La fracasomanía

22/06/2006
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“Todos los hombres pueden caer en un error,
pero sólo los necios perseveran en él”

Cicerón El más reciente Informe de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, confirma que la estrategia antidrogas de los EEUU está condenada al fracaso. Según el mismo, el área sembrada con coca en la subregión andina no sólo no está reduciendo sino que en el 2005 mostró un incremento del 1% con respecto a 2004, al pasar de 159.000 a 159.600 hectáreas. Al desagregar las cifras, se observa que Colombia llevó la peor parte, ya que su incremento fue del 8%, muy por encima del promedio; además, continúa siendo la más afectada por el flagelo de los cultivos ilícitos, con el 54% de estos. 23 de 32 departamentos están asolados por el mismo. Y ello ocurre, a pesar de los ingentes esfuerzos que se realizan por parte del gobierno, tratando de erradicarlos especialmente a través de la aspersión con glifosato. Lo más desconcertante es que este incremento se da justamente el año en el que el gobierno batió su propio record en su campaña de erradicación de cultivos ilícitos, con un total de 170.780 hectáreas, de las cuales más del 80% mediante la aspersión aérea. Coincidencialmente, los mayores incrementos se produjeron en los departamentos de Putumayo y Vichada, epicentro de las operaciones del Plan Patriota, lo cual pone de manifiesto el estruendoso fracaso de este, como ya había ocurrido antes con el Plan Colombia. Entre uno y otro se han invertido infructuosamente más de US $3.500 millones en los últimos cuatro años, sin contar los enormes recursos propios asignados en el presupuesto nacional. El diario de los Santos, al cuestionar el Plan Patriota, advierte que este “representa una estrategia cuyo costo/beneficio resulta muy discutible (por decir lo menos)…Muchos analistas plantean la necesidad de revaluar la eficacia del Plan”(2). Ello es tanto más cierto, habida cuenta de que la meta planteada en el Plan Colombia era la de reducir a la mitad por lo menos el área sembrada de coca en el país en un lapso de 6 años, que ya está a punto de cumplirse y cada vez está mas lejos la posibilidad de alcanzarla. Afirma el Ministro del Interior y de Justicia, Sabas Pretelt de la Vega que “El problema radica en que hay que fumigar varias veces los mismos lugares, los cultivos se expanden y se corren y los bandidos se modernizan”(3). De ello estábamos advertidos hace rato; distintos estudios muestran los estragos del “efecto globo”, que no es más que el desplazamiento de los cultivos a consecuencia de las fumigaciones, que migran de unas regiones a otras dentro de un mismo país, como ha ocurrido en Colombia o entre unos y otros países de la región. Según Sergio Calvani, representante en Colombia de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, el 65% de los cultivos que se erradican se vuelve a sembrar, muchas veces con variedades resistentes al glifosato. Según la ex embajadora de los EEUU en Colombia y hoy directora de Asuntos Internacionales de Narcotráfico (INL) del Departamento de Estado, “los narcotraficantes se embarcaron en una agresiva campaña de replante el año pasado, que virtualmente equiparó la cantidad de coca que se destruyó con la erradicación”(4). Como en el drama de Sísifo, al Ministro Sabas sólo se ocurre “redoblar esfuerzos”(5) en materia de erradicación, para ver de contrarrestar sus devastadores consecuencias, que es lo que se ha venido haciendo sin éxito durante el último lustro. Calvani, en cambio, plantea la necesidad de “apoyar mucho más el desarrollo alternativo para que el cultivo que se elimine se resiembre con otros que permitan la subsistencia de los hogares”(6). En el pasado la controversia se ha centrado en las estadísticas, pues en este caso como en el de los desplazados y la pobreza, Planeación Nacional ha optado por desconocerlas cuando ellas no encajan en su propia lógica. Según reportes de la CIA, en diciembre de 2002 había 144.000 hectáreas de cultivo de coca; tres años después, después de haber alcanzado las 114.000 hectáreas en el 2004, luego de semejante esfuerzo, estamos en las mismas 144.000 hectáreas de las cuales partimos. Con un agravante, Colombia que en 1995 contribuía con el 10% de la producción mundial de coca, hoy es responsable del 90%, no obstante que recibe las 2/3 partes de la ayuda antinarcóticos de los EEUU a la región. Después de haber logrado avances importantes en la erradicación de los cultivos, estos reverdecieron hasta su estancamiento y lo que muestra el Informe divulgado por la Casa Blanca en abril de este año es que ahora dicho proceso empieza a revertirse, a tal punto que por primera vez desde el inicio del Plan Colombia en 1999 ha crecido el área sembrada con cultivos ilícitos el último año, en un escalofriante 26% (¡!) con respecto al 2004. El gobierno se resistía a aceptar la realidad de tales cifras y se sostenía en que sólo se atiene a las cifras del Sistema Integrado de Medición de Cultivos Ilícitos (Simci) de la ONU. El desconcierto entre los congresistas estadounidense ha sido tal, que uno de ellos, John Tierney espetó que “en vez de proseguir la guerra contra la droga en A. L, hay que capitular. La guerra ha sido totalmente inocua para detener el flujo de cocaína, cada vez más barata en nuestras calles”. Pues bien, según el Simci, aunque no es tan dramática la situación como la pinta el Informe de la CIA, coincide con este en que los cultivos ilícitos se han extendido a otros 8 departamentos a los que antes no había tocado: Bolivar, Antioquia, Córdoba, Vaupés, Amazonas, Guanía, Arauca y Caquetá. Al fin y al cabo, tal y como lo reconoce el Ministro Sabas, 64.000 hectáreas corresponden a cultivos nuevos, que no habían sido fumigados anteriormente. Este reconocimiento es una simple constatación de un hecho incontestable, pues “todos los estudios sugieren que los cultivadores se van a otras zonas cuando se les presiona con la erradicación. En general (lo demuestran las estadísticas), los cultivos siguen aumentando como resultado de que la coca se está sembrando en zonas donde no se está erradicando”(7). De allí por qué el influyente legislador Chuck Gressley consideró “prematuro y hasta infundado” asumir que se está ganando el combate contra las drogas. Si bien las cifras de una y otra fuente están distantes, pues para el Simci se registraron en el año anterior 58.000 hectáreas menos que las detectadas por Washington, ambas muestran una misma tendencia monótonamente creciente. Ya en su más reciente Informe el Simci también habla de un crecimiento, esta vez de 6 mil hectáreas entre el 2004 y el 2005; el director del mismo, Antonio María Costa, en la presentación del mismo fue enfático en señalar que por encima de las diferencias metodológicas que se aducen por parte de las autoridades nacionales(8) “sí se puede hablar de un moderado incremento del 8 por ciento”(9). Todo indica que, como lo afirma Alfredo Rangel, “los cultivos de coca se niegan a reducirse más allá de cierto límite”(10) y, por ello mismo, presiente que “la política antidrogas basada en la fumigación de cultivos ha llegado al límite de sus posibilidades, y que quienes toman las decisiones ya no saben qué hacer, aparte de autojustificarse y seguir exigiendo más de lo mismo”(11). Ya hemos visto que la estrategia antidrogas de los EEUU, basada en la fumigación masiva, la interdicción aérea y las extradiciones, que ya superan las 400 en este gobierno, ha fracasado rotundamente(12). Persistir en el error lleva a la contumacia y esta a incurrir en la desmesura, arrastrados por el desespero, por que no de otra manera se puede explicar la intentona de la Cámara de Representantes de los EEUU de autorizar el uso de armas biológicas contra los cultivos de coca o la orden impartida por el gobierno nacional de bombardear el Parque Natural Nacional La Macarena. Eso es una barbaridad! De prosperar esta iniciativa, el remedio podría ser peor que la enfermedad; sería tanto como pescar con dinamita, pues el daño colateral que se causaría sería de imprevisibles consecuencias. Sería esta la peor forma de recordarnos el desastre de Chernovil. Por fortuna, antes de que aquí se apresuraran a darle luz verde, fue el propio zar antidrogas de los Estados Unidos, Jhon Walters, quien le salió el paso a la descabellada idea de utilizar hongos herbicidas en la erradicación de los cultivos de coca, por considerarla “ridícula y contraproducente”. En Washington empieza a cuestionarse la eficacia de esta estrategia y día a día surgen más y más inquietudes al respecto. En concepto de Jhon Walsh, analista de la organización Washington Office on Latin America (Wola), “Para el gobierno de Bush tener que reconocer seis años y cuatro mil millones de dólares después, que el cultivo de coca está aumentando debe ser un tremendo golpe…Estas impresionantes cifras revelan la enorme brecha existente entre la retórica y la realidad de la campaña de fumigación masiva en Colombia…La verdad es que la fumigación no solamente fracasa en frenar nuevos cultivos, sino que promueve su extensión”.Tres prominentes senadores, Patrick Leahy, Barack Obama y Chris Dodd, le dirigieron una dura misiva al subsecretario para asuntos políticos de EEUU, Nicholas Burns, en respuesta a su columna en el periódico Miami Herald, en la que Burns destacó los “grandes progresos” alcanzados en lucha antinarcóticos. Afirman ellos que “La situación en Colombia es muy compleja y hay razones para estar seriamente preocupados sobre si nuestras actuales políticas podrán obtener los resultados esperados. EEUU se ha gastado más de 4.000 millones de dólares en cinco años y ahora, en el sexto, el fin no se ve ni cerca”(13). Los recurrentes reveses que ha tenido esta estrategia denotan lo equivocada de esta y su ineficacia en el combate en contra de las drogas ilícitas. Se impone la necesidad de un replanteamiento de dicha estrategia, del cual debe participar la Comunidad internacional, por que este es un problema que debe atacarse por todos sus flancos y no sólo el de los cultivos ilícitos y el narcotráfico. Mientras no se ataque frontalmente el consumo, el lavado de activos, la producción y tráfico de precursores químicos, todos los esfuerzos por acabar con este monstruo serán baldíos. Sólo en la medida que la Comunidad internacional asuma su corresponsabilidad y se emprenda una acción envolvente y decidida en contra de todos los eslabones de la cadena, es como se podrá avanzar en la dirección correcta. Colombia no puede seguir librando íngrima esta batalla, ni puede seguir siendo alfil sin albedrío de esta estrategia equivocada; ya hemos pagado un alto precio por asumirla en solitario. ¡Persistir en ella es una manera de dar coces contra el aguijón; vano empeño! www.amylkaracosta.com Notas: (1) Amylkar D. Acosta M. es Presidente Sociedad Colombiana de Economistas (2) El Tiempo. Editorial. Abril, 2 de 2006 (3) El Nuevo Siglo. Junio, 21 de 2006 (4) El Colombiano. Abril, 13 de 2006 (5) Idem (6) El Mundo. Junio, 21 de 2006 (7) El Tiempo. Senador republicano Chuck Grassley, Presidente del Caucus (agrupación de legisladores conformada para influir en una política) para el control internacional de los narcóticos (8) El Tiempo. Abril, 17 de 2006 (9) El Tiempo. Junio 21 de 2006 (10) Cambio. Abril, 17 de 2006 (11) Idem (12) Amylkar D. Acosta M. Victoria pírrica. Enero, 18 de 2005 (13) El Tiempo. Junio, 5 de 2006
https://www.alainet.org/es/active/11995

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