La otra mitad de Estados Unidos
26/10/2006
- Opinión
George W. Bush ha firmado una la ley que autoriza la construcción de una muralla a lo largo de más de 1.000 kilómetros de frontera con México. Al tiempo, Estados Unidos se ha convertido en el tercer país en alcanzar los 300 millones de habitantes de los que 40 millones son inmigrantes.
La llamada “ley del muro” forma parte de los esfuerzos del Gobierno por atajar el problema de la inmigración ilegal, un asunto que ha cobrado mayor fuerza conforme se acercan las elecciones legislativas del próximo siete de noviembre. Desde el golfo de México al Pacífico, el muro cubrirá todos los Estados fronterizos con México: California, Arizona, Nuevo México y Tejas. Según ha proclamado el presidente Bush, “este proyecto de ley ayudará a proteger al pueblo estadounidense y reforzará la vigilancia en la frontera”.
El muro de la “vergüenza”, tal y como ha sido calificado por el presidente saliente de México, Vicente Fox, representa los peores momentos de la paranoia norteamericana tras el 11-S. La Administración Bush se ve influida por un grupo cada vez más numeroso e influyente del conservadurismo estadounidense: los Minutemen, un nombre de fuertes connotaciones patrióticas que alude a la milicia anticolonial contra el ejército británico en la colonia de Massachutesetts en 1775.
Los Minutemen actúan al margen de la ley en su intento, según ellos mismos aseguran, de “proteger” al país contra la “invasión” de los extranjeros procedentes del Sur y contra posibles amenazas “terroristas”. Voluntarios que se mueven como soldados de asalto en la zona desértica de la frontera de Arizona y México, mientras que sus miembros más influyentes se acercan a las posiciones más reaccionarias de los republicanos, solicitando la construcción de muros y el uso de la fuerza militar.
Uno de los casos más llamativos es el del gobernador republicano de California, Arnold Schwarzenegger, inmigrante austriaco, quien no dudó en elogiar en público a los Minutemen, al declarar hace un año que realizan “un trabajo formidable” de intimidación a los candidatos a la inmigración ilegal.
Tal y como indican los datos del Departamento estadounidense del Censo, Estados Unidos ha superado la barrera de los 300 millones de habitantes en buena medida gracias a la población inmigrante.
Un estudio del Pew Research Center confirma que, dentro de la dinámica general de gran parte de Occidente, Estados Unidos no deja de sumar inmigrantes. En 1967, cuando el país alcanzó la cifra de los 200 millones, sólo un 5% de la población era de origen hispano. Ahora es un cercana al 15%.
Los datos constatan que la inmigración adquiere cada día más relevancia en el funcionamiento del país. Dentro de este abanico, hay que contar con los doce millones de indocumentados que viven en territorio estadounidense. Sobre el papel son ilegales pero forman parte del impulso diario del que se beneficia la economía norteamericana.
No es de extrañar que decenas de organizaciones hispanas hayan pedido que se vete la legislación republicana y el muro de la “vergüenza”. También la oposición demócrata ha rechazado la medida del muro al proponer un plan de reforma migratoria integral, que incluye un programa de trabajadores huéspedes y una vía para la legalización de buena parte de los indocumentados.
Son tiempos hostiles para las migraciones cuando el país que ha hecho de los inmigrantes su base para el crecimiento y la prosperidad se ha decidido a levantar un muro. Pero también son tiempos en los que la inmigración es vital para sostener los cimientos de Norteamérica. Por mucho que pese a los Minutemen y a los republicanos, no sería una exageración decir que si los inmigrantes desapareciesen sólo durante un día, como en la película Un día sin mexicanos (Sergio Arau, 2004), las empresas se paralizarían. De un plumazo, faltaría la otra mitad de Estados Unidos.
- Fernando Navarro es periodista
La llamada “ley del muro” forma parte de los esfuerzos del Gobierno por atajar el problema de la inmigración ilegal, un asunto que ha cobrado mayor fuerza conforme se acercan las elecciones legislativas del próximo siete de noviembre. Desde el golfo de México al Pacífico, el muro cubrirá todos los Estados fronterizos con México: California, Arizona, Nuevo México y Tejas. Según ha proclamado el presidente Bush, “este proyecto de ley ayudará a proteger al pueblo estadounidense y reforzará la vigilancia en la frontera”.
El muro de la “vergüenza”, tal y como ha sido calificado por el presidente saliente de México, Vicente Fox, representa los peores momentos de la paranoia norteamericana tras el 11-S. La Administración Bush se ve influida por un grupo cada vez más numeroso e influyente del conservadurismo estadounidense: los Minutemen, un nombre de fuertes connotaciones patrióticas que alude a la milicia anticolonial contra el ejército británico en la colonia de Massachutesetts en 1775.
Los Minutemen actúan al margen de la ley en su intento, según ellos mismos aseguran, de “proteger” al país contra la “invasión” de los extranjeros procedentes del Sur y contra posibles amenazas “terroristas”. Voluntarios que se mueven como soldados de asalto en la zona desértica de la frontera de Arizona y México, mientras que sus miembros más influyentes se acercan a las posiciones más reaccionarias de los republicanos, solicitando la construcción de muros y el uso de la fuerza militar.
Uno de los casos más llamativos es el del gobernador republicano de California, Arnold Schwarzenegger, inmigrante austriaco, quien no dudó en elogiar en público a los Minutemen, al declarar hace un año que realizan “un trabajo formidable” de intimidación a los candidatos a la inmigración ilegal.
Tal y como indican los datos del Departamento estadounidense del Censo, Estados Unidos ha superado la barrera de los 300 millones de habitantes en buena medida gracias a la población inmigrante.
Un estudio del Pew Research Center confirma que, dentro de la dinámica general de gran parte de Occidente, Estados Unidos no deja de sumar inmigrantes. En 1967, cuando el país alcanzó la cifra de los 200 millones, sólo un 5% de la población era de origen hispano. Ahora es un cercana al 15%.
Los datos constatan que la inmigración adquiere cada día más relevancia en el funcionamiento del país. Dentro de este abanico, hay que contar con los doce millones de indocumentados que viven en territorio estadounidense. Sobre el papel son ilegales pero forman parte del impulso diario del que se beneficia la economía norteamericana.
No es de extrañar que decenas de organizaciones hispanas hayan pedido que se vete la legislación republicana y el muro de la “vergüenza”. También la oposición demócrata ha rechazado la medida del muro al proponer un plan de reforma migratoria integral, que incluye un programa de trabajadores huéspedes y una vía para la legalización de buena parte de los indocumentados.
Son tiempos hostiles para las migraciones cuando el país que ha hecho de los inmigrantes su base para el crecimiento y la prosperidad se ha decidido a levantar un muro. Pero también son tiempos en los que la inmigración es vital para sostener los cimientos de Norteamérica. Por mucho que pese a los Minutemen y a los republicanos, no sería una exageración decir que si los inmigrantes desapareciesen sólo durante un día, como en la película Un día sin mexicanos (Sergio Arau, 2004), las empresas se paralizarían. De un plumazo, faltaría la otra mitad de Estados Unidos.
- Fernando Navarro es periodista
Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS), España.
https://www.alainet.org/es/active/14172
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