Programas de indio

16/12/1997
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Sao Paulo.- Elis Regina canta en una de sus canciones: El Brasil no conoce el Brasil. La fruta del vecino parece mismo más sabrosa. Vivimos en uno de los raros países del mundo que abriga un grupo humano en extinción: las naciones indígenas. Hay en nuestro país cerca de 220 mil indios, que dominan más de 100 idiomas y, no obstante, solo acostumbran a ser noticia cuando encuentran resonancia en la sensibilidad de un José Hamilton Ribeiro o llegan a las páginas policiales, como fue el caso del holocausto del líder pataxó Galdino Jesús dos Santos, ocurrido el 19 de abril -Día del Indio. En agosto, la jueza Sandra de Santis provocó indignación nacional al desclasificar el crimen como homicidio doloso con lesiones corporales seguidas de asesinato. ?De nuevo, primeras planas y reflectores! Porque el drama real tiene todos los ingredientes de una buena ficción: cinco jóvenes de clase media, un indio, la capital de la República, etc. Los mass media adoran una Lady Di. Y miran con solemne indiferencia el drama colectivo de pueblos marcados por la pobreza. El drama de los pataxós Vivían los pataxós-ha-ha-hae en la tranquilidad de sus tierras, al sur de Bahía, cuando el "padre" de la Funai (Fundación Nacional del Indio), el SPI (Servicio de Protección al Indio), en 1911, decidió "pacificarlos". (?Ah, como el lenguaje se presta para ironías y ambigüedades!). El contacto con los pataxós se completó en 1934, con el grupo que fue desplazado a la Sierra de Couro D'Anta. Según Saulo F. Feitosa, secretario ejecutivo del CIMI (Consejo Indigenista Misionero, vinculado a la Conferencia Nacional de Obispos del Brasil), en aquellos doce años, los indios fueron confinados y sus tierras arrendadas por el SPI a hacendados y plantadores de cacao. En otras palabras, el gobierno invadía las tierras indígenas para traspasarlas a sus protegidos. Los pataxós ofrecieron resistencia. Como el poder juzga que todo puede, en 1936 tropas de la policía militar de Bahía ejecutaron una masacre en la reserva indígena, bajo el pretexto de que había allí "una célula comunista". La represión desintegró parte de la tribu. Lanzó indios a los centros urbanos, los expulsó a otros estados y empujó unos tantos para los trabajos esclavos en haciendas. Muchos pataxós se refugiaron en Minas Gerais, en la hacienda Guaraní. Otros se tornaron en un pueblo acosado, amedrentado, violado por la bebida, por la pobreza, por el estupro de sus mujeres. En 1973, la aprobación del Estatuto del Indio prohibió que tierras indígenas fuesen arrendadas y/o explotadas por caras-pálidas. En Bahía, prosiguieron las invasiones a la reserva pataxó y muchos invasores, entre 1976 y 1980, recibieron títulos de propiedad de los gobiernos de Roberto Santos y Antonio Carlos Magalhaes. En 1982, los indios de la hacienda Guaraní regresaron al interior de Bahía y retomaron un área de 1.079 hectáreas. En defensa de ellos, la Funai recurrió a la justicia con una acción para anular todos los títulos de propiedad ilegalmente concedidos por los gobiernos de aquel estado. Hasta ahora la acción sigue en trámite en el Supremo Tribunal Federal. Son 15 años de espera. Mientras la justicia permanece ciega y muda, los pataxós defienden sus tierras, enfrentando matones a sueldo y policías. En uno de esos conflictos fue asesinado Joao Crawin -hermano de Galdino Jesús dos Santos. Es más, el líder indígena quemado vivo se encontraba en Brasilia, en abril de este año, para tramitar ante la justicia una acción de manutención de la posesión realizada en 1993 por su comunidad, luego que fue expulsada de sus tierras. Después del trámite en Ilhéus, el proceso pasó al Tribunal Regional Federal, en Brasilia. El impacto de la muerte de Galdino favoreció al pueblo pataxó. En junio, la justicia emitió un falló favorable respecto a la ocupación de cinco haciendas. Ellas suman tan solo 778 hectáreas. Por la Ley del 9 de agosto de 1926, los pataxós tienen derecho a un área de 50 leguas cuadradas, equivalente a 54.000 hectáreas! Una tarea para los medios Hoy se habla de preservar el medio ambiente. La conversación refluye cuando se entra al terreno de la preservación, no solo de bosques y ríos, sino también de seres humanos. Como decía Chico Méndez, ecología sí, a partir de la salvación de la principal especie en extinción -el bicho hombre, el bicho mujer. Preservar las naciones indígenas en el Brasil es asegurar la identidad de este país. Es hora que los medios de difusión hagan programas de indio: exigir al gobierno agilidad en las demarcaciones de las reservas; represión a los grileiros* y garimpeiros*; control de la limpieza de los ríos contaminados por el mercurio del garimpo; vigilancia sobre supuestas misiones religiosas que se dedican al espionaje industrial y mineral; preservación de la farmacopea indígena y control sobre sus patentes; rescate de las tradiciones culturales y religiosas de las diversas tribus, etc. En este año, en julio, el estado de Acre aprobó la primera ley de biodiversidad brasileña, apuntando a combatir la biopiratería y obligando a cientistas y entidades extranjeros a asociarse a grupos brasileños para la realización de investigaciones. El Acre es Brasil pero queda distante de los medios de difusión centro-sudisstas. Estos hablan de ecología, la TV Educativa de Río exhibe el excelente programa Expediciones, pero poco se enfatiza en la defensa de nuestro medio ambiente. Mientras estamos acostados eternamente en el lecho expléndido, las transnacionales atacan la Amazonía. La ley acreana fue impulsada debido a las sospechas de que Selva Viva -una ONG fundada por el suizo Ruediger Von Reninghaus y apoyada por las empresas farmaceúticas Ciba- Geisy, Hoechst, Sandoz, Lilly y Johnson & Johnson- incentivaba a los indios a que produzcan y cataloguen viveros de plantas medicinales. A cambio, las aldeas recibían la promesa de ayuda financiera a proyectos de autosustentación. Selva Viva está prohibida de operar en el estado de Acre. Ignorancia: madre de la indiferencia Marte suscita curiosidad, Miami es el paraíso del consumo, Disney es la escuela de estatus infantil y Nueva York, de estatus adulto. Entre tanto, damos las espaldas al Pantanal, el último reducto del Jardín del Edén que queda en la faz de la tierra. E ignoramos la riqueza antropológica de nuestras naciones indígenas. La ignorancia produce la insensibilidad y genera la indiferencia. Por esos y otros motivos es que los avas-canoeiros -pueblo de 2.500 personas hace dos siglos- son, hoy, apenas 10 indios: seis en Goiás y cuatro en Tocantis. Desde que Cabral llegó al Porto Seguro, cerca de 1.000 etnias ya han sido extinguidas en Brasil -por masacres o enfermedad y vicios de blancos. Solo dos pueblos revirtieron el proceso de extinción: los tapirapés, que eran 40 hace cincuenta años y, hoy, son 500, y los jurunas, que en el mismo período pasaron de 15 a 130. (*) grileiro: individuo que busca apoderarse de tierras mediante falsas escrituras de propiedad. garimpeiro: buscador de metales y piedras preciosas
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