El decálogo de los políticos

30/08/2006
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Sir Roger Douglas, ex ministro de economía de Nueva Zelanda, quien influyó políticamente en la transformación de su país, escribió hace algunos años en Liberty un artículo titulado “El arte de lo posible”, cuyas enseñanzas son aplicables en la actualidad. Existen políticos que sólo conciben la necesidad de aplicar reformas radicales en sus respectivos países, cuando el sistema social o económico colapsa. En este contexto existe un escaso margen de maniobra para poder salvar la crisis. No son pocos los políticos que actúan en el “día a día”, resolviendo los problemas urgentes, pero olvidando los temas que esencialmente importan. Muchos políticos adolecen de una visión de futuro completa que les permita prevenir las crisis, antes que lamentarlas. Vivimos en la cultura de la improvisación, donde sólo se ejecutan reformas cuando llega el desastre, pero no somos capaces de adelantarnos a los problemas, no sólo planteando soluciones, sino combatiendo las causas de los mismos. Muchas veces los políticos se ven obligados a actuar de esta forma porque todavía existen ciudadanos con una visión “cortoplacista” de las cosas. Quieren resultados inmediatos, que en su momento pueden calmar el dolor social o económico, pero que después pueden generar el suicidio político. Las políticas “cortoplacistas” son analgésicos para el ciudadano, pero no curan la enfermedad de la que padecen. Por eso no sorprende que en América Latina, muchos presidentes demagogos y populistas caigan en estas prácticas sólo con afanes clientelistas. Esos gobernantes no son conscientes que con ello construyen una “bomba política” que en su debido momento estalla y convulsiona al país en dimensiones inesperadas, llegando incluso a la anarquía, y propiciando pretextos para que se implantes las dictaduras. Douglas nos habla de diez principios a tomar en cuenta al momento de hacer política: 1. Si queremos acciones políticas de calidad, éstas deben provenir de personas de calidad, no sólo con conocimiento de causa sobre los problemas que aquejan al país, sino de integridad, palabra ciertamente olvidada en el entorno político latinoamericano. De otra forma no entenderíamos porqué razón la corrupción se ha convertido en un lastre que impide que esta región salga del subdesarrollo, con ciertas excepciones. La integridad no sólo se demanda a quien gobierna, sino también al que es gobernado, ciudadanos capaces de transformar a una nación, con un liderazgo genuino. Necesitamos ciudadanos no sólo comprometidos, sino también involucrados, personas que hagan suyos los problemas de la nación. 2. La reforma política debe darse con pasos firmes, sólidos y coherentes. Si por el contrario optamos una reforma tibia, con pasos políticos débiles, lo único que conseguiremos será incertidumbre en la población. Con frecuencia los políticos hablan de una determinada reforma, sin explicar los detalles del cómo hacerlo. 3. El político debe tener celeridad de actuación ante los problemas. Importa más la rapidez y capacidad de respuesta ante una crisis, que la velocidad con la que se llevan a cabo las reformas, pues éstas últimas pueden durar años. Si se desata un problema social, el gobierno debe actuar con rapidez, pero con sabiduría y prudencia. Hay políticos que usan el pretexto de la rapidez con el “cortoplacismo”, cuando en realidad son dos cosas totalmente diferentes. 4. Una vez iniciadas las reformas, es menester perseverar en ellas, hasta culminarlas. No hay nada más vergonzoso como no terminar lo iniciado. En este sentido los medios de comunicación se convierten en los mejores fiscalizadores para medir si las reformas iniciadas se están llevando a cabo de forma adecuada. En América Latina padecemos de ese mal que consiste en dejar las cosas a medio hacer, aún no somos capaces de terminar bien las reformas, para luego poder evaluar su efecto. 5. “Coherencia + Credibilidad = Confianza”. Con mucha precisión, Douglas afirma que clave de la credibilidad es la coherencia entre las medidas políticas actuales y las que se prometió. Esta evidencia ha sido olvidada por los políticos pues casi nunca terminan ejecutando lo que prometieron. Las políticas que ejecutan terminan siendo inversamente proporcionales a sus promesas electorales. No causa sorpresa ver que millones de ciudadanos latinoamericanos no confían en los políticos. 6. “Hay que dejar que el perro vea la liebre”. El gobierno tiene el imperativo de comunicar sus objetivos, hacia dónde apuntan las reformas iniciadas, de lo contrario el panorama se torna confuso ante la población, pues no se sabe hacia dónde dirigir los esfuerzos. Hay que indicarle al ciudadano el norte por el cuál orientar su camino. El problema es que a veces los políticos han perdido la ubicación de ese norte. 7. “Nunca caer en la trampa de infravalorar al público”. Hay que confiar, respetar e informar con claridad al público. Los ciudadanos no son ignorantes como para no darse cuenta cuándo el gobernante está actuando adecuadamente. El elector tiene la suficiente capacidad como para emitir juicios de valor sobre la conveniencia de las políticas públicas. Douglas comenta que la gente “sabe cuándo se está intentando evadir las cuestiones importantes y notan si se les está subestimando o queriendo engañar, y eso no les gusta. La gente respeta a quienes responden con honestidad a sus preguntas”. 8. “No pestañee. La confianza del público depende de su compostura”. Los ciudadanos también poseen capacidad para comprobar la pericia o maniobra política en la conducción de las reformas. La población cívicamente prefiere políticos hábiles, con capacidad para poder enfrentarse a situaciones difíciles y salir airoso de ellas. 9. De nada sirve “regular una economía enferma si lo que se quiere es devolverle la salud”. Primero debemos asegurarnos que la economía facilita el desarrollo del país, antes de empezar las reformas. La economía de mercado, bien aplicada, ha demostrado ser la que mejor permite este progreso paralelo tanto a nivel externo como interno. La economía debe favorecer también las iniciativas privadas y personales. 10. “¿Por qué me he metido en política?”. La mayoría de quienes nos gobiernan ingresan a la política solo con intenciones de adueñarse del poder, pero no con una transparente vocación de servir al pueblo. Por el contrario, se sirven del pueblo para colmar sus intereses personales y políticos. La política no necesariamente consiste en agradar por completo a la gente, sino en encarar con liderazgo y coraje las cuestiones de fondo, por ejemplo la educación. - Carlos Alberto Rosales Purizaca, educador y analista internacional peruano
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