La gobernabilidad, esa vieja dama indigna

Algunas aproximaciones a la Bolivia de Evo Morales

03/01/2006
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  • Opinión
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La derecha insistió siempre en un tabú: la gobernabilidad de Bolivia. Pese a la OEA y a la embajada de EE.UU, Morales demuestra que él es la única alternativa de futuro para el país del Altiplano. Las recientes elecciones en Bolivia dejaron varios enseñanzas. Que un candidato enraizado en las expectativas populares puede casi todo, hasta derrotar a una de las más feroces campañas mediáticas en su contra; poner en evidencia el divorcio que existe entre el discurso de los grandes medios periodísticos y el comportamiento político de la sociedad y echar por tierra las especulaciones y mediciones de las encuestadoras. Que las "observaciones" de la Organización de Estados Americanos (OEA) son caballos de Troya de los servicios de inteligencia de Estados Unidos, y que los peores fantasmas -el de la ingobernabilidad de Bolivia si no se impone la derecha, por ejemplo- son nada más que eso, fantasmas de sobrevuelo corto y lastimero. Ninguno de los grandes periódicos ni ninguna de las grandes cadenas de televisión se privaron del más puro racismo contra Evo Morales, si hasta en sus páginas y espacios editoriales llegaron a tratarlo de indiecito borracho y mal entrazado, una especie de supuesto bochorno para los vecinos sanos de la sociedad boliviana. Quien quiera abundar en la materia, con datos cuantitativos y precisos, puede revisar el informe final de la misión de Observadores Mediáticos enviada a La Paz durante la semana previa a los comicios del 18 de diciembre último, por la Asociación Latinoamericana para la Comunicación Social (Comunican), publicado in extenso por APM el 28 del mismo mes. A título de resumen, recordemos aquí las Conclusiones Generales de dicho relevamiento. Se registró una clara tendencia a convalidar y valorizar el acto comicial, a la vez que se insistió en definir a Bolivia como un escenario de ingobernabilidad. Surgió una clara tendencia a descalificar al candidato Evo Morales y al Movimiento al Socialismo (MAS). Respecto del necesario equilibrio informativo que debe guardar toda cobertura periodística, se constató cierta distinción entre aquello que reflejaron los medios escritos, televisivos y radiales. En televisión se verificó una marcada tendencia al desequilibrio por ausencia de fuentes o tratamiento unilateral de las mismas, sin contrastes ni verificaciones. En los medios radiofónicos, la observación arrojó un manejo más equilibrado de los contenidos informativos. En el caso de los medios impresos, se comprobó un tratamiento diferencial entre los contenidos informativos –con una tendencia hacia un mayor equilibrio–, en tanto que los de opinión expresaron un marcado desequilibrio. Se observó asimismo un destacado contraste entre el sistemático discurso de los medios periodísticos respecto del candidato Evo Morales y la conducta electoral de un segmento importante de la sociedad. Por su parte, los encuestadores se alzaron con el primer premio al ridículo, aunque el días después de las elecciones muchos fueron los esfuerzos para disimular lo que en la calle hacía semanas se sabía: que los medidores de tendencias actuaron al unísono, comprados por los candidatos de la derecha y por el entramado de poderes fácticos, con dineros de las grandes petroleras y la dirección de la propia embajada de Estados Unidos. El día 20 de diciembre, el diario La Razón, del grupo español que en la península controla a El País y rebosante de racismo contra Morales, publicó en opinión del académico Jorge Torres que "los resultados de las dos últimas encuestas (...), procesadas por empresas con larga experiencia en nuestro medio y con vinculaciones con expresas especializadas el exterior, demostraron brechas (entre Morales y el otro candidato en competencia real) que oscilaban en alrededor de los cinco puntos porcentuales (...) y de los 10 porcentuales, de la última encuesta aplicada en boca de urna en el mismo día de las elecciones". Sin embargo, Evo Morales, con el 54 por ciento de los votos y cerca de 20 puntos por encima del derechista Jorge Tuto Quiroga, se convirtió en el candidato con mejor resultado y legitimidad electoral de toda la historia democrática de Bolivia. Y eso que días antes del comicio -en una operación de fraude espectacular- fueron desempadronados un millón y medio de votantes, sobre todo de los distritos en los cuales y más allá de la encuestas, se sabía que el MAS se registraba como vencedor. El reciente escenario electoral boliviano también dejó en evidencia las falacias conceptuales esgrimidas por la OEA a la hora de erigirse en una especie de guardiana y tutora de la transparencia comicial en América Latina, a través de sus misiones de observadores internacionales. La OEA dice que es garantía democrática y de seguridad en el escrutinio. Sin embargo en Bolivia algo le salió mal. A la hora que los mismos medios de comunicación que habían denostado a Morales reconocían que éste estaba aplastando a Quiroga, los "técnicos oeístas" le informaban al gobierno que la brecha electoral a favor del MAS cuanto mucho llegaba al 10 por ciento. El ridículo fue tan grande que rápidamente regresaron al bunker que habían establecido en el Hotel Radisson de La Paz, para revisar sus números y planillas, esos guarismos que surgen de su "infalible" sistema de conteo rápido. Los gobiernos que consideran a la OEA como garantía democrática deberán preguntarse cuál es la relación existente entre una misión de observación electoral y un ejercito de señoritas y señoritos movilizados desde Washington y otras capitales -en general con caras y aspectos de bobalicones-, quienes recorren los actos de campaña con cámaras y videogradoras en mano, para registrar en la mayor intimidad posible a los candidatos no deseados por Estados Unidos. Aunque las bobaliconas y bobalicones no lo sepan, sus honorarios y gastos de estadía son sufragados por la Central de Inteligencia (CIA), de la misma forma que la fuerza policial antidrogas (DEA) y el FBI, de Estados Unidos, son quienes andan detrás de un conjunto de técnicos y vendedores de tecnología documental y electoral que rodeaban a uno de los máximos responsables de la misión de la OEA en Bolivia, el argentino Gustavo Béliz, ministro y hombre de confianza del ex presidente Carlos Menem, de paso fugaz por la actual administración de Néstor Kirchner y connotado protegido del Opus Dei en Argentina. Cerca del bunker de la OEA se alojaban los expertos y consultores enviados por la casas matrices de las grandes petroleras que operan en Bolivia, con los de la hispano-argentina-estadounidense YPF Repsol a la cabeza. Para todos -para los "observadores" de la OEA, para los expertos petroleros, para los grandes medios de comunicación, para la derecha doméstica y para la embajada de Estados Unidos- el gran tema del país postelectoral era (y es) el de esa vieja dama indigna llamada gobernabilidad. El caballito de batalla -aunque debería decirse de calesita o carrusel porque gira y gira pero siempre permanece en el mismo lugar- consiste en afirmar que la presidencia de Evo Morales no le ofrecerá condiciones de gobierno estable al país. Porque las demandas sociales del sector que representa serán inmediatas; porque sus posturas a favor de la nacionalización de los hidracarburos alejará a los inversores extranjeros; porque al defender los derechos de los campesinos productores de hojas de coca fomentará el narcotráfico, porque los departamentos ricos del Oriente del país, con Santa Cruz en primer lugar, lo amenazarán con el autonomismo secesionista...en fin, porque es un indio. No es este el lugar de dilatadas y aburrida citas académicas. Baste recordar lo que afirma el libro "Recolonización o Independencia: América Latina en el siglo XXI" (Editorial Norma, Buenos Aires, 2004), de quien esto escribe y la periodista y escritora Stella Calloni, respecto del concepto de democracias vigiladas o controladas: paradigma de estrategia política de Estados Unidos para Latinoamérica en el escenario regional post doctrina de la Seguridad Nacional, y como necesidad orgánica de la expansión financiera y económica del sistema imperialista en su etapa actual. Etapa que ese mismo libro y "Bush & Ben Laden S.A." (Ducrot E. Víctor; Editorial Norma, Buenos Aires, 2001) denominan Imperio Global Privatizado (IGP). El concepto de gobernabilidad surge del marco teórico de las democracias controladas o vigiladas, según el cual las distintas facciones de las burguesías locales (nótese que adrede a esas burguesías no se las califica de "nacionales"), asociadas con el poder global y corporativo de Estados Unidos -y en menor medida aunque en forma competitiva con la facción europea desarrollada del bloque de poder- deben garantizar regímenes democráticos formales, en los cuales cada sector de la formación hegemónica tenga participación con disputas equilibradas, dejando fuera del esquema o por lo menos limitando al máximo las influencias de las organizaciones sociales y políticas contrahegemónicas. Para cumplir con sus objetivos, ese marco teórico previó la implantación de un modelo político-mediático-policíaco tendiente a criminalizar la protesta de todo tipo -política propiamente dicha y social en sentido amplio, la de los desocupados, indígenas y campesinos, hasta la de los excluidos que recurren al delito-. Gatillo fácil de la policía, cárceles superpobladas y contralor mediático constatan la exactitud de las descripciones y los análisis que oportunamente realizara el filósofo francés Michel Foucault en "Microbiología del Poder" (Ediciones La Piqueta, Madrid, 1992) y en tantas otras obras y lecciones académicas. El concepto de gobernabilidad -el que protege la OEA en sus misiones de supuesta observación electoral- en realidad remite al de obediencia, de obediencia a los mitos tras los cuales se ocultan las estrategias de poder de Estados Unidos y de la burguesías locales latinoamericanas: seguridad jurídica, libre comercio, apertura al sistema financiero internacional y a las inversiones privadas por encima de las jurisdicciones legales nacionales, acatamiento de los fósiles de Bretton Woods (Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial), lucha contra el terrorismo internacional y contra el narcotráfico, por solo citar algunas de las construcciones de sentido común del bloque hegemónico. Cuando horas antes de las elecciones que le dieron el triunfo al primer presidente indio de América, surgido de los movimientos sociales contrahegemónicos, la secretaría de Estado de Estados Unidos advirtió que el gobierno de Evo Morales debería acatar la política anticoca que despliega Washington, quedó en evidencia que el sistema de poder estaba reclamando la presencia de la vieja dama indigna. Lo mismo sucedió con el machacante lobby desplegado por la petroleras en el sentido de que el programa nacionalizador de Morales -recuperación de la soberanía del Estado en boca de pozo, sometimiento a la ley y sistema asociativo con equidad con las transnacionales-, atenta contra la seguridad jurídica, contra la sustentabilidad energética del país y de la región, y alejará a las inversiones extranjeras. Sin embargo, y con atención a la propia lógica aritmética del sistema democrático formal, Evo Morales, con un caudal de votos inédito en el país, incluso en territorios perdidosos como el de santa Cruz, es la máxima garantía de gobernabilidad real en la Bolivia contemporánea. Y en ese sentido se esta moviendo el presidente electo cuando afirma que el de la coca no es un tema que deba tratarse según los cánones impuestos por Washington; cuando destaca que su gobierno dará cabida al proceso de autonomías regionales; cuando sostiene que el epicentro político de su gestión será la Asamblea Constituyente -desde la Revolución Francesa el verdadero acto fundacional de cualquier régimen democrático-; cuando, antes asumir el gobierno, tiene previsto una gira internacional que comenzó en Cuba pero que también lo llevará a Venezuela, Brasil y varias capitales de la Unión Europea, escenarios claves para los intereses económicos, comerciales y de política exterior boliviana. Es hora de darle digna sepultura a la vieja dama indigna y de comenzar a hablar de gobierno democrático, con apoyo en las grandes mayorías sociales y respeto por las legalidades nacionales e internacional. - El autor de esta nota es director de la Agencia Periodística del MERCOSUR (APM) y formó parte del equipo de observadores de los medios de comunicación enviado a Bolivia por la Asociación Latinoamericana para la Comunicación Social (Comunican). Fuente: Agencia Periodística del MERCOSUR: http://www.prensamercosur.com.ar
https://www.alainet.org/es/active/10247
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