Medida de fuerte impacto en Latinoamérica y el mundo
03/05/2006
- Opinión
Evo Morales, un campesino aymara, se atrevió a nacionalizar el petróleo y el gas
La noticia más importante en lo que va del año sucedió ante nuestras narices el 1 de mayo, cuando Evo Morales leyó el decreto recuperando la riqueza hidrocarburífera. Estamos ante un hecho histórico, de honda repercusión en Bolivia y la región.
A Evo Morales le gusta un "look" apropiado para cada ocasión. Se vistió como sus ancestros antes de la asunción formal en La Paz, participando de una ceremonia de los pueblos originarios. También llevó un pullover a su gira internacional por América Latina, Europa y Asia, que fue el hazmerreir de la "prensa seria" que juzga a los políticos según las pilchas. Y lució una campera con ribetes artesanales en la jura como presidente, sin usar traje ni corbata.
Ahora en la retina de los televidentes de su país y el mundo apareció en un campo de gas, con un casco de petrolero, para anunciar la nacionalización del gas y petróleo. Los monopolios extranjeros y su prensa adicta no tuvieron tiempo de hacer comentarios venenosos sobre la vestimenta del ex campesino cocalero. Es que les dio un ataque de pánico tras la resolución del jefe de Estado adoptada cuando se cumplían los primeros cien días de gobierno.
En efecto, desde el pozo San Alberto, en Caraparí, en el departamento petrolero de Tarija, el más importante del país y que hasta ahora administraba un consorcio integrado por Petrobras de Brasil y Repsol de España, el mandatario leyó el decreto 28.701 "Héroes de El Chaco" (en referencia a los muertos en la guerra de 1932-1935 contra Paraguay, donde perdió buena parte de la región chaqueña).
El documento, rubricado por todo el gabinete, implicó reasumir el control total de la industria hidrocarburífera, refundando en los próximos 60 días la residual Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) e imponiendo reglas de juego absolutamente nuevas a las empresas extranjeras que quieran permanecer en el país.
El vicepresidente Alvaro García Linera habló a la gente reunida en la Plaza Murillo y presentó sencillamente cómo será la nueva ecuación: "le hemos dado la ´vuelta a la tortilla´: antes las empresas ganaban un 82 por ciento. Ahora sólo se llevarán un 18 y el 82 por ciento será para el Estado".
La mayoría del altiplano y de los demás pueblos al sur del río Bravo (y también unos cuantos millones que viven al norte de ese río, si se toman en cuenta las movilizaciones del 1 de mayo en EE.UU.), rugió de felicidad. Lo hicieron porque compartían el mensaje de Evo: "se acabó el saqueo de los recursos naturales de Bolivia".
La otra guerra
La novedad no se quedó en frases bonitas relativas al patrimonio nacional históricamente vaciado por las multinacionales y la "rosca" criolla que tan bien representó Gonzalo Sánchez de Lozada hasta que fue expulsado del poder en 2003. Este privatizó los recursos naturales entre 1996 y 1997 disfrazando la operación de "capitalización", en un todo de acuerdo con la ola que bajaba del Consenso de Washington y colegas como Carlos Menem.
Además de patriotismo, el mensaje de Morales conlleva futuros beneficios tangibles para su sufrido pueblo. Este descendió hasta los escalones de los más pobres del continente teniendo fortunas bajo tierra, en su momento el estaño y luego el gas.
Ahora el Estado tendrá con qué financiar sus planes sociales, si es que el gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS) se mantiene en la tesitura de cumplir las promesas que lo llevaron a la victoria el 18 de diciembre pasado, cuando colectó el 54 por ciento de los sufragios.
Tomar el control de la renta petrolera y gasífera supondrá un ingreso al fisco de 700 millones de dólares anuales, aunque otros cálculos estiman una suma algo menor. Pero de cualquier manera, se trata de una masa de recursos soñada por un presidente progresista para financiar sus metas sociales en un territorio con tanta deuda interna por pagar.
Los trabajadores, campesinos e intelectuales del altiplano siempre anhelaron que las riquezas naturales fueran propiedad social, incluso la Constitución Política del Estado tiene artículos sobre el tema. Hasta aquí habían sido simple expresión de anhelos. Ahora pueden ser una realidad, aunque esta historia está lejos de haber concluido con un final feliz pues en un sentido recién empieza.
De esos anhelos da cuenta la primera nacionalización, en 1937, dictada por el gobierno de David Toro, un militar nacionalista, que afectó a la Standard Oil. En 1969 hubo una medida similar, tomada por el general Ovando Candia contra la Gulf Oil, a instancias de su ministro de Minas, Marcelo Quiroga Santa Cruz. Este fue asesinado en 1980 por la dictadura de Luis García Mesa.
Según Morales, la suya será la tercera y definitiva nacionalización de esos recursos. Puede que así sea, pero no resultará de la mera firma del decreto mencionado sino de un duro proceso contra los intereses extranjeros afectados por el mismo. Esas multinacionales van a declarar una segunda "guerra del gas". La primera, de sentido patriótico, la libraron los trabajadores entre setiembre y octubre de 2003, cuando echaron a Sánchez de Lozada pagando el precio de un centenar de muertos entre esas jornadas y las previas, de 2000 y 2002.
Enemigos de cuidado
El presidente decretó que "el Estado recupera la propiedad, la posesión y el control total y absoluto de estos recursos". Eso, aunque no confisca, hiere profundamente al lobby hidrocarburífero que sentó sus reales en Bolivia en el siglo XX y se adueñó del patrimonio de YPFB con Sánchez de Lozada y sus continuadores, Carlos Mesa y Eduardo Rodríguez, sin olvidar a sus antecesores Hugo Bánzer y Jorge Quiroga.
Estos son enemigos de cuidado: Petrobras, Repsol, Shell (angloholandesa), British Gas y British Petroleum (británicas), Panamerican Energy, Exxon Mobil y Vintage (estadounidenses), Dong Wong (coreana), Pluspetrol (argentina), Total (francesa) y Canadian Energy. Las más importantes son Petrobras, que explota campos y se quedó con refinerías; Repsol, que opera con su controlada Andina, y Shell, dueña de Transredes, que tiene bajo su férula la red de gasoductos y oleoductos. En total la escudería de firmas foráneas explota 56 campos de gas y petróleo, dos refinerías y dos firmas de redes y logística. Ese esquema, espuriamente privatizado, hizo el milagro de que "cuando el gas está bajo tierra es nuestro, pero cuando llega a boca de pozo es ajeno", como explicó Morales ante las insidiosas preguntas de Patricia Janiot, de CNN.
La sola enumeración del team extranjero mete miedo porque un latinoamericano medianamente informado sabe que es el autor de golpes de Estado, intervenciones militares y campañas de desestabilización contra gobiernos constitucionales. Del golpe de 1930 en Argentina se dijo que tenía "olor a petróleo".
Ese sector imperial se puso en marcha para denigrar las decisiones adoptadas en La Paz, mellarlas y disminuirlas. Su campaña mediática -recogida en medios argentinos como "La Nación"- asegura que la nacionalización ahuyentará las inversiones extranjeras y conducirá al estancamiento económico de Bolivia.
Antonio Brufau, titular de Repsol, llegó con la urgencia de los bomberos a la Casa Rosada para pedir a Néstor Kirchner que apacigue los ánimos patrióticos de Morales. Kirchner y Lula da Silva se reunirán con éste en Puerto Iguazú y, además de procurar un precio barato para sus compras de gas, harán lobby por Petrobras y Repsol.
Es de esperar que el aymara se sobreponga a la guerra de las petroleras y a las presiones, incluso de las de los "presidentes amigos". Es que su decisión anunciada el 1 de mayo será un hecho histórico en la medida que no tenga retrocesos. Bolivia posee reservas estimadas en 48,7 billones de pies cúbicos de gas, las segundas en el continente después de las de Venezuela, y después de tanto saqueo y muertes, tienen que servir a su población.
Fuente: www.laarena.com.ar
https://www.alainet.org/es/active/11353?language=pt
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