción de un muro que separe las fronteras. Los funcionarios del oficialista Partido Acción Nacional (PAN) no supieron o no quisieron evitar la violencia que representan tres metros de concreto frente a la urgencia del pueblo mexicano empobrecido, en búsqueda de una vida más digna.
De la misma forma, el presidente Fox ya no puede sostener su discurso librecambista, ese que defiende religiosamente los Tratados de Libre Comercio (TLC) y la implementación del Area de Libre Comercio para las Américas (ALCA), aún cuando Estados Unidos es el país más proteccionista del mundo. Su voluntad de abrirse hacia el país del norte y de ser el portavoz de Bush en América Latina obtuvo como respuesta un muro de 1.100 kilómetros.
El gobierno mexicano rechazó la medida tomada por la Casa Blanca y consideró que "lastima" la relación bilateral entre ambos países. Se necesitó una valla de tres metros para que Vicente Fox se diera cuenta, que desde Washington se promueve el libre comercio de mercancías, pero no de seres humanos.
El otro tema del que poco se habló fue el de la intención política de Bush al firmar la ley del muro. El 7 de noviembre se realizarán las elecciones parlamentarias en Estados Unidos y el presidente corre el riesgo de perder su mayoría dentro del Congreso, y quedar como un “lame duck” (pato rengo), teniendo que negociar todas los proyectos de ley con sus opositores.
La medida que supuestamente ayudará a frenar la ola de inmigrantes, está apuntada a recaudar los votos del sur del país, región cercana a la frontera y que recibe la mayor cantidad de latinoamericanos por año. La intención de los dirigentes del partido republicano es retener las dos cámaras de Congreso, aunque la mayoría de las encuestas ubican a los demócratas con un 10 por ciento más de intención de voto.
Por otra parte, la construcción de un muro podría jugarle en contra a Bush, ya que, según informes de distintas consultoras, una gran parte de Estados Unidos está en contra de esta medida. Asimismo, algunos representantes del propio partido republicano manifestaron que una valla no solucionará el problema inmigratorio en el país.
Actualmente, viven en Estados Unidos entre 11 y 12 millones de personas sin papeles, a los que se suman otras 500 mil cada año. La solución de Bush a este problema, se enmarca en su plan de acción internacional: el terror como política exterior, tal cual lo afirma uno de los últimos libros del intelectual Noam Chomsky. Cuando no es una guerra, una intervención armada o una amenaza, es un muro. Un muro que es la violencia simbolizada en tres metros de concreto.
El modus operandi en la política inmigratoria, demuestra su perversidad: Primero se utiliza a los inmigrantes como mano de obra barata, pero cuando el control se va de las manos se emplean medidas de higiene social. Durante los primeros años del gobierno de Adolf Hitler en Alemania, los judíos fueron esclavizados y utilizados por el capital en varias industrias (especialmente en la armamentística) hasta la nefasta “solución final”. Lo que para Hitler fue Auschwitz, para Bush es un muro.
Esto lleva irremediablemente a otro tema central en la coyuntura internacional, que es el de la segregación cultural. Los grandes teóricos de la posmodernidad, tecnócratas al servicio del sistema, anunciaron hace años que el mundo transitaba irremediablemente el camino de la globalización. Sin embargo, millones de personas quedaron fuera del proceso y sus voces fueron silenciadas por un mundo cada vez más desigual. Una de las herramientas de segregación fueron los muros.
Y si la historia decretó el fin de las divisiones con la caída del muro de Berlín, la voluntad de las potencias de hacer oído sordo al hambre, la miseria y las diferencias culturales volvió a generarlas. En los noventa se construyó una valla entre las ciudades españolas de Melilla y Ceuta (en territorio africano) y Marruecos. En 2005 se produjeron decenas de muertes cuando varios inmigrantes intentaron cruzarla para acceder a una vida más digna. La respuesta no fue una revisión de las políticas migratorias ni la ayuda económica al humilde estado marroquí, sino la construcción de una segunda valla y el refuerzo de la seguridad.
El otro caso de resonancia internacional fue el vergonzoso muro que se comenzó a construir en 2002, en Cisjordania, para evitar el paso de palestinos a territorios controlados por Israel. Esta vez, la excusa del entonces presidente Ariel Sharon fue el terrorismo, aunque en el fondo el muro es una de las muestras más cabales del fundamentalismo sionista, que pretende erradicar sistemáticamente al islamismo. La valla alambrada de Cisjordania actúa como un guardaganado, intentando contener las “hordas salvajes” de palestinos, que no hacen más que pelear por lo que les pertenece.
Volviendo a la frontera entre Estados Unidos y México, la segregación cultural parece ser una de las principales causas del muro. La “invasión latina” como la llaman en el país del norte, representa un enorme problema para los cultores del “american way of life”, que ven como sus costumbres se entremezclan con la cultura latinoamericana. El miedo étnico es uno de los principales promotores de la segregación y genera fuertes sensaciones de rechazo.
Basta con mencionar que más del 13 por ciento de la población de Estados Unidos es de habla hispana, para entender la magnitud del tema. Se trata de 36 millones de hispanos (aproximadamente la población de Argentina) que reproducen su lengua en centros urbanos como Miami o Los Angeles, donde el español está cada vez más arraigado a la vida cotidiana. Este fenómeno genera sus rechazos.
Hace algunos años, por ejemplo, se creó un sitio Web llamado Weneedafence.com (necesitamosunavalla.com), que obtuvo suficientes recursos y donativos para pagar anuncios en televisión, con el fin de iniciar una consulta a favor del proyecto del muro. La iniciativa surgió de los propios habitantes estadounidenses, alarmados por la amenaza de la inmigración, magnificada desde los medios de comunicación y producida por las campañas de terror en las que Bush es experto.
De la misma forma, el problema también es económico. Estados Unidos, la principal economía en el mundo, se niega a abrir sus puertas a los millones de pobres que genera el sistema. La concentración de la riqueza es cada vez mayor y, respondiendo a un instinto básico de supervivencia, miles de latinoamericanos cruzan la frontera en búsqueda de un modo de subsistencia. Con la mejor de las suertes, serán deportados o arrestados en la frontera, si es que no son asesinados a sangre fría por efectivos de la Guardia Nacional.
Es evidente que la construcción de un muro va mucho más allá de un problema fronterizo y cuenta con causas políticas y culturales. El hecho de que sólo se discuta en términos de políticas migratorias, obedece a la intención de la Casa Blanca de esconder las verdaderas causas de su construcción. Algo similar ocurre de este lado de la frontera, donde el presidente Fox critica duramente las medidas, pero no reconoce su responsabilidad en los hechos.
Para finalizar, en la construcción del muro se emplearán entre 2.400 y 7.000 millones de dólares durante los próximos años. Representa, aproximadamente, la misma cifra que utiliza el gobierno de Brasil para financiar su plan Hambre Cero, que da de comer a 11,5 millones de familias en todo el país. Los recursos malgastados en levantar toneladas de concreto, podrían ser utilizados para incentivar las economías de los países pobres y de esa forma evitar la necesidad de las migraciones en búsqueda de una vida más digna.
Un muro de tres metros de altura, rodeado de profundas fosas, alambres de púas y cámaras de seguridad, se convertirá en el nuevo paisaje en la frontera entre México y Estados Unidos. La ley que autoriza la construcción de 1.100 kilómetros de concreto, fue aprobada por el presidente George W. Bush, en el marco de una campaña para controlar la inmigración ilegal.
Funcionarios y diplomáticos de varios países de América Latina, así como intelectuales de todo el mundo, se sumaron a un rotundo rechazo a la medida impulsada por la Casa Blanca. Sin embargo, los principales medios de comunicación, aún aquellos más progresistas, criticaron tibiamente al proyecto y sólo hicieron hincapié en las bondades que el muro tendrá, o no, para detener la ola inmigratoria.
Pero hay temas de los que no se habla. Uno de ellos es la derrota política del presidente mexicano, Vicente Fox, y de su sucesor, el ilegítimo presidente electo, Felipe Calderón. Las excelentes relaciones bilaterales con Estados Unidos, y los trabajos diplomáticos fueron insuficientes y no pudo evitarse la construcción de un muro que separe las fronteras. Los funcionarios del oficialista Partido Acción Nacional (PAN) no supieron o no quisieron evitar la violencia que representan tres metros de concreto frente a la urgencia del pueblo mexicano empobrecido, en búsqueda de una vida más digna.
De la misma forma, el presidente Fox ya no puede sostener su discurso librecambista, ese que defiende religiosamente los Tratados de Libre Comercio (TLC) y la implementación del Area de Libre Comercio para las Américas (ALCA), aún cuando Estados Unidos es el país más proteccionista del mundo. Su voluntad de abrirse hacia el país del norte y de ser el portavoz de Bush en América Latina obtuvo como respuesta un muro de 1.100 kilómetros.
El gobierno mexicano rechazó la medida tomada por la Casa Blanca y consideró que "lastima" la relación bilateral entre ambos países. Se necesitó una valla de tres metros para que Vicente Fox se diera cuenta, que desde Washington se promueve el libre comercio de mercancías, pero no de seres humanos.
El otro tema del que poco se habló fue el de la intención política de Bush al firmar la ley del muro. El 7 de noviembre se realizarán las elecciones parlamentarias en Estados Unidos y el presidente corre el riesgo de perder su mayoría dentro del Congreso, y quedar como un “lame duck” (pato rengo), teniendo que negociar todas los proyectos de ley con sus opositores.
La medida que supuestamente ayudará a frenar la ola de inmigrantes, está apuntada a recaudar los votos del sur del país, región cercana a la frontera y que recibe la mayor cantidad de latinoamericanos por año. La intención de los dirigentes del partido republicano es retener las dos cámaras de Congreso, aunque la mayoría de las encuestas ubican a los demócratas con un 10 por ciento más de intención de voto.
Por otra parte, la construcción de un muro podría jugarle en contra a Bush, ya que, según informes de distintas consultoras, una gran parte de Estados Unidos está en contra de esta medida. Asimismo, algunos representantes del propio partido republicano manifestaron que una valla no solucionará el problema inmigratorio en el país.
Actualmente, viven en Estados Unidos entre 11 y 12 millones de personas sin papeles, a los que se suman otras 500 mil cada año. La solución de Bush a este problema, se enmarca en su plan de acción internacional: el terror como política exterior, tal cual lo afirma uno de los últimos libros del intelectual Noam Chomsky. Cuando no es una guerra, una intervención armada o una amenaza, es un muro. Un muro que es la violencia simbolizada en tres metros de concreto.
El modus operandi en la política inmigratoria, demuestra su perversidad: Primero se utiliza a los inmigrantes como mano de obra barata, pero cuando el control se va de las manos se emplean medidas de higiene social. Durante los primeros años del gobierno de Adolf Hitler en Alemania, los judíos fueron esclavizados y utilizados por el capital en varias industrias (especialmente en la armamentística) hasta la nefasta “solución final”. Lo que para Hitler fue Auschwitz, para Bush es un muro.
Esto lleva irremediablemente a otro tema central en la coyuntura internacional, que es el de la segregación cultural. Los grandes teóricos de la posmodernidad, tecnócratas al servicio del sistema, anunciaron hace años que el mundo transitaba irremediablemente el camino de la globalización. Sin embargo, millones de personas quedaron fuera del proceso y sus voces fueron silenciadas por un mundo cada vez más desigual. Una de las herramientas de segregación fueron los muros.
Y si la historia decretó el fin de las divisiones con la caída del muro de Berlín, la voluntad de las potencias de hacer oído sordo al hambre, la miseria y las diferencias culturales volvió a generarlas. En los noventa se construyó una valla entre las ciudades españolas de Melilla y Ceuta (en territorio africano) y Marruecos. En 2005 se produjeron decenas de muertes cuando varios inmigrantes intentaron cruzarla para acceder a una vida más digna. La respuesta no fue una revisión de las políticas migratorias ni la ayuda económica al humilde estado marroquí, sino la construcción de una segunda valla y el refuerzo de la seguridad.
El otro caso de resonancia internacional fue el vergonzoso muro que se comenzó a construir en 2002, en Cisjordania, para evitar el paso de palestinos a territorios controlados por Israel. Esta vez, la excusa del entonces presidente Ariel Sharon fue el terrorismo, aunque en el fondo el muro es una de las muestras más cabales del fundamentalismo sionista, que pretende erradicar sistemáticamente al islamismo. La valla alambrada de Cisjordania actúa como un guardaganado, intentando contener las “hordas salvajes” de palestinos, que no hacen más que pelear por lo que les pertenece.
Volviendo a la frontera entre Estados Unidos y México, la segregación cultural parece ser una de las principales causas del muro. La “invasión latina” como la llaman en el país del norte, representa un enorme problema para los cultores del “american way of life”, que ven como sus costumbres se entremezclan con la cultura latinoamericana. El miedo étnico es uno de los principales promotores de la segregación y genera fuertes sensaciones de rechazo.
Basta con mencionar que más del 13 por ciento de la población de Estados Unidos es de habla hispana, para entender la magnitud del tema. Se trata de 36 millones de hispanos (aproximadamente la población de Argentina) que reproducen su lengua en centros urbanos como Miami o Los Angeles, donde el español está cada vez más arraigado a la vida cotidiana. Este fenómeno genera sus rechazos.
Hace algunos años, por ejemplo, se creó un sitio Web llamado Weneedafence.com (necesitamosunavalla.com), que obtuvo suficientes recursos y donativos para pagar anuncios en televisión, con el fin de iniciar una consulta a favor del proyecto del muro. La iniciativa surgió de los propios habitantes estadounidenses, alarmados por la amenaza de la inmigración, magnificada desde los medios de comunicación y producida por las campañas de terror en las que Bush es experto.
De la misma forma, el problema también es económico. Estados Unidos, la principal economía en el mundo, se niega a abrir sus puertas a los millones de pobres que genera el sistema. La concentración de la riqueza es cada vez mayor y, respondiendo a un instinto básico de supervivencia, miles de latinoamericanos cruzan la frontera en búsqueda de un modo de subsistencia. Con la mejor de las suertes, serán deportados o arrestados en la frontera, si es que no son asesinados a sangre fría por efectivos de la Guardia Nacional.
Es evidente que la construcción de un muro va mucho más allá de un problema fronterizo y cuenta con causas políticas y culturales. El hecho de que sólo se discuta en términos de políticas migratorias, obedece a la intención de la Casa Blanca de esconder las verdaderas causas de su construcción. Algo similar ocurre de este lado de la frontera, donde el presidente Fox critica duramente las medidas, pero no reconoce su responsabilidad en los hechos.
Para finalizar, en la construcción del muro se emplearán entre 2.400 y 7.000 millones de dólares durante los próximos años. Representa, aproximadamente, la misma cifra que utiliza el gobierno de Brasil para financiar su plan Hambre Cero, que da de comer a 11,5 millones de familias en todo el país. Los recursos malgastados en levantar toneladas de concreto, podrían ser utilizados para incentivar las economías de los países pobres y de esa forma evitar la necesidad de las migraciones en búsqueda de una vida más digna.
Fuente: Agencia Periodística del MERCOSUR (APM), Mar del Plata / Argentina
https://www.alainet.org/es/active/14243
Del mismo autor
- Más de cinco millones de niños, en riesgo ambiental 15/04/2010
- Con el capitalismo, el agua siempre va a ser una mercancía 25/03/2010
- Zanon quedó en manos de sus trabajadores 16/08/2009
- Una ayudita para los bancos 19/04/2009
- Colombia es un Estado mafioso: Piedad Córdoba 24/08/2008
- Los partidos tradicionales abandonan la escena 28/10/2007
- Corrupción, ese resabio del neoliberalismo 27/09/2007
- Más tiempo para la Minustah 04/09/2007
- La oposición boliviana vuelve a “patear el tablero” 29/08/2007
- Los agrocombustibles y la sed del mundo 13/08/2007
Clasificado en
Clasificado en:
