A cuatro años de los asesinatos de Kosteki y Santillán

Muertos sin sepultura

21/06/2006
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El 2006 se presenta como un año con múltiples aniversarios de vital importancia. Tres décadas desde que los militares genocidas de la Junta se adueñaran del poder e instalaran la dictadura más feroz conocida en nuestra historia, desapareciendo 30. 000 personas y abriendo el camino para un modelo de país en donde, entre otras cosas, puedan existir 4 millones de desocupados.

 

Una década desde que Cutral-Có apareciera con sus puebladas, poniendo por primera vez y de manera contundente en la escena política nacional la problemática de la desocupación estructural: podríamos decir que, en aquellas barricadas sureñas, encontramos el origen de ese movimiento social que con el tiempo pasara a denominarse como "piquetero". "Yo amo; tu escribes; él sueña; nosotros vivimos; vosotros cantais; ellos matan". Roberto Santoro. Declaración jurada. ". . . Es exactamente eso la tragedia: mirar al cielo, preguntar '¿por que?', y oír como los dioses callan". Eduardo Rinesi. Política y tragedia. "Por tu vida entera será juzgado cada uno de tus actos". Jean Paul Sartre. Muertos sin sepultura.

 

Este mes se cumplen cuatro años de la llamada "Masacre de Avellaneda". Otra vez, las figuras de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki estarán presentes en la sociedad. ¿Qué ha pasado con sus asesinos materiales? ¿Y con quienes planificaron e idearon los hechos? ¿Qué quedó de aquel mandato del "Que se vayan todos" que tanta influencia tuvo en la militancia de Maximiliano y de Darío? ¿Qué fue de los compañeros que compartían el día a día con ellos? ¿Cuáles son las acciones que se emprendieron para combatir la impunidad y hacer justicia? ¿Qué políticas construyeron los movimientos en donde militaban estos compañeros? ¿Qué están planteando hoy?

 

Este artículo intentará, brevemente, dar cuenta de algunos aspectos sobre estos temas; sobre cuestiones elementales que sucedieron en estos cuatro años. Operación Masacre El 26 de junio de 2002, las principales organizaciones de desocupados del país se plantearon desarrollar la primera jornada de un nuevo plan de lucha. Por aumento general del salario (y una duplicación de 150 a 300 pesos en el monto de los subsidios para los desocupados); alimentos para los comedores populares; mejoras en salud y educación; desprocesamiento de los luchadores populares y en solidaridad con la fábrica ceramista Zanón ante el peligro de ser desalojada.

 

Los movimientos piqueteros programaban cortar, en Buenos Aires, los principales puentes de acceso a la Capital Federal. Tras la devaluación de esos meses y la gesta insurreccional de diciembre del año anterior, los movimientos tenían un crecimiento espeluznante: se acercaban vecinos masivamente en cada barrio en donde ya estaban organizados; nuevos barrios y distritos se incorporaban a la lucha. Viejos militantes se reincorporaban al combate; nuevos militantes surgían de aquel proceso de politización.

 

A diferencia de lo que pasará después, por aquellos días el Movimiento Piquetero gozaba de un gran prestigio en amplias capas de la sociedad: eran quienes habían encabezado, de alguna manera, la resistencia contra el modelo neoliberal, encarnado en nuestro país por la nefasta figura de Carlos Menem. Producto de esa simpatía y de un creciente protagonismo de los sectores medios en la protesta, surgió aquella consigna tan coreada por multitudes en las movilizaciones de esos días: "Piquete y cacerola, la lucha es una sola". Pero Eduardo Duhalde necesitaba mostrar que era un presidente fuerte: se lo exigían, desde el extranjero, los buitres del Fondo Monetario Internacional, pero también sus propios compañeros de ruta: los gobernadores del Interior del país parecían no soportar más que se les exigiera reprimir la protesta social en sus provincias "mientras encapuchados se paseaban por las calles de la Capital", como señaló un alto funcionario en el encuentro de gobernadores en La Pampa, realizado el mes anterior a la Masacre. Así, durante toda la quincena previa a los cortes, el gobierno se la pasó diciendo en todos los medios de comunicación que "no se permitirían esas acciones", que los cortes eran considerados como "beligerantes" y el intento de bloquear la capital, una "declaración de guerra".

 

Los movimientos de desocupados, envalentonados con el clima post diciembre, con la incorporación a la lucha salarial por parte de un sector importante de los trabajadores ocupados (sobre todo docentes y estatales), por el ruido intermitente de las cacerolas (ya estaba en retirada el movimiento asambleario), se dispuso a enfrentar las declaraciones desafiantes del gobierno. Cierta radicalidad de los movimientos y una firme disposición a confrontar se hicieron valer a la hora de poner sobre la mesa la reivindicación del derecho a la protesta. La confluencia de sectores sociales en el plan de lucha y el agotamiento de un ciclo de negativas por parte del gobierno a atender los reclamos y las necesidades de los mas golpeados por la crisis llevó a que los movimientos se lanzaran a una batalla a vencer o morir (claro que la militancia la entendió en términos netamente políticos y el gobierno en términos militares: "la guerra es la continuación de la política por otros medios", según la vieja fórmula).

 

La represión fue brutal: más de 234 personas (comprobadas) heridas con balas de plomo, además de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki. El accionar impune de las fuerzas de seguridad mostraron las "sombras" y las "continuidades" del proceso. Fue mucha la gente que quedó impactada por los acontecimientos y tuvo esa sensación de que todo el horror podía comenzar a suceder otra vez. La respuesta popular, sin embargo, fue inmediata. Si la resistencia al Estado de Sitio decretado por De La Rúa a fines de 2001 fue el quiebre definitivo del miedo impuesto por el terrorismo de Estado, el rechazo a los asesinatos del 26 de junio fue una reafirmación de que, en la Argentina, no era posible avanzar con un plan abiertamente autoritario y represivo sin que se le opusiera resistencia popular.

 

Años de militancia por los derechos humanos mostraban sus logros más fenomenales. La disposición a gestar espacios amplios de unidad contra la represión, por parte de la mayoría de las organizaciones populares, hicieron lo suyo. Darío y Maxi viven, la lucha sigue Desde el 26 de junio de 2002, por la tarde, con las primeras movilizaciones espontáneas a Congreso y Plaza de Mayo, en adelante y hasta hoy, el eje de justicia por los compañeros caídos fue central en la política de los Movimientos de Trabajadores Desocupados hoy nucleados en el Frente Popular Darío Santillán.

 

La participación en la movilización de Congreso a Plaza de Mayo al día siguiente de la represión; la organización de una marcha plural, con todos los sectores que repudiaron el accionar asesino del presidente Duhalde el 3 de julio (partiendo bajo la lluvia, junto a miles de compatriotas, desde el Puente Pueyrredón, en aquella histórica jornada); la preparación del "acampe cultural" al cumplirse el primer mes (donde artistas plásticos pintaron un mural en la base del puente, músicos como Teresa Parodi se acercaron con sus canciones, fotógrafos de distintos medios expusieron sus fotos, entre otras actividades); los cortes de Puente el 26 de cada mes; la preparación de jornadas nacionales (en Buenos Aires y otras ciudades del país: Rosario, Tucumán, Cipolleti, Neuquén, Comodoro Rivadavia, entre otras) en conmemoración y protesta por el primer, segundo y tercer aniversario (acompañado por campañas de solidaridad internacional, como las desarrolladas en Uruguay, Barcelona, Madrid, Italia, Francia y Canadá); los reiterados escraches a Eduardo Duhalde en su domicilio; y las diversas manifestaciones en torno al juicio sobre los responsables materiales, fueron las distintas acciones directas desarrolladas (generalmente junto a otros sectores populares) en torno a este eje de reclamo de justicia y contra la impunidad.

 

El 17 de mayo de 2005 comenzó el juicio en el Tribunal Oral Nº 7 de Lomas de Zamora. Solamente 7 policías fueron condenados, entre ellos el comisario inspector Alfredo Fanchiotti y el cabo Alejandro Acosta, condenados a cadena perpetua, cuestión que fue festejada con la movilización popular por las organizaciones que se mantuvieron en lucha en torno al tema. Ni Juan José Alvarez (ex secretario de Seguridad de la Nación), ni Felipe Solá (gobernador de la Provincia de Buenos Aires), ni Alfredo Atanasof (ex Jefe de Gabinete), ni Carlos Soria y Oscar Rodriguez (Jefe y Vice Jefe de la SIDE), fueron juzgados. Estos personajes de la clase política son los señalados en "Darío y Maxi, dignidad piquetera" (libro-investigación realizada por el MTD Aníbal Verón, hoy en el FPDS) como los responsables políticos y autores ideológicos de la Masacre. Todo esto a pesar de las promesas realizadas por el Presidente Néstor Kirchner. El 19 de junio de 2003 en la Casa Rosada, ante 17 delegados de base de La Verón ("ir a fondo caiga quien caiga", dijo); de la foto que se hizo sacar con Alberto, el padre de Darío, tras una segunda reunión que los compañeros de Kosteki y Santillán tuvieron con el Presidente, el 30 de octubre del mismo año; y del anuncio, realizado por el Ejecutivo a los familiares, de conformar una comisión que investigue el caso, promesa que tampoco se cumplió. "El señalamiento público a los responsables a través de la denuncia, la movilización y los escraches se convirtió en la forma en que los de abajo tenemos de hacer justicia", dice el prólogo de la primera edición del libro mencionado y se reafirma en las siguientes.

 

El recorrido de lucha en estos cuatro años fue extenso. Del poder político de turno, finalmente, sólo se obtuvieron promesas y hasta intentos de extorsión: dejar los cortes de puente y la lucha en las calles a cambio de emprendimientos productivos, planes de vivienda y un avance acelerado en la causa del 26 de junio, fue la oferta de este gobierno hacia los compañeros de Darío y Maxi. "Oferta que, por supuesto, no fue aceptada en ningún momento: es claro que, pedirle a quienes han sido despojados de todos los derechos y que han sido perseguidos, baleados, encarcelados y hasta asesinados cuando dijeron "BASTA", es como haber pretendido que las Madres abandonaran la ronda de los jueves en la Plaza y que los HIJOS terminaran con los escraches. . . " Ante el inicio del juicio y en medio de tantos manoseos por parte del poder político, ¿qué hicieron los compañeros de los piqueteros asesinados?

 

Una de las cuestiones fue la de conformar una "Comisión Independiente" (integrada por movimientos de desocupados, organismos de derechos humanos y personalidades de la cultura). Otra, impulsar, desde la Agencia Prensa De Frente el sitio web "Masacre de Avellaneda", que realizó una cobertura de todas las audiencias y las jornadas de lucha que las acompañaron (para consultas: www. masacredeavellaneda. org). Además se organizó un acampe frente a los Tribunales (que se mantuvo 38 días, desde el inicio del juicio hasta las vísperas del tercer aniversario, cuando volvieron a manifestarse en el Puente Pueyrredón), donde se realizaron actividades sociales y culturales de diverso tipo, a pesar del frío y muchas veces también la lluvia.

 

Acompañando las distintas acciones directas se gestaron diversos espacios culturales, que promovieron campañas de difusión y otras actividades: la obra de teatro "La pasión del piquetero", escrita por Vicente Zito Lema (dirigida por Coco Martínez y protagonizada por integrantes de los MTD, la obra fue puesta en escena por primera vez el día que comenzó el juicio, en la puerta de los tribunales); las distintas campañas de propaganda y agitación, con las consignas "juicio popular a los responsables materiales e intelectuales", para el primer aniversario; "Darío y Maxi viven, la lucha sigue", para el segundo; y "Darío y Maxi no están solos" para el inicio del juicio y el tercer aniversario. Otro de los ejes de trabajo de estos años fue la campaña permanente por cambiar de nombre a la estación de trenes: de Avellaneda a Darío y Maxi. Intento que continurá y será eje de este cuarto aniversario.

 

Santillán como símbolo Tanto el caso de Darío Santillán, como el mío propio y el de tantos compañeros y compañeras que hemos comenzado nuestra militancia a mediados y fines de la década del `90, es el de una generación que se formó al calor de cierto paradigma. Debemos tener en cuenta que en el plano nacional, sólo teníamos como referencia (sobre todo ética) a las Madres de Plaza de Mayo, sintetizadas en la figura de Hebe de Bonafini. Después, sólo podíamos mirar para atrás. La referencia actual la teníamos que gestar nosotros mismos. Hacia los únicos lugares que podíamos mirar era hacia el sur de México y hacia los campos de Brasil (y otra vez en términos éticos, hacia la isla de Cuba).

 

Tanto los Zapatistas como el Movimiento de los Sin Tierra mostraban una línea de avance, pero ambos referentes eran de componente campesino e indígena y su ámbito de desarrollo era el rural. La caída del Muro de Berlín (con todo lo que pueda criticarse al Stalinismo y los "socialismos reales", al menos generaban un mundo bipolar), la pérdida de las elecciones por parte de los Sandinistas en Nicaragua y el arrastre del derrotero en Guatemala y El Salvador, hacían que nuestra generación, mayoritariamente, no tenga ejemplos de política revolucionaria; en el plano local, las sombras del Terrorismo de Estado estaban presentes aún: el "no te metás" continuaba siendo parte del discurso de la mayoría de los padres de los muchachos y las chicas de nuestra generación.

 

Recién comenzó a vislumbrarse un cambio, aunque tibiamente, luego de la masiva movilización en conmemoración por los 20 años del golpe (y lo que a partir de allí sucedió: sobre todo, los "escraches" de los HIJOS; la elaboración de películas y libros sobre la década del 70', por mencionar algunas). Pero, en términos generales, lo que los jóvenes veíamos, era a "la política" como algo extraño y, sobre todo, como algo que no servía para cambiar nada (salvo la situación individual de quien se metía en "eso", hacía "carrera" y salía con los bolsillos llenos de plata, si es que en el camino no lo asesinaba alguien por alguna interna). Teníamos, entonces, la figura ética de Hebe y de Cuba; la práctica lejana de los Zapatistas y el MST y el ejemplo histórico sintetizado en la figura del Comandante Guevara y los 30. 000 desaparecidos como un todo, como generación de jóvenes con voluntad de luchar. El Che, asesinado en Bolivia, solo; los desaparecidos exterminados y su práctica política condenada por la teoría de los dos demonios. Ese era el panorama. Así de devastador se asomaba el horizonte.

 

Las puebladas de Cutral-Có (y la seguidilla de cortes de ruta que de allí en mas se protagonizaron en distintas provincias del país), inaugurando el fenómeno de los "piquetes", y los cortes de ruta en Florencio Varela (zona sur del Gran Buenos Aires) llevados adelante por el Movimiento de Trabajadores Desocupados Teresa Rodríguez (cuya consigna era "Trabajo-Dignidad-Cambio social"), marcaron un quiebre en la militancia no partidaria del país (sobre todo en el conurbano bonaerense). No fue un dato menor la presencia de Hebe en las barricadas sureñas y sus palabras emitidas a lo largo de esos años: "Siento aquí, en este momento, que nuestros queridos hijos, esos que fueron asesinados para aplicar este plan económico que sigue asesinando hoy, están siendo reivindicados en cada piquete y en cada grito". Lo decía Hebe, el camino era desparramar las barricadas a lo largo y ancho del país. Así, el piquete, los desaparecidos y el comandante Guevara se sintetizaban en un mismo camino. ". . . Como decía el Che: tenemos que ser sinceros y la verdad tiene que ser ajustada como un guante, no podemos mentir, ¡traidor al traidor, asesino al asesino, cómplice al cómplice, hijo de mil puta al hijo de mil puta!"(Hebe). Estaba todo dicho. Los pasamontañas de la selva lacandona, el movimiento de masas politizado de Brasil y la continuidad del proyecto revolucionario del Che y los 30. 000 en un nuevo movimiento radicalizado de los de abajo. Como la misma Hebe le dijo a miles de jovenes piqueteros: ". . . compañeros, las Madres, que nos fuimos haciendo en este camino Madres revolucionarias, que hace 25 años casi vinimos por primera vez a esta Plaza, sentimos que hoy está mejor ocupada que nunca, porque en cada uno de ustedes ha nacido nuevamente uno de nuestros queridos y amados guerrilleros revolucionarios, que fueron y son nuestros hijos”.

 

Hoy, para muchos, "piqueteros" es sinónimo de lacra que se mueve como ganado por puro interés clientelar. Sin embargo es el mismo "término" que fascinó a tantos durante el "veranito de 2002" (me refiero a todo el proceso post diciembre). Que las primeras experiencias piqueteras hayan demostrado que era posible pelear; que con organización y disposición a confrontar con los poderes de turno se podía ganar, etc, fue un acierto capitalizado por el conjunto del campo popular. Que muchos se hayan agarrado de ese proceso para construír "apéndices masivos" de sus insignificantes estructuras políticas, no es responsabilidad de quienes abrieron la brecha.

 

Hoy, cuando ese proceso ha dado como resultado que cientos de activistas se hayan formado en una política de emancipación; que se planteen la posibilidad de amasar un cambio profundo de la situacion denigrante en la que se haya sumergido el ser humano; que se realicen, semanalmente, asambleas de base en cientos de barrios; que se lleven adelante campamentos y talleres de formación; todas estas cuestiones, por mencionar sólo algunas de las más importantes, se han podido realizar y se continúan, porque durante años se trabajó, con casi todas las condiciones en contra, por construír esa política. Recordemos un poco.

 

¿Cómo empezó a militar Darío Santillán? ¿En qué contexto? ¿Qué hizo durante sus días de militancia? Todo el período que comienza con Cutral-Có (y que se profundiza a partir de la asunción del gobierno de La Alianza y se desarrolla aun mas con las jornadas de diciembre de 2001), son años de fuertes luchas y subterráneos procesos de organización. En esa experiencia Darío dejó sus días: asambleas barriales; incipientes proyectos productivos autogestionados; movilizaciones, cortes de ruta, calles y puentes; construcción de salones comunitarios (los denominados “Galpones” donde se armaron bibliotecas, comedores, merenderos, actividades de salud y recreación infantil) y talleres de formación (educación popular), entre otras cosas.

 

En todo ese proceso hubo una gran apuesta. Se sabía, claro, que (sólo) con triunfos reivindicativos (sobre todo comedores y planes trabajar, que entonces eran de $200 -dólares- que sirvieron, al menos, para acallar un poco, al menos un poco, el ruido de miles de estómagos hambreados) no se iba a conquistar la victoria popular; que el objetivo de la lucha no era (sólo) por garantizar la subsistencia material de los mas golpeados por el modelo neoliberal (el objetivo de siempre fue la emancipación del trabajo frente al capital; la superación de la alineación y la liberación de la Humanidad). Pero, tras el derrotero de los 70' en el país, y el retroceso ya mencionado a escala global (si hasta Fukuyama llegó a decretar el fin de las ideologías, el fin de la historia) por algún lugar había que empezar. Esto es lo que socialmente era poco conocido. Esto había, cotidianamente, detrás de los radicales cortes de rutas y calles y puentes de "los encapuchados" que encendían neumáticos y armaban barricadas para hacerse escuchar (jornadas en donde podía observarse un claro refuerzo, tanto de la capacidad de resistencia y creación, como de los lazos solidarios entre las personas. La gestación de una autoestima en la juventud marginada que habitaba las barriadas; un fortalecimiento de la organización.

 

Los caminos que a partir de allí se abrieron a la reflexión, también son un hito importante a remarcar). Podríamos decir que el piquete operó, de hecho, como una re-apropiación colectiva del espacio público. Claro, cuando un encapuchado estaba en México; cuando la violencia la ejercían en lejanos combates antiglobalización, era más fácil estar de acuerdo. Todo este proceso es el que "salió a la luz" tras la Masacre de Avellaneda y que hoy, a tan sólo cuatro años, parece haber sido devorado por la amnesia.

 

A modo de conclusión

 

Desde el 26 de junio de 2002 a hoy, la Coordinadora Aníbal Verón no estuvo exenta del proceso generalizado de fragmentación experimentado por el denominado Movimiento Piquetero en particular y por las organizaciones populares en general. De la originaria Coordinadora han surgido distintos espacios con perfiles bien diferenciados.

 

El primer alejamiento de la Coordinadora se produjo a escasos meses de producida la Masacre de Avellaneda y tuvo que ver, justamente, con las distintas caracterizaciones en cuanto a como seguir después del golpe sufrido por la represión: se alejaron entonces los compañeros de la CTD (vinculados a la agrupación Quebracho). Luego, a mediados de 2003, se marchó del espacio de coordinación el MTD de Solano, planteando una serie de diferencias políticas que, en su momento, se hicieron públicas entre la militancia.

 

Tras esos procesos de ruptura, la Coordinadora se transformó en MTD Aníbal Verón (aunque el cambio de nombre no implicó la conformación de un movimiento único en términos clásicos). Este MTD es el que finalmente se fractura en dos: por un lado, el MTD de Florencio Varela, "acaudillado" por el mediático dirigente Juan Cruz Daffunchio, junto a algunos movimientos más chicos, sumados hacía poco tiempo a la coordinación. Por otro lado, el resto de los movimientos que participaban de "La Verón" (entre ellos, dos de los movimientos fundadores: el de Lanús y el de Almirante Brown). Estos MTD, con el tiempo, comenzaron a coordinar con otros grupos piqueteros y conformaron el Frente Popular Darío Santillán (desde su plenario fundacional, en diciembre de 2004, el FPDS se planteó constituirse como un espacio político-social que exceda el sector de trabajadores desocupados.

 

A ese primer encuentro concurrieron estudiantes universitarios, trabajadores ocupados y sectores vinculados a la cultura, además de las convocantes organizaciones piqueteras). Hoy, entre un gobierno que pretende gestar junto a otros pares latinoamericanos, lo que Raúl Cerdeiras denominó el "Populismo del siglo XXI" y la izquierda tradicional en sus distintas versiones (Marxista-Leninista; Maoísta; Troskista; Guevaristas y otros tantos "istas"), el FPDS, junto a otros agrupamientos, viene conversando la posibilidad de confluir en un espacio que se mantenga a distancia de las políticas del Estado (y sus movimientos sociales de apéndice), sin caer en las lógicas sectarias y autoreferenciales de la izquierda vernácula. Un espacio que se proponga sintetizar orígenes diversos; pero que en los también diversos ejemplos del EZLN, el MST de Brasil y las experiencias populares desarrolladas en Bolivia y Venezuela, se plantee continuar desarrollando de conjunto lo que, desde hace años, se viene gestando en distintos sectores sociales y lugares del país. Ese proyecto político que hoy, y a modo de título, podríamos sintetizar como un proyecto que aspira a construir poder popular para el cambio social".

 

Fuente: Prensa de Frente http://www. prensadefrente.org/

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